Hoy no te encontré. Me dijeron que rondabas por el Boulevard. Pero no te encontré. Salí poco, casi nada. Treinta o cuarenta cuadras son centímetros ante inmensa búsqueda, digamos que casi ni salí. Es que si hubiera permanecido bajo el dintel de casa estaría de la misma forma. Con un poco más de esperanzas, pero igual. Entre a bares donde mi sangre se excedió de cafeína, restaurantes con anglosajones menús, fonavis, plazas derruidas, mansiones, esperé colectivos que nunca pasarían, y en una esquina me sorprendió la lluvia.

(Todos creemos ser tan especiales como para que nuestra alma gemela sea única. Nos bendecimos raros, intelectuales, inteligentes y subversivos. Con tantas particularidades que nos adjudicamos es creíble que sólo haya una chica que nos comprenda, nos espere y nos consuele. También solemos incentivar nuestro narcisismo sobresaltando esas características que nos hacen únicos, así es que hablamos de nuestros poemas cuando nadie los escribe y nunca pronunciamos palabra alguna de la televisión. Todos recordamos hermosas calles de la ciudad, pero si una cortada de Ciudad del Cabo nos pareció espantosa trataremos de nombrarla en cada conversación. Es triste, pero seamos o no originales, buscaremos siempre ese lado nuestro que nos separa del resto; y siendo tan particulares es común que sólo exista una dama para contenernos. Es sólo cuestión de encontrarla.)

Es así que indagué tus pasos incansablemente, como tantas mañanas y tantas tardes. Por momentos me sentí entre un mar de buscadores. Hombres solitarios me rodeaban por las calles, hermosas muchachas esperaban no se a quién desde los bancos de las plazas. Varias parejas desmitificaron mi teoría y me estrellaron contra la realidad.

Por si te imaginas vencedora te voy a confesar que no te deje de buscar. Será tarde o temprano, estarás acompañada o ya cansada, pero te voy a hallar. Mientras tanto seguiré con mis maniáticos problemas, pero solo; con mis horas monótonas, pero solo; con la vida sin tu vida, y solo.