EMPAREJA-DOS.


Por las noches descansamos en la guarida, caverna oscura en la que no hay ventilación. Cuando se abren las puertas la luz que penetra nos ciega, es ahí, cuando todos permanecemos quietos y en silencio, conteniendo la respiración, al acecho, mientras ellos pasan revista y escojen.
Allí nos tienen metidos durante días, semanas o meses y los más situados al fondo épocas enteras. Cada cierto tiempo llegan más congeneres, al verlos me veo en sus ojos, traen una expresión de terror, sus rostros pálidos, nerviosos, con miedo a lo desconocido, no es para menos, al ver dónde les llevan y contemplar el deterioro de algunos.
No comprendo la fijación en hacer dúos, pero si sé, que nunca nos separarán y adónde vaya tu pareja, irás tú. Intentamos llevarnos bien aunque a veces tenemos conflictos por la posesión del espacio algo muy preciado aquí dentro. Confinados en fila y a distintos niveles nos agrupan, haciéndose cada vez más estrecho y asfixiante, dónde el hedor en ocasiones es insoportable.
Evitamos confraternizar con el amo, puesto que si gustas en exceso, serás de los primeros en caer por explotación y si haces lo posible por no gustar, caerás en el olvido y esto será motivo de desuso y expulsión. Ya seas de baja estofa o alta cuna, ni tu nacionalidad, profesión o color de piel va a evitar que seas utilizado. No hay distinción. Todos somos diferentes excepto en el calibre.
Unas dos o tres veces al año nos sacan al patio, para la inspección, -ya sabes-, hacen recuento, preveen posibles bajas y todo aquél que no cumpla los objetivos será llevado al pozo de los desechos y destruido. Esto lo hacen delante de todos para demostrar supremacía. He olvidado en que año nos metieron en el agujero a mi colega y a mí, recuerdo que en aquella tarde se nos acercó un tipo viejo y nos dijó:

- Eh!, muchachos, ¿queréis un consejo?, -sin esperar la contestación prosiguió.
- Intentad mantener el tipo lo mejor que sepaís y demostrar de que material estáis hechos. No os dejéis impresionar por tipos como ése,- dijo y lanzó un puntapié al aire en dirección al otro lado del perímetro,- dentro de tanta carcasa y color chillón no hay responsabilidad ni futuro, su tiempo expiró desde el mismo momento en que llegó aquí. Vosotros sois de otra pasta, tenéis el deber moral de demostrarlo, y recordar “El Juramento”: ¡Cubrir y resguardar al dueño!

Dicho esto dio media vuelta y se alejó, cojeando. Nos abandonó al entrar la primavera.

Mi compañero y yo pronto seremos llamados a filas, se rumorea en el barracón que prepara una incursión a las montañas este fin de semana, los más viejos aseguran que lloverá. Así que hemos adelantado nuestras posiciones hasta la primera fila como voluntarios. La verdad es que somos un hueso duro de roer y por ello hemos estado mucho tiempo a la sombra, pero por algún motivo que desconocemos les somos útiles y de vez en cuando nos asignan alguna misión. Soy fuerte y aguanto bastante bien el dolor, las inclemencias del tiempo no me afectan, estoy impermeabilizado y poseo una base firme cosida, no pegada ni inyectada, los enganches metálicos hacen que los cordones se ajusten desde el empeine hasta la caña en un zic-zac perfecto, en color, negro y en cada zancada mis dientes marcan huellas de mi paso.

Al amanecer, tras comprobar el equipo y sincronizar los relojes subimos al jeep, durante el trayecto la lluvia laceraba el 4 x 4 y el frío se hizo presente. ¡Dios, ha sido un infierno! Al tomar la cima, la niebla era tan espesa que lo invadía todo, no podías dar un paso sin el temor de caer al vacío, mi dueño consciente del peligro dio la orden de volver e iniciamos el descenso.
Nosotros cerrábamos el grupo, todo iba bien y a medio camino algo falló.
Fue tan rápido!, primero el sonido de un latigazo, la cuerda, flácida, mi puntera de hierro golpeó con la dura roca, perdimos el equilibrio y a partir de ahí, desorientación. Todo quedaba atrás, caíamos en picado, el amo gritaba un golpe sordo y silencio. Miré a mi compañero aturdido, pero él llevaba la pero parte. Estaba tumbado, en una posición forzada, inconsciente y una enorme brecha le cruzaba de arriba abajo. Supe que era el fin, intenté acercarme pero creo que perdí el conocimiento porqué a partir de entonces no recuerdo nada.
¡Dios!, me siento como si me hubiese pisoteado un elefante.

Es insoportable la espera, he preguntado por él, me dicen que siguen haciéndole pruebas, que su estado es “reservado”. Me gustaría estar ahora a su lado, decirle que no se rinda, que no está solo.
Es verdad que nos hemos visto en operaciones arriesgadas como la subida al desafiante K-2 en Pakistán, que durante décadas ha sido desafio para los mejores escaladores. No pretendo ser egoísta, pero a decir verdad, en estos momentos temo por mi suerte, si no sale, caeré con él, no quiero aceptarlo, pero tengo que resignarme, está condición nos la imponen desde antaño. Han transcurrido largas horas y una somnolencia se apodera de mi, llegan voces a lo lejos, es mi dueño con otro los que hablan, parece disgustado, me temo lo peor. Pisadas que se acercan, les acompañan unos golpes metálicos en el suelo, se han detenido junto a las puertas, vienen a por mí, lo que lamento es no poder despedirme de mi amigo. Ahora puedo oír mejor lo que dicen.

–Hay que reconocer que tienes más vidas que un gato ¡chaval!, la verdad es que pudo ser una caída mortal, a parte de algunos rasguños, mucha suerte has tenido rompiéndote sólo un pie.

-Ya lo creo, mira como ha quedado la bota, absorbió todo el impacto.
-Ya veo, está destrozada, ¿adonde la llevas?
- Me gusta conservar aquellas cosas que una vez me trajeron suerte, por eso, esta bota y su pareja descansaran en la vitrina de mis objetos personales.

No puedo ceerlo, no sólo no se deshace de nosotros sino que vamos a un lugar privilegiado, no hay mejor retiro con mayor honor, hemos servido a un buen humano.

Se abren las puertas, entra la luz, ya vienen a buscarme.........




FIN.