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Inicio / Cuenteros Locales / keilin / El Secuestrador capitulo XI

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Martín logró tirar al “Secuestrador” sobre sus espaldasen el momento en que Nicolás se unió a la pelea. Estábamos a menos de diez metros del demonio cuando en eso estiro su brazo y cerro su puño, nosotros nos quedamos inmóviles pensando que ese era su rito de muerte, pero nos sorprendimos más cuando vimos que lo iba abriendo poco a poco y se iba juntando una extraña energía, parecía una bola que iba creciendo y creciendo cada vez mas y mas, era una energía de color roja como la sangre, cuando su mano quedo totalmente abierta, solo hizo un movimiento con el cuál nos arrojo esa bola de energía como una roca, nosotros retrocedimos de un salto, la bola llego hasta donde estábamos antes de saltar, la bola rebotó , se extendió sobre la roca del suelo y desapareció, nosotros caímos al suelo sin mayor problema.

- ¿Ves, Zathmat? – lo señalé – Tu magia corrupta ya no sirve contra nosotros, mira a donde has llegado apenas – señalé el piso conde desapareció la energía -.
- Pobre tonto – respondió -.

De su brazo estirado y de su mano abierta, sus garras brillaron escarlata y con un rápido movimiento, cerró la mano. Comenzamos a sentir que la tierra se movía, las rocas a nuestros pies se resquebrajaban y perdimos el equilibrio. Todo fue tan rápido, se escucho una fuerte explosión que nos lanzó por los aires junto con millones de rocas hacia el techo de la cueva. Solo se escucharon nuestros gritos sofocados por la tremenda explosión.

Cuando el eco de la explosión dejo de sacudir el aire de la cueva, “El Secuestrador” vio con satisfacción como caían cientos de rocas de todos los tamaños y formas al lugar original de la explosión, formando así un montículo enorme y un cono en el techo de la cueva. “El Secuestrador” se puso de pie pesadamente y con mucho esfuerzo, como si hubiera necesitado de mucha energía para hacer esa explosión, pero eso no le impedía reír mientras veía su maligna obra.

Sus ojos brillaron por un instante. Volteó a ver a las chicas quienes se encontraban abrazadas entre si y mirando al demonio, asustadas, sin poder articular palabra alguna en su mente o en su boca…

“El Secuestrador” les mostró sus dientes y sacó su lengua, emitiendo un siseo espantoso que se les metía hasta el cerebro, parpadeó y comenzó a caminar hacia ellas, poderoso y sumiendo el suelo tras sus pisadas. Su brazo izquierdo, inutilizado por Nicolás, colgaba de él, como si no tuviera vida. Se fue acercando cada vez mas hacia la burbuja que las protegía…

- Vaya, vaya – se escuchó una voz – aún no se termina la fiesta y el anfitrión ya se quiere ir - “El Secuestrador” volteó con asombro y rapidez a su espalda – y ni siquiera ha dicho el brindis -.
- Y a mi me urge ir al baño – dijo Martín muy serio -.
- Sí – dijo Nicolás amenazando con el dedo – Aun no sabemos donde esta el baño -.
- dejen de decir tonterías – los miré – Vamos -.

Saltamos dando vueltas hacia el frente, nos pusimos frente a “El Secuestrador” y lo señalé. Salté cobre él, pero me golpeó y volé estrellándome en la pared, detrás de las chicas, Martín tomó vuelo y derribó al monstruo llevándolo como 10 metros más allá de don de estábamos, “El Secuestrador” tomó a Martín y lo aventó contra Nicolás, quién no tuvo mas remedio que esquivarlo y dejarlo pasar par que la pared lo detuviera.

