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El último subte
El hombre, entrado en años parecía devorarla con la mirada. El vaivén del último vagón hacia oscilar los cuerpos. A la joven, le costaba mantener las piernas cruzadas. Anclada en su lectura, apenas escucho la pregunta.
-Perdón, ¿de qué trata el libro?
-Contestó automática: es una novela de ficción.
Su voz la incitó a contestarle. Mientras, descubría su elegancia, el buen corte de su barba canosa, sus ojos límpidos y el perfecto traje azul rayado. Se sintió desnuda ante el espejo de su mirada,
- No es de mi gusto.-dijo él- Yo leo novelas románticas y jamás guardo flores en los libros, porque también secan el amor.
Era el último tren del día y los pasajeros empezaban a ralear.
-Perdone, pero no puedo dejar de mirarla. Me recuerda a mi mujer de joven, hasta creería que son gemelas. Con movimiento nervioso, sacó una fotografía descolorida de su bolsillo y se la ofreció
-Compruébelo
Ella miró la foto y en su semblante se dibujo la sorpresa.
La imagen era su espejo. Una joven morocha, espigada y de busto perfecto.
-Sabe, sus flores preferidas eran rosas color té, como el de su blusa. Tuvimos poco tiempo para amarnos pero fue muy intenso.
Desde la parada anterior quedaron solos en el vagón, el traqueteo era el único ruido próximo. Los cortes de luz agregaban intimidad en los dos.
-Cuénteme que pasó - pidió la joven.
Sin contestar, el permaneció persiguiendo su recuerdo.
-Fue la única mujer que amé.
Las lágrimas descendían por sus mejillas. Ella se iba desarmando, su voz la debilitaba. De pronto, se sintió atrapada en un hueco místico del que no quiso huir.
-No he mirado a ninguna mujer fuera de ella.
Es más me muero de ganas por pedirle algo…
-Pedirme qué
-Ver uno de sus pechos…
…Lentamente, ella fue descubriéndolo, indecisa…esperando su orden.
Atónito, se regocijó en la visión y pidió ver más.
Continuó dejando libre su piel hasta exponer la perfección de su seno. El segundo, lo liberó sola.
Ambos, sintieron hundirse en una ciénaga, sin contacto, sin posesión.
Ella reaccionó primero, se arreglo las ropas, guardo el libro y, despidiéndose con un beso en su frente, descendió.
La siguió con su mirada, pensativo acomodó su corbata y se repuso. La siguiente era su estación.
Cuando llegó a su hogar, fue directamente al dormitorio, encendió el velador, se desvistió, entró en la cama, dejo sus dientes en el vaso, apagó la luz y se puso de costado.

-Alberto
-Si querida,
-Alguna novedad en el partido.
-Como siempre, los mismos debates…Aunque no lo creas en el viaje, venía pensando en lo bonita que eras cuando nos casamos.

Texto agregado el 17-12-2007, y leído por 110 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
26-12-2007 Sin el diálogo final podía haber sido un buen cuento. El diálogo lo convierte en un chiste sin gracia una zancadilla al lector. ninive
 
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