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La verdad y la belleza

Por: Guillermo Amador

En las propias palabras de M. I. Finley, su obra El mundo de Odiseo es "el retrato de una sociedad, fundamentado en la lectura minuciosa de la Ilíada y de la Odisea, apoyado por el estudio de otras sociedades para elucidar ciertos puntos oscuros de los poemas".
El libro se encuentra dividido en cinco capítulos, además de dos apéndices y un ensayo bibliográfico. En este trabajo trataré de mencionar algunos puntos fundamentales expuestos por Finley haciendo relación con temas de mi interés particular a fin de darle un toque personal y no convertirlo en una mera reseña. No trataré con los capítulos individualmente sino de la obra en general mas casi siempre en el orden expuesto por el autor.
El primer capítulo Homero y los griegos además de tratar de situar a la Ilíada y la Odisea en un plano histórico confiable dentro de los límites que la incertidumbre documental permiten, toca obviamente la figura de Homero, “El Poeta” por definición para los griegos y aquí haré hincapié en un punto que considero determinante para la importancia de Homero en la historia de la humanidad, dice Finley “Homero , esencial es recordarlo, no era exclusivamente poeta; era narrador de mitos y leyendas.” Y es aquí donde creo está un punto de gran importancia. Los mitos responden a una o muchas preguntas existenciales, implican para el que lo recibe un acto de fe, de creencia, se vuelven una necesidad vital, y es que, creo, los seres humanos necesitamos encontrar emociones alternas a las que podemos tener en la vida cotidiana y aunque el nivel de verdadera creencia en el mito de los poemas de Homero desapareció como tal, no dejarán de ser mitos en los cuales podemos encontrar una gran variedad de emociones, y el arte que verdaderamente transite emociones, no se queda en la cabeza, por así decirlo, sino que toca las fibras sensibles de nuestro espíritu y ese es el arte que se queda grabado en el ser humano.
Finley habla sobre los Bardos y Los Rapsodas, explica la razón de la repetición constante de versos, estrofas y grupos de versos en los poemas de Homero. Había para los Bardos, los encargados de transmitir la poesía heroica, ciertas fórmulas, ya que la poesía heroica siempre se transmitía de manera oral, y estos versos aprendidos en los cuales podía prácticamente solo sustituirse el nombre, eran una especie de descanso tanto para el auditorio como para el Bardo, quien además aprovechaba para preparar la siguiente parte de la historia. Esta manera de transmitir el mito, este ritual, nos demuestra el nivel de creencia y de fe que había en el Bardo, tal vez en la actualidad sería una tarea casi imposible organizar este tipo de rituales. Sin embargo en el auditorio de los Bardos y Rapsodas podemos advertir tal vez ya, la semilla del público teatral, y de hecho Finley refiere a la poesía Heroica como una poesía de acción, y en esto faltaban tan solo más hombres que tomaran las palabras de los personajes para ver ya el nacimiento de la obra teatral. A final de cuentas el Bardo era ya el artista que podía mirar a los ojos a su público mientras se desarrollaba su creación; el teatro griego nació y este arte evolucionó hasta tener el teatro que podemos apreciar hoy en día (dejando de lado por el momento los rituales propios de otros lugares del mundo que han desembocado también en el arte escénico). Podríamos de hecho citar dramaturgos que agregan a su obra elementos del teatro griego para su creación escénica, por mencionar dos mexicanos están Sergio Magaña que hace de la historia de Moctezuma una tragedia griega en su estructura teatral, o más sutilmente Jesús González Dávila en su obra De la calle.

