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"Esta es la historia de una gran arquitecta, que dejó sus sueños por la llamada del amor. Una arquitecto enamorada de un discapacitado mental y un discapacitado mental enamorado de una gran mujer."

Fue Roma, una de las ciudades más bellas, testigo de un amor como otros tantos amores que allí nacieron. Un romance entre un hombre y una mujer, como tantos en la historia. Un idilio no distinto al de los amantes apasionados que encontramos en todas las esquinas. Candela y Andrés no fueron especiales por enamorase, sino por vivir aquel amor de la manera que lo vivieron.
Llegaron a Roma en el mismo avión. El llegó tarde, porque olvidó poner el despertador para levantarse. Ella llegó dos horas antes, porque imaginaba que el vuelo se adelantaría y que se podría quedar en Madrid. El de A Coruña, y ella de Sevilla. Andrés pasó los últimos días en casa de sus amigos, y sus respectivas noches con ellos. Ella viajó de Sevilla a Madrid en tren, llegó a las 11 de la noche y se hospedó en el hostal más cercano. Ni siquiera coincidieron en la subida al avión. Ella fue de las primeras pasajeras, ocupó su lugar en las primeras filas y al lado de la ventana. Quiso sentirse por unas horas el águila que sobrevuela el mundo, sin perder un solo detalle del paraíso que tenia frente a sus ojos. Andrés fue de los últimos pasajeros en subir al avión, ocupó uno de los últimos asientos justo en el pasillo, y se acomodó hasta quedar totalmente dormido. Llegaron a Roma.
Coincidieron reclamando sus maletas. Mientras ella hacia las reclamaciones oportunas, él la observaba atentamente:
- ¡Hola!. No encuentro mis maletas y necesito todo el material que llevo en ellas. He viajado a Roma por un asunto laboral y todo el trabajo del ultimo año no va a servir de nada si no localizo mis maletas. Su cara mostraba angustia, mientras su mente trabajaba a gran velocidad. Todo un año trabajando en el proyecto de restauración del Coliseo, y todo el trabajo estaba dentro de sus maletas. Tenía dos horas para llegar al hotel donde debía exponer su trabajo, y todo el material estaba perdido, en un lugar inaccesible, al igual que todos sus sueños, que iban evaporándose lentamente convirtiéndose nuevamente en lo que siempre fueron: Sueños.
- Perdona, soy Andrés - Una suave voz se disperso alrededor de Candela. Primero arropándola dulcemente y luego tranquilizándola. Aquella extraña voz infantil, con tonos graves simulando la voz de un adulto fue como una dosis de sedante. Cerró sus ojos para saborear aquel momento, y lentamente se volvió hacia su interlocutor.
- Yo he tenido el mismo problema. Quizás, si te calmaras un poco, podrías conseguir algo.. Las azafatas solo hablan italiano o inglés. Yo apenas puedo comprenderlas, creo que nos están diciendo que las maletas viajaron en otro avión, dirección Brasil. Pero que las enviaran aquí otra vez. Debemos dar la dirección del hotel donde nos vamos a hospedar. - Su voz retumbaba suavemente en la cabeza de Candela. Aquel discurso pronunciado lentamente y exclusivamente para ella, era bien recibido por su cuerpo logrando en apenas unos minutos olvidarse de la razón de su viaje a Roma.
- Pe…ro…. Verás, yo necesito esas maletas, he viajado a Roma para presentar un proyecto de reestructuración del Coliseo. Fui elegida entre 100 candidatos de todo el mundo, y si dentro de una hora no estoy en el hotel, adiós a mi vida como arquitecto - Ensimismada, pudo explicarle a aquel desconocido cual era su cometido en aquella ciudad. El supo escucharla como jamas lo había hecho nadie. Algo estaba ocurriendo en el interior de cada uno de ellos
Fue casualidad que ambos se alojaran en el mismo hotel y cortesía de Andrés acompañar a Candela en un taxi. Juntos hacia el hotel, Candela no pudo sentirse más que halagada. Andrés la miraba directamente a los ojos. En ningún momento desvío su mirada ni desapareció de su cara aquella sonrisa tan emotiva. Cuando llegaron al hotel, pidieron sus respectivas habitaciones.
- ¿Te apetece cenar conmigo esta noche?- Candela sonrió. Hacía tiempo que no tenía una cita, pero le sorprendido la naturalidad con la que aquella persona se la pedía sin más. - He venido sólo a Roma, y .. creo que tú también estás sola. Por eso me he atrevido a pedirte una cita.- No pudo negarse.
Fueron miles de imágenes las que navegaron sin rumbo fijo por el pensamiento de Candela: Perdía una oportunidad única para el reconocimiento de muchos años de trabajo en la arquitectura. Estaba sola en una ciudad tan hermosa como Roma, y acaba de quedar para cenar con un desconocido que además era…diferente.
No sabe porque lo hizo, ni porqué tardó tantas horas en decidir que vestido era el más conveniente para la ocasión, en cuidar hasta el más intimo detalle en su ropa, en sus complementos… Utilizó el perfume que siempre había usado para sus conquistas amorosas. Pero no supo dar explicación al latir loco de su corazón, al tembleque de sus piernas y la sonrisa que se dibujó en su cara desde que conoció a Andrés.
Llegó la hora. Bajó diez minutos más tarde al restaurante. No quería parecer impaciente, ni demostrar tan pronto sus sentimientos. Sin saber que él, aquel desconocido llamado Andrés, no reparó en su sensual vestido, ni en su perfume, ni en el retraso de aquellos diez minutos. Cuando la vió llegar se levantó de su asiento sin querer ni poder disimular su admiración por ella. Le ofreció La silla, y le dijo:
- Estas…estas… real..real…mente maravillosa - Su corazón le hizo tartamudear y ella se sintó halagada y a la vez consternada. Candela observó en èl, sus movimientos torpes, su voz quebrarse cada instante porque los nervios lo traicionaban, pero eso no impidió la pasión. Entre ellos había surgido el amor.
Ella entendió que en aquel viaje que acaba de embarcar debía hacerse cargo del timón. Se había enamorado de alguien especial, alguien que pertenecía a otro mundo. Pero un ser que le ofrecía lo que siempre había buscado y no encontrado. Ahora sabia que debía enfrentarse a la sociedad, pero estaba dispuesta a ello.
- ¿Quieres ser mi novia?- Le preguntó algo ruborizado.- Eres muy guapa, y me he enamorado de ti esta tarde, en el aeropuerto.
- Sí Andrés. Quizás esto no funcione, pero dicen que se sabe cuando el amor toca a nuestra puerta. Somos diferentes, y sé que será un camino difícil, y que probablemente nadie nos entienda. Pero quiero estar a tu lado…es como si siempre hubiese deseado estar a tu lado…

Texto agregado el 28-02-2003, y leído por 641 visitantes. (1 voto)


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