Yo se que aún retumba en tus oídos aquel estruendo. Esa tarde saliste azotando la puerta detrás de ti, pensaste en irte lejos; aunque en el fondo sabias que tu viaje terminaría en la cigarrería a unas cuantas calles de tu casa, fumarías varios cigarrillos, matarías el tiempo como solías decir; dejarías que pasara un poco tu rabia y cuando todos durmieran, volverías en silencio, te esconderías en tu cama y creías que al fin sería mayor el sueño y ya llegaría otro día.
Pero la vida nos da mil oportunidades sin embargo también mil veces nos las niega. Y aquella tarde cuando fumabas tu tercer cigarrillo, el destino con un sonido sordo de explosión, de vidrios rotos; te demostraría que es mejor tener las cuentas al día; por que al salir corriendo con todas tus fuerzas, llegaste para comprobar con tus propios ojos que ese lugar que tanto tiempo llamaste casa, que sentiste hogar ya no existía. Solo un gigante montón de escombros, fuego y una nube de polvo dejaba entrever lo que hacía unos breves instantes había sido tu vida y también la de ellos.
Trataste con tus propias manos de levantar toda aquella destrucción, de encontrarlos entre hierros retorcidos y darles ese abrazo que hacía años no les dabas. Pero hay veces que no hay marcha atrás, te sientes culpable de no haber muerto, de no estar allí con ellos. De la última pelea ya olvidaste el motivo, algo sin importancia es seguro…. ya no importa quién tenía la razón, tal vez nadie. Te duelen las palabrea que dijiste, pero más te atormentan todas las que nunca pronunciaste. Llegó la policía y te alejo de allí, como antes te alejó tu orgullo, tus resentimientos.
El tiempo ha pasado, la casa esta nuevamente en pie, pero ahora sientes que no es tuya.