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PERDIDO EN LA PLAZA VIEJA





“Každý to dobře ví
že i ten nejmenší
dáreček z lásky je nejmilejši:
přijde - li k ztracení,
nikdy potom není
stříbrem ani zlatem k nahraržení”

“Dárek z Lásky”
František Česlakovský, 1839.



Parada en medio de la Plaza Vieja, irreconciliable con la imagen lejana de una mujer fuerte, avasalladora, cáustica hasta la saciedad y en un país extraño, su mirada se sumergía en la penumbra pidiendo compasión. Tremenda constatación, pero no vienen al caso más explicaciones inútiles. La Iglesia de Tym, con sus torres iluminadas, emulan antorchas nocturnas que a ratos distraen a los turistas y en esas vetustas torres puedo ver la acumulación de sueños de princesa devorados por el tiempo, quizás tus sueños, querida, quizás tus sueños...

Tengo unos segundos para escapar, aquilatar, valorizar, no sé. Pausa urgente y continuar. Cuantas veces he caminado por estos adoquines centenarios, amparado en los farolitos metálicos, balbuceando un checo afortunado junto a una rubicunda estudiante que atenta escuchó nuestra historia de amor. Y pensé en ti, en el amor suspendido en la espera. Y no hubo aviso, llegaste de súbito tocando tímidamente la puerta de mi cuarto, como si hubiese sido ayer que nos dejamos. Jadeantes gemidos rompieron la lejanía. Te volví a prometer todo y envalentonado asumí el riesgo. Vagamos por Praga, por la estrechez de sus calles. En la taberna de Staroměske bebimos parloteando agazapados en el recuerdo del hogar lejano. Y abrazados en el puente de piedra nos prometimos bajo la Luna refulgente. Y al final se fregó todo, se apagó. Mil argumentos, palabras al viento, que se yo. Desde la Torre del Reloj, el Sol ya no era el mismo, tenue y otoñal, tus besos se enfriaron. El Castillo de Praga cayó en un juego brumoso y tus ojos angustiados parieron el fin. No va más, lo sabes, te revelas, pero es inevitable.

El tranvía arrastra pesadamente los carros y el rojo eléctrico te hipnotiza a lo lejos. Rutinario enfila a la residencia, lo sigo a la distancia y quiero subir.

En pocas horas tu tren cruzará la frontera. En la estación un beso frío, un buen adiós y sin rencores mutuos, se diluye todo. Desde la ventana del vagón tus ojos susurran algo, te delatan, pero es tarde.

Vuelvo a la Plaza Vieja a tratar de rescatar fragmentos del naufragio gélido que duele. Tal vez entre los adoquines se te ha quedado algo.

Finjo desinterés de praguense en los turistas, discretamente te busco y con eso no puedo, aunque pase miles de veces por esta plaza.


REGISTRO DE PROPIEDAD INTELECTUAL
INSCRIPCIÓN N° 159.210
SANTIAGO - CHILE.


Texto agregado el 13-10-2007, y leído por 192 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
24-04-2011 5* LACANIANO
25-10-2007 Una historia minimalista, frágil y emotiva... La plaza vieja de Praga (vieja, querida, añorada...) huele a nostalgia y es el escenario perfecto para narrar el (des)encuentro entre dos almas perdidas, atravesadas por el dolor que, a fin de cuentas, es universal. Me gustó mucho la frase "Finjo desinterés de praguense en los turistas...". ***** riverdelpuerto
13-10-2007 Un adiós y un tranvía rojo, los adoquines de la plaza vieja, en Praga, la soledad. Me gustó la historia (cinco estrellas) bonjour_tristezze
13-10-2007 Diversos planos narrativos conforman un texto ágil, expresivo y nostálgico. Te felicito. peco
 
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