Ni tu pelo ni tus besos te dejaron lo poco que tenías de hombre. Tampoco tus ojos. Todo se trata de tacto, no de palabras sin sentido. No de lo mucho que lo hayas hecho o con cuántas, sino de la importancia, de la pasión que tenés cuando metés a alguien en la cama.
Nada te salvó a vos de perder esa poquita cantidad de eso que no sé qué es, que te hacía tan hombre, tan vos.

"Noche de mi perdición"
"Mañana de mi perdición"... como escuché una vez.

Ni esta mariposa deambulante en mi cabeza que se posa por ahí en un rincón para hacerme creer por momentos que estoy bien. Pero yo sé que no lo estoy porque asímismo, te llevaste la poca niña que aún me quedaba adentro. Y me dejaste ahí sola, a la deriva y a los ojos de un astro que además de ser voyerista y morboso, estaba conspirado.
Nada nos salvó a los dos de perder eso que nos dijimos antes. Eso que a mí me hizo creer que vos tenías mucho de algo que ahora veo, desconoces y eso que a vos te hizo creer no sé qué o cuántas cosas que te llevaron a meterme en el asiento trasero de un carro, semidesnudarme, lastimarme y dejarme así.

Nada me salvó de eso que sos vos. Ni las estrellas, ni las luces, ni la noche.
Anoche... nada me salvó (de vos) anoche.