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El último día del circo.

Siempre me gustó el espectáculo del circo, sus grandes bestias y fenómenos, sus mujeres hermosas y los hombres fuertes, los payasos, sus grandes carpas... aunque sólo por televisión los pudiera ver.
No hace mucho que llegué a este lugar y no he podido acostumbrarme a la desolación y tristeza de sus calles, aquí el aire huele a olvido y el cielo tiene el color de la desesperación, la gente sale casi de madrugada para asistir a sus trabajos que se encuentran en ciudad central y regresan cansados desilusionados y sucios con ganas de romperse la madre por cualquier cosa, la risa es un lujo que pocos pueden poseer y que no se regala así como así. Las mujeres se guardan la belleza bajo sus sombras, lavan el polvo de sus ojos con lágrimas, el recuerdo es su esperanza, el deseo: una rosa marchita. No hay niños con quien jugar, no hay escuelas y solo existe una iglesia construida a medias. A mí nadie me habla y para mis padres es como si no existiera como si estuviera muerto.
Aún recuerdo el último día del circo, aunque solo fuera una triste carpa con un mago, una equilibrista gorda, un sucio payaso y un viejo león flaco y hambriento, nada parecido a lo que tantas veces vì por televisión. En ese entonces la gente reía, las mujeres mostraban su belleza y había más niños de los que hay ahora, incluso los días eran diferentes y menos tristes. Cuando mi padre llegó aquel sábado de trabajar le armé el berrinche de mi vida para que me llevara a la presentación de la pequeña carpa, que para mí, era como aquellos grandes circos de la televisión, o era lo que yo quería creer.
Mucha gente asistió esa tarde a ver el espectáculo del circo que anunciaba al “único león faquir en el mundo y su domador” . El lugar estaba a reventar, el escenario se encontraba al fondo de la pequeña carpa y la gente se acomodaba en unas oxidadas sillas replegables. Se vendían globos de figuras , palomitas, dulces, algodones de azúcar y pequeños juguetes de plástico barato. El show estuvo bonito, el mago –que hacía las veces de presentador y domador- sacó de su sombrero un sucio conejo con roña, convirtió su gastado bastón en un viejo ramo de rosas artificiales, le leyó la mente a la señora que vendía los dulces y a la tipa que despachaba los boletos, y partió en dos a la equilibrista gorda. El payaso salió vestido con los colores de huelga y la verdad es que me aburrí muchísimo porque parece que el payaso tenía inclinaciones comunistas y se la pasó contando chistes políticos, le mentó la madre al presidente y al final dijo un largo discurso que a todos durmió. Pero lo que nos hizo reír hasta las lágrimas fue cuando la equilibrista gorda rodó hasta abajo del escenario al querer caminar por la cuerda floja, y derrumbó a cinco personas del público.
Después llegó la hora del acto cumbre. El presentador llamó en este momento al “sorprendente y único león faquir del mundo” –aunque tenía más de faquir que de sorprendente por lo flaco y hambriento que se veía- la gente comenzó a inquietarse, las señoras emitían pequeños gritos de emoción y los niños se subían en las piernas de sus padres para ver mejor. El payaso tocó su tambor y apareció el león dando gruñidos, el acto consistía en hacer que éste se echara sobre una cama de carbón al rojo vivo lo cual al león parecía no agradarle mucho, sin embargo el domador ordenó severamente, pero el león contestó con un gruñido. La gente expectante ni siquiera respiraba. El payaso seguía tocando su tambor haciendo más tenso el ambiente. Una vez más ordenó el domador y en esta ocasión dio un fuerte tirón a la correa que sujetaba al león, éste al sentir el carbón ardiente quemando su piel lanzó un fuerte rugido de dolor y se aventó hacia donde estaba el público. No puedo recordar mucho, solo sé que desde ese día el mundo se volvió más triste para mí y estoy aquí, en este lugar mórbido donde nadie ríe, donde nadie habla, donde no hay niños, el viento es más frío y no puede haber circo.
Milàn Ocaso.

Texto agregado el 05-02-2004, y leído por 213 visitantes. (0 votos)


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