En una ocasión escuché, en boca de la escritora y psicoanalista Norma Brown, una de las aseveraciones que más me han impactado en los últimos años: el arma más mortífera existente es la pregunta "por qué". No es para menos. No hay nada más peligroso que cuestionar lo establecido. Ya Francis Bacon en el siglo XVIII planteaba que “quien no se atreve a pensar es un cobarde”, luego entonces, la reflexión, la búsqueda de conocimiento, el deseo de aprender, son conceptos equivalentes a la palabra “valentía”.

Se requiere valor para cuestionar y hacer a un lado el “qué dirán”, los insulsos propósitos de Año nuevo, las correrías alrededor de la cuadra llevando maletas y vistiendo calzones rojos; se requiere valor para pensar en los que no tienen que comer, en los que perdieron todo; se requiere valor para rebelarse ante nuestro tiempo.

En un mundo en el que la ignorancia y la mentira son la norma, la honestidad, el estudio y el disfrute de la lectura son actos que infringen la ley. En una época en la que términos como “rebelde” se reducen a la frivolidad de un grupo de jóvenes sin talento que no hacen más que reflejar la pereza mental de nuestro país, se hace evidente la necesidad de que la educación tome el papel protagónico en este desesperanzador escenario.

Es hora de abrir los ojos pues el conocimiento, resultado directo de la educación, no es únicamente una acumulación de datos sino una toma de conciencia. Es ya un cliché que en estas fechas se invite a la reflexión. Yo simplemente invito a que después de reflexionar se cambie al mundo.