Ausente


Querida Natalia: me gustaste mucho. El secreto fue tu gracia, tu risa contagiosa y el positivismo de tu ser. Ese acento provinciano, divertido, me enamoró e hizo querer oírte contar tus aventuras en el pueblo. Tu inocencia era tan grande y conmovedora. Sentí tu cuerpecito entre mis fuertes brazos, protegiéndote de peligros y disgustos, de las fuerzas adversas que un día llegué a representar.
Querida Paula: me gustaste un tiempo. Me dibujaste caminos con destino a la felicidad eterna, la vida eterna, y con la pierna izquierda pateé tu trasero. Tu gloriosa divinidad me condujo a misa los domingos, a cantar el Aleluya, y confesar mis más oscuros pecados ante un cura intolerable. Ya no cuelga un rosario alrededor de mi cuello, ni la Biblia yace abierta entre mis manos. No sé en que estaba pensando cuando me involucré contigo, debo de haberme alucinado con tu misterioso disfraz de niña buena.
Querida Carolina: te amé como a ninguna. Hiciste ver mi lado autoritario, y me enseñaste a ver la vida con más de un punto de vista. Disfruté realmente la estadía en tu corazón. Tuviste la paciencia y tolerancia de una buena maestra, y te estoy eternamente agradecido. Hoy me siento un hombre distinto, capaz de escuchar, razonar, admitir, llorar y reír. Deseo lo mejor para el resto de tu vida.
Querida Juliana: revolucionaste mi mundo. Jamás conocí a nadie tan pasional y extravagante en la cama como tú. Que buena amante que eras, y que privilegio tu fisonomía corporal. Recuerdo bien tus movimientos eróticos, la habilidad con las manos, y la elasticidad de tus piernas. Si mi soltería continúa, confieso querer volver a verte algún día, en algún albergue transitorio, y reivindicar el “éxtasis” del momento, simulando un mañana inexistente.
Querida Lorena: me tienes enamorado . Acepto los reclamos por el tiempo perdido. Te usé, quise ver en ti lo que sentía por alguien mas. Me dejé llevar por la similitud física. Nunca aprecié tu talento hacia la música, tu inteligencia en idiomas o tu coordinación deportiva. Fui un estúpido al pretender engañarnos, y vuelvo a pedirte perdón. Por esto propongo una nueva oportunidad, en la que no exista el engaño, tan solo tú y yo, y enseñarte lo que me dejó la vida en aquellos tiempos de precocidad.