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Inicio / Cuenteros Locales / gopali / EL SONIDO DE LA FLAUTA Relato por: Magda Kraw

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EL SONIDO DE LA FLAUTA
Marzo 20, 2002
Autora: Magda Kraw

Prometió esa excursión a los Everglades desde que nos conocimos, pero Luciano deja de cumplir sus promesas con frecuencia y luego, con la ingenua sonrisa de un pequeñuelo suele dar mil dudosas disculpas que concluyen en un nuevo ofrecimiento que tampoco se consuma.
Quizás el entusiasmo de su nuevo amigo Larry en conocer aquellos parajes lo motivó a decidirse; aseguraría que de no haber sido así,
su invitación hubiera quedado perpetuamente en suspenso. Me autorizó llevar a Kadir, un joven que a mi entender comparte con él algunas peculiares formas de ver el mundo.
Acordamos vernos temprano para salir desde su casa juntos.

Llegamos a Long Pine Key como a las 2:00 pm. y sacamos lo necesario del auto. Personalmente el sitio no me pareció nada extraordinario; me había preparado para enfrentarme a un peligroso pantano bordeado por bosques, plagado de insectos y donde la presencia de exóticos animales debía ser obvia. La existencia de cabañas para servicio sanitario con acueducto y luz eléctrica me causó cierto desencanto pero no hice ningún comentario

-Caminaremos hasta el otro lado de la laguna -Dijo Luciano señalándo al estanque.
-¿Qué hay detrás de esos árboles?

Traté de darle un matíz de asombro a mi acento al tiempo que me esforzaba por percibir las vibraciones circundantes.
-Ya verás... dentro de poco iremos allí...-se apresuró a responder mientras terminaba de colocar las cosas sobre la mesa de tablones.

Kadir y Larry tomaron sus respectivas cámaras fotográficas e iniciamos la marcha siempre guiados por Luciano. Nos detuvimos en un rústico anfiteatro próximo a donde acampamos. Tampoco me resultó una atracción, excepto por la presencia de un simpático cuervo que se había posado con actitud de orador en el respaldo de uno de los asientos cercanos a la tarima

-¿Dónde están los cocodrilos...? es que hay caimanes también...? ¿Cuál es la
diferencia entre un cocodrilo y un aligator?

Fueron mis preguntas para dar alguna muestra de interés en el lugar.

-El aligator es el caimán, los cocodrilos tienen el hocico largo y puntiagudo...
¡ seguramente dentro de poco alguno sale a la superficie!

La tarde era cálida, serena y silenciosa. Recuerdo que Luciano –aludiendo a mi agudo metal de voz, se había referido al solemne silencio que debía observarse en los Everglades para no asustar a su fauna.

Me fue imposible observar este requisito ya que a lo lejos podía escuchar los sonidos mundanos procedentes de otros espacios destinados a turistas. Quizás por ello no llegó a mis oidos la sinfonía de la naturaleza circundante.
Larry y Kadir se habían quedado un poco rezagados fotografiando algo que les pudo llamar la atención, entretanto yo seguía atentamente los gestos "del astrónomo" (como yo lo llamaba) esperando algún indicio de algo más exitante que una simple caminata, en tanto él proseguía su explicación zoologica.

- Mira, ahí....es un cocodrito, ¿Ves sus ojillos?- dijo extendiendo el brazo para
señalar hacia el agua.
-¡No veo más que una ramita flotando! -respondí con desgano.

Seguimos caminando por la orilla del lagunato cuyas aguas parecían un cristal recién lustrado.
De pronto se hizo un "estrepitoso" silencio que amenazaba con dejarme sin razones suficientes para estar allí a no sé cuántas millas del expres-way.

-¿Se atreverían a entrar en el corredor de los fantasmas...?

La pregunta irrumpió oportuna como si Luciano adivinara mi deseo de experimentar alguna sacudida que justificara mi insomnio de la noche anterior. Al parecer intuyó mi necesidad de cubrir las espectativas con algún descubrimiento.

