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Un Cuento de Brujas y Nahuales

I
En San José el Alto, ubicado justo en la falda de la montaña Del Ahorcado, a una distancia de 13 Km. Del Vado de Piahuatlán del Río, aconteció en una época no muy remota, bueno en realidad hace unos cuantos años, un extraño e incierto acontecimiento, que causó gran impacto a la comunidad de esta agreste e inhóspita región y según narran los más ancianos del pueblo, las noches eran frías y largas, brillantes, más allá del resplandor etéreo del plenilunio, eran noches en verdad sin penumbras, con gran luminosidad, que brotaba de aquí y de allá, o como decían en aquel entonces: De Todos lados, de cualquier lugar... Sin embargo, no había calor solo luz y más luz y la diferencia entre el día y la noche era evidente por la aparición del disco solar, por las noches el resplandor, salía directamente de los pequeños corpúsculos suspendidos, como si no hubiera gravedad, eran puntos chispeantes en alocada danza infernal, eran diminutas luciérnagas, que al amontonarse en determinados sitios, creaban haces lumínicos y gélidos, es más, no solamente no proporcionaban calor, sino que en su incesante movimiento se alargaban creando caudas, brotando al final de las mismas escarchas azuladas, que quedaban quietas por un momento y derramaban su vital líquido al contacto con el aire y desaparecían en cascadas de lucecitas ondulantes, zigzagueantes, que posaban sus chispas sobre la tierra, simulando Un pulsante firmamento de Galaxias, de Cúmulos de estrellas como en un mapa celestial. Con el transcurrir del tiempo la gente se acostumbró a este espectáculo, después de todo a nadie le sucedió nada por acercarse a tocarlas, y sentir como traspasaban los cuerpos, como se tornaba azulado el vientre o un brazo, el propio cráneo se iluminaba como una lámpara incandescente y en un instante, se agolpaban en una oreja o en la nariz y salían en un flujo de luz impulsado a gran velocidad.
Y cuando los viejos del pueblo lo cuentan, todos, pero especialmente los niños, lamentan haberse perdido esa maravilla.
Pero, ¿Cuándo empezó todo?, ¿Cómo Terminó?...
Pues según cuentan, que una oscura noche de Octubre, justo a finales de mes, los habitantes de San José el Alto, iniciaban su anual procesión al Santuario de los Caídos, en las afueras del pueblo y en su trayecto, cerca del casco de la vieja Hacienda, surgió un pequeño torbellino de matices pardo-azulados, y que así como apareció, se dispersó, arrojando centellas alrededor y exactamente de donde surgió, aparecieron tres figuras, que difícilmente, se podrían catalogar de humanas, una de ellas, era un gigante, pero encorvado y cabezón, es más su gran corpulencia no bastaba, para soportar la descomunal testa, rapada y con puntiagudas orejas, se aproximaba y observaba con curiosidad el paso de los aldeanos, quienes supersticiosamente prefirieron continuar su camino, antes de ceder a la creciente curiosidad, de tal aparición, fuesen hombres o demonios, no era pertinente acercarse a averiguar, como alguien tímidamente sugirió. Otra de las figuras por el contrario, era una esbelta mujer, demasiado delgada, la cual parecía flotar, sus pies no se posaban sobre el suelo, de hecho, una ligera emanación vaporosa, era la que tocaba la tierra, en una escurridiza y difusa línea, se erguía y agachaba con cándidos movimientos, tenía un porte sumamente atractivo, su breve cintura, hacía que destacaran sus sinuosas caderas y sus turgentes senos en un contraste de formas curvas y ondulantes, sus piernas y brazos eran largos, demasiado largos y se perdían en la bruma circundante, sus movimientos suaves, le conferían gracia y estilo, pero algo había de no humano en ella, Algo... Finalmente la tercera figura, se ubicaba atrás de ellos, en posición agazapada, en su silueta se apreciaba su hirsuta cabellera, su piel brillaba extrañamente como si tuviera sobrepuesta una armadura, no... Eran mas bien escamas adheridas a su piel que emitían resplandores, luces que corrían a través de su cuerpo de un extremo al otro, formando misteriosas figuras, siluetas y sombras. Se desplazaba en cuclillas, sus largas y abultadas piernas retorcidas, semejaban las de un batracio, se estiraba una y luego la otra al dar cada paso, alternándolas en cuidada sincronía, sus miembros anteriores se apoyaban en la tierra, con las palmas de las manos extendidas, arañando la tierra a cada impulso, sus largas uñas le ocasionaban grandes trastornos, ya que de tan largas Se curveaban hacia el interior de sus manos, además como digno colofón, una larga, gruesa y ondeante cola, le seguía impúdicamente. ---Ciertamente son criaturas demoniacas--- Dijo Jacinto el Herrero, ---Apresuremos el paso, El Santuario nos protegerá---, Afirmó Fray Prudencio, el viejo Abad del pueblo.
El Grupo se compactó, los hombres, machete en mano en la retaguardia, los niños y mujeres al centro, los ancianos al frente.



