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Llegar temprano a los tribunales federales de la calle Entre Ríos no quiere decir realmente nada. ¿cinco de la mañana? ¿siete? ¿diez y cuarto? Nada importa bajo las fauces de la desorganización. Porque así como la ley es igual para todos, la violación a la ley también lo es. Y todos somos iguales en este gran aquelarre con nombre de metal.
No recuerdo bien, creo que llegué cerca de las nueve de la mañana, grave error; eso implico ser número 265. ¿Por qué número están llamando? 18, no 19...
El tiempo hará que ingrese al federal, basta con sentarse y esperar.
Media hora más tarde entra el nº 30, una hora más tarde el 38... ¿bastará con seguir esperando?
Cerca del mediodía el federal nos regala un pequeño show, abogados y empleados de abogados, agobiados y agotados se juntan ante la pasividad de una puerta giratoria ¿giratoria? Debe girar, al menos hace 25 minutos creo que entró uno. Protestas y empujones. Definitivamente no es giratoria. Más empujones. Se oye que vendieron números y se colaron. Ahora hay gritos. Nadie sabe que hacer. El federal es nuestro reflejo.
12:30 hs., número 42 ¿bastará seguir esperando?. Sale uno que vino a las 5:30 de la mañana. 12:30 hs, en media hora ya no se podrá entrar y faltan más de 200 de por medio ¿bastará seguir esperando?
01:00 hs., la puerta giratoria fue implacable con mis esperanzas, ya no giró y quedó todo para otro día.

Entre Ríos se une con Córdoba en un saxofonista. Podría estar en París o New York, triunfando en un país que valore el esfuerzo y la calidad. Aquél tuvo que nacer a fin del siglo XX en Argentina. Y ahí está, en la peatonal entonando no sé que canción preferida y conocida, ante la pasividad de los que pasan, no menos necesitados y traicionados que él.
Se alquila. Se vende. Dueño alquila. Dueño vende. Se alquila o se vende. Cualquier cosa. Los locales vacíos, vacíos de dueños, vacíos de clientes, vacíos de esperanzas, vacíos.
Llenas, llenas estaban las chapas de abolladuras. Cinco cuadras más y las chapas del Citi no cedían ante los golpes de los traicionados. Cacerolas, carteles, aerosoles, gritos, un banco y una escena más de este loquero.
A pocos metros un guardia de otro banco se consumía de nervios en su cigarrillo. Los traicionados ya van a llegar, ahora si bastaba con esperar.
Seguí caminando por Córdoba, luego de tantas imágenes pensé que nada me desahuciaría. Estaba equivocado, bastaba con esperar.
En Córdoba y Moreno, no en las carpas de la plaza ni en el bar fashion, sino en la facultad de Derecho –el edificio que nunca van a arreglar– aguardaba el último golpe: No había forma que tuviese clases. Paro docente y no docente. Una y media de la tarde, me cansé de esperar y me fui a casa. Era demasiado para una sola mañana. Todo es demasiado para un solo país.

Texto agregado el 01-07-2002, y leído por 354 visitantes. (0 votos)


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