¿Qué pasó con esos tiempos, en los que no existía lo “tuyo” y lo “mío”,
en los que el agua de los ríos era cristalina, y la lluvia no era ácida;
en los que se podía escuchar el silencio;
y cuando por la noche no se apagaban a las estrellas?

Se dice: “hay que adaptarse al medio, y no el medio a nosotros”, pero…

Me niego a adaptarme a un lugar en el que:
El móvil del hombre es el dinero y el poder, y no el amor.
En el que matan por placer.
Un mundo en el que la salud es un negocio, no un derecho,
En donde es más quien más tiene, y no quien más hace.
En donde el poder de los gobiernos radica en la fuerza de sus armas,
y no en ayudar al enfermo o al hambriento.

Cómo aceptar un mundo, en donde:
Es un crimen haber nacido, existir, o simplemente pensar diferente.
En donde es terrorista quien mata a un occidental,
pero es “héroe” quien asesina a mil árabes.

Me entristece ver que el mundo se convierte en Norte América,
Que se pierde la identidad, y se olvidan las culturas.
Que se atacan las diferencias y se niegan las semejanzas.

No es necesario ver a la tierra desde la luna, para percatarnos que
las líneas que dividen a las naciones,
desde ahí, no existen,
porque somos uno solo.