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Todo comenzó como un rollo normal, a no ser porque ese chico le había vuelto loca desde que le conoció. Sus ojos azules y su porte de atleta junto con un cabello rubio y una piel dorada, le hacían irresistible.

Demasiado bueno para ella. Él tenía demasiadas chicas en su enderredor para elegir como para fijarse en ella, hasta que un día…
Ella iba paseando él la paró y empezaron a charlar. Se hicieron muy amigos y desde entonces quedaban a menudo para ir a tomar algo o simplemente para acompañarse a hacer recados. Mientras por él iban pasando chicas y más chicas, en tanto que ella seguía suspirando por él.

Pero empezó el cambio. Ella pronto se convirtió en una joven bastante atractiva y simpática, cosa que hizo robar el corazón a más de uno, y aunque se habían distanciado y ambos iban cambiando de pareja siempre quedaba un hueco para él en el corazón de ella.

Y él se fijó en ella. Ella primero rehusó, pensando que era broma, pero al final aceptó y se enrollaron. En ella volvió a surgir aquello que tanto tiempo había tenido escondido, pero se decía para sí que sólo era otra de su lista.

A los pocos días, él se marchó del país a hacer un intercambio pero le prometió que la llamaría. Y así ocurrió para sorpresa de ella. Y la llamó un día, y al siguiente, y al otro. Cada día hablaban, y cada día más colada se sentía ella. No se lo podía creer, demasiado bonito para ser verdad, se decía.

Y fue cierto. No había pasado mucho tiempo, un par de semanas a lo sumo, cuando él empezó a hablar de otra que había conocido allí. Ella se olió el asunto y se hizo la dura temiendo lo que desde el principio suponía: tan sólo fue un rollo más de su lista.

Tras discusiones y pedir disculpas, acabaron por hacer las paces y olvidar el asunto de la ‘otra’. No más llamadas, ni mensajes, ni citas; o eso suponía ella. Al estar en otro país, ¿quién sabía lo que hacía? Su corazón.

Y su corazón empezó a entristecerse mucho un lunes por la tarde. Sin motivo ni razón empezó a sentirse rara, triste y decepcionada. Abrazada a su almohada lloraba preguntándose una y otra vez el porqué de esa reacción, porqué se sentía tan mal. Se durmió llorando.

A la mañana siguiente todo normal, volvió a su vida cotidiana y no se volvió a sentir así, sino al contrario pues él volvía a casa, volvía a ella.

Al llegar empezaron a salir en serio. Ella ya no cabía en sí de felicidad. Le tenía, por fin.

Pero estaba muy equivocada. Al poco tiempo él tuvo que volver a irse, un viaje a ver a su abuela, le dijo, y volvió a Amsterdam a ver a la 'otra'. Siguieron los meses, y esta vez no pudo ir con ella en todo un fin de semana porque tenía planes con la familia, pero había estaba con la 'otra'. Poco a poco se fue distanciando, él ya no la llevaba al cine a ver películas románticas ni siquiera le decía un simple ‘te quiero’, le cosa se enfriaba pero ella seguía locamente enamorada de él. ¿Y él? De la 'otra'.

Otro fin de semana en casa, pues él tenía planes. Y otra vez aquel dolor infernal, aquella tristeza, aquella decepción sin motivo aparente. Abrazada a la almohada lloraba de tristeza, pero al bajar la vista vio las llaves y la cartera de él en el suelo. Pensó que sería buena idea llevárselas a casa, total sólo estaba estudiando. No le molestaría, sólo estaría 10 minutos. Le vería y así esa tristeza desaparecería.

Bajó a la calle y anduvo los 20 minutos que separaban sus casas. Poco a poco se sentía menos triste pero más decepcionada. Una y otra vez se preguntaba qué le pasaba. Y su corazón le iba advirtiendo, la iba preparando para lo que iba a descubrir. Pero nada le sentó tan mal que verlos allí tumbados, en la cama de él, haciendo el amor, y él gritando una y otra vez ‘te quiero, te quiero’.
Las lágrimas caían por su rostro pero ella no se movía. Las llaves cayeron de su mano haciendo tal ruido que tanto él como la otra se dieron cuenta de su presencia. Él maldecía una y otra vez, diciendo que no era lo que parecía. ¿Qué parece?, le gritó ella, ¿que te lo estás montando con ella? Pues sí, lo parece, pero ¿acaso no es cierto?

Del portazo un cuadro se cayó al suelo rompiéndose el cristal en mil pedazos. Contenía la foto que se hicieron el primer día de novios, en el parque, el primer día que ella le dijo que le quería. Ahora él desnudo, de pie con la foto en la mano lloraba, lloraba al darse cuenta de lo que realmente había perdido: a ella.

Texto agregado el 12-03-2007, y leído por 78 visitantes. (1 voto)


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