-¡Claro, yo quiero ir; no tengo miedo; al contrario... deseo que ocurra alguna
cosa extraña. Pero... dime Luciano ¿Has estado tú en ese lugar?

-¡Por supuesto que si, es fascinante! -dijo-
- Según una leyenda mikosuki una
muchacha de la tribu fue asesinada entre aquellos matorrales... dicen que su
alma deambula por el bosque.
¡Mucha gente ha tenido allí experiencias sobrecogedoras..!.

Era lo que esperaba; algo espeluznante, misterioso y gratificante como un beso; "un toque de locura" que entreabriera alguna puerta hacia el infinito, aunque solo pudiera asomarme a él discretamente.

En ese instante divisé al animal cerca de la orilla; su coloración terrosa lo hacía semejante al fangoso entorno pues estaba tan quieto como una piedra más.

Los fotográfos se acercaron sigilosos y lo captaron varias veces, hasta que de un salto desapareció entre las aguas en que se dibujaba una espiral.

-¿A dónde nos dirigimos?- Preguntó Larry acercándose a nosotros..
- Al corredor de los fantasmas... ¿Se atreven?
- Ah, los fantasmas no existen... es pura especulación; pero vamos si quieren, a mi
me da lo mismo
-Dijo encogiéndose de hombros.
- Vamos... - Prosiguió Luciano -hay un arbol milenario, y una sabana donde antaño
existió un campamento indio.

-¿Estás seguro de que salen fantasmas?-Pregunté inrteresada en saber si Luciano
había visto alguno.

-Bueno no los he visto, pero estoy seguro de haber sentido su presencia. ¡Caramba, no
dudo que esos indios digan la verdad! ¿cuántos asesinatos no ocurren a diario en
plena civilización?

Sin darnos cuenta ya estábamos dentro del bosque en medio de un trillo practicado entre los ramajes. Tras de mí, Larry disertaba sobre la imposibilidad de que algo indemostrable científicamente puediera tener veracidad, calificando de superchería cualquier tema de esa naturaleza. Su voz resonaba en el silencio pronunciando frases que ya había escuchado once años antes en boca de instructores ideológicos y profesores de marxismo allende el mar. Decidí no prestarle atención ni dar pie a su siguiente discurso.

Luciano se adelanto unos pasos y le pedí no alejarse de mí. Prefería dejar a Kadir como receptáculo de la verborea de Larry y aproximarme al "astrónomo" con quien en ese preciso momento hubiera deseado estar sola.

– ¡Dame tu mano¡ Dijo.
Era veinte de marzo, el día en que todos los años la fauna y la flora del planeta se preparan para festejar el inicio de un nuevo ciclo vital. El "astrónomo" no había causado nunca en mí una emoción superior a la alegría fraternal del encuentro amistoso, así que tampoco esta vez se produjo ninguna sensación ajena a mi voluntad. Luciano tampoco dió muestras de atracción hacia mi en momento alguno, pero era evidente que ambos estábamos sobrecogidos por algo extraño.

- ¿Dónde habrá sido...? ¿Sientes algo?
-su voz interrumpió mi monólogo interior.
–¡Aquí; estoy sintiendo un erizamiento! –
Dije para reafirmar mis sensaciones.
–¡Pudo ser aquí... he percibido siempre al pasar por este trillo algo sobrenatural.
–¡Sé que hay una energía diferente, la siento!
-Lo que sienten es porque quieren sentirlo, nena! – replicó Larry, tan irónico como petulante dándoselas de filósofo materialista.

No me molesté en responder; hubiera sido como explicarle a un ciego de nacimiento la apariencia del color amarillo o a un sordo los sonidos del trueno.
-No estoy de acuerdo – dijo Luciano-
Hay cosas inexplicables que no son tácitas especulaciones como dices.¡ De eso no me cabe la menor duda!

Por supuesto Larry no tenía nada que añadir al hecho, excepto su razonada y repetida respuesta a todo lo que estuviera fuera del alcance de su pobre lógica. Si como el acuña, se sintiera solo aquello que se quiere, hace mucho tiempo yo hubiera sentido por Luciano alguna atracción amorosa y él por mi, ya que de ser esto posible seríamos la pareja perfecta.