Otro aspecto interesante mencionado por Finley es que los poemas de Homero no son contemporáneas ni personales. Siempre hablan de un tiempo pasado, por esto un autor que prologa una edición de la Ilíada -del cual desafortunadamente olvidé su nombre- asegura que hay una especie de melancolía en los poemas de Homero, de un tiempo extraordinario en que los Dioses estaban de una u otra manera en contacto directo con los mortales, en que existían quienes podían presumir de ser descendientes directos de los divinos. Homero conciente está de que ese es un tiempo que no volverán jamás y por lo tanto su historia ha perdido prácticamente algún posible lazo con el tiempo real de él; por esta razón es que sus poemas no son ni contemporáneos ni personales. Homero como Bardo sería una especie de mercenario, en este punto, creo, cabe una segunda comparación posible con el actor de hoy en día; Stanislavski, el director teatral que revolucionó la actuación como arte al crear un método, afirmaba en su Carta al estudiante de Teatro que “El actor es un mercenario de la verdad y la belleza”. Y no dudo que los bardos trataran de tomar una actitud propia del personaje al recitar los versos correspondientes a los héroes con el fin de dar colores y emoción a su trabajo. De ser esto cierto percibiríamos en los Bardos y Rapsodas, la semilla para el nacimiento del arte histriónico. Y como el actor en su monólogo, su arte es directo y efímero, a menos que alguien lo registre por escrito, y aún así esa será solo una parte de su creación; el texto, nunca sabremos la forma en que Homero regalaba sus palabras a un auditorio.

“Es propio de un hombre libre el no vivir al arbitrio ajeno” Dice Aristóteles en su Retórica, nos comparte Finley, y es muy interesante observar esta libertad que de alguna manera está en los griegos de aquellos tiempos. Su organización en los llamados oikos (centros a cuyo alrededor está organizada la vida), me es bastante curiosa, pero lo es aún más su costumbre-ritual de los regalos. Nuevamente hay que mencionar la gran importancia que para los griegos tenían los rituales; para ellos había ciertos objetos que no usaban propiamente, sino guardaban como tesoro y valían por tenerlos como por obsequiarlos, y esto además de ser un detalle cortés era una especia de inversión, llamaría yo, ya que se convierte por costumbre en un regalo recíproco que algún día sería devuelto de una u otra manera, y sin embargo, nos aclara Finley, no existía como tal, un impuesto en el sentido en que hoy conocemos el término. Este ritual me parece bastante poético más allá de la conveniencia en el acto.
Igual de bello y curioso me parece la relación amistad por hospitalidad el amigo-huésped. Es para nosotros inusual la idea de aceptar a alguien a quien sólo por su aspecto damos bienvenida en nuestros hogares y colmamos de alimentos y comodidades para después preguntarle su nombre o más detalles de su procedencia. Esto era con un fin igualmente conveniente en un futuro, si se necesitaba el huésped podría ayudar a su anfitrión en algún problema, es así como surge el parentesco de amigo-huésped, que podía trascender en el tiempo si alguno de los sucesores del “trato” se encontraran en el futuro. Esto era posible gracias a un ritual más de los griegos, el recordar de memoria su genealogía, que recitaban comúnmente para no caer en el olvido. Es fascinante el cómo para esta sociedad casi todo tiene un valor simbólico.
En nuestra cultura conservamos muchísimos rituales que, a diferencia de aquella, realizamos de manera inconsciente, incluso me atrevo a asegurar que el “regalo” de hoy en día aún tiene ese fin recíproco sin duda, aunque no a los niveles ni de conciencia ni de espera de retribución de los griegos.

Para los griegos existían tres grupos en su estructura social; clase, parentesco y oikos.
La clases son en general en dos grupos; los aristócratas y la demás gente además de los thetes, forma más baja de la sociedad, personas que tenían que rentar su trabajo para poder sobrevivir. La nobleza y aristócratas tenían el privilegio de poder decidir si trabajaban o no, en cambio la demás gente hacía una labor específica con la cual formaba parte de un determinado oikos, el oikos era la organización más fundamental, en la cual alrededor se sucedía la vida en sociedad. Había además esclavos, que eran mas bien esclavas, que se obtenían en los botines de las guerras, en las cuales, se especifica, no se lucha por tierras, sino por metales, mujeres, objetos preciados etc. Es por esto que Finley confirma, tal parece que no existió como tal una guerra de Troya, en todo caso, hubo varias guerras de Troya, pero como cualquier guerra para obtener los bienes mencionados antes.

