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Nunca supe su nombre ni de donde venía, pero durante un verano la vi casi todos los días. Verano caluroso, íbamos todos los días a la plaza, plaza donde pase los años dorados de mi infancia. Allí era donde la veía a esta criatura de rostro extraño, como un hada de cuento, con nariz de botón y orejas en forma puntiaguda. Siempre más o menos a la misma hora, donde el pasto crecía mas verde aparecía y tendía una tela blanca, colocando encima unos cuadritos que ella misma pintaba para vender. Ahora que lo pienso no se por que me llamaba tanto la atención, yo era apenas un nene a quienes las niñas le parecían algo completamente inútil, si no molestas. Es que todavía me faltaban algunos años para darme cuenta de lo interesantes que podían resultar, pero por aquel entonces mis mayores preocupaciones eran meter muchos goles en el fútbol, comer caramelos y ratearme en los recreos. Es por eso que no se que clase de hechizo me habría echado esta chica pero debe haber sido uno poderoso, ya que llegaba ella a la plaza y me quedaba como un idiota mirándola. Quizás era su actitud misteriosa, tan sola y callada. O por que no su manera particular de vestirse, siempre usando vestidos blancos, como una novia a la espera de aquel que la llevara al altar. O también podía ser ese rostro rarísimo que tenía, difícil decir si de hada o de duende. Pero lo cierto es que la veía aparecer y se terminaban para mí los partidos de fútbol, las vueltas en bici, las escondidas, el quemado, las bombitas, todo. Entonces lo que más me gustaba era subirme a algún árbol, para desde allí, escondido por las hojas verdes, mirarla a mí antojo. Podía pasarme toda la tarde mirando como ella pintaba. No se que pintaba, no me interesaba, mis ojos fijos en ella seguían sus movimientos, cada gesto, las arrugas que se producían en su frente cuando estaba muy concentrada, su pelo castaño cayéndole lacio sobre la cara dorada. Y así podíamos estar horas, ella pintando y yo mirándola.
Algo que realmente me fascinaba era cuando venían los de ¨La Banda¨. Era un grupito de chicos mas grandes que se ponían a tocar tambores en medio de la plaza para que la gente que pasara se quedara escuchando y después pasar una gorra, para así juntar algo de plata. Esos días eran para mí una verdadera fiesta, ya que era en esos momentos cuando la de rostro de duende dejaba pincel y acuarelas y se ponía a bailar descalza al compás de la percusión. Era una danza extraña la de este hada que se movía al compás del tum-tum de los tambores levantando los brazos como agradeciendo al cielo por algo que yo desconocía. En esos momentos, mientras se arremangaba su vestido blanco para bailar, era cuando mi adoración crecía hasta puntos inimaginables, ya que más que un duende o un hada en esas ocasiones me parecía un ángel bajado del cielo, tan perfectos y únicos se me hacían sus movimientos. Su cuerpo totalmente poseído por la música se agitaba con una armonía increíble, bellísima, formando un baile que jamás había visto y nunca volvería a ver Y hubiera pasado todo el verano alimentando mi obsesión infantil si no fuera por la tarde en que ella me habló. Estábamos jugando al fútbol, me acuerdo que hacia mucho calor y yo estaba de un humor espantoso por que había errado un gol e íbamos perdiendo; debe ser por eso que no la vi llegar. Bueno, el asunto es que un poco de bronca y otro poco en un intento por meter un gol, pateé la pelota muy fuerte mandándola fuera de la cancha de tierra, para mi mala suerte al lado de la que pintaba. Y digo mala suerte por que en nuestro grupo había una regla de oro, y era que el que la pateaba afuera iba a buscarla, así que no tuve mas remedio que ir con la cabeza bien baja a buscar la pelota perdida. Ella había dejado su pincel sobre el pasto y tenia ahora la pelota entre sus pequeñas manos. Me acerque decidido a agarrar la pelota e irme de allí como si tal cosa, como si nada, pero ella retuvo la pelota entre sus dedos y con mirada seria me dijo.
-¨Yo te conozco, vos sos el nene que me mira desde los árboles¨ -mi cara se trasformó en puro fuego.
