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Tengo muchas preguntas, no se donde encontrar las respuestas adecuadas, si todo lo que he hecho en estas dos décadas de vida han sido de bien, o solo actos que se hacen por hacer no mas, para cumplir como se dice. Conozco de cerca la felicidad, pero se va cada vez que logro acostumbrarme a ella, sobre la tristeza no hablo por que es cruel, además se lo digo todos los días, pero no puedo negar que ha sido fiel en todos estos años, por lo menos una lagrima debo darle de agradecimiento. Susurra a mi oído izquierdo, dice que odia las risas, que son un método de debilidad masculina manipulado por feromonas que están dentro de uno que no deberíamos tener por se expresamente de las mujeres y cosas así. Se que suena loco pero es así, a ratos no puedo dejar de necesitarla y cuando no esta la busco y es muy fácil de encontrar, lo mejor que es gratis, sin intereses, ni comisiones. No hay nada mejor que caminar solo por las calles, con poca gente alrededor, pensar, pensar y pensar. Hundirme en los recuerdos, que ellos me cubran de esa nostalgia espesa y hostigante al punto de tener ganas de desaparecer por un momento o para siempre quizás, son decisiones fulminantes que lo pienso en un estado de profundo dolor mental y que la cobardía es mas fuerte, de seguro no lo haré, pero lo pensé, esta planteado, eso me hace tener una cuota de psicosis en mi cerebro que suele desaparecer con un poco de música o un buen libro. Que se yo. Me gusta la noche por que hay luna y en el día hay sol (obviamente) pero la luna es mujer y el sol no, será por ese detalle. Creo que si. No tengo héroes ni gente que imitar en la vida cotidiana, busco la sabiduría a través del conocimiento (no soy masón). Un día cualquiera de verano me encontraba en el bosque contemplando la naturaleza y un par de papeles cagados entre los matorrales (inconciencia humana) y descubrí que la cura de todo mal es el conocimiento infinito y la sabiduría personal, ir mas allá de los planteamientos dados y todo los problemas que invaden solucionarlos como tales, desde ese día hasta ahora sigo buscando aquel conocimiento y aquella sabiduría que me ayuden a ser una persona relativamente normal. Tengo diez mil veces mas sensibilidad que el resto, las cosas me tocan mucho más de lo normal, pero tengo un escudo imaginario de titanio que sirve para no dar rastro de ellos. En Internet encontré un artículo acerca de los valores de un Satanista, que daba a conocer el verdadero significado y también sacar el maldito prejuicio que hace la gente. Solo se que esos comentarios viene de gente que no sabe, por lo mismo no se los diré. Creo que fue ese mismo día que me introduje en el sótano de un colegio y halle un libro que se denominada ‘El Freudomarxismo’ donde daba a conocer una forma de conocimiento mas existencialista, es decir, dentro de la realidad pero a la vez confusa y compleja, en mi mente dejo una sensación de amargura y dudas difíciles de explicar. Esta sensación la conozco bien. Me ha acompañado tantos años como los que tengo, ¿no? Siempre esta ahí, nunca desaparece del todo, busca el momento preciso para reaparecer y hacerme recordar que sí, que es verdad, que no soy igual al resto. Soy peor. Aunque si hicieran una encuesta, probablemente el resultado sería el contrario. Yo mismo diría que estoy sobre la media, mi mamá y mis hermanas siempre me lo recalcan, pero quizás sea ése justamente, el problema. Soy peor, pero nadie lo sabe: ése es mi secreto. Es una cuestión de desigualdad, de no saber amoldarse, de ser distinto, nada más. ¿Quién sabe? Pero da lo mismo: igual duele, igual incomoda, igual me aleja de todos, igual alejo a todos. Basta. Esto no lleva a ninguna parte. O, por lo menos, a nada nuevo. He caído en este trance antes y siempre he salido peor de lo que entre, ¿no? Entonces basta, cambia de onda, de frecuencia, aléjala de tu mente, piensa en otra cosa… (Me digo a mi mismo). Quiero distraerme, recuerdo que es de noche, la fiebre del sábado ya se desató, hay bastante tráfico en las calles, las esquinas llenas de parejas que se besan. Yo estas solo, pero no por eso merezco morir. Siento que me miran de reojo. Opinan: pobre huevón, parqueado el sábado por la noche. Pero eso es solo la cáscara. En realidad, no ven, no ven absolutamente nada. Enciendo el Pendriver coloco la radio: hay un hit tropical espantoso. Pero no, no mas… Da lo mismo, me da absolutamente lo mismo. Cambio la radio. En la Cooperativa, Neil Diamond canta September Morn. Lo dejo. No tengo ganas de oponerme, solo de seguir. Pero el camino se acaba. Tan solo hay rocas y árboles y curvas y un acantilado; se oye el mar que choca fuerte en las piedras. Eso me asusta. Mejor volver. Subir. Subir hasta las entrañas de esta cuidad amurallada que a veces desconozco y que no me sirve. El reloj del celular marca las 21:44. Tempranísimo. Demasiado tarde. No hay nada que hacer. Me he quedado fuera. No se que han preparado los elegidos esta noche. Fiesta, reuniones, hotdog parties, orgías, garitas de póker. Lata, lata, lata. Un par de dilemas, serios traumas, decisiones que tomar. ¿Qué hacer? ¿Virarme? ¿Mandar todo a la cresta? ¿Escapar? ¿Qué pasaría? ¿Pasaría algo? Me imagino. Piénso un poco, pongo las cosas en la balanza. ¿Qué pasaría? ¿Qué? Y si me fuera, por ejemplo, si me marchara sin mirar atrás, asumiendo la soledad, sabiendo que puede ser un error, un grave error, pero que igual me sentiría bien, ¿Lo haría? Perdería la seguridad pero, ¿Qué significa estar seguro? ¿Alguien lo está? ¿Podría admitir, sin hacer trampas, que realmente estoy seguro? Hay preguntas que es mejor no responder, ¿No? Me meto al baño, me ducho y mientras observo cómo la espuma del champú cae a mis pies y desaparece en el desagüe, me viene un ataque de llanto compulsivo que el ruido del agua caliente ahoga. El agua cae furiosa, de hilillos precisos y cortantes sobre mi piel, a la que ya le da lo mismo, siento frío igual. Las lágrimas y berridos espasmódicos, frenéticos, cesan una vez que cierro ambas llaves. Respiro hondo. Con la mano limpio el vaho en el espejo: mi cara arde roja y congestionada sobre el resto de mi cuerpo pálido y mojado, absolutamente débil. Vergonzoso. -- El que esta enfermo eres tú --.
La frase retumba en mis oídos cuando abro la llave de agua fría y comienzo a lavarme los dientes, pero la sangre que brota de mis encías me asusta. Me detengo no sin antes pensar que lo pasado, pasado está, que a partir de ahora, de este preciso instante, estoy absoluta y esencialmente solo; y que si antes no lo estaba se debió quizás a un simple y comprensible error mío.

Texto agregado el 29-01-2008, y leído por 101 visitantes. (2 votos)


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