TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / Rubinstein / Imágenes de una mente torturada

[C:296444]

Desde su Sede Central ubicada en la Cofradía de las Tres Marías en el Reino entre el Aquí y el Allá

Para todos los lectores.
El Gurú de las Artes Mentalistas y Predictivas.
Viajero y guerrero astral.
Médico en lo paranormal
tiene el deagrado de presentarles:



** Imágenes de una mente torturada **
Medicina paranormal


Sede Central de Rubinstein
Cofradía de las Tres Marías
El Reino entre el Aquí y el Allá


A mi libro.
Anotaciones en carácter biográfico
Sobre notas de
"Un libraco enamorado"

Rubinstein


Rodeado de colinas verdes, y césped cortado con mucho esmero, el Palacio, es un clásico de la Arquitectura del Siglo XVIII. La construcción del mismo, es de mármol. Su fachada muestra una brillante interpretación de los modelos italianos, adaptados al trabajo en ladrillo; se articulan en tres pisos con el número de vanos creciente en altura.
Los espacios esplendorosos y la inspiración cartesiana serían los protagonistas en la búsqueda de la perfección simétrica y de una perspectiva guardada por tilos, robles, álamos, fresnos, cerezos o hayas, ante la que la vista se pierde. El eje visual que se propone quiere dejar sentir su rango de absoluto: su principio, en el castillo, y su fin, en el infinito. Las cinco alas de la Clínica están esparcidas en forma de un pentagrama. Cada Diagonal de la misma, posee un ala que cubre las distintas necesidades del Reino. En el centro de cada diagonal existe un Palacio de las condiciones descriptas anteriormente.

La occisa.
-No más –Decía María Isabel. Ella, una muchacha embarazada se hallaba dentro del mundo del sarcófago. La imagen que se presentaba daba una visión desenfocada en la periferia, enfocada en el centro. Su forma era circular, trasmitiendo la sensación de lejanía pues obligaba a enfocar la retina en el centro de la misma, no en lo que sucedía en el borde.

El Sala de los Galenos.
Una mesa ovalada, para seis personas estaba en el centro de la Sala de los Galenos. Unicamente, en este caso éramos tres médicos. Delante de mi, vidrios. Cuatro en total. Estos cubrían la pared frontal. Auspiciaban de monitores. A mi izquierda la puerta, por donde entramos. “La Sala Consultante”.
En los cuatro vidrios una sola imagen: una sala blanca, sin nada distintivo. Lo diferente era una mesa de cirujanos. En ella una mujer rubia a punto de parir. Se produce un cambio de situación. Una nube blanca cubre la Sala donde se hallaba la difunta, Los monitores se tiñen de una nube blanca, con relieve. Una forma oscura comienza a adquirir espacio. El manto de nubes desaparece lentamente, pasando a tomar forma el cadáver de la difunta madre. No se halla la mesa de cirujanos. Sólo ella, ocupa el lugar. Se halla en el centro, flotando.
-¿Y ahora doctor? –escucho decir.
-Veamos.

Imágenes de una mente torturada.
Un rancho de madera podrida, de techo a dos aguas, en medio de una selva oscura, impenetrable, comienza a formarse. La parte lateral de la imagen esta cubierta de un manto de nubes espesas. Las mismas poseen relieve. Pero la imagen enfocada desde arriba y el centro, parece no dar importancia al contorno, sólo se vislumbra movimiento en la periferia de la visión. Lo claro es la edificación mencionada. Se ve desde arriba. La parte central esta cubierta de una reja desvencijada por el tiempo.
La hiedra, los matorrales y el tiempo han hecho del mismo, un lugar inhabitable por si mismo. Por el lugar y lo que deja ver, una selva. Dos hombres con manto oscuro visto desde la espalda, entran al mismo arrastrando el cadáver de la joven madre. Cierran la puerta con candado y cadena y se van.

El Sala de los Galenos.
-¡Y doctor? –me pregunta Estefanell.
-Estamos extrayendo las primeras imágenes de la mente de la occisa –contesto.
El monitor izquierdo de la punta al lado de la puerta de entrada, cubre el cuerpo de la madre a punto de parir.
El segundo vidrio mostraba la imagen del rancho de madera podrida, de techo a dos aguas, en medio de una selva oscura. Los otros dos restantes, estaban cubierto de un manto de nubes blancas, con relieve, formas que se quería perfilar pero no llegaban a dar forma.