-¨ ¿Por que me miras tanto? ¿Estas enamorado de mi?¨- yo, que apenas sabia lo que eso significaba permanecí callado hundiéndome mas en el incendio en que se había convertido mi cara. -¨ Tenes unos ojos lindos ¨- dijo todavía seria - ¨ Si queres cuando crezcas nos casamos, haríamos una linda pareja.¨ - Lo dijo como un juramento, tan solemne era su voz, y sin importarle mi cara de horror siguió, -¨ pero te aclaro que yo quiero tener muchos hijos¨- Era definitivamente demasiado para mi, que de un salto le arranqué la pelota de las manos y salí huyendo despavorido como si hubiera visto al mismo diablo o al mismo Dios. Y si no grité fue por que estaban todos mis amigos con sus ojos puestos en mí intentando averiguar por que tardaba tanto en llevar la preciada pelota.
Es verdad que yo era un niño un poco fantasioso, que amaba los cuentos de caballeros que montaban dragones y rescataban princesas encantadas, pero lo cierto es que durante mucho tiempo estuve convencido de que sus palabras habían sido reales, y que al crecer no tendría mas remedio que casarme con la de cara de duende, es que tan serio había sido el tono de su voz. Y aunque debo decir que la idea no me disgustaba en absoluto también generaba en mí un torbellino de sentimientos nuevos, desconocidos; es por eso que en un intento por acallar esa tormenta de sensaciones abrumadoras a partir de ese momento nunca más la observé, ni siquiera la miré. Seguía estando ahí, con sus pinturas, sus pincelas, sus vestidos blancos y su cara divina, pero yo, como si de un agujero negro se tratara. Si, de un agujero negro, por que no me atrevía ni a pasar a mas de varios metros de distancia. Y si por esas cosas de la vida debía pasar cerca, que la plaza no era muy grande y esto a veces era inevitable, ponía mi mente en blanco repitiéndome ¨no la mires, no la mires, no las mires¨como un loro o un casette rallado. Y en el fútbol fue causa de mas de una pelea con mis amigos por que cuando una pelota se me iba para su lado ni muerto iba a buscarla. Así es que tenia que inventar mil estrategias para no cumplir con la sagrada regla del que la patea la busca, estrategias que muchas veces fracasaban y terminábamos a los golpes, que así era nuestra mejor forma de arreglar las cosas cuando no lográbamos ponernos de acuerdo. Por suerte esta situación no duro mucho más ya que al comienzo de las clases los días de plaza como todos los años se terminaron y empezaron los días de estudio. Días aburridos e interminables, días fríos, días grises para un nene con ganas de jugar. Pero así como en el fútbol los grandes también tenían sus reglas, y ni hablar de la escuela, con sus horarios, entregas y exámenes. Por lo que durante todo ese año no fui mas a la plaza. Y al verano siguiente, cuando fui, ansioso por ver a aquella con quien estaba seguro me casaría, que hubiera tomado por tonto a aquel a que me dijera lo contrario, cual no fue mi sorpresa y desilusión al ver que el agujero negro ahora estaba vacío de verdad, ya que donde antes ella posaba su tela había una vieja que tiraba las cartas y leía las manos, pero de mi hada ni rastros. Pasaron los días, pasaba el verano, pero mi adorada seguía sin aparecer y yo cada vez más desesperanzado, que ni ganas de jugar al fútbol tenía. De puro ingenuo nomás pasé varias tarde subido al árbol, como si de aquella manera lograra invocarla. Pero todo fue en vano, que ni sombras de mi duende perdido. Por suerte la plaza y la niñez son dos elementos que combinados forman un remedio milagroso contra las tristezas y desencantos, ya que nuevos, maravillosos juegos y personas me hicieron olvidar poco a poco a aquella vendedora que bailaba descalza como un ángel caído.
Hoy en día me pregunto que será de ella, de esa chica que durante casi un verano adoré en silencio. Me pregunto cuantos años tendrá, si seguirá pintando, si seguirá de blanco. Y cada vez que paso por una plaza y veo algunos vendedores miro entre los rostros buscando mi hada, quien sabe quizás algún día la encuentre, con un pocos mas de años, el pelo no tan largo, la piel no tan lisa. Y aunque ya estoy grande para casarme y tener hijos, no duden de que le preguntaría si se acuerda de un nene de ojos lindos que durante casi todo un verano la miraba cuando bailaba, ó desde un árbol mientras ella pintaba.










Texto agregado el 08-03-2007, y leído por 97 visitantes. (4 votos)


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