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“And in the end, the love you take, is equal to the love you made”

Mentira escrita por Paul McCartney en el último verso de la última canción del último disco de los Beatles.

Cuyutlan es una pequeña playa que se encuentra en el sur del estado de Colima.

La playa da a mar abierto, es por eso que las corrientes marinas generan grandes oleajes y que por las noches de tanto que sube la marea, el mar se trague por completo la playa y al amanecer la deje libre de nuevo.

Otra peculiaridad de este lugar es la arena, no es amarilla, ni es blanca, ni es café; es negra. Es por eso que buscar conchitas en la arena es una tarea más o menos fácil. Él siempre pensó que esto de juntar conchitas era una mariconería, se descubrió así mismo haciéndolo aquella mañana y no pudo evitar sentir un poco de vergüenza. Lo bueno es que era muy temprano en la mañana y no había gente en la playa, además, las había prometido y había hecho el viaje casi exclusivamente a Cuyutlan para obtenerlas.

Ella se las pidió. Le habían regalado para su cumpleaños un pez y quería adornar su pecera. Él no sabía de la existencia del pez, a pesar de que para esas fechas ella todavía estaba a su lado, y se preguntaba por que razón ella no se lo había dicho, ¿lo ocultaba?, porque se le había olvidado mencionárselo.

Se sentó en un tronco que ya conocía y que siempre ha estado ahí, en el mismo lugar, en todas las veces que ha ido a Cuyutlan. Bueno, en realidad no, la primera vez que fue no lo vio, la primera vez había ido con ella.

Contó 30 conchitas y se puso orgulloso de su misión. Tal ves no eran muchas, pero fueron, a su parecer, las mas bellas que encontró. Saco una botella de agua y fue lavando y secando con su camisa una por una, para después vaciarlas en una bolsita que llevaba consigo. Se sintió extrañamente feliz, a pesar de que no había hecho gran cosa aquella mañana. Escribió el nombre de ella en la arena con una vara y espero a que las olas lo desaparecieran de la arena. Cuando por fin las olas hicieron esto, sonrió y dijo en voz muy baja: "Te manda saludos". Siguió contento y tranquilo y se quedo viendo, el hipnótico movimiento del mar, durante mucho tiempo.

Pero por azares del destino, no pudo entregarlas, el dolor y las confusiones de su corazón se interpusieron en su misión. Además, estaba ese otro detalle, otro detalle que le costaba creer, pero cierta indeferencia, cierto desinterés por parte de ella hacia el regalo, le hicieron creer que no era tan importante. Ella ya no pregunto por las conchitas.

Incluso en la última noche que la vio, se llevo la bolsa donde las guardaba, para ver si se acordaba de pedírselas, pero la noche transcurrió y esto nunca sucedió. El se fue, ella también, y las conchitas se quedaron guardadas en su bolsa. El camino de regreso por la noche lluviosa y pensaba en que iba a ser con estas cosas, suspiro y dijo en voz muy baja: “Ni siquiera nos dijimos adiós”

Dos días después, él se levanto muy temprano, de madrugada, tomo el autobús que lo llevaría de vuelta a Cuyutlan. Se acerco a la playa, saco la bolsa, la abrió y una a una hasta contar 30, arrojo las conchitas de nuevo al mar. Después regreso de inmediato, ya no quiso mirar el mar por más tiempo. Regreso a su trabajo por la tarde, y se quedo solo, pensando que es lo que iba hacer de ahora en adelante. Ese mismo día ella siguió con su plan de vivir su soledad, ella… se fue ese día a una fiesta.

El mar se trago las conchitas y a la mañana siguiente al bajar la marea, arrojo 14 de las que él había juntado, 10 las agarró una niña para recuerdo de sus vacaciones, 2 se quebraron al ser pisadas, una fue tomado por un cangrejo y la ultima permaneció en la playa…

Hasta que subió la marea.

Texto agregado el 07-05-2007, y leído por 101 visitantes. (0 votos)


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