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Inicio / Cuenteros Locales / treguacatala / Ernesto en el espejo

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Llega esta época del año y no lo puedo sacar de la cabeza, se que a todos los que estuvimos allí esa noche les pasa lo mismo. Pero cuando lo recordamos en la oficina, solo decimos, pobre Ernesto che, le pudo pasar a cualquiera, que duro debe haber sido. Ninguno se responsabiliza de su muerte, nadie comenta el horror de su rostro y lo cobardes que fuimos, no tocamos el tema, lo enterramos. Para no volver a esa noche, porque cada uno de nosotros sabe, que lo dejamos a su suerte y carga con la culpa, que es tan pesada que dejaríamos de vivir si no simuláramos que no existe, pero yo a veces no soporto más, me está comiendo por dentro. Me muero de ganas de gritarle a Gerardo, se sentaba al lado tuyo, no podes ser tan hijo de puta, ni siquiera lo llamaste para ver como estaba, ¿pero yo que hice? Si esa noche me quede mirando como se venia abajo y ni le arrime una silla para que se sentara. Y yo era tan compañero de él como Gerardo.

Te juro que me lavo los dientes a la mañana y lo veo en el espejo parado detrás mío, mirándome con tanto espanto en los ojos pero sin verme, creo que no nos culpa, todavía tiene esa expresión en la cara de no saber que esta pasando a su alrededor, quizás no sepa que nos fuimos y lo dejamos solo, tal vez ni siquiera se dio cuenta que el teléfono no le sonó ni una vez, desde esa noche.



Te cuento esto, porque en serio no doy más, lo veo en el espejo del baño y sigue teniendo la mirada llena de dolor, si hay algo que me marcó, fue verle los ojos cuando vinieron a hablar con él, se le abrieron al mismo tiempo que se le llenaban de lagrimas, y se le iban poniendo rojos como si hubiera llorado por un buen rato, pero Ernesto no lloró, se quedó así, paralizado, no recuerdo haber visto caérsele una lagrima, parecía que los ojos le iban a explotar, que si se secaba con la manga de la camisa, iba a romper eso que le contenía el llanto y no lo dejaba desahogarse, y lloraría por semanas enteras, porque los ojos los tenía tan húmedos que solo se le veía la pupila enorme, envuelta en angustia de color rojo.



Cuando golpearon a la puerta y se anunciaron nos quedamos todos callados, entraron y buscaron a Ernesto, después sus ojos inundados, y nosotros mirándonos sin saber que hacer, hasta que uno fue hasta la pieza y del montón de camperas que estaban sobre la cama, tomo una sin importarle si le correspondía y caminó en silencio hasta la calle, muchos lo imitaron, fuimos cuatro o cinco los que nos quedamos un rato más, pero ninguno se atrevió a hablar, tan cobardes fuimos que no podíamos ni vernos a la cara, nos reconocíamos por los zapatos. Los brazos parecían ajenos, no sabíamos que hacer con ellos, los cruzábamos y luego metíamos las manos en los bolsillos, estirábamos un brazo en dirección a Ernesto, como dándonos coraje pero enseguida lo bajábamos en silencio, con la garganta anudada. Después de varios minutos, Ernesto seguía en la misma posición en que lo habían dejado aquellos hombres, su rostro no mostraba otra cosa que la desolación, como si nunca hubiese tenido otra expresión en la cara, nadie puede hoy recordarlo sonriente o con cara de aburrido, ese rostro fúnebre de Ernesto se nos grabó para siempre en la memoria como su único rostro.



