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Era grotesco, terrible; el calor, que descomponía y el miedo, que descomponía aun más, se estaban volviendo a cada segundo más insoportables. El lugar se veía de un color rojo fuego por el brillo que salía de los ríos de lava que caían por las paredes, olía a azufre quemado –un olor que no podía soportar–, y a lo lejos se escuchaban gritos y alaridos como de almas en pena, de gente sufriendo, había gritos de hombres, de mujeres, de niños y de ancianos, algunos hasta me daban risa.
Yo que me burlaba de todo, nunca creí que esto existiera, nunca creí en Dios, ni en el Diablo. Ahora supongo que lo voy a conocer.
Igualmente, aunque hubiera creído, aunque hubiera sabido, no hubiera cambiado nada de lo que hice, sé que soy una mierda, pero eso nunca me molesto. Es verdad, hice algunas maldades: cagué a mucha gente; pateé un par de gatos por la calle, pero quién no tortura un gato (un animal tan pelotudo como ese no sirve para otra cosa); mate pajaritos, pero como todos lo han hecho alguna vez. No hice nada que fuera de lo común.
Empecé a caminar, buscando un lugar más fresco, el calor y el olor empezaban a trastornarme. Mientras caminaba fui recordando otras cosas por las que podría estar acá, como cuando manoseé a esa pelirroja en la calle. Pero la verdad que a eso no lo veo como algo malo, ¿cuándo yo con esta cara y con la poca chispa que tengo iba a poder estar alguna vez en mi vida con una mina como esa? Encima, cómo estaba vestida, un pantalón muy ajustado que le marcaba todo el culo de la mejor manera y una musculosa con un escote gigante, que dejaba ver casi todas sus tetas perfectas; de cara era preciosa y caminaba como la mas perra de las perras, ¡Cómo movía el culo la hija de puta!. No tuve ni que pensarlo dos veces, la seguí hasta una calle oscura y ahí la agarre y empecé a meter mano por todos lados, creo que le rompí el corpiño, eso me calentó más todavía, ya estaba en camino de violarla, y lo hubiera hecho si no fuera por que venia alguien caminando, salí corriendo y vi que quien venia era una vieja podrida, me dio tanta bronca que la tire al suelo y la pisé antes de seguir corriendo. Vieja de mierda como me cagó la diversión.
Hacer eso tal vez no estuvo bien, pero no la viole, no hice nada que nadie quisiera hacer o ya haya hecho, no creo que por eso esté acá.
Seguía caminando, pero ahora con una sonrisa en la cara, –es que estos recuerdos siempre me ponen de buen humor–. Tal vez no sean las cosas que hice las que me trajeron acá, sino como las disfrutaba. Pensar que el pelotudo de Jonás me decía todo el tiempo –No hagas cosas malas que te vas a ir al infierno–, yo me cagaba de risa en su cara... ¡Ahora me acuerdo! Ya sé que paso antes de que yo llegara a este lugar, fue Jonás, ya me había jodido tanto que le afane la Biblia y me la lleve al baño, le deje un regalito. ¡Ja! Lindo guascazo se va a encontrar en sus queridas oraciones. Por eso debí llegar al Infierno, creo que me sobrepase.
Por fin llegue al gran salón, o uno de los grandes salones. Lo que vi medio me puso bien, no sé por que, pero ver todo ese sufrimiento me daba mucha alegría. Vi toda clase de maldades y torturas, hombres violados y penetrados por cosas inimaginables, desde grandes botellas o barriles hasta embudos llenos de hormigas carnívoras; vi sufrimientos que nunca en mi vida podría haberme imaginado: gente totalmente tajeada con navajas, que una vez que les quedaba toda su piel destruida, se les curaba para que el castigo empiece otra vez. Había maquinas especiales de tortura, como una que separaba el sistema nervioso del cuerpo para mandar los peores sufrimientos posibles directo al cerebro (porque aunque sean almas sus sistemas funcionan igual que los de los vivos), también había sufrimiento en gotas y en pastillas; aunque para mí las mejores de todas eran las torturas más extravagantes, como la de la maquina de coser con la que se bordaba todo un traje directo sobre el cuerpo, o –la mejor– un motor de auto gigante que en los cilindros además de nafta había personas, ¡qué lindas explosiones!.