Terminamos de atravesar el “corredor de los fantasmas” y nos encontramos frente a una pradera donde vimos una gacela.

–Es aquí donde existió un campamento indio. ¡Me imagino lo felices que serían esos
seres antes de la llegada de la civilización!

La voz de Luciano se dejó escuchar de nuevo explicándo pormenores que ignorábamos sobre esos alrrededores.
Enseguida me trasladé mentalmnente a la cuarta dimensión en que aún perviven los indios que habitaron ese lugar.
La gacela se nos quedó mirándo a cierta distancia y avanzó con lentitud hacia los yerbazales. Presentí que se trataba de una transfiguración de la joven india asesinada en el bosque.

Nos quedamos en silencio admirando al animalito hasta que las cámaras dejaron escuchar su peculiar chasquido, haciendo que se espantara. Proseguimos la marcha. Me lamó la atención que no hubiéramos visto otros animales excepto aquella gacela que grácilmente se alejaba en un trote suave y poco común en un animal reconocido por su velocidad.
Unos metros al oeste los tres hombres se entretuvieron mirando algo y aproveché para escurrirme entre los arbustos y deshacerme del exceso de líquido depositado en mi vejiga.

–¡Se oyó claramente! –
Decía Luciano impresionado.
–Yo también la oí - dijo Kadir con aprehensión.
–¡Es el sonido de una flauta, de eso no hay duda!
–Si, es cierto parece una flauta... –Afirmó Larry algo confundido.
–¡Es que ella tocaba la flauta...–apuntó Luciano visiblemente excitado.
– Ppuedo mostrarles el escrito donde lo dice... ¡atravesaba el bosque tocando cuando
la mataron!
-¡Vamos Luciano, paree mentira que creas en esas tonterías. Esa melodía puede venir de
algún lugar donde estén ahora tocando una flauta. Tal vez alguien que anda por ahí...
o quizás el viento..– ripostaba Larry intentando disimular su asombro.
-¿De qué hablan?–
Pregunté mientras me reincorporaba al grupo.

-Es que los tres escuchamos las notas de una flauta -dijo Luciano –¡tiene que ser
su flauta!.
-No oigo nada – añadí.
Agucé el oido esperando percibir algún sonido, pero solo llegó a mis oidos el trino de algunos pájaros cercanos.
La impertinente charla de Larry en su intento por encontrarle alguna explicación al fenómeno me impidió concentrarme mejor.

–¡Pssss... ¿escucharon? – Miré a Luciano: lucía como un gato con el lomo erizado...

En ese instante capté una breve melodía proveniente del bosque...

–¡Lo oigo, es una flauta, la puedo oir perfectamente y viene de allá! –
Indiqué abruptamente.

–¡No puede ser posible...! ¡Esto sí es sobrenatural!
–exclamó Luciano–
Laleyenda cuenta que ella tocaba la flauta...
¡Todos hemos escuchado el sonido de
ese instrumento!
–Puede ser alguien que haya traido una flauta. Yo mismo pude haberlo hecho... – añadió con voz trémula Kadir que había permanecido en silencio casi todo el tiempo.
–¡No existe tanta casualidad! –
-Afirmó Luciano notoriamente anonadado.
–Yo no creo en casualidades.
Agregué convencida de que estábamos en presencia de algo más allá de la simple lógica esgrimida por Larry.

En menos de un minuto nos adentramos en el entrecho trillo dentro de la arboleda. Larry y Kadir se nos adelataron y Luciano, quedándo siempre a mi lado continuaba dando crédito a la posibilidad de un hecho sobrenatural. En el tono de su voz estaba implícito el convencimiento de quien ha vivenciado alguna situación semejante.