Ahora yo me despierto y tengo que ir al baño con él, ni mear tranquilo puedo, me desespera verlo tanto. Ayer le grité muy feo, ya bastante tengo con mi cargo de conciencia como para tener que verle la cara, pero ni siquiera se inmutó, siguió ahí como si nada, parece que no me viera, solo se para ahí y no habla. Yo antes le temía, pensaba que venía a mi a reclamarme algo, pero jamás me dijo nada, con el tiempo me acostumbre a verlo para esta fecha del año, y comencé a hablarle, le preguntaba como estaba o le contaba algún chisme de la oficina, pero desde hace dos años no lo soporto más, me irrita sobremanera que se me aparezca, no se que mierda quiere que haga, ¿pedirle perdón, tal vez? , no se, jamás pude hablar de eso con él, ni antes y menos ahora que esta muerto, muchas veces tuve ganas pero no supe que decirle. Luego se va y me quedo meses pensando en él y preguntándome por que lo abandoné, porque no tuve el valor suficiente de decirle, acá estoy, contame como estas, vas a salir de esto, o que se yo, y cuando me estoy olvidando, llega diciembre y otra vez Ernesto me caga las fiestas. Pero desde el año pasado a este todo fue peor, no dejé jamás de pensar en él y a mitad de año lo vi parado en el pasillo de la oficina, como recordándome que no faltaba mucho para diciembre.



Y llegó fin de año y yo sabía que todo iba a ser peor, porque Ernesto jamás se me aparecía fuera del baño, y esta mañana me desperté con él parado al lado de mi cama, me asuste como la primera vez que lo vi en el espejo, cerré los ojos pero al abrirlos seguía ahí, todavía inmutable, no me siguió hasta el baño pero estaba esperándome cuando entré, temí que me acompañara todo el día, no lo iba a poder soportar, pero al salir de casa él se quedo adentro, como aquella vez, con la vista clavada en el vació. Seguro esta esperando que regrese, no creo que se haya ido.



Esta lloviendo a cantaros afuera, igual que aquella noche, sabes, recuerdo que llovía, no porque me diera cuenta en ese momento, sino porque llegue a casa todo empapado, caminaba por debajo de la lluvia sin darme cuenta que me mojaba, en casa me saque la campera y me sorprendí al verla, no podía pensar, ni sacarme de la cabeza, la imagen de Ernesto cuando cerramos la puerta y se quedó solo mirando la nada en el living, creo que si le hubiéramos apagado la luz hubiese sido lo mismo. No se por cuanto tiempo estuvo parado en esa posición.



Cuando llegue voy a hablar con él, no puedo seguir así culpándome por lo que le pasó, si yo hubiese hecho algo quizás el final sería el mismo, no se, pero tengo que terminar con esto, yo no tengo la culpa del accidente. Cuanto dolor para Ernesto, por eso no lo culpo por lo que hizo, siempre creí que esa clase de gente eran unos cobardes, pero sus ojos me salpicaron de tanto espanto, que no puedo imaginar que hubiera hecho si me hubiese tocado a mi.



Ya es la hora de volver a casa, no se todavía que le voy a decir, pero seguro no me va a escuchar, todavía debe tener la voz de esos dos policías hablándole del accidente, dándole vueltas por la cabeza, porque fue lo último que escucho, el pobre, ya que nosotros no nos atrevimos a despedirnos, cuando pasamos por delante de él al huir de su casa. Nos convencimos que lo mejor era dejarlo solo, pero la verdad es que tuvimos miedo de enfrentar su dolor. Salimos y nos despedimos en la puerta, sin hablar de lo que había pasado adentro, el patrullero ya se había ido y nosotros nos aliviamos por no tener ningún motivo para tocar el tema, ni cuando llamaron a la oficina, para decirnos que habían encontrado a Ernesto dentro de su casa con un tiro en la cabeza, pudimos hablar de él.

En diciembre todos somos diferentes, el clima en la oficina no es el mismo, nadie habla de esa noche, todos callan, pero yo se que ellos también desayunan con Ernesto sentado en la mesa.



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Texto agregado el 03-01-2008, y leído por 84 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-01-2008 Muy bien escrito, a pesar del final anunciado desde el comienzo, no pude más que transitar con mi certeza hasta la última palabra. Saludos. narrador_errante
 
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