“El Secuestrador” se puso de pié y alzó su dedo, apuntando al techo de la cueva, brillaron sus ojos y lanzó un grito que parecía como de elefante y león juntos, inmediatamente, encima de la cabeza del demonio se formó una espiral de humo azul con centro en su dedo levantado, de las paredes de la cueva comenzaron a dibujarse figuras grotescas, demoníacas que poco a poco fueron cobrando relieve… aquella nube era “las almas” de aquellas monstruosas figuras que no dejaban de llenar las paredes, parecía que “El Secuestrador” gritaba: “Demonios vengan a mi”. Dejaron de crecer las figuras y el humo comenzó a meterse en ellas. Poco a poco se fue cayendo la piel de roca como cascarón y les brillaron los ojos, algunas tenían alas, otras, cuatro brazos o piernas, colmillos, en fin, era un zoológico de demonios.

Terminaron de crearse y se formaron frente a nosotros, “El Secuestrador” se puso de pie y se sentó en su silla, imponente. Nos mostró sus filosos dientes, estiró su brazo, apuntándonos con el, puso su palma hacia arriba y cerró el puño. Era la orden por que inmediatamente los subordinados demonios comenzaron a atacarnos sin cuartel.

Brincamos hacia atrás, Martín a mi izquierda comenzó a golpear demonios mandándolos a volar, los agarraba y les arrancaba los brazos, incluso las piernas o cuando se le daba la oportunidad, la cabeza, pero al hacer esto se iban duplicando mas y más, por lo que decidió solo golpearlos y aplastarlos contra la pared.

Nicolás, a mi derecha, saltaba tratando de impedir el paso a los demonios voladores para que no se acercaran a las chicas, les arrancaba las alas, pero igualmente se duplicaban, por lo que comenzó a romperlas. A los demonios que lo lograban pasar les aventaba enormes rocas u otros demonios.

Yo, en el centro, los cortaba con mis espadas, pero al notar que se duplicaban vi como estábamos ayudando a agrandar el ejército del mal, así que comencé a golpearlos con todas mis fuerzas.

De repente, la tierra comenzó a vibrar, saltamos hacia atrás y vimos como surgían demonios de piedra, cubiertos por largos y filosos picos rocosos. Cuando acabaron de salir se nos pusieron enfrente y comenzaron a avanzar hacia nosotros, tenían en su rostro una sonrisa que no controlaban. Alzaron sus brazos hacia donde estábamos y soltaron algunos de sus rocosos picos. Los esquivamos.

- Martín – dije esquivando rocas – encárgate de los rocazos -.
- ¿y cómo demonios lo hago si no me puedo ni parar? – me contestó -.
- Con tus escudos y haciendo gala de tu agilidad paquidérmica – respondí – Tú, Nicolás – le grité -.
- ¿Le ayudo? – contestó anticipando mi pregunta -.
- No – le dije – ve a la burbuja y protege a las chavas -.
- ¿Y tú que harás? – preguntó Martín -.
- ¡Voy al baño! – respondí - ¡cúbranme! -.

Se me quedaron viendo, desconcertaos y en ese momento un par de rocas los mandaron a volar, me reí y corrí al frente. Salté a los monstruos de piedra y golpeaba a los demonios en mi carrera abriéndome camino entre ellos. Llegue al “Secuestador” y comencé a atacarlo, respondía mis ataques golpeándome y defendiéndose, pero no podía llegar a golpearlo plenamente.

Martín comenzó un ataque pleno y a pesar de que algunas rocas lo golpeaban no retrocedía, hasta que llego a uno d los monstruos y lo destruyó como si fuera mazapán, pero aún quedaban varios más, así que siguió atacándolos, pero ya estando entre ellos, resultaba un poco más fácil ya que se lanzaban rocas entre ellos, Martín se cubría, se lanzaba, golpeaba a los monstruos, destruyéndolos, pero algunos se lograban formar de nuevo par atacarlo.

Nicolás se puso junto a la burbuja, evitando que los demonios se acercaran, pero algunos hacían agujeros en el domo y trataban de lanzar rayos o rocas al interior, pero eso era lo que les impedía Nicolás, saltaba, golpeaba a los demonios e iba de un ladfo a otro impidiendo que se introdujeran en la burbuja. Gisela fue herida en un brazo por una roca y rocío fue alazanzaza por un rayo en la rodilla, quemándola ligeramente. Nicolás arrojaba a los demonios lejos, pero no el suficiente tiempo para reparar la burbuja.

