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Mis recuerdos de infancia no son los mejores, pero es mi infancia y no tengo de otra para contar. Ahora que me siento viejo le echo memoria a mis días de niño inocente. Mi madre era una mujer histérica, lista para pelear con cualquiera y por cualquier razón. Mi padre era un alcohólico, sin ganas de trabajar ni de cumplir con nada. Cuando esos dos se juntaban las peleas eran a morir, con gritos, insultos bajos y golpes brutales. A veces mi mamá no se podía mover durante días por los dolores que le provocaban las palizas. Aun así los dos eran felices, a su manera. La infelicidad comenzó cuando mi padre ingresó al grupo de AA, los famosos alcohólicos anónimos, para dejar de tomar. Desde ese día se transformó en otro hombre, o por lo menos lo intentó. Nos escuchaba con atención descuidada; a mi madre ya no le pegaba y no se dejaba involucrar en sus peleas. Tampoco le veíamos más la cara porque se pasaba días encerrado en retiros del grupo. Mi mamá, sin su pareja para pelear, buscó pelea por otro lado. Cuando las vecinas huyeron a su paso y se quedó sin amigas decidió cambiar. Ingresó a NA, neuróticos anónimos. Al principio fue a una sesión de hora y media, después a varias sesiones en un día y al final todos los días. En la casa en donde se juntaban había un jardín y varios cuartos desocupados. Como muchas de las compañeras neuróticas eran también madres llevaban a sus hijos a la casa y mientras ellas hacían su hora y media los niños jugábamos en el jardín. Un día nos aburrimos de los juegos y nos dedicamos a escuchar detrás de la puerta lo que nuestras madres confesaban en la tribuna... siempre comenzaban con "me llamo fulana de tal y soy una neurótica, y bla bla bla". Nos enteramos de cuántas veces nuestras madres se masturbaban, si habían tenido amantes (mi mami confesó alguna vez que se había acostado con el asqueroso don Miguel, el dueño de la tiendita de la esquina) o si habían pensado alguna vez en abandonar a sus hijos enfrente de alguna iglesia, entre otras cosas...

Inspirados por las juntas de los mayores decidimos hacer lo mismo y fundamos el grupo NN, niños neuróticos. Cada uno subía a la tribuna y confesaba sus travesuras. Cuando las travesuras se nos acabaron empezamos a confesar cuántas veces nos habían pegado nuestras neuróticas madres. Algunos niños confesaron los castigos dolorosos que sufrían de vez en cuando en manos de sus padres, como quemaduras de cigarrillos en la piel, golpes con puño cerrado, la plancha caliente en la palma de la mano... una niña confesó lo incómoda que se sentía cuando el tío la colocaba sobre las piernas y le acariciaba ahí; otra nos contó como su papi la llevaba al cuarto para hacerle lo mismo que a su mamá... Algunas cosas las inventamos para impresionar a los otros y algunas cosas fueron hechos reales.

A esos amiguitos ya nos los volví a ver después de que mi madre fue obligada a abandonar el grupo. Los otros neuróticos ya no la soportaban. Uno más neurótico que usted no hemos encontrado en ningún lado, le dijo alguien en el último día... ¿Qué habrá sido de todos aquellos niños?


Después les seguiré contando...

Texto agregado el 10-01-2008, y leído por 1068 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
11-01-2008 afff maría! qué historia espeluznante! bien contada. nocheluz
11-01-2008 Distinto y bueno. Espero mas. Creo que conosco la familia.***** la_lluvia
10-01-2008 ...ufff... un tema muy puntiagudo. Me gusta como te enfrentas a él. Es triste pensar que como esos niños hay muchos que no inventan sus historias. Un saludo de una jaenera. currilla_
 
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