Primavera de 1810. Nueva Gales del Sur.
Noche. Llovía a cántaros. El carruaje corría a trabes del sendero. Un gran risco a la izquierda. El mar rugiendo con fuerza descomunal. La oscuridad total, era iluminada fugazmente por relámpagos que teñían el cielo nocturno cargado de nubes que presagiaban lo inevitable. Sobre su derecha, a lo lejos encima del peñasco, la casa de las Brujas del Condado de San Nícolas.
De momento, otro cambio de imágenes. Nos se ve nada, sólo la sala de éstas. A su izquierda una estufa a leña. A su costado sobre un caldero hirviente las tres brujas recitando un conjuro.
El resto de la sala se desdibuja. La imagen se centra en el accionar de las tres mujeres. A lo lejos, el carruaje cae al precipicio, cuando iba en dirección al pueblo.

El Sala de los Galenos.
-¿Seguimos?-Me pregunta el doctor Marques.
-Si –digo instintivamente.
El tercer vidrio adquiere forma lentamente, comienza a formarse la imagen de un carruaje corriendo debocado por un sendero serpenteante entre el mar rugiente y la colina, A su izquierda un risco bañado por furiosas aguas. Las otras imágenes se mantienen fijas. El cuarto y último monitor se mantiene cubierto de una nube blanca con relieves de algo con vida.

El mundo del más allá.
-Socorro –María Isabel decía mientras el carruaje se desbancaba al rugiente mar. De momento otro cambio de imagen. Todo se oscurece y a lo lejos un rayo de luz. Al principio un puntito de luz en medio de la oscuridad y el silencio. Luego todo lo cubre. Ella se ve flotar cuando el sepelio. Siente escalofríos, al ver como echan tierra en su lápida. Un sarcófago de madera de roble. Un cambio de imagen. Todo se pinta de un color carmesí sangre. Se encuentra en un rancho de madera podrida, de techo a dos aguas, en medio de una selva oscura, impenetrable. La periferia de la imagen esta cubierta de un manto de nubes espesas. Las mismas poseen relieve.
Pero la imagen enfocada desde arriba y el centro, parece no dar importancia al contorno, sólo se vislumbra movimiento en la periferia de la visión.

El Sala de los Galenos.
-No entiendo –Dice el doctor Estefanell.
-¿Qué es lo que no entiende?-contesto.
-Verá usted, cuando entró al cerebro de la occisa, veo saltar una imagen y otra aparentemente sin sentido.
-El sentido es, que para saber en que parte de esta mente torturada, la mujer y su hijo se encuentran, se debe saber que pasó. Como eso no lo sabemos todavía, se deja que las imágenes broten libres. Ya se va ver un punto conductor. Estas nos han de mostrar un punto de quiebre, en donde el trauma aflora. Conociendo el motivo, se sigue una línea directriz. ¿Me explico?
-Claro. -contesta.
-Una vez que sepamos el motivo del trauma, encontraremos la ubicación donde ella se oculta y retiene su niño nonato. Por ello debemos seguir explorando la mente del cadáver.
-Entiendo. –contesta el doctor Estefanell.

-¿Seguimos?- pregunta el doctor Marques.
-Si, un momento. –Respondo.

