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Escrito está en el Libro de los Ogros que el redentor de la humanidad no será un Dios ni un hombre, sino un inmenso árbol dorado llamado el Wird. En las páginas más antiguas puede leerse que el Wyrd será tan hermoso y espléndido que los pueblos, fascinados, lo verán crecer y lo conservarán y cuidarán como su más preciado patrimonio. Nadie (excepto unos pocos privilegiados) podrá tocarlo y por todos los medios se tratará de evitar que los pájaros lo pueblen o toquen sus ramas. Sus ramas crecerán tanto que cada cierto tiempo se necesitará de una nueva tecnología y de un nuevo sistema de conocimientos para entender a fondo su maravillosa y enigmática naturaleza. De esta forma el Wyrd propiciará el desarrollo científico e intelectual, y será tema de novelas, poemas, pinturas y el eje de novedosos cultos. Día a día sólo se pensará en las nuevas creaciones que ha otorgado el Árbol o se harán sacrificios de fe a su nombre en diferentes partes del mundo. Inclusive llegarán a desatarse cruentas guerras para determinar cuál religión o cuál país es el propietario del prodigio. Pero cuando las ramas doradas opaquen todo el cielo y su raíz desborde los mares y provoque cataclismos, los hombres se darán cuenta de la locura que los gobernaba e intentarán, bajo cualquier medio, derribarlo. Sin embargo, el fornido tronco del Wyrd (el cual será tan ancho como un océano) resistirá victorioso a los ataques de las hachas más demoledoras y hará que todo esfuerzo para echarlo abajo sea completamente inútil o al menos tardío. Al poco tiempo los hombres se convencerán de su derrota; las ramas, en su descontrolado crecimiento, se extenderán hasta tocar el sol y su incendio será el incendio y fin de la tierra.
Una vez terminado el holocausto, los espíritus de los sobrevivientes treparán por el tronco quemado y fundarán el Cielo, hasta ese momento tierra de pequeños seres calvos y antropófagos, que se divertían con brutales sacrificios o distraían sus tardes contándose leyendas sosas o asustándose mutuamente con muecas burdas o extraños gemidos. Cuando los espíritus de los sobrevivientes, al final de una corta batalla, se impongan crearán un nuevo ser humano, muy superior a su imagen y semejanza. Entonces tratarán que todo comience de nuevo a través de la creación de una mejor raza de hombres que al poco tiempo poblará el planeta. Esta raza será más saludable y propicia para la dieta de los ogros, quienes luego del Apocalipsis vivirán perpetuamente en la realidad, sin complejos por su rostro ni por las deformidades grotescas de su cuerpo. Los hombres, en su defensa, tratarán de protegerse dando muerte con armas sofisticadas a sus depredadores, pero éstos le enseñarán, con gestos amenazantes, la semilla dorada del Árbol Redentor, simiente que el hombre conocerá y aprenderá a temer por las historias inspiradas en los restos del gigantesco tronco que yacerá, como señal de mal agüero, en medio de la tierra. Sus hacedores (los espíritus del cielo) no podrán ayudarlos y apenados verán desde lo alto como su obra morirá en las fauces de sus gigantescos rivales primigenios. Llenos de tristeza vagarán sin sentido por las esferas celestes reflexionando sobre el eterno retorno, la fatalidad del destino y el destino cruel de la condición humana.
Resignados, al verse sumidos en la más catastrófica derrota, los ejércitos humanos tratarán de establecer un pacto. Para mantener cierto orden y evitar la caza indiscriminada y la extinción de la especie, se acordará establecer que cada semana diez mil de los mejores hombres sean entregados al bando enemigo, quienes tendrán explícitamente prohibido consumir más personas fuera de la cifra acordada. Este sistema se mantendrá por muchos siglos y permitirá que los ogros se conviertan, con el tiempo, en una especie abundante, sana e inteligente, y los seres humanos en grupos pacíficos, aunque incrédulos, torpes y mustios.
El Wyrd o árbol redentor aparecerá espontáneamente en una de las islas del Pacífico Sur. La extensión de su tronco abarcará más de dos continentes y su crecimiento demorará 8653 años, el cual, se calcula, es la edad promedio de un ogro macho de acuerdo a estudios recientes.

Moisés Sánchez Franco

Texto agregado el 03-09-2006, y leído por 90 visitantes. (0 votos)


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