Yo seguía luchando contra el monstruo sin éxito alguno, saltaba evitando sus garras y blandiendo mis espadas sin alcanzar a herirlo. todos estábamos muy ocupados cada quien en su misión.

El “Secuestrador” en uno de sus veloces ataques me golpeó con un puño mandándome hasta la pared del frente, caí al suelo todo adolorido. Nicolás se desesperó de no poder estar en todos lados y lanzó un grito hacia arribaron las piernas y brazos abiertos, como liberando una energía oculta, su cuerpo brilló y del suelo brotaron ráfagas de luz naranja que expulsaron a los demonios hacia el techo, luego Nicolás hizo los brazos hacia el frente y los demonios viajaron por el aire encontrándose unos con otro sen su involuntario vuelo hasta estrellarse en la pared. Martín comenzó a descuidarse y algunos golpes lo comenzaron a maltratar, pero no solo eran unos cuantos, eran todos, Martín comenzó a pensar que ya todo estaba perdido y empezó a sentirse muy cansado, se concentró en el suelo, en eso su traje fue rodeado por una luz azulosa y los monstruos de piedra comenzaron a derretirse, en los que no eran de roca, se formo una cúpula de piedra sobre ellos y eso los fue acabando como algo que les extrajera a vida. Era tal la concentración de Martín que no se dio cuenta de nada, ni siquiera oía palabra o ruido alguno, peor cuando no sintió mas golpes, abrió los ojos y vio que no había nada mas que montones de orcas, se levantó y se puso junto a Nicolás, yo también me levante y me puse junto a los dos.

- Éste será tu fin, Zahtmat – le dije adolorido -.
- Despídete de este mundo, “peludo” – le dijo Martín -.
- Faltaba yo de hablar – dijo Nicolás – pero no tengo nada que decir – le dimos un golpe en el casco y Nicolás se alzó de hombros – pues no tenia nada que decir -.

Todos los demonios que había creado el “Secuestrador” se pusieron frente a él formando una barrera, soldados de infantería que nos impedía el paso hasta donde se encontraba.

Comenzaron a avanzar para atacarnos, cuando Nicolás solo abrió los brazos, los demonios retrocedieron, temiéndole. Nicolás comenzó a formar una corriente de energía que poco a poco fue haciéndose más y más fuerte hasta el punto en que arrojó a los demonios a estrellarse en la pared, Martín, por su lado, tensó sus músculos al máximo, de su pecho Salió fuego que derritió a los demonios convirtiéndolos en una masa asquerosa y gelatinosa que luego de caer al suelo se transformó en roca, parecidos a restos de lava volcánica ya fría y de color negruzco. El “Secuestrador” se quedó sorprendido al ver lo que hicieron mis amigos, al igual que yo.

El “Secuestrador” se volteó hacia nosotros, nos amenazó con su mirada demoníaca, alzó un brazo hacia el techo de la cueva y cerró su puño, brotes de lava surgieron del suelo hacia arriba, saltábamos tratando de que no nos golpearan, el “Secuestrador” nos apuntó y rugió suavemente y de detrás de él comenzaron a arrojarse sobre nosotros chorros delgados de lava y rocas, no podíamos estar en un solo lugar, debíamos movernos para no ser muertos por la magia demoníaca.

- ¡Hay que idear un plan! – les grité -.
- ¡Ahí voy! - Respondió Nicolás -.
- ¡Apúrate, flaco! – le gritó Martín -.
- ¡Ya lo tengo! - Respondió Nicolás – Soy tremendo – se dijo a si mismo y tocó el
- ¿Y tú? -. diamante azul – Martín – dijo en silencio – trata de acercarte por el lado izquierdo para distraerlo… Graham. – tocó el diamante verde – tú trata de acercarte por la derecha -.
- Ahorita lo verán – me dijo -.