No dudaría que Luciano, -un vehemente enamorado de lo imtangible- hubiera entablado algún secreto coloquio con la entidad y hasta tuviera amores con ella.
Escuchamos unas voces y pronto nos percatamos de que Larry conversaba con alguien. Al instante estuvinmos frente al sujeto que sostenía en su mano izquierda una pequeña flauta de metal dorado.
–Oh…¿Were you the one who was playing the flute?! Bingo! I was completely sure that it was any thing abnormal! –
Las palabras de Larry denotaron el triunfo de quien ha expuesto la tesis corroborada por un estudio de laboratorio.
–Yes, I came from Georgia to know the Everglades, so I decided to bring my flute with me… just to practice a little bit!

Lo mire incrédula. De sobra sé que la presencia de individuos de carne y hueso en circunstancias místicas es ajena e irreal, por lo que para mí aquel hombre no dejo de ser una aparición, quizás materializada por la insistencia de Larry en negar el misterio y la maravilla de que habíamos sido testigos.

–You don ´t know if somebody else is playing the flute through yourself!
Here we are in front of a mystery… perhaps you do not either exist!
Se apresuro a inquirir Luciano, cuyo ingles supera en demasia el de Larry.
El hombre sonriendo se adentro en la foresta sin pronunciar palabra.

Era evidente que estábamos ante un hecho nada casual y sí de extraordinario contenido místico, pero preferí no insistir pues no estaba de ánimo para hablar del asunto, sino para asimilar la experiencia.
Luciano estuvo de acuerdo conmigo en que en la realidad ilusoria no se produce una sincronía de esa naturaleza por casualidadad. Para nosotros todo estaba claro, no había tal, sino una aplastante causalidad.
Larry estaba muy satisfecho.
–¡Fue como yo dije, no era nada sobrenatural! ¡Ya vieron... se trataba solamente
de un tipo tocando la flauta!
–¿No es raro que este individuo ande solo y que haya venido de tan lejos a tocar la
flauta justamente aquí?–
Observé dejando saber que no estaba convencida.
–¡Claro que si... y sobre todo que haya venido a tocarla exactamente donde estoy seguro sentí la presencia del fantasma!
No tuve dudas de que Luciano estaba envuelto en una energía prominente. Supuse que la melodía escuchada era el saludo de la muchacha para él y que ella se alegraba con sus frecuentes visitas.
Esa tarde, pudiera ser que por celos al ver entrar a Luciano tomado de la mano de una mujer hubiera querido hacerle saber su cercanía.

–En este tramo del trillo fue donde percibí hace tiempo una alegría muy especial.
Quizás ella me la dió...

Su voz sonó entrecortada como siempre que hablaba de un hecho trascendental para él.

–Es aquí donde yo sentí hace un rato un erizamiento que corresponde a una alta vibración.
–¡Posiblemente fue donde la mataron!

Regresamos silenciosos y turbados a donde acampamos y cambiamos el tema de conversación.
La tarde se hacía densa y caí en un letargo que atribuí a la falta de sueño.

Entré en la tienda de Luciano e hice varios intentos por dormir sin poder pasar del nivel alfa. Los tres hombres permanecieron sentados al sol supongo que un largo rato. Larry no cesaba de hablar y hasta Kadir contaba una que otra anégdota. Recosté mi cabeza en la almohada de Luciano y aspiré su olor. Poco a poco mi subconciente se introdujo en la inusitada intimidad del "astrónomo" y comprendí que en aquel paraje solitario él disfrutaba de sus más audaces aventuras de amor. Lo imaginé estremecido de pasión en brazos de alguien que imaginé ser yo misma e intuí que durante la noche había sin dudas alguien que le acompañaba. Su amante debía ser totalmente ajena y ausente al mundo terrenal. Un ser de Orión, de las Pléyades, o de Sirios o quizás el ectoplasma de alguna finada y transparente enamorada del "astrónomo".
Después de tantos años de viudéz, de cierta forma Luciano ha pactado con la muerte y de ahí su extraña dificultad para tener amores con mortales.

No sé si logré conciliar el sueño o si viajé por otras dimensiones pero me reconocí como un ente intergaláctico, desprovisto de un cuerpo y sus clamores cotidianos.

Entreabrí los ojos y todo en torno lucía azulado. Nuevamente sentí el recorrido de aquella fluída energía que me había invadido mientras caminábamos entre los juncos tomados de la mano y que de sobra sabía no me pertenecía en absoluto.

