¿Acaso no te das cuenta cómo te miraron, pedazo de puta? Hay instantes precisos donde además de hablar de más –porque nunca pudiste callar cuando era necesario-, te mandás la parte de algo que te corresponde e indiferentemente resulta patético e inútil, ser la más zorra de zona sur. Y el otro necio mirándote con odio y pensando –cansado ya- como es que sigue con vos después de la vergüenza que le hacés pasar. Porque lo hacés quedar como un boludo, no te das cuenta, pero lo hacés una y otra vez. El más boludo; sí, lo hacés, y encima te reís de vos misma ilusionada que nadie se ríe de vos… y, es cierto, no se ríen, te tienen lástima. Lástima por vos; vergüenza ajena, compasión, por él. Y sí, de vez en cuando también se ríen de vos. Que tristeza, cuanta lástima. Cuanto desgaste. Flor de puta.


Te levantás temprano. Con un movimiento desleído como pasado por agua, tal como la lluvia que embiste impetuosamente del otro lado de la ventana; rozás su cuerpo dormido y procurás no despertarlo. Con sorpresa notás que te mira y se (te) pregunta con esa voz ronca de recién amanecido “¿Qué hacés?”. “Voy a tomar un baño”, titubeas aceleradamente. “Despertame antes de salir”. “Claro, descansa”. Y lentamente deslizás tus piernas por sobre las de él y te lanzás con suavidad más firmeza hacia el suelo frío con temor de apoyar todo tu peso sobre su cintura ligeramente corvada en un sueño ya casi profundo.
Te aproximás con semientereza a la puerta de la habitación (en el camino recorrido tuviste oportunidad de recoger las ropas que cubrirán ulteriormente tu cuerpo casi desnudo), escuchás los truenos y le preguntás a tu mente desvelada “Va a llover. ¿Bajo las zapatillas ahora?”; tarde, tu mano ya sostuvo el picaporte desde el exterior de la pieza. Cerrás la puerta.
Abrís la canilla. El agua caliente golpea sobre tu cuerpo y tu cabeza, próxima a discutir hasta con las gotas que se quiebran y mueren sobre ella, recuerda las frases gastadas que usaste la noche anterior para que vuelva una vez más a tu lado. “No debo estar tan mal, me sirvió, ¿no? Él está en mi cama”. Se te ocurre especular que sería de este amanecer si los clichés propios no hubieran surtido efecto; si ahora estuvieras bañándote sabiendo que nadie espera en tu cama que lo levantes antes de salir a la calle mojada. Cerrás la canilla. La toalla fría envuelve tu cuerpo afiebrado e ideas suicidas surcan los desfiladeros de tu mente peligrosamente afilada. Que los cortes, que las pastillas relajantes, que los antidepresivos, las tijeras, las hojas de afeitar, cuerpo, brazo, muñeca, corazón.


“Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.” – Julio Cortázar.


”Enfrentar un error y no
saber que hacer,
justificar y no cambiar
es la forma más simple
de no llenar, y olvidar.”
El Espejo – Massacre



Experimentando - Con mi cara, con mis textos –