Martín y yo obedecimos el plan. Martín tomaba roas y las aventaba al frente tratando de acapararla atención del demonio, algunas pasaban de largo y otras eran destruidas en el camino y algunas muy cerca del objetivo pero no daban en el blanco. Yo trataba de echar luz a los ojos del demonio juntando mis espadas, pero por más que trataba no podía acertar en el blanco ya que era difícil tratar de deslumbrarlo mientras esquivaba las rocas y lava que nos lanzaba incansablemente.

Nicolás seguía con su plan, primero se nos unió y lanzaba rocas y lo que podía al monstruo, luego fue retrocediendo hasta perder la atención del demonio, mientras Martín y yo continuábamos acercándonos, Nicolás salto potentemente aferrándose a una estalagmita y se fue pasando de una en una encima de nuestras cabezas, deslizándose con una gran habilidad como de mono araña en la selva, pero sin cola. Avanzó hasta quedar encima del “Secuestrador”.

Nicolás vio que el demonio estaba muy ocupado con nosotros y se lanzó en picada sobre él, el demonio lo sintió y lanzó hacia él su brazo y enseguida brotó lava hacia Nicolás que, llevado por la fuerza del magma se estrelló en el techo, en ese breve segundo, el “Secuestrador” no le lanzó nada a Martín, por lo que arrojé mi espada, enterrándosela en el costillar con lo cual le obligué a bajar el brazo, se sacó la espada y la aventó lejos, Nicolás siguió cayendo y con sus hombreras le hizo un profundo corte en la espalda, una vez mas el “Secuestrador” gritó de dolor, Martín aprovechó aquel rito de dolor y se lanzó sobre él, golpeándolo con todas sus fuerzas, tirándolo de espaldas, Nicolás y yo nos fuimos hacia el demonio y comenzamos a golpearlo por todos los ángulos posibles sin dejarlo ponerse de pie o darle tiempo a hacer algo. En un descuido mío me tocó un golpe que me hizo volar junto alas muchachas y caí inconsciente al suelo.

Dentro de la negrura de mi cabeza, comencé a ver una silueta… era Salvor, parecía que aún tenia algo mas que decirme. Mis amigos seguían golpeando al demonio que solo se hacía de un lado hacia otro por los golpes. Una vez aclarada la figura comencé a distinguir una voz llena de calma, paz… y… amor.

- Graham…. Graham – me decía la suave voz - ¡Arriba, Dragón!, vamos, yo se que aun te queda esperanza y fuerza. Debes unirte a tus amigos. Rocío te espera, te esta llamando… vamos -.
- Pero… - medio me desperté - ¿Qué podemos hacer? – le pregunté a la dulce voz – aun no sabemos que poderes son los que tenemos, si al menos tuviéramos esa información y cómo controlarlos, ya hubiéramos matado a ese maldito -.
- No se trata de saber y controlar – me respondió – solo de sentir que es lo que tienes que hacer – me puse en cuatro patas – Vamos, arriba. Empieza a sentir… -.
- Entonces… ¿quieres decir que todo está dentro de mí?... ¿Nosotros? -.
- Así es – respondió Salvor – Solo debes sentir -.
- Solo debo sentir – comencé a balbucear – solo debo sentir – me ponía de pie poco a poco – solo… debo… sentir – desperté - ¡Sólo debo… SENTIR! – me levanté lleno de energía – mi protector de los ojos brillo por un instante - ¡Martín!¡Nicolás! – llamé a mis amigos – Vengan, ahora ya sé como vencerlo -.

Martín y Nicolás se colocaron junto a mí en posición de guardia sin quitarle la mirada al demonio que estaba en muy malas condiciones, sangrando (o al menos eso creíamos ver) con dificultad volteó hacia nosotros y trató de ponerse en pié, pero cayó pesadamente sobre sus rodillas y su brazo bueno. Nos miró nuevamente.

