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Los oníricoS.
-Yo creo que no crecí por la tristeza-
Repetía en voz alta el pequeño oruT mientras esperaba a que una de las siguientes gotas de rocío contenidas en las hojas de los malvones, resbalara para enjugar de su cuerpo los restos de polen de su acostumbrado baño matinal.
- Además, ¿quién quiere ser grande?; ¡Yo no!. ¡Estoy muy bien así! – refunfuñó.-
-Crecer es la cosa más absurda que alguien esperaría para sí, pues para mí, ser grande tendría muchas desventajas. De serlo -pensó-, el mundo me parecería demasiado pequeño al descubrir que tardaría muy poco tiempo en recorrerlo. Conocería todo muy rápido y entonces me condenaría irremediablemente a repetir las mismas cosas siempre. ¡Que deprimente! – afirmó con un convencimiento casi inaudito.
Sin embargo, en el fondo, el pequeño oruT deseaba fervientemente estar una vez más en aquel lugar que estaba seguro había visitado hacia sólo unos días, pero que por fuerza de su rutinaria existencia, aquel viaje parecía asemejarse cada vez más a un sueño que anhelaba más y más, y que al paso del tiempo perdía gradualmente el brillo característico de cualquier ensoñación.
Mirando la profundidad infinita de los abismos incandescentes del cielo pensaba con cierto remordimiento que no le importaría pagar cualquier precio con tal de viajar nuevamente hasta las antípodas de lo que para él era la realidad contundente; con entero convencimiento iría a aquel anverso de su mundo, cerca de todo lo que era innegable aquí en oid-raT, en donde todo parecía ser parte de la purgación de un castigo infame. ¡Vivir aquí por siempre! pero -qué tan pronto es ya? y ¿qué tan distante es por siempre? En realidad da lo mismo aquí.
A pesar de la opacidad que sus propias circunstancias provocaba en aquellas alteradas visiones, oruT se resistía a abandonar la esperanza de volver a aquel lugar maravilloso, en donde había visto ocurrir las cosas más asombrosas, y del cual desafortunadamente tuvo que volver casi enseguida de haberlo conocido, oruT regresó demasiado pronto, y todo por “no haber crecido lo suficiente”.
dadi-laeR era el nombre de ese lugar tan añorado por oruT, lugar al cuál tarde o temprano tienen que ir todos los que una vez existen en oid-raT. Parten hasta allá con la consigna de no volver jamás, para poder así, mantener el equilibrio y la armonía entre las dos ficciones.
La labor que desempeñan todos los seres etéreos como oruT consiste en introducirse en la psique de uno de los tantos snei-paS que habitan en dadi-laeR, con el fin de dar color a sus pensamientos e incoherencia a sus sueños, y de vez en cuando, mostrar a través de estos contactos; esporádicos y fugases vistazos a la tierra de oid-raT; experiencia, a la que sólo algunos snei-paS asignados por un extraño e incuestionable azar pueden adherirse bajo el riesgo inminente de derivar hacia la demencia inaudita o la fortuna de encontrar el virtuosismo incoherente e inefable de los genios.
La ocasión en que el pequeño oruT tuvo que ir a la tierra de dadi-laeR no dejó de asombrarse con todo lo que se encontraba a su paso; como aquellos enormes cubos con orificios cuadrados que se erguían majestuosos e inmóviles, acomodados uno junto a otro en interminables filas que parecían no tener fin; pero más impresionante resultó observar a los snei-paS entrar, salir y cambiarse a toda prisa de uno a otro de estos cascarones gigantes, desde que asomaba el sol, hasta el surgimiento de la noche. -¡Ah¡ La noche, ¡que color tan extraordinario¡ -es el mas hermoso y profundo que jamás he visto- pensaba el pequeño oruT mientras cerraba los ojos.
-Es un maravilloso lugar...- suspiró el pequeño oruT con un aire de nostalgia amarga al tiempo que se colocaba dos pares de alas translucidas en la espalda, tendrían que ser las de nervadura reforzada, tal y como se lo había solicitado el rot-neM, ya que, a decir de él, en esta ocasión le aguardaba al pequeño oruT un vuelo más riesgoso de lo común.