No duró tanto la diversión, unos minutos después de haber entrado allí un pequeño demonio se me acerco, me ordeno que vaya al cuarto que estaba más lejos, yo accedí sin problemas, podía ver más de cerca las distintas torturas mientras me acercaba a la mía, cuando llegue al cuarto no pude evitar vomitar y después de eso casi me caigo al suelo desmayado, era horrible lo que había ahí adentro. Una pija gigante, como de un metro de diámetro, con una tremenda cabeza apuntada directo a una silla en la que seguramente yo me tendría que sentar. Me negué a entrar, el demonio trato de obligarme con su tridente, pero este me atravesó sin tocarme siquiera, los dos nos quedamos sorprendidos, intento de nuevo y otra vez nada. Se enfureció, mientras yo no podía evitar reírme en su cara, llamo a otros demonios, entre todos intentaron nuevamente, no pudieron tocarme de ningún modo. Discutieron durante un rato, se los veía nerviosos, llamaron a otro demonio, mucho más grande y más rojo que ellos, yo supuse que era Él, pero sólo era un diablillo de más alto rango. Luego de una larga discusión llegaron a la conclusión de que yo estaba vivo, no sabían por que estaba ahí, pero en realidad yo no había muerto y por eso ellos no podían tocarme. El grandote fue a hablar con Él y luego de un tiempo me mando a llamar. Ahí estaba yo, vivo en el Infierno a punto de conocer al Diablo.
En realidad, podría haberme quedado más tiempo disfrutando el espectáculo, no tenían control sobre mí, pero la curiosidad y el ansia me llamaban, Él quería conocerme, a mí, si me quiere ver es por algo, por algún motivo estoy acá. Así que, sintiéndome mucho más poderoso de lo que me sentí alguna vez en mi vida, deje que me llevaran. Me dejaron en la entrada de un pasillo largo, al fondo había un brillo casi cegador, empecé a caminar y la temperatura iba aumentando mientras más me acercaba al final del camino, entré en una habitación muy caliente, allí debía encontrarme con Él. Después de esperarlo unos minutos, apareció y apenas lo vi caí muerto al piso.
Si, ahí morí, no creo que nadie pueda soportar ver al Diablo directo a los ojos, su imagen es terrible, indescriptible, tiene tanto poder que sólo su mirada podría arrasar toda tierra. Pero mi muerte no fue algo malo, todo lo contrario, gracias a eso aparecí en El Cielo del Infierno.
Así le dicen a este lugar, cualquiera que llegue acá entenderá por que se llama así. Está lleno de gente maligna, terriblemente mala, a este Cielo no llega ni una persona que haya mostrado bondad en la Tierra, de ninguna manera, acá sólo llegan los elegidos, los que son realmente lo peor. Sólo están los que tendrían la capacidad de destruir todo lo bello del mundo, parece que Dios prefiere mandarnos a este paraíso diabólico, que al mismo Infierno, porque hasta Él ve en nuestra maldad algo divino, algo fuera de la normalidad en la vida, algo que hasta Él teme haber creado. Por eso existe este lugar, y por eso yo estoy en mi Cielo, pensar que yo creía que era común, que las cosas que hacia no eran más que simples maldades como las de todos, en realidad lo eran, pero estoy acá por lo que podría haber hecho, todavía me intriga, ¿hasta donde hubiera llegado? Pero no es algo que me preocupe, acá tengo gatos que se me acercan para que los patee y putas en todas las esquinas para poder violarlas y torturarlas hasta que me canse. Tampoco faltan los boludos del tipo de Jonás que se cruzan por delante sólo para que los golpee hasta matarlos... Así es la vida en el Cielo del Infierno. ¿Qué más se puede pedir?

Texto agregado el 17-07-2002, y leído por 977 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-03-2003 Uff, veo q los has cagado a todos de miedo! jajaja ya q nadie se atreve a hacer comentarios, bueno, como a mi si que me gusta el gore te diré que me ha gustado mucho esta historia, es muy atrevida al estar escrita en 1ª persona, cierto es que podrías mejorar algunas expresiones, pero así queda más auténtica y visceral. Ya era hora que alguien escribiera cosas fuertes aunque espero que en realidad no seas como tu personaje! jajaja. Saluditos sagita
 
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