Al otro lado de la caverna, mis amigos y yo lo contemplábamos sin ninguna emoción. Bajé mi cabeza y cerré mis ojos, no oía nada a excepción de mi respiración. Abrí rápidamente mis ojos y subí mi cabeza lentamente, vi cómo el “Secuestrador” se incorporaba sobre sus dos extremidades. Contagié a Martín y Nicolás de sobre confianza en sí mismos. Di un paso hacia el demonio que me observaba con problemas. Seguí caminando.



- Ahora ponte a temblar, demonio – lo señalé conforme iba avanzando hacia él – Te vamos a acabar y de ti solo quedará el recuerdo de una leyenda en los pueblos cercanos -.
- Te metiste con las chicas equivocadas – dijo Martín avanzando tras de mi – en el momento equivocado -.
- Y te metiste con algo peor – dijo Nicolás - …Te has metido ¡con nosotros!... amigos… hermanos… con jóvenes enamorados -.
- Te has encontrado con el tronco que lleva La Verdad – señalé a Nicolás – La Fuerza – señalé a Martín -.
- El Amor – me señalaron los dos -.
- Somos la semilla primera de todo un bosque – le dije – somos y seremos… ¡¡Los Guerreros de Sombra!! – grité -.

Llegamos casi hasta é y quiso desgarrar el cuerpo de Martín con sus garras, peor éste antepuso sus escudos evitando el fatal contacto.

- Ay en la ma… no! – dijo Martín mirando sus escudos – casi les hace un surco. Es poderoso aún -.
- No con el miedo que le quitamos… Nuestro miedo – dije serio – el “Secuestrador” trató del golpearme con su puño cerrado, pero lo detuve con mi puño, fracturándole así otro dedo más. El demonio estaba sorprendido y dolido además. Lo golpeé sentándolo en el piso -.
- Ahora escúchame, Zahtmat – dijo Nicolás casi llorando – ésta será la última vez que escuches algo porque… ¡Te mataremos! – le gritó – Amigos, vengan -.

Saltamos hacia atrás como diez o doce metros. Me paré frente al “Secuestrador” y con una lágrima en mis ojos comencé a concentrarme en mi mismo, en mi fuerza… en mi destino. Mi cuerpo empezó a brillar, sentía la fuerza de todo el universo fluyendo a través mío, me sentí como el ser más poderoso del universo, Nicolás me siguió y también se concentró en él mismo, su cuerpo comenzó a brillar y él alzó los brazos en forma de mostrarse fuerza, Martín nos siguió y también se concentró y cuando su cuero brilló lanzo un grito de guerra y poder. Abrimos los ojos y miramos al demonio. Los diamantes de nuestros cinturones comenzaron a palpitar y a brillar a cada estímulo. Mis antebrazos brillaron u solté un golpe en el aire, saliendo de mi brazo una ráfaga de energía que iba directa al “Secuestrador”. La lancé con todas mis fuerzas.

- Esta va por Rocío – grité -.
- Y esta por Gisela – dijo Nicolás lanzando una ráfaga en una patada -.
- Y esta por Karina – se tardó un poco Martín soltando un golpe – ¡Tomaaaaa! – las energías de los golpes chocaron contra el demonio arrancándole piel y haciendo brotar su sangre -.
- Esta es por el alma de todas aquellas mujeres que has matado sin importarte absolutamente nada – seguía lanzando ráfagas -.
- Esta por toda la gente buena del planeta que aun existe – grito Nicolás -.
- Y esta por… por… ¡por lo que nos halla faltado! – dijo Martín –.

Nuestros cinturones brillaban intensamente, los sentíamos como si quisiéramos volar hacia el demonio y derretirlo con nuestro aliento, golpearlo hasta no dejar nada que se reconociera de aquella asquerosa bestia.

- Amigos – dije un poco más tranquilo – sientan su poder, recuerden que ustedes son su poder y deben sentir que es lo que se debe hacer – Asintieron y los tres pusimos nuestras manos en los diamantes -.

