Las Tardes de Juancito

Juancito , apenas tenía siete años, era muy obediente y bueno.
Como todas las tardes, se sentaba en el umbral de la puerta de su casa, para ver a los chicos jugar a la pelota.
Como Juancito no tenia ni mamá ni papá, su tía solterona y vieja, a veces se daba una vuelta.
No muy seguido, claro. Pero esta le había dicho, que si lo llegaba a ver jugando le iba a pegar y lo metería de cabeza adentro de la casa.
¡Por que los chicos no tienen que ensuciarse ! le dijo con voz muy grave. Una y otra vez esas palabras retumbaban en la cabeza del pobre Juancito, que obedecía sin decir una palabra. Prefería ver jugar antes de pasar un papelón.
Una noche, su hermano mayor lo oyó hablar dormido.
A la mañana siguiente, muy temprano, salió como rayo para la casa de la tía.
Luego de una acalorada discusión, se fue pegando un portazo.
Estaba muy enojado. Llegó a su casa, despertó a Juancito y tomándolo entre
sus brazos le dijo :
- Desde hoy tenes permiso a jugar a la pelota con los chicos y no importa si te ensucias. Es uno de los derechos del niño el jugar y divertirse .
Juancito saltaba de alegría y sonriendo le dijo :
-¡Te quiero mucho !