El mundo del sarcófago
De golpe la imagen desapareció y fue como si un camarógrafo la enfocase dentro del rancho rotoso ese. Había un gran salón, recubierto de madera desvencijada, y entre los intersticios de ésta se colaban raíces y la hiedra.
-No más –Decía María Isabel. Ella, una muchacha embarazada se hallaba dentro del mundo del sarcófago. Al costado izquierdo, sobre la pared lateral que daba esquina con la pared de enfrente, desde una puerta, dos hombres vestidos de negro arrastran al salón a la occisa madre a punto de parir.
Hubo tres cambios de imagen relatando dicho accionar. Al principio desde arriba y atrás de lo que sería la puerta. Mostraba dos hombres con capa arrastrando la occisa mediante una cadena. Esta iba atrás forcejeando y moviéndose queriéndose escapar. La segunda enfocando directamente a la altura de la cabeza de dichos hombres, como pasaban a través de la puerta interior y arrastraban el alma con su nonato retoño. La tercera, siguiéndole movimiento de dichos hombres y como era arrastrada por el suelo de tierra el alma de esa mujer. En todo momento se apreciaba la fuerza con que ella se oponía a lo inevitable. En La Clínica, una nube blanca cubre la Sala donde se hallaba la difunta. Los monitores se tiñen de una nube blanca, con relieve. Una forma oscura comienza a adquirir espacio. De pronto todo se borra, El primer monitor comienza a cambiar las imágenes, una nube blanca ocupa el lugar donde se hallaba la occisa. Comienza a adquirir forma una estufa a leña apagada y carcomida por el tiempo frente a nosotros. Delante de ella estaba colgada por cadenas una mujer a punto de dar a luz, atada de los tobillos y las muñecas abiertas, estirada vertical al suelo. Las cadenas nacían desde el techo y desde el piso, haciendo que esta alma estuviese colgada a medio metro en el aire sin poder moverse.
Se notaba en las facciones de la finada, que su boca había sido atada con un hilo de coser matambre.
-No más –Pensaba María Isabel. Ella, una muchacha embarazada se hallaba dentro del mundo del sarcófago. No podía emitir un murmullo. Por momento todo cambia de nuevo. Aparecen escenas entrecortadas de Nueva Gales del Sur.
Un relámpago. Por momento un carruaje. Otro relámpago. Una caída sin fin. Una boca grande se abre y el carruaje es engullido. Una ola gigantesca cubre el carruaje cayendo de espalda, con las ruedas para arriba, toca por vez primera el mar.
Otro relámpago. Dolor. Imágenes entrecortadas de la vida de una Condesa. Corría el año 1800. Una gran mansión con jardines a su alrededor, sol, un unos niños jugando y columpiándose. Hay grandes árboles en los jardines, estatuas de ángeles en mármol y muchas fuentes. Entre estatuas y jardines bellamente cuidados, María Luisa tejía sentada en una mecedora debajo de un gran ciprés. Otro relámpago dolor. Cambia la imagen.
Se ve alguien de mando. Un general entró en el rancho carcomido. Dos guardaespaldas se hallaban a los costados de lo que en otra época fuese una puerta. Las alimañas corrían de un lado a otro, y se escondían en la oscuridad de los intersticios de la madera putrefacta. Cuando se acercaba a la mujer colgada mediante cadenas, las enredaderas, hiedras y demás especies rastreras dejaban el surco para qué este llegase a su destino.
-Esta a punto –tronó.
-Buen trabajo-concluyó.
Extrajo un cuchillo de mediano porte y se disponía a desviscerarla.

La Sala de los Galenos.
El monitor izquierdo, ubicado en la “Sala de los Galenos” que da a la punta al lado de la puerta de entrada, cubre el cuerpo de la madre a punto de parir.
El segundo monitor mostraba la imagen del rancho de madera podrida, de techo a dos aguas, en medio de una selva oscura.
Los otros dos restantes, estaban cubierto de un manto de nubes blancas, con relieve, formas que se quería perfilar pero no llegaban a dar forma.
El tercero, adquiere forma lentamente, comienza a formarse la imagen de un carruaje corriendo debocado por un sendero serpenteante entre el mar rugiente y la colina, A su izquierda un risco bañado por furiosas aguas.
El cuarto y último monitor, muestra las imágenes cuando María Isabel era arrastrada a la fuerza. Los tres cambios de enfoque de una misma imagen, se producía a través del cuarto y último monitor.
-Fue ahí cuando usted, Rubinstein extrajo esa alma de se lugar y la trajo a la Recepción de La Clínica –El doctor Marques, que hasta ese momento había estado observando adujo.
Si, les muestro–Contesto.
Los otros monitores quedan fijos en las últimas escenas que sustrajeron, excepto uno.