II

---Mefistófeles Melquiades a sus ordenes--- Dijo el misterioso Viajero, alargando su huesuda mano al arcano misionero, Furibundo González, quien correspondiendo al cordial saludo indicó: ---¿En qué puedo servirle Señor?---, ---En nada en realidad--- afirmó el fuereño, ---Sólo paso y husmeo por aquí y por allá, solo echo ojo avizor al entorno, sí... Solamente eso, Esta respuesta desconcertó profundamente a Furibundo, pero no quiso indagar más.
Y sin más se alejo a grandes pasos y a Furibundo le pareció que sus enormes pies no tocaban el piso, y ahora pudo observarlo con más detenimiento, tenia una enorme espalda, en verdad le parecía que no había visto a alguien así, sus piernas eran demasiado curvadas hacia fuera, como si fuera un jinete mongol, demasiado chuecas, pensó para si mismo, no obstante era bastante alto y muy fornido, su negra cabellera, abultada en la parte superior del cráneo, simulaba dos chipotes al frente, o algo similar, además ahora recordaba la intensidad de sus ojos de color casi amarillo y su profunda mirada. Que extraño, todo esto le estremecía, sin saber en realidad por que y al recordar su voz gutural y ronca, no pudo ocultar Un leve Escalofrío, en fin ya se había alejado el individuo, y decidió continuar con su rutinaria labor.
La Sra. Fámula Irigoyen, escucho unos pesados golpes en la puerta, y molesta por la violenta intromisión en su hogar, grito con destemplada y chillona voz: ---¿Quién toca así?, Van a tirar la puerta---, abrió con evidente disgusto la puerta de su vivienda y solamente, encontró en el piso un pequeño amuleto y un olor nauseabundo, en la hierba pisoteada había huellas de un extraño polvo amarillento de donde emanaba la pestilencia, ¡Qué Hedor!.
En el pequeño pueblo, siguieron sucediendo, toda serie de extraños acontecimientos, todas las tardes al ponerse el sol en las colinas de la Anunciación se presenciaba un espectáculo de luces ocres y esmeralda, que giraban en torno al viejo cementerio, El presbítero, ya había ido una y otra vez a rociar de agua bendita y a hacer toda una serie de sortilegios y exorcismos, pero todo siguió igual, hasta convertirse en algo habitual, tanto que los pobladores ya no le hacían mucho caso al fenómeno.
Cuando aparecieron unas gallinas degolladas, y sin una gota de sangre, nuevamente el pueblo se inquietó, sobre todo por que esto ya atentaba contra sus limitados recursos, y la mayoría de los habitantes, se hicieron de varios perros, para evitar que los coyotes continuaran rondando sus casas, (pensaron), y en efecto no sucedió otra vez, no obstante, algunos animales del campo, como pequeños roedores y algunas aves silvestres primero y después algunos pecaríes y venados de la región, corrieron la misma suerte.
Lo que finalmente vino a despertar de su letargo e inercia a los lugareños, fue lo que les sucedió a Anastasio Casimiro y a su Hijo Benedicto. En las cercanías de la poza de los milagros, resulta, que viajaban al pueblo de San Pedro de las Tachuelas, al tianguis semanal, a vender algunas legumbres, cuando en el vado del Río escondido, avistaron desde el cerro del cual bajaban, una figura agazapada, sobre un viejo Toro tendido y exánime, al cual le sorbía con evidente satisfacción su vital líquido, a medida que se aproximaban el espectáculo era más grotesco, ya que el extraño individuo parecía no percatarse de su cercanía, el ruido que hacia al sorber a su víctima era en verdad escalofriante, y una hediondez surcaba por el aire, tanto, que Anastasio y Su hijo, se empezaron a arquear, con la intención de devolver todo su alimento, en ese instante preciso, la pesada y gigantesca figura, se incorporó, dejando momentáneamente Su asquerosa actividad y volteándolos a ver lanzo un magnifico gemido como del más allá, o al menos así lo relataron posteriormente los aldeanos, y con sus patas dobladas, dio un inusitado brinco, que lo colocó a solo unos metros de ellos, sus enrojecidos ojos los miraban con hondo desprecio, y los enormes y afilados cuernos zumbaban como todo un enjambre de gigantescas moscas verdes, rojas y peludas. Dando un nuevo alarido, se desvaneció en loca carrera hacia el peñasco de los lamentos, donde otra enorme bestia lo aguardaba, era una especie de Licántropo de enormes corvas, con un aspecto desafiante, sus enormes patas delanteras, contrastaban con las traseras cortas y combas, su hirsuto pelaje se destacaba, y sus enormes colmillos amarillentos y sanguinolentos se proyectaron claramente, cuando emitió un hondo y Aterrador rugido, como surgido del averno, en verdad, eran seres del mismísimo infierno, Anastasio y Benedicto, estaban paralizados y no acertaban a creer lo que veían, finalmente reaccionaron y se montaron en su huesudo cuaco y trataron de alejarse del lugar, caminaron tan rápido como les fue posible hacia la cañada de la Aurora, a poca distancia del lugar, ahí estaba la pequeña ermita Del Sacro Secreto, quizá si llegaran a tiempo tendrían una oportunidad, todo fue en vano, el enorme lobo utilizado como cabalgadura, por el siniestro jinete, dio un enorme salto, que los colocó, justo enfrente del camino de la ermita.


