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Inicio / Cuenteros Locales / mooneii / Confesiones del barandal blanco de un balcón

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De noche ponía las manos sobre el barandal, me apoyaba sobre él mientras balanceaba los pies y dedicaba toda la noche a contemplarla, la miraba hasta que no podía mirarla más; no por que me cansara de verla, sino por que se la robaban al cielo todas las noches.

Se rumora que dios perdió la luna en una apuesta y desde entonces él se la lleva de paseo por el día, se dice que trata de tragársela para que lo deje dormir, que se la lleva a alguien distinto cada noche como si fuera un ramo de flores, que quiere a la luna para el mismo y en realidad nos las presta para que la veamos un rato; sin importar el porque así es como terminaban mis noches, justo cuando de mirar la luna me terminaba sonriendo, justo en ese instante previo a una epifanía es que decidía llevársela y no me quedaba otra que quedarme de brazos cruzados mientras lo veía atravesar el cielo como una serpentina y tomar un rumbo al azar.

El barandal de mi balcón tenía marcado ya todos mis dedos, y estos encajaban perfectamente en el espacio que con el tiempo había construido sobre la madera; los barrotes parecían un arco iris por el rastro de la goma de los zapatos ,que al treparme, habían dejado su rastro; a veces los veía y me ponía a recordar todos los zapatos que una vez tuve. Algunas personas tiran hacia el cableado aquellos zapatos que usaron hasta no poder más, de tal manera que con solo subir la mirada terminan las suelas de los zapatos saludándoles y dándoles los buenos días (por que de noche nadie se preocupa por ver zapatos enredados por los cordones en un cableado), pero con las marcas dejadas en los barrotes siempre me pareció que esto seria redundante, tendría el recuerdo de los zapatos que ya no uso por todos lados, y eso ya no sería agradable sino directamente acoso.

Era una noche cualquiera, que ya solo de costumbre estaba en el balcón mirando hacia arriba cuando recién empezada la noche se llevo la luna. Ahora bien lo que hizo no era ya ninguna sorpresa, no hay quien no pueda recordar ver la misma figura alargada danzar en el cielo hasta la luna y llevársela como si la invitara a un vals en el cuál la luna no bailaba ni una sola pieza; pero esta noche era muy temprano, la tarde se había desvanecido hace poco y para cuando recién empezaba a preguntarme por que había interrumpido nuestro monologo de todas las noches el cretino me paso al lado; mi primer impulso fue agarrarlo pero era muy grande por lo que lo mis manos solo alcanzaron a agarrar su pelo. Recuerdo como se me quemaron las manos y lo solté de inmediato, no tenía nada que ver con de que estaba hecho su pelo, fue una sensación parecida a agarrar un hilo y pasarlo rápidamente contra la piel de alguien, por un momento olvide completamente de la posibilidad de que se moviera rápido, pero viéndolo siempre desde lejos había perdido completamente las perspectiva de su velocidad, y sobre todo de su tamaño. De ridícula terminé el resto del día con las manos vendadas y metidas en hielo mientras maldecía en voz baja sentada en una esquina, ese fue el primero de los dos únicos de mis intentos por agarrarlo.

En el segundo no lo tenía planeado, más bien fue un puro arranque, una necesidad, el manifiesto de un reclamo interminable, lo que en cualquier otra situación hubiera sido un insulto rebuscado y grosero pero sin ninguna de las satisfacciones y ventajas de un buen insulto gritado a capela.

Una noche sucedió de pura casualidad, era una noche como todas, mis manos acomodadas en la baranda, los pies contra los barrotes, miraba hacía arriba, ahí estaba la luna, y yo simplemente esperaba que la noche se acabara de la manera de siempre; veo la misma figura serpentear en el cielo pero veo que de nuevo va a pasar cerca mío, hace una curva, me pasa al lado, suelta la luna y antes de que pueda darme cuenta de que ah sucedido estoy yo con la luna en las manos y él ya se había ido.

La miro, no me mira, la miro, no me mira la miro una vez más y me pregunto por que espero que la luna me devuelva la mirada, la sostengo en mis manos y me sorprende que el peso no me clave al piso, no me pregunto porque ni como, pero lo agradezco infinitamente.

Sostengo la luna con un cariño inmenso y mi mente queda en blanco, lo único que existe es la luna en mis brazos y me cuesta creerlo; no es blanca como en el cielo pero su tonalidad de gris tiene su encanto, era pesada pero mis brazos la agarran como si fuera algo que siempre les perteneció.