–¡Magda...!

Larry interrumpió mi meditación; quería preguntarme acerca de alguien que ni siquiera conocía. Su voz se pareció al estruendo de un globo al reventar en el preciso instante en que iba a remontarse hacia el firmamento.

–No sé quien es; por favor Larry, ¡déjame dormir un poco!
–¿No tienes hambre Magda...? hemos preparado una ensalada como aperitivo...
¡Ven a probarla¡

Era el "astrónomo" quien pronunciaba esta vez mi nombre. El timbre de su voz me sonó melódico, dulce y cálido. Salí de la tienda. Aún me sentía aletargada y me senté entre ellos a ver cómo Luciano preparaba la hoguera. Me gustó verlo en su faena.
Anocheció y por fin la carne se cocía en la parrilla, mientras las papas hervían sobre la hornilla portatil de gas que Luciano había llevado como imprescidible símbolo de la tecnología capitalista.
Los preparativos de la cena demoraron lo suficiente como para que el cielo se llenara de lunares plateados que aparecían en rápida multiplicación. El escenario en que nos estábamos moviendo adquirió el romántico sustento que proporciona la luz lunar.

Después de comer los suculentos churrascos continuamos conversando. Kadir el más místico de los tres por ser vegetariano se limitó a saborer las papas y los pimientos.

–¿Qué haremos ahora?
–Vamos a caminar – dijo Luciano
–Ellos están cansados, parece que no quieren ir.

Le contesté para hacerle saber que no tenía reparos en que anduviéramos los dos solos surcando la oscuridad.

–No importa ...vamos tú y yo, hay que caminar después de la comida, es saludable.

Con paso rápido, como si estuviera huyendo de algo, Luciano emprendió la marcha junto a mí. Estaba nervioso, pero ya estoy acostumbrada a esas reacciones suyas.

–¿Has ido de noche allí?
–He ido alguna que otra vez. Ahora cuando se hayan ido ustedes pienso ir para
hacerle compañía…¡debe sentirse tan sola esa pobre alma!

Introduje el tema de la flauta y analizamos juntos el extraño contenido de la tarde. Concordamos en que el solitario flautista no era precisamente el de Hamelín y mucho menos un turista trasnochado. Luciano admitió que pudimos realmente haber estado en presencia de un hecho místico, tal vez una aparición. Sentí que sus palabras tenían una carga emotiva muy especial. Ignoro sin embargo si la humedad se había adueñado de su corazón del mismo modo que del camino asfaltado por donde nos internábamos sin que quisiéramos ir a ningún lugar.

Luciano es escurridizo como las gaviotas que se posan en la arena de la playa para inmediatamente remontar el vuelo y observar a los bañistas desde la altura. No intenté siquiera mirarlo porque su alma es como una gacela: la inoportuna presencia humana puede hacer que se esconda. Lo dejé hablar y hablar, porque su mente es como el cuervo orador: necesita un auditorio. Me mantengo siempre alejada de él porque su naturaleza es como el aligator: le place solearse sin ser molestado y de vez en cuando alza los ojos para cerciorarse de que asusta lo suficiente como para estar protegido de los intrusos.

Suspiré y me propuso devolvernos. Entendí que el día había culminado y era hora de regresar; en lo adelante todo debía volver a la normalidad así que en varios minutos estuvimos de vuelta a donde los dos hombres se habían quedado esperando.

Ayudé a Luciano a cubrir su tienda para guarecerse del roció y recogí mis pertenencias. Larry y Kadir se alegraron de que así fuera pues no les hacía ninguna gracia permanecer allí por más tiempo. Hasta Kadir que presume de solitario advirtió que las noches en el campo son tétricas. Solamente Luciano quedaría allí escuchando el motor del auto alejarse.

Durante mi trayecto pensé en la gacela, el cuervo y el aligator mientras el sonido del viento traía desde la lejanía las notas emitidas por aquella flauta y pensé:

“ahora, harán el amor”.

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Texto agregado el 19-06-2007, y leído por 833 visitantes. (0 votos)


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