El rescate.
De pronto en uno de los monitores aparece un manto blanco con relieve. Poco a poco fue aclarándose. Me encontraba volando por encima de una espesa selva. Por encima de mi cabeza se hallaba un manto de nubes rojas, con una textura movible. Adquirían por momentos forma humana parte de huesos de almas en pena. Entre planicie, montañas y quebradas un manto verde oscuro pasaba rápidamente por debajo de mí.
De golpe se borro esta escena, como si el director de la película quisiera mostrarme una nueva escena. De golpe me encontré ante un viejo y añoso cementerio. Las arcadas de hierro estaban llenas de moho y carcomidas por el paso del tiempo. El nombre del cementerio se había borrado. Encontré una lápida sin nombre.
De momento hubo otro cambio de escena. Y entré. Se hallaba tapada de zarcillos y maleza. Había una escalera metálica que daba a un recinto vacío, con una puerta de metal forjado abierta. Pasé por la puerta, y me encontré ante un jardín lleno de alimañas, ratas e inmundicias por doquier. Los árboles cubrían el pasaje.
Sus ramas poseían vida propia. Las ramas se movían solas y formaban figuras de esqueletos vivientes. El suelo estaba cubierto de una enredadera que quería tragarme los pies y jalarme para abajo. De momento todo vuelve a cambiar y aparece el rancho. De ahí la sustraje, cuando estaban por desviscerarla.
-Hasta ese momento había estado de observador. En su pecho noté el crucifijo que la hacía participe del Reino del Señor.
La imagen era como si un camarógrafo enfocase la escena desde arriba y un costado por encima de la cabeza y lateral del hombre que estaba a la izquierda. Mi presencia no había sido notada. Le caí de la pared carcomida, en forma lateral con una espada láser y cortando al guarda izquierdo desde la primera cervical hasta la última vértebra del esternón. Proseguí con un giro en sentido contrario rebanando a la altura de la vértebra cervical, al segundo guarda. La cabeza no había llegado al piso, cuando el general comenzaba a girar y extraer su pistola. Dos espadas láser pequeñas terminan de hacer su trabajo, mientras que con una, rebané la cabeza al nivel de la nuca con la otra le hice un corte en chanfle al nivel de la aorta mayor. El mal me hizo sacudir el cuerpo astral, como si una ola me golpease fuertemente.

La Sala de los Galenos.
-Entonces según esto, hasta el momento podemos decir que la mujer que usted rescató vivía por el año 1810, en Nueva Gales del Sur. Que por algún motivo desconocido, en la primavera de dicho año, el carruaje en que viajaba se desbancó. Llovía, producto de una tormenta infernal, y sobre el risco las aguas rugían descomunalmente. Posteriormente, ella vio su entierro, y lo que sintió. Entre el momento del fallecimiento y el entierro no se sabe que pasó. Si, que no fue a parar a donde debía, sino al Purgatorio. –El doctor Estefanell, sabiamente resumió.

-Podríamos decir que si, pero falta rellenar los huecos de lo acontecido y encontrar en esa mente perdida y torturada a su dueña y su hijo. –Me atrevo a acotar.

Imágenes de una mente partida.
Todos los monitores de la “Sala Consultante” mientras platicábamos mantenían una única imagen: “El momento en que arribo a la Recepción de la Clínica con María Luisa y su hijo nonato.”
-Veamos que podemos sacar en conclusión entre todas estas imágenes –pronuncio.
Los doctores Estefanell y Marques se acomodan en sus butacas respectivas y comienza el sondeo, ya en condición de una búsqueda más profunda.
El primer monitor, el izquierdo, el de la punta al lado de la puerta de entrada, comienza a adquirir vida. Es así que, comienza a aparecer vistas aéreas del jardín de La Cínica.
Entre colinas levemente onduladas, tilos, robles, álamos, fresnos, el jardín se mostraba en todo su esplendor.
Resaltaban las estatuas de figuras angelicales, como así, fuentes basadas en el Renacimiento. María Luisa se hallaba sentada debajo de un gran ciprés mirando la lejanía. Se le notaba cambiada, parecía estar bien.
Percibía algo subyacente que no era propio de ella, a pesar de considerarla una paciente, mi instinto me decía que no se la podía dar de alta. No poseía ya su hijo, hablaba como si nada le importase.
-Que piensa Doctor- me dice Estefanell.
-¿Quien fue quien la atendió al principio? –pregunto.
-Yo –contesta Estefanell.
-Me muestra que hizo.

