Trazado el lápiz agotado
de vida por caída, soltado
mis manos relucientes,
pendientes vasos ajenos,
de aquellos que no entienden.

Veo cierta cantina,
burdel de aquella sirena,
mas bella que la reina,
cae sobre la Luna su pena.

Esa pena que no reluce,
que dice y no se siente.
Escondido en el mar la luce,
triste y hermoso pendiente.

Y esa mirada que mira
de tu luz encendida, guiadora
y salvadora del agua y el viento,
te espero, consuelo dado
en un beso encantado.

Para que más te espero,
si recelo nuevo y feo,
deseo tus labios enteros
como verso que escrito y leo.

Hay Astros en aquella frontera,
latera de tiempo caminante,
figura apartante de carrera
vendida al paso del hablante.

Soldado destruido atribuido,
sin esperanza por dinero
de esmero en esa flor,
sor y reluciente cartelero,
instruido, atado, detenido.



Sobre mis pensamientos
mujer, Catalina y Catalina.
Y en cada comienzo contento,
terminando beso mi medicina.

Aquella medicina increíble,
reluciente, audacia flor y un beso,
receto, gracioso atribuible
y un jugoso y artesanal secreto.

Me recreo en palabras algunas
caminadas en y sobre arena,
pisadas en sentido que obstruido
por cordillera, que pena,
ni España pudo con mis letras.

Objeto de todo mi secreto
te aprieto, en aire confundido
por tu vuelo concreto,
mi camino tardado y positivo.

Y esa mañana, espero tu regreso,
receso que solo tú necesitas
en aquellos amables inmensos,
estrellados ojos mis citas.