La venganza. El poder personal de cualquier griego era en realidad el poder que tenía su oikos, en esta sociedad, si ocurre un asesinato, que no está contemplado como crimen en el sentido actual de las leyes, la familia, es decir el oikos, será el encargado de tomar venganza, si el oikos propio del afectado no toma “justicia” nadie la hará. La defensa así era un asunto puramente privado.
Finley expone que había para los héroes homéricos tres maneras de arreglar disputas por sus derechos; el juramento, someter el problema a un arbitraje y el llamado juicio por combate armado, en estos igualmente el demos continuaba con su pasividad espectadora.

Así, los héroes en la Ilíada y la Odisea luchan por objetivos personales, no con una razón social, o de una cierta responsabilidad patriótica. Y la gente del pueblo, el demos no tiene un compromiso social con sus gobernantes, por esto es que tienen una actitud pasiva y hasta desinteresada en cierto grado cuando -ante la ausencia de Ulises durante veinte años- los llamados pretendientes gastan la comida y bienes de la casa del héroe de la Odisea. Así al igual que el auditorio de Homero, el demos tomaba casi siempre un papel de espectador pasivo.
Ante asuntos importantes se realizaba el ágora, palabra que designa tanto la reunión de toda la gente para un asunto de importancia, como el lugar mismo en que se realizaba. El ágora era generalmente convocado por los reyes, sin embargo también los aristócratas podían convocar a uno (como el convocado por los pretendientes). En estos los reyes hablaban sobre el tema en controversia y de vez en cuando el Heraldo prestaba el simbólico cetro a algún hombre a la altura que quisera agregar algunas palabras, y el auditorio aprobaba o rechazaba el planteamiento con griteríos y abucheos. Sin embargo el convocante podía o no, hacer caso de la opinión pública, según su criterio. Un ritual más.

Al respecto del poder se Finley hace hincapié, en el hecho de que había ciertamente, diferencias de poder entre los Dioses mismos, poder que estaba tan diferenciado como el poder humano. El poder divino era tan curioso porque poseía todo un abanico de posibilidades tanto en cantidad como en casos aplicables (el deseo erótico de Afrodita pero débil es asuntos bélicos). Sólo Zeus poseía un poder inalcanzable e indestructible. Él jamás tenía un contacto directo con los mortales, guardaba una gran distancia a este mundo. Él se comunicaba con los mortales por medio de mensajeros como el sueño, el rumor etc. o por medio de un agüero , como un trueno, el vuelo de un águila etc. lo cual le da una completa justificación a estas creencias del conciente mítico de los griegos.
A diferencia de Zeus los demás Dioses pueden tener un contacto directo en cierta medida con los humanos. Se ha comentado acerca de la necesidad materna que tiene Aquiles en la Ilíada para encender su valentía y recibir consejo. Creo personalmente que el mismo papel materno está presente en la Odisea, Telémaco es guiado en todo momento de dificultad e incertidumbre por Atenea, quien encarna a mi parecer ese mismo papel maternal protector, el cual llega en determinados momentos a dar la impresión de estar viendo en Telémaco una simple pieza de ajedrez en el juego de intereses etéreos personales. Atenea escribe gran parte del libreto de la Odisea, o mejor, da las bases y escenarios en el que Telémaco y Odiseo realizarán improvisaciones, guiados por el susurro de la misma Diosa-apuntadora.

Zonia Rangel Mora actriz y directora mexicana, creadora del Teatro Átmiko afirma que como en todo arte superior, un teatro sagrado en cierta medida, ritual por esencia, debe recibir un mensaje divino, de sabiduría, y los actores durante su representación inmediatamente después de haberlo recibido lo comparten al público, lo regalan, hacen palpable un mensaje divino a través del arte, Finley concluye su libro diciendo que “Al haber Homero convertido a los Dioses en hombres, el hombre aprendió a conocerse a sí mismo.” Homero ha sido un mercenario de la verdad y la belleza, de esa verdad del consiente mítico que es vital para el ser humano, de esa belleza innegable de su arte que se convirtió, de alguna manera, en parte de ese pasado irrepetible del cual nos habla.


19 Marzo 2006

Texto agregado el 21-03-2007, y leído por 263 visitantes. (4 votos)


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