Flashes inconexos.
-Cuando usted la dejó en la Clínica ella quedó a mi cargo, No sabía que hacer, y dejé que brotase las primeras imágenes de la mente. Recuerde que estaba torturada por mucho tiempo. –Claro –admito.
-No era gran cosa. Pequeños momentos de su vida antes de casarse con el Duque. Como se divertían con amigas, en los jardines posteriores del Palacio de su padre. Por momentos aparecían otras imágenes de momentos posteriores, ya casada con el Duque. Su vida matrimonial. Eso si le puedo mostrar como interesante.
Los monitores durante todo es tiempo mostraba una muchacha de alrededor de unos 18 años, riéndose entre un jardín, cuando era soltera. Se sucedían velozmente cambios bruscos de estas, al momento que el doctor Estefanell, relataba lo que pudo extraer.
Otro cambio de escena brusco. Se apreciaba al Doctor Estefanell, en su consultorio observando imágenes para hacerse idea de que pasa por su mente. Se le ve cuando dos ángeles enfermeros la llevan para dar a luz.
Todo vuelve a cambiar. Una sala blanca inmaculada, sin nada distintivo. Sólo María Luisa sobre una mesa hecha de nubes dando a luz el hijo que no pudo nacer. Se aprecia cuando se lo entregaban a dos ángeles adultos. Los padres adoptivos celestiales.
Es que no había tiempo, por eso se le llamó Rubinstein. –comenzaba a escuchar, absorto en los cambios bruscos de escenas y como se producían.
-¿Me decía? – atino a decir, casi sin habla.
-Cuando estaba sondeando su cabeza, le llegó la hora de parir Doctor- decía Estefanell.
-Si, si. –digo sin decir, mirando fijamente las imágenes que se sucedían a velocidades muy rápidas. Buscaba algo que uniera, todavía no podía encontrarlo.

-Muéstreme su vida matrimonial. Doctor- digo.

Su vida matrimonial.
Otro monitor cobra vida. Ella ya casada. Se denotaba tristeza, pena. Ella durmiendo en una sala en otra ala del Palacio del Duque. Escenas de desarraigo total.
Este último no se dejaba ver, sólo de noche, le cubría la cara una máscara, y siempre acarreaba guantes. De momento se borra de vuelta la imagen, y aparece un ella y el Duque, el día de su matrimonio. Mientras toda la escena se desarrollaba en el segundo monitor, todo se entrecortaba. Surgen voces. Se le asigna su lugar en otro lugar del Palacio del Duque. Nunca, pero nunca debía ella entrar al dormitorio de él. Las escenas eran de desarraigo total.
-Acá hubo algo de interés. Otro cambio brusco de imágenes. Ella esta entrando al dormitorio del Duque –escuchaba decir, mientras mi mente trabajaba a mil por hora.
La escena se presentaba de día. El dormitorio de quién fuese su marido. No había nadie. Una gran cama frente a ella. Vacía. Los muebles de la época. Un gran espejo frente a la cama.
Esta se hallaba lateral frente a ella. Los costados de la visión eran como un túnel, todo borroso a su costado. De pronto, se ve a ella mirando el gran espejo que daba a los pies de la cama del Duque, su marido. Surgen pensamientos.”¿Dónde esta mi marido?”
De momento ella deja de reflejarse en el espejo y éste, se convierte en un túnel que da hacia abajo. Se ve impulsada a trabes del mismo. Hay una escalera de piedra que mediante una curva apunta hacia abajo. En las paredes, antorchas encendidas. Cuando lo traspasó una pared de piedra se formó donde estaba el espejo.

-Doctor. Doctor – escucho decir. Era el Doctor Marques. –¿Se encuentra bien?
-Si, si gracias, un poco cansado.
Todo se borra y me duermo.

