Eran las 2:30 de la tarde. Sentada en una inmensa silla de mimbre. Su misteriosa barriga hizo aparición, un ondulante ombligo, acompañado de unos amplios pliegues de piel en el centro. Enmarcada por, una blusa porosa en la parte superior y, un descarado púbico desabrochado en la inferior. Con un gran rostro de satisfacción, un vaso de avena fría en una mano y en la otra, el abanico.

Definitivamente la comodidad prima sobre las apariencias. En el interior una mujer gorda en ombliguera es un acto oprobioso. En tierra caliente es la respuesta a una extrema calor y, ventilar la panza es mas importante, que la mirada desaprobante de un cachaco acomplejado.