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CUENTOS DE LO RARO
SILVIA ARCADI


BIENVENIDOS A LO RARO


Muchas veces suelen pasar cosas que no se explican con simples razonamientos. No quisiera parecer el predicador de alguna sabiduría oculta o algo por el estilo, más bien me limitaré a narrar lo que me ha ocurrido y así pueda que encuentre yo algunos de estos sabios de lo oculto, por llamarlo de alguna manera, que me expliquen cuál de estos fenómenos ha cruzado mi vida, atropellándola sin más remedio en la imprevisión y en la oscuridad de lo raro.
Ante todo explicaré que soy un hombre de 40 años y que vivo solo desde hace más de 7 años, desde cuando con mi mujer lo dejamos. Suelo considerarme, bueno, digamos que hasta este momento solía considerarme, un hombre que conduce una existencia ni más ni menos que normal, en el sentido que no tengo por lo general muchos altos o bajos de entusiasmos. Tengo muchos vicios y muchas canas y no obstante cuide poco de mi aspecto, puedo aún considerarme algo atractivo.
Pero vengamos al tema, lo que pasa es que no lo encuentro fácil el comienzo de mi relato. Trato de darle un entorno que me centre luego como víctima-protagonista de algo subnormal. Me explicaré mejor.
Estaba yo una tarde del pasado verano, de vuelta a casa del trabajo y tranquilamente descansando en mi sofá. Creo que me dormí por un momento o en ese tibio estado de duermevela, cuando recordé el rostro de una chica con la cual me había rozado por la mañana en un cafetín del centro. Fue un instante pero volví a recordarla en ese momento.
Sin input alguno empecé a imaginar cosas, como que esa chica buscaba ayuda, lo había leído en sus ojos, algo le había pasado, algo horrible.
Me sentí muy extraño, empecé a sudar, me levanté y me tomé un vaso de agua. No lograba quitarme de la mente los ojos de esa chica, más trataba no pensar más mi mente corría sola como un tren, hacia imágenes macabras, de violencia, de sangre, de gritos. Me sentí como cuando de pequeño te quedaban inpresas visiones de alguna película, tu mente quedaba capturada y no podías no pensar en ello por un tiempo. Me avergonzé un poco recordándome tan sensible. Aquel día me sentía igual, cuartos oscuros, almohadas sucias de sangre, figuras confusas, olor a violencia y a muerte. Todo esto pero sin haber visto ninguna película, más bien como si lo viviese pero sin haberlo vivido. De verdad absurdo.
Evidentemente no pude dormir aquella noche. A la mañana siguiente volví al mismo cafetín y me senté a leer el periódico. Por un momento me sentí hasta estúpido por haber dado pié a algo absurdamente imaginado. Hasta que encontré, casi por casualidad, un artículo en el periódico bastante parecido a lo que me había imaginado durante toda la noche, un artículo de crónica sospechosamente parecido. Decidí investigar.
Tenía un contacto en la Policía, un alumno de cuando daba clases de suplencias años atrás y que me facilitó la dirección de la casa que había sido teatro de una violenta irrupción de delincuentes que habían violado y torturado tres chicas, ahora en un estado grave en el hospital.
Había vigilancia alrededor de la casa pero me resultó fácil entrar pasándome por investigador de aquel caso. Bueno, en cierto sentido lo era pero más de aquel caso en sí, de mí mismo.
Me mareé al ver la habitación de mi imaginario en frente mío, así tal cual la había visto yo. Y una cama grande con sábanas y almohadas manchadas de sangre. Un olor apestante. Me nauseé y salí a vomitar.
Desde aquel día mi vida cambió.

Desde aquel día no pude no fijarme atentamente en las personas. ¿En cuáles personas? En todas, todas las que cruzaba en mi vida diaria. Y lo que he “visto” y descubierto es un abanico multicolor del horror. Vi dolor, mucho dolor, desespero, maldad, engaños.
Al principio pensé en pedir ayuda, alguna consulta médica o a contárselo a alguien. Pero no me decidía, no me sentía seguro de confesar todo esto y al mismo tiempo me sentía una ansiedad que crecía.
Me la pasaba pensando en qué hacer y en qué no hacer, como “sanarme” de estas visiones y mientras pensaba salía a la calle y mientras trataba de encontrar alguna vía de escape me miraba alrededor y me acercaba a la gente, así, sin pesar en lo que hacía y de repente me encontré forzando el portal de un edificio impidiéndole a alguien que saliera cuando después de algunos segundos me metí también yo y en aquel interior me ví enfrente una pareja anciana mirándome con cara asustada. Abrí otra vez el portal para salir y un ruido fuerte y luego gritos desde lo alto nos detuvieron de nuevo inundándonos de polvo, había caído un bloque de ladrillos desde arriba, se había roto una cuerda de la plataforma de los albañiles que hacían obras en el techo. Todo pasó en pocos minutos, los viejitos pasaron del susto que le habia causado poco antes al agradecimiento más reconocido por haberles salvado. Y yo quedé como un idiota, estupefacto, incrédulo, confuso.
Me convencí de mis poderes, un ligero alivio me había invadido, o sea el tomar acto y conciencia del hecho de que tenía poderes. Pero fue un alivio pasajero ya que enseguida después volví a comerme la cabeza por lo que podía hacer o no hacer, si lo confesaba a alguien podía correr el riesgo de estrumentalizar mis poderes y aunque pueda resultar contradictorio, yo sinceramente, no tenía voluntad alguna de convertirme en el salvador de la humanidad. Siendo aún más sincero, confesaré que no me sentía mal o
confundido por esto, por el hecho de poder ayudar a la gente, no me interesaba esto, vivía mucho mejor antes, en la ignorancia, en el no saber. Lo que me preocupaba era mi persona, mi ser. ¿ En qué me iba a convertir si esto seguía así?
Siguió así por un tiempo.

No sé decir si fue un tiempo felíz o no felíz para mí, lo que puedo decir es que seguí mi instinto. Quiero decir que muchas veces al detectar una alerta, logré evitar atracos, robos y peor aún asesinatos llevándome méritos del héroe casual que evitó catástrofes. Otras veces, en cambio, aproveché de esta sensibilidad para adueñarme de historias ajenas llevándome algun trofeo. Y así escondí no sé por cuánto tiempo un maletín con dinero lavado en mi armario hasta que decidí gastar todo el dinero que había poco a poco. Y también recuerdo haber abusado de una mujer con el listo intento de pasar por su marido una noche, cuando éste la engañaba con otra, y salir luego de puntillas de esa oscura casa desconocida.
Y tendría muchos y muchos cuentos más, de los cuales al final salí como glorioso o como ladrón, depende. Depende de lo que apetecía en el momento. No fui un ángel protector ni fui un diablo abusador, fue una situación que me cambió la vida, hasta que terminó.

Texto agregado el 17-12-2007, y leído por 59 visitantes. (0 votos)


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