Negaciones que se ladran en un café desolado, solo el y yo.
Miradas que se clavan en los ojos, precauciones nunca dichas, venganzas prometidas, abajo el temblor.
Una palabra mas que me pesa, me angustia, me la dispara en el rostro y con saliva. Hierve el agua, el reloj se paraliza.
El café humea intocable sobre una mesa de vidrio opaco.
Posillos blancos, tan frágiles como la flor dispuesta en el centro de la mesa redonda.
Los detalles impecables hacen juego con todo el mobiliario y el sol brilla sobre cada detalle.


Serán setecientos pesos- dijo socarronamente.
Seguro se caga de risa por dentro – pienso mientras saco el dinero de un bolso.

El paquete parecía tener mil viajes. Tiene manchas de montañas, de valles y fronteras, de policías, coimas y sangre.
El embrión humano hecho paquete, envuelto en papel madera y un piolín verde ceñido en un moñito casi perfecto.
Latente el peligro.
Control. Prendo un cigarrillo, desmonto mi postura de ampuloso gladiador.

Te veré en el infierno - pienso mientras calculo el peso a ojo.
Abandono el lugar, camino agitado y taquicardico.
Taxi. Escaleras, hielo, jeringa, almohadones y la verdad a la que le escapo otra vez.
Detrás un cortinado azul oscuro y un aullido flotando en el aire encerrado, que no se escucha y no se ve.