(...) 3 de la tarde dentro de un despacho jurídico...
- Bueno. Le voy a contar, tal vez usted me entienda. Por ejemplo llegaba yo un día lunes, abría el boliche a las 9 de la mañana y empezaba a limpiar el mesón que este viejo siempre dejaba manchado con sus manos llenas de grasa. El aparecía a la hora que quería y desde el momento que entraba, empezaba a mascullar sus rabias conmigo y me mandaba derechito a bodega donde más de una vez me lesioné la espalda. Prefería un millón de veces estar ahí encerrado trabajando igualito a una mula que soportarle la cara a esa bestia peluda y hedionda. Era un obrero explotado, licenciado, para él humillarme era satisfacción pura que elevaba su grandeza y su despotismo desquiziado.
Jajaja! Recuerdo con especial risa una vez que quedó atorado en una pequeña compuerta donde se guardaban los cigarros. Y al ver yo que su cabeza quedaba en un lugar donde no podía mirarme, prendí un cigarro para fumarlo sentado en su puesto, en completo silencio, esperando que me vinieran unas inexsistentes ganas por ayudarlo. Es que era un maricón! Creame abogado cuando le digo que gozaba verme sudando y asqueado, limpiando el baño donde los ebrios del bar hacían quizás que cosa. Aparecía el entonces detrás y dejaba caer alguna pudrición para que "justifiquís todo lo que te doy, muerto de hambre" como que le debiera mi sudor al obeso. A veces, unos compadres que lo visitaban, reían largo rato mientras yo atendía porque el viejo Marcelo, rascándose siempre las bolas, les contaba una sarta de estupideces que yo decía o hacía. Todas falsas, por cierto.
- ¿La relación patrón-trabajador fue siempre igual?
- No siempre. Todo cambió cuando contrató a Yolanda. Ay! Yolanda. Si yo pienso es la mujer más fuerte y hermosa que yo he conocido. La amo sabe? (...) Una vez le hice el amor en la cocina y después fuimos a...
- ¿¡Pero de qué esta hablando!? Prosiga Señor Solís, enfrenta condena por homicidio y necesito antecedentes para defenderlo.
- Disculpe usted. Digo que todo cambió cuando llegó Yolanda porque dejó de importarme la presencia del cerdo. Me bastaba su mirada para sentir que trabajaba en el mejor sitio, junto a la mejor mujer. Que feliz fui.
- Hablemos del día en que lo mató.
- Llegué yo al local y me extrañó que mi preciada Yolanda no aparecía puntual como siempre. Como yo no le hablaba a mi jefe (a menos que fuese realmente necesario) no le pregunté hasta pasadas unas 3 horas por ella. Cuando el muy conchedesumadre me dijo lo que le había hecho, supe que iba a matarlo. Me volví puro odio y me atreví a terminar con su vida, sinónimo de estorbo. ¿Sabe usted que el odio deriva en venganza?
- No hay arrepentimiento entiendo...
- Y entiende muy bien. "Tengo encerrada a esa perra ladrona" me dijo el muy hijo de puta. Ella nunca tomaría nada ajeno y su fragilidad no merecía que la encerrara en la pieza del frío ¿En qué pensaba ese animal?
- La víctima hizo eso!? Veo que Don Morales también estaba mal de la cabeza.
- ¿Víctima? Cabronadas legales. Y por favor, sáquele el Don que me da nauseas. Así no más fue y ella puede corroborarlo. Como le contaba, bajé la cortina del bar y mientras el gritaba preguntando qué que mierda hacía saqué un cuchillo y lo apuñalé 3 veces, o 5. Actué bajo legítima venganza sabe? Ven-gan-za.
- Usted está demente. Realmente no podré defenderlo. Usted actuó bajo completo discernimiento. Vaya pensando que le dirá al juez.
(...) Lo deja solo y pensando. Cuando vuelve el abogado Martín Solís le confiesa que no siente ni una pizca de miedo y en voz alta practica su frase:
- Su Señoría, yo maté a mi patrón y de corazón espero que se esté quemando allá en el infierno. |