Al tocarlos, nos sentimos tan vivos como llenos de paz y de algo más que no entendíamos que nos rodeaba, que no veíamos, pero sabíamos que estaba allí, junto a nosotros, que bien pensamos que eran las almas de nuestros amigos milenarios: Norbet, Salvor y Títaro, quienes nos acompañaban en esos momentos tan difíciles, por que realmente no sabíamos muy bien lo que hacíamos, también nos sentimos llenos de energía vital que nos impulsaba a hacer todo lo que quedaba por hacer. No había nada más allí en la cueva. Soltamos los diamantes.

Cruzamos los brazos, rectos a la altura del cinturón y comenzamos a juntar energía en nosotros. Miramos al “Secuestrador” por última vez y, por un momento, sentimos algo por él, a final de cunetas, no lo veíamos tan malo, con un brazo roto totalmente, el otro fracturado casi en su totalidad, tan débil y sin poder hacer nada para defenderse. Casi nos arrepentimos, pero eso solo duró unos momentos, pues sabíamos lo que debíamos hacer… debíamos acabar con esa mancha de maldad para siempre.

Movimos nuestros brazos igual, rectos, hasta dejarlo sobre nuestras cabezas y entrelazando los dedos, bajamos las manos con los brazos estirados hasta dejarlos apuntando como una gran arma hacia el demonio, un arma final. Suavemente se soltó una brisa, tranquila y llena de paz que arrastró ligeramente nuestros cabellos al frente. De nuestras manos comenzó a salir un pequeño y tranquilo silbido a causa de la brisa mágica que se presentaba. Nuestras manos se transformaron en esferas de luz que soltaron una especia de humo azul, naranja y verde hacia nuestro enemigo, y en el camino, las energías se entrelazaban, como si estuviesen danzando en el aire al compás de una música inaudible y etérea. Avanzaron lentamente por el aire hasta chocar con su objetivo, lo rodearon y se comenzaron a hacer más densas. El “Secuestrador” no gritaba, tal parecía que al fin había encontrado la paz y sólo esperaba el momento de su muerte, por que sabía que ya no podía hacer nada más, naturalmente era imposible que un demonio tuviera una conciencia así, pero al menos eso era lo que nos parecía ver. Las nubes de colores taparon de vista de nosotros al “Secuestrador” y se quedaron danzando a su alrededor como doncellas de la muerte.

De pronto todo se desvaneció y solo quedó en el suelo el cuerpo del “Secuestrador, tirado, sin vida y sobre todo… sin mal. Habíamos por fin triunfado ante el mal. El cuerpo se hizo duro y negro como l aroca de lava y se fue auto consumiendo en un polvo gris y fino. Nos dimos media vuelta hacia las chicas que nos veían con una sonrisa de felicidad en sus rostros. Llegamos a la burbuja.

Con un toque de su mano, Nicolás rompió la fuerte burbuja que las resguardó de terribles ataques, aunque realmente estaba en malas condiciones. Una vez libres, las chavas nos abrazaron y nos quisieron besar sin éxito, así que nos quitamos los cascos a los que sentíamos parte de nosotros, realmente no los sentíamos puestos, así que nos quitamos los cascos, dispuestos a recibir aquel dulce premio. Creo que nunca habíamos apreciado tanto un beso como en esos momentos, tan lleno de amor, felicidad, de espera y buenos deseos… de esperanza que nunca se perdió, pero sobre todo, por saber que volveríamos a estar juntos y jamás, jamás volvernos a separar.

En eso, algunas rocas cayeron y el lugar se estremeció. Nos volteamos y vimos que por detrás de la silla del “Secuestrador” brotaba una luz blanca que, como volcán, hizo estallar el trono del demonio. Eran las almas de todas aquellas personas que el “Secuestrador” había tomados durante muchos siglos y que ahora por fin eran liberadas de su terrible prisión. Ahora por fin descansarían en paz. Nosotros vimos aquél espectáculo maravilloso, nos quedaos sin habla y atentos, pasaban frente a nosotros, lo quisimos entender como un gesto de agradecimiento y en ese momento lo único que atinamos a hacer fue sonreír.

Texto agregado el 07-12-2007, y leído por 75 visitantes. (0 votos)


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