Del corazón de Apolo salió mi alma,
de la gestación de Gaia,
dulce vientre que me guarda,
salió mi cuerpo,
y es esto en lo que hoy me he convertido,
orgullosamente soy su hijo,
el fruto que nació entre la luz y la pureza,
entre el amor y la entrega,
entre la verdad y la nobleza,
entre la rudeza y la delicadeza.

Son sus manos las que me toman,
son sus frutos los que me alimentan,
ese fresco viento el que me eleva
cada vez más me lleva a los brazos de mi padre.
Y los brazos de mi padre me arropan,
me consienten con la calidez de su aroma,
el dulce calor que me mantiene
vivo entre las sombras.
Orgullosamente soy su hijo,
padres que con nombre de dioses
o con simples nombres mortales,
los reconozco porque
son los que me criaron,
los que me han dado la vida,
los que me quieren y están conmigo.

Entre Apolo y Gaia he nacido
como ente sin destino,
aparentemente en el olvido,
pero siempre vivo,
en la mente de aquellos con los que vivo,
reyes todos y dueños de lo mismo,
uno solo y solo uno,
en distintos cuerpos,
bebiendo del mismo y comiendo juntos
de la misma agua y del mismo trigo.

Entre Apolo y Gaia he nacido,
como eterna esencia,
como intangible ser,
como luz en las tinieblas,
como el hijo del Sol,
como el hijo de la Tierra,
como ser humano que existo,
el hombre que desde entonces soy.