La Distancia entre la Cañada de la Aurora y la Ranchería del Ojo de Agua, era relativamente corta y el Alarido Ronco y prolongado, que escucharon Severiano Ramírez y Parménides Esculapio, fue suficiente para helarles la sangre, pero fue más su curiosidad y prestos se treparon en sus jacas y se dirigieron machete en mano al lugar de donde provenía semejante gemido demoniaco, y justo en el borde norte de la cañada, fueron sorprendidos por el canto melodioso de una doncella, la más bella, que hubieran contemplado alguna vez, su semidesnudo cuerpo los dejo embelesados, tanto, que olvidaron su cometido, la atmósfera era de una sinuosa paz, era de encanto y a la vez de algo siniestro, casi imperceptible, que los transportaba a un mundo irreal, pletórico, hedonista, El ambiente sensual, los envolvió, no querían saber nada más, ni nada menos. Sus manos blancas y alargadas, los invitaban al placer, su voluptuosidad, los envolvía, ¿Cuánto tiempo transcurrió? No lo sabían, ni querían saberlo, se dejaron arrastrar a sus más intensos instintos.

III

La esplendorosa mañana, parecía arrancar emociones de vida en todo el pueblo, la preocupación de la familia de los desaparecidos, parecía dispersarse ante el desquite emocional de la naturaleza, cuando los chiquillos vieron aproximarse a Anastasio y su Hijo, seguidos de los dos rancheros, la alegría de saberlos ilesos, fue enorme entre todos los habitantes, corrieron a su encuentro, los abrazaron y después, del impacto inicial, relataron cada uno de ellos lo sucedido, unos en la parte norte de la cañada, con los grotescos seres, que simple y sencillamente desaparecieron, después del terrible encuentro, y padre e hijo sufrieron una especie de letargo, hasta que el amanecer los sorprendió tumbados en la hierba, los otros en la parte sur de la cañada, un poco mas turbados, confesaron sus debilidades.
Esa misma tarde llegaron por fin los Emisarios del alto gobierno, alarmados ante todos los extraños sucesos acontecidos en el remoto pueblo de San José, iban los hombres de ciencia, los Soldados, los médicos y Psicólogos, y después de conocer todos los acontecimientos, narrados por los lugareños, llevaron a cabo sus investigaciones, y emitieron su veredicto final.
“Reporte e Informe de los supuestos Hechos acaecidos en El Pueblo de San José El Alto, en la provincia de los Morales, Municipio de Mier”:
“La conclusión a que hemos llegado, nos lleva a dar el siguiente Dictamen:
Alucinación Colectiva, Propiciada por elementos enervantes, que se han encontrado en gran parte de la alimentación del poblado. Se han hallado en las cercanías de la comunidad unas pequeñas hierbas carnosas como tubérculos, con formas caprichosas, algunas semejan figuras semi-humanas con piernas sumamente curvadas y enormes protuberancias en la parte superior como si fueran cuernos torcidos, otras, parecen frágiles doncellas con formas insinuantes, estas hierbas, contienen altas dosis de Alucinógenos tópicos, propios de algunas plantas tropicales. Esta hierba es llamada por los pobladores atinadamente como “nahualtza” o la que provoca sueños infernales y eróticos.
Lo que nunca se explicaron los investigadores, fueron las altas concentraciones de Azufre, que se encontraron en varias regiones circundantes al poblado y también los sorprendió la forma en que algunos cadáveres de animales, quedaban prácticamente secos, sin rastro de sangre en sus cuerpos. “Eso será motivo de una investigación mas profunda dijeron y se archivó el expediente.

Texto agregado el 29-08-2007, y leído por 662 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-10-2007 Bueno ... un buen relato, en el se mezcla lo sobrenatural con lo fantástico, en contraposición con la voz autorizada de la ciencia. Todo eso conforma una realidad cotidiana, que nuestra América ha plasmado literariamente en el realismo mágico. Felicitaciones, 5* sara_eliana
 
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