El gran bacanal.
Un gran recinto vacío. Paredes de mármol, estatuas y vigas del mismo material. Este se hallaba vacío, excepto por cuatro ataúdes de madera forjada macizos antiquísimos. De pronto la imagen se fija en ellos, como si algo la atrajese. Otro cambio de imágenes brusco, muy brusco, los monitores parecen no dar a basto. Una fiesta en el Palacio del Duque, su marido.
Todo el mundo de fiestas. Todos con trajes de etiqueta, propios de la realeza. María Luisa era el centro de la atención. Los carruajes, no terminaban de llegar, entraba uno a la entrada principal y salía otro. Las damas con ropa de fiesta. Corría la primavera de 1810, Nueva Gales del Sur. En un cambio de escena, la cámara se sitúa por encima de María Luisa, enfocando la Sala Principal. Un baile vienes. Comienza a cambiar la escena como si la cámara fuese girando. Se enfoca en María Luisa y el Duque en un trono. Se escucha el sonido de la música, pero no los invitados. Sólo los anfitriones. El duque, y la duquesa, la señora María Luisa. Una máscara de oro y diamantes cubre la cara de su esposo, guantes blanco de etiqueta su mano. Ella con guantes turquesa, hasta el codo.
Otro cambio de escena, se cierran las puertas y ventanas de golpe. Comienza la orgía. La servidumbre cae desde todas partes, hacia los invitados. Se denota los vampiros alimentándose.

De golpe, un silencio total, las imágenes se tornan en “off”.
María Luisa sale corriendo, en un carruaje, se hallaba embarazada. Llovía a cántaros. –Deténgalan -Un grito de ultra tumba se hace oír.
El carruaje corría a trabes del sendero. Un gran risco a la izquierda. El mar rugiendo con fuerza descomunal. La oscuridad total, era iluminada fugazmente por relámpagos que teñían el cielo nocturno cargado de nubes que presagiaban lo inevitable. Sobre su derecha, a lo lejos encima del peñasco, la casa de las Brujas del Condado de San Nícolas.


El nacimiento de un angelito.
Todo cambia, los monitores se tornan en blanco. Aparece la figura de una sala inmaculada, hermosamente bella. En el centro una mesa de operaciones. Las paredes sin rasgos distintivos, completamente blancas, así como el techo.
Sobre una de éstas últimas un gran ventanal. Tres hombres vestidos en túnicas blancas, alrededor de la mesa.
En ella, una mujer y su bebe. El jefe de ellos, con la mano izquierda sobre el vientre de la mujer, paso su mano de izquierda a derecha. En el mismo, se encontraba enroscada una especie de cordón umbilical. Luego volvió a realizar el gesto de derecha a izquierda con la misma mano, al tiempo que con la otra la pasaba por su cabeza. La forma de pasar la mano derecha, fue desde los pelos incipientes, hasta su papada de arriba hacia abajo. El cordón desapareció.
El bebe abre los ojos y un hombre, que se encontraba sobre su regazo, lo lleva al ventanal, pasa a través de él. Sus padres se encontraban. Hay una sonrisa de felicidad en ellos, la mujer lo toma en los brazos y se desplazan por el corredor en que estaban por el aire. Una puerta se abre, y una luz enceguece dora los baña. María Luisa retorna a La Clínica.

La Sala de los Galenos.
-Ahora entiendo –Dice el doctor Estefanell.
-¿Qué es lo que entiende?-contesto.
-Verá usted, cuando entró al cerebro de la occisa, vi saltar una imagen y otra aparentemente sin sentido.
-El sentido es, que para saber en que parte de esta mente torturada, la mujer y su hijo se encontraban, se debía saber que pasó. Como eso no lo sabíamos todavía, se dejó que las imágenes brotasen libres. Ya se iba ver un punto conductor. Estas nos irían de mostrar un punto de quiebre, en donde el trauma aflorase. Conociendo el motivo, se siguió una línea directriz. ¿Me explico?
-Claro. -contesta.
-Una vez que supimos el motivo del trauma, encontramos la ubicación donde ella se ocultaba y retenía su niño nonato. Por ello debimos seguir explorando la mente del cadáver.
-Entiendo. –contesta el doctor Estefanell.

Todos los que en la Sala nos hallábamos nos desvanecemos


Rubinstein
Gurú de las Artes predictivas y mentalistas.
Viajero y guerrero astral. Médico en lo paranormal.

Texto agregado el 16-06-2007, y leído por 623 visitantes. (0 votos)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]