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SERIAL KILLER
Me levante, como todos los días, bien temprano. Fui al dormitorio de mis hijas e las desperté con un beso en la frente de cada una. Bajé las escaleras e encontré a mi mujer preparando el desayuno para mi y para las niñas que tenían que ir a la escuela. Era un día común, excepto por la expresión en el rostro de Marilia, su sonrisa alegre de todas las mañanas había desaparecido, en su lugar había un aire de preocupación.
Le pregunté que había pasado y ella me informó que habían encontrado un cuerpo más. La víctima esta vez era una joven bella, rubia, como todas las otras, una niña de quince años, aunque aparentaba un poco más. La joven había sido violada, estrangulada y violada nuevamente después de muerta. Las lágrimas corrían por el rostro de Marilia mientras relataba lo que había oído en el noticiario de la mañana. Recordé el motivo por el cual me había enamorado de ella al comienzo, su sensibilidad y la forma como siempre ese tipo de noticia parecía afectarla de una forma personal, por más que oyera ese tipo de cosa todos los días en las noticias, eso nunca la hizo menos sensible a los acontecimientos. Adiviné su pensamiento, sabía que ella pensaba en nuestras hijas de catorce y quince años.
Abrace a mi mujer como pocas veces lo había hecho antes, con la ternura que se abraza a una niña. Intenté calmarla diciéndole que perteneciendo yo a la policía no permitiría jamás que alguien lastimase a nuestras niñas, ningún animal suelto por ahí iba a hacerle daño a nuestras hijas. Cuando salí para al trabajo, Marilia ya estaba más calmada.
En la comisaría, encontré un alboroto enorme, los hombres estaban trabajando en el caso de las jóvenes asesinadas. No teníamos ninguna pista, la ciudad estaba en pánico, el gobierno amenazaba pedir la ayuda de la Scottland Yard, corría el rumor de que los ingleses llegarían dentro de un mes. Era el primer caso de asesinatos en serie ocurridos en la ciudad, nuestros profesionales no estaban acostumbrados a lidiar con este tipo de mente criminal, todo el mundo se sentía impotente delante de tamaña frialdad y grado de premeditación de los crímenes.
Cuando volví a casa, Marília estaba ansiosa por novedades sobre el caso, quería oír que el asesino había sido capturado, desafortunadamente, las novedades eran las mismas de siempre: no hay novedades.
Marilia me contó que algunas fotos de la niña asesinada habían sido divulgadas por la prensa, era horrible ver el cuerpo de esa niña lastimado de esa forma. ¿Como podía un ser humano cometer un acto tan atroz?, ¿Como era posible que un maniaco como ese anduviera suelto por la calle? Malditos reporteros, pensé, siempre metiéndose donde no los llaman, ¿no basta el pánico ya causado por las muertes, ellos todavía tienen que lucrar con el terror de la población?.
Le pedí a Marilia que se olvidara un poco de ese asunto por el bien estar de nuestras hijas, no quería que ellas se sintieran ansiosas o demasiado aterrorizadas. Le dije a mi mujer que saldría a caminar como todas las noches y que cuando volviera, no quería ver más esa carita triste.
Volví tarde de mi caminata esa noche, las niñas ya estaban durmiendo, fui a su dormitorio, las besé, rogué a Dios que les cuidara el sueño y las protegiera en el día siguiente. Fui a mi habitación, Marilia ya estaba acostada, Tomé una ducha y me acosté con ella. Nos besamos, la acaricie con ternura y le hice el amor con si lo hiciera por la primera vez, con la misma delicadeza que lo había hecho por primera vez hace veinte años y a la mañana siguiente despertamos abrazados, nuestros cuerpos unidos, nuestras almas también.
Paramos de ver las noticias en casa, le prohibimos salir a nuestras hijas hasta que el asesino fuera preso. Todas las mañanas era la misma tensión: ¿habrían encontrado otra víctima? Ya eran más de treinta, la ciudad continuaba aterrorizada, nadie más dormiría en paz hasta que el asesino fuera hallado.
Una noche llegué a casa con la triste noticia de que los ingleses habían vuelto a Inglaterra de la misma forma en que vinieron: de manos vacías. Ni la famosa Scottland Yard había sido capaz de encontrar alguna pista Del asesino. Marília se entristeció, yo salí para mi caminata nocturna deseando que mi dolor de cabeza pasase. Caminé durante unos veinte minutos, pero mi mente estaba lejos, era como si el suelo hubiera desaparecido y yo estuviera caminando sobre nubes o flotando en el aire, mi cabeza dolía más que nunca.
De repente, el dolor de cabeza paro, yo estaba con mi arma apuntada a una niña rubia, bella que me miraba atemorizada. Ella estaba recostada en el pasto, medio desnuda, yo estaba sobre su cuerpo trémulo. Saqué una cuerda, la puse en su cuello muy blanco y largo e apreté, apreté y cuanto más apretaba más grande era mi excitación, las lágrimas escurrían por su rostro delicado mientras yo apretaba la cuerda y la penetraba al mismo tiempo, cuanto más ella gemía más grande era mi placer. Hasta que se quedó quieta, paro de moverse y de gemir. Me puse de pie, le quite el resto de ropa, estaba desnuda, su rostro blanco, muy blanco. Arreglé sus cabellos lisos sobre el pasto como un abanico, parecía un ángel, mi deseo aumentó, quería poseerla nuevamente. Me lancé encima de ella como un animal, como un lobo hambriento sobre un pedazo de carne, tenía hambre, hambre de su belleza, hambre de su inocencia y mirada ingenua ahora transparente. La penetré de nuevo con furia, con desespero, pero sobre todo, con hambre.
Volví a casa de mi caminata, llegué tarde, las niñas ya estaban durmiendo. Fui a su dormitorio, las besé, rogué a Dios para que les cuidara el sueño y las protegiera al día siguiente. Fui a mi habitación, sus sueños e protegerlas no día siguiente. Fui a mi habitación, Marilia ya estaba acostada, tomé una ducha y me acosté con ella. Nos besamos, la acaricié con ternura, nos amamos y a la mañana siguiente despertamos abrazados, nuestros cuerpos unidos, nuestras almas también.

Texto agregado el 23-01-2008, y leído por 92 visitantes. (1 voto)


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