-Seguramente es otra de las cosas que hace el rot-neM para que la pase mal, pues sé que no soy de su agrado, sobre todo desde aquel intento fallido y además aquí en oid-raT nunca pasa nada emocionante; todo el tiempo es magia y colores, magia y colores, ya estoy harto- vociferaba el pequeño oruT.
Los rot-neM resultan ser las fuerzas traslucidas que necesariamente apoyan, mediáticos y eternos, el vínculo del mundo de los oníricos con la tridimensionalidad empalagosa de dadi-laeR.
oruT terminó, por fin, de colocarse los dos pares de alas y continuó después con unas gafas de aviador sin cristales sobre la cabeza; luego, echó al hombro una diminuta mochila color ocre, e inmediatamente emprendió el vuelo, desganado, iba casi a ras de piso y con los brazos colgando.
Durante su vuelo miró con atención y extrañeza todo lo que había en Oid-rat (el mundo en el que le había tocado vivir) –Que maravilloso sería todo aquí, si cada quien pudiera poseer sus cosas y espacio propios, al menos el tiempo que, por decreto, debemos permanecer aquí-
-Sí, creo que eso le daría un poco más de orden a todo oid-raT, pues aquí no existen de “esos” que los snei-pas llaman edificios para separar el espacio y propiedad de uno y de otro. Aquí no se pueden comprar las pertenencias de los demás con aquellos pequeños rectángulos de papel tan poderosos, tan poderosos, que los snei-pas son capaces de cualquier cosa con tal de poseerlos; incluso de anteponerlos a su propia dignidad, al menos la mayoría de los snei-paS venderían su propia existencia a cambio de unos cuantos de estos papeles.- pensaba el pequeño OruT.
Y es que, aquí en oid-raT todo lo que existe pertenece a todos y lo comparten, desde los alejadísimos frutos multicolores que saben a todos los sabores existentes y que cuelgan de las nubes más altas; hasta las constelaciones acústicas de rocas incandescentes que iluminan armoniosas las profundidades de la tierra y del cielo a lo largo de sus diversos túneles espirales cuyo fulgor se muestra esplendoroso a través del ojo de los manantiales vibrantes.
Aunque, cuando todas estas maravillas eran vistas por algunos de los snei-paS en sus sueños o estados de semiinconsciencia y estos quedaban extasiados con una belleza insólita, para el pequeño oruT era algo que ya había visto demasiado durante su forzada y prolongada estancia en oid-raT, tanto, que había ocasiones en que no podía descansar con tanto ruido y tanta luz emanada de los manantiales que se propagaba por todas parte a través de los ríos subterráneos y los estanques verticales; además ya le había empalagado el fulgor del agua, pues cada ves que llovía era exageradamente dulce.
Sin embargo tendría que permanecer allí hasta que aprendiera, de los rot-neM, la forma de introducirse adecuadamente en la psique de los snei-paS, cosa que intentaba perfeccionar día a día, pues parecía inútil, porque durante su labor cotidiana, se encontraba con el rechazo del snei-paS que se le había sido asignado para alojarse en él.


Este habitante de dadi-laeR permanecía abatido y sumergido en una profunda tristeza pues estaba inconforme con la vida que le toco vivir; mejor dicho, con el mundo que estaba condenado a soportar; aborrecía esa absurda realidad de la tierra de dadi-laeR, pues a causa de un descuido de oruT (su ente onírico, que se sumergió, junto con su snei-.paS, en un doble extasío), alguna vez tuvo la oportunidad de visitar el mundo de oid-raT por más tiempo del que le era permitido.
Desde entonces la tristeza y la añoranza fueron su vida, y a la vez, la única causa por la que algunos de los oníricoS provenientes de oid-raT no pueden desarrollarse ni crecer, entonces son consumidos poco a poco por la nostalgia y el deseo de volver a un mundo donde no pueden vivir, sino solo a través de la espesura de los sueños.

Rogelio Arturo Martínez Perete
“AFTERMATH”

Texto agregado el 08-03-2008, y leído por 238 visitantes. (0 votos)


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