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Virgilio llegó tarde al apartamento. Venía con algunos tragos encima, como casi siempre. Supuestamente estaba buscando trabajo, pero no conseguía y casi siempre terminaba en algún bar cercano. Estaba casi seguro que su madre lo estaría esperando para preguntarle por el trabajo. Ella se enfadaría de nuevo porque aun no lo conseguía. La pensión que recibía su madre apenas alcanzaba para pagar el apartamento y adquirir los alimentos. Él se las arreglaba para que le alcanzara para algunas cervezas.

Al entrar notó que el apartamento estaba a oscuras. Le extrañó que su madre no hubiese encendido ninguna luz. Pasó el interruptor y al iluminarse la sala vio a su madre sentada en el sillón mirando hacia la ventana. Estaba de espaldas a él. Quizás se había quedado dormida. Para no ser notado, se dirigió a su cuarto sin hacer ningún ruido y evitar la discusión con la vieja.

Al día siguiente, se despertó tarde como de costumbre. Era casi mediodía. Al salir del cuarto notó que su madre estaba de nuevo sentada en el mismo sillón de anoche y parecía que estaba dormida. Se acercó lentamente para no despertarla y al ver su rostro sospechó que algo no estaba bien. Un extraño color grisáceo y los ojos abiertos que parecían no ver nada le dejaron paralizado. Tomó una de las manos de su madre pero estaba tan fría y rígida que la soltó inmediatamente. Por lo visto había pasado muchas horas en ese estado.

Por un momento sintió tristeza. Ver a su madre repentinamente sin vida le produjo ganas de llorar. Trataba de pensar como proceder. Quizás debía pedir ayuda. No tenía parientes ni amigos cercanos, pero seguramente alguna institución del estado se encargaría del entierro. Fue a telefonear al fondo de pensiones para pedir alguna orientación pero en ese momento se percató que al morir la madre suspenderían la pensión. Ese era el único ingreso que tenía para subsistir.

Estuvo varias horas sin decidir qué hacer. Salió a caminar mientras pensaba cómo debía proceder. Al anochecer ya había tomado una decisión. El cadáver de su madre no debía ser descubierto. Por lo menos hasta que él obtuviera un empleo o algún otro tipo de ingreso.

Al día siguiente, el cadáver de la madre avanzaba en su estado de descomposición. Virgilio se dirigió temprano a la biblioteca pública y se documentó sobre los procesos de embalsamar. Cuando llegó a su apartamento, comenzó con una limpieza general del cadáver. La rigidez lo obligó en algunos casos a mutilar ciertas partes del cuerpo. Le inyecto químicos. Retiró algunos órganos. Finalmente vació el refrigerador y colocó a su madre dentro.

Luego se acostó y durmió profundamente hasta el día siguiente. Al levantarse, fue al refrigerador sin recordar que allí descansaba en paz, el cadáver de su madre. Al abrir la puerta se sorprendió, cerrándola inmediatamente. Unos minutos más tarde la abrió de nuevo y conversó un ratico con su madre. El frío y el proceso de embalsamar habían ayudado a detener la descomposición del cuerpo.

Salió a la calle a buscar algún empleo, pero como de costumbre no consiguió ninguno. Al regresar abrió de nuevo el refrigerador y le contó a su madre sobre su búsqueda infructuosa de empleo. Pensó que en realidad no era tan mala idea tener a su madre así. Podía hablar sin que lo reprendiera. Estas breves conversaciones fueron convirtiéndose en un hábito. Todos los días hablaba con madre por lo menos un par de veces.

Cuando llegó el día de cobrar la pensión, fue como de costumbre, con el documento que lo autorizaba a realizar el retiro en nombre de su madre, ya que ella tenía mucha dificultad para caminar. Para su satisfacción, todo seguía igual. Le pagaron sin preguntas.

Continuaba con la práctica diaria de contarle a su madre cómo le iba. Había desarrollado una intimidad con el cadáver de su madre que nunca había tenido cuando ella vivía. Así fue pasando el tiempo.

Un día, conoció a la nueva mesonera del bar que frecuentaba. La muchacha le atrajo profundamente. Al poco tiempo era usual que él esperara a que la muchacha terminara su turno y la acompañaba a su casa. La vida de Virgilio cambió completamente. Nunca había estado enamorado y ella también parecía disfrutar de su compañía.

Pasaron varios meses hasta que Virgilio se atrevió a invitarla a su apartamento. Para evitar que ella abriera la nevera y encontrara a su madre dentro, la volteó hacia la pared y le dijo que la nevera estaba descompuesta.

Ella comenzó a frecuentar la casa de Virgilio. Un día se quedo a dormir con él. Luego de hacer el amor quedaron extenuados y se durmieron. En la madrugada, ella se levantó a tomar agua. Al entrar en la cocina vio que la nevera, aunque estaba mirando hacia la pared, parecía estar funcionando. La giró un poco. Estaba muy pesada. Al abrir la puerta quedo petrificada al ver un cadáver bastante descompuesto dentro. Salió corriendo a la calle y llamó a la policía.

Virgilio no pudo cobrar nunca más la pensión de su madre pero ya no la necesitaba. El estado se había hecho cargo de él de por vida. Estaba recluido en un sanatorio para enfermos mentales del que nunca más salió.

Texto agregado el 13-02-2007, y leído por 68 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-02-2007 Interesante, talvez si refuerzas el fina el impacto continue hasta el final. Me recordo a Edgar Allan Poe, supongo que te gusta jaime_bss
 
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