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La casa de mi madre es la mejor de todas las casas, porque tiene en su aposento un gato muerto que respira burbujas de algodón.

En las noches de luna menguante (porque nunca nadie nombra a la luna en esta etapa) se puede ver al felino corriendo por las praderas de alquitrán líquido que emanan los techos de unas casas de color verde claro. A veces le pido a mi madre que no muestre a sus mascotas en el barrio pero ella sigue insistiendo en que los verdaderos hombres son aquellos que muestran sus verdaderas virtudes a la hora de amar.

Corro pero aún no puedo ver la luz de los acantilados, entre las masas de hombrecillos que intentan detener mi loca carrera hacia la vida de las luces y las estrellas refulgentes de calor humano. La brillantez ha quedado para mi demasiado lejos como para disfrutarla y saber que la vida ya no tiene sentido, es la historia de mi propia vida loca que no sabe que hacer.

Sólo sé que no puedo luchar contra los instintos del alma y que ir contra la corriente es morir en una red de incógnitas de nombres vagos y lágrimas pasajeras. Ahora me voy a dormir, y recuerdo esa santa oración: ruego al Señor mi alma cuidar. Y si muero antes de despertar, ruego al Señor mi alma llevar.

Y ya no soy yo, quizás sos vos que te quedas inmóvil en un lecho de lágrimas eternas. Escrituras alternas se rematan en mi mente y la loca musa que acompaña mi andar está trabajando en los mejores placeres que es disfrutar la vida cada día.

Es increíble que tan rápido se puede llegar lejos y que tan cerca se puede estar sin siquiera saberlo. Cosas, gentes, mundos se arrodillan ante mí y en un abrir y cerrar de ojos el amor te abandona y te quedas otra vez solo. Ya no duermo porque en realidad sueño, y digo que lo que sueño es en realidad más de lo que está previsto en esta etapa de desilusiones cósmicas. Que placer, pero que pena acongojan mi alma escueta entre dos huesos simples que son el alma y el espíritu.

Saber, en realidad, es algo que ya no puedo explicar sin utilizar demasiadas palabras y aquella que era la casa de mi madre, hoy es el castillo que ilumina el cielo de mi vida. Ciénagas y pantanos abstenerse a este sentimiento de familiaridad, al cual me ata una casa color verde decorada en alquitrán y un gato muerto que ya no despertará jamás.

Texto agregado el 06-10-2006, y leído por 116 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
06-10-2006 Nostálgico, un ir y venir entre el niño que fue y el devenir lleno de incertidumbres. Ir en contra la corriente es quedar atrapado en una red...cuanto nos cuestas entender eso. Bienvenido...saludos! brizna
 
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