La mire por todos los ángulos conocidos, e incluso invente otros para mirarla un poco mas, puse todos mis dedos en todas las partes de la luna hasta el punto de que mis dedos se sabían todos los rincones de la luna de memoria; la puse en el suelo y la mire fijamente, no fijándome en ningún detalle sino en ella en si.

Definitivamente, me dije a mi misma, la luna indudablemente es una piedra y pensando esto ultimo me sentí decepcionada; había estado buscando algo de la luna que la luna no tenía y no lograba entender ni por que esperaba que la luna fuera algo más ni por que no me lo podía dar.

Puse la luna al frente mío y me senté con la piernas cruzadas al frente suyo: de todos modos la luna estaba ahí y algo tenía que hacer con ella. Empecé a tener una conversación con la luna, decidí que no podía ser nada muy profundo y la invite a tomar el té; así podía fingir que era una muñeca grande y que yo tenía cinco años de nuevo.

A la luna le gustaba el té de manzanilla, con poca azúcar (no más de una cucharada), prefería los jazmines a las rosas y le gustaba el color de mis zapatos. La luna era muy educada, era atenta y nunca me interrumpía cuando le hablaba, le gusta el pudín y los escritores contemporáneos y no sabe nada de arte, pensé en los gustos de la luna y decidí que todos los poetas estaban equivocados; la luna no era una hermosa dama vestida de blanco, no iluminaba la noche; ella había terminado ahí, agarrada del cielo por que no tenía otra, la luna era fuerte aunque sofisticada, tampoco era (ni será) su fin “iluminarle el camino a aquellos desamparados en la noche” si por la luna fuera ellos podrían perderse y nadie vería a la luna llorar. Admire la imaginación de los poetas y escritores pero a la vez condene su falta de consideración.

La luna se convirtió en ese amigo que uno nunca tuvo, en un hermano ejemplar, era una fiel compañera, y si sus capacidades físicas se lo permitieran sería una tremenda amante, los esposos desearían que sus esposas fueran como la luna y las esposas tratarían inútilmente de ser como ella, era ese hombro cuando estas triste, la persona que siempre se acuerda donde dejaste los zapatos y que te da la ultima galleta del paquete.

Y de repente se dio cuenta, era obvio y siempre estuvo ahí, miró fijamente a la luna -la cuál reposaba al frente suyo con un moño grande, verde y una tasa de té normal (el de manzanilla se había agotado)- la luna era perfecta y ella, que tenía a la luna al frente, se había enamorado de ella.

Fue el instante preciso de mi epifanía en donde me arrancaron a la fuerza la luna; no lo vi venir, y francamente me había olvidado por completo pero estaba convencido de que la luna le pertenecía y fue a buscarla.

Entro casi de improviso por la ventana del balcón y la agarro como si nada, yo justo iba a decirle a la luna que la amaba cuando vi su cabeza al lado de la mía; pero eso duró poco: se volteo, tu cuerpo se retorció y rápidamente se fue.

Aquí esta mi segundo intento, corrí hacia él desesperada, armada con mis manos y uñas mas todo fue inútil, ni los pelos le pude agarrar esta vez; me arrebato el amor de mi vida en un pestañeo y simplemente no sabía que hacer. Pensé en llorar desconsolada, en tirarme por el balcón, en armar un escándalo y maldecir al viento; pero llorar no iba a solucionar nada, mucho menos armar un escándalo, el viento no tenía la culpa de lo que había sucedido y tirandose por mi balcón uno no se rompía ni las uñas.

Entonces de noche le grito a la luna que la amo hasta que me mandan a callar, entonces se lo digo despacito, pues siempre tendré la esperanza de que la luna me llegue a escuchar.

Pondré mis manos en la baranda hasta que queden mis manos marcadas, me apoyare contra los barrotes hasta que de ellos no quede nada pero seguiré todas las noches mirando al cielo y esperando a que algún día me devuelva la luna.

Texto agregado el 07-12-2007, y leído por 82 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
07-12-2007 Tus lineas atraviesan con una facilidad al lector, creo que es debido a cierta simpleza en tu forma de expresarte. Aunque entiendase esa simpleza como ausencia de ideas innecesarias, lo que deja casi la sensación misma o bien el pensamiento justo, y aunque simple (como reitero con eso) no impide una profundidad abismal. Bastante bueno eh. estv
 
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