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INQUIETUDES

Esa mañana cuando Roberta abrió los ojos sabia que algo no estaba bien, la noche anterior su padre Pedro Ortiz no había llegado a su casa como de costumbre, y su madre lo había esperado mirando hacia la calle toda la noche, pero no, esa noche Pedro no había entrado a la casa y no se había sentado en la mesa a comer junto con Claudia su madre, José su hermano de cinco años y ella una mujercita de quince como le acostumbraba a decir mientras le revolcaba el cabello. Las cosas por ese tiempo estaban duras, Pedro durante los últimos días salía mas temprano de lo normal y llegaba mas tarde, pero eso sí siembres llegaba, sus discurso ahora eran mucho mas frecuentes, y aunque mi madre le rogaba entre sollozos toda la noche ,mientras ellos creían que nosotros estábamos durmiendo, que parara con todo, que eso solo lo llevaría a la muerte y de paso a la muerte de todos nosotros, pero él como una roca, ahora pensando lo bien creo que eso era lo que mas me gustaba de él, su arrogancia, su perseverancia para llevar las cosas hasta las ultimas consecuencias. Yo nunca entendía nada o no quería entender, mi papa siempre me decía que en ese pueblo de mierda en el que vivíamos yo era como la luz que podría brotar entre tanta mierda y que cuando creciera tenia que ser una guerrera como él, tenia que luchar por unas reivindicaciones que en ese momento no entendería pero que seguro cuando fuera mas grande sí. Esa mañana mi mama Doña Claudia De Ortiz, me dijo que me vistiera rápido y que fuera a ver si mi papa estaba en la sede del partido, porque a ella le tocaba quedarse cuidando una fiebre de 45º de Pedro que como siempre la cagaba cuando menos lo tenia que hacer, y se enfermaba justo en esos momentos, me puse las alpargatas a toda carrera y el vestido largo y rojo que a mi papa tanto le gustaba verme puesto, mi mama Doña Claudia De Ortiz, corría de un lado para otro con mi hermanito cargado como un costal y llore que llore con los mocos viejos pegados en los cachetes y todo empelotico listo para que lo metieran a la alberca a ver si así le bajaba la fiebre. Salí de la casa y baje por la calle de las flores, luego baje por la trocha desde donde se podía ver la bananera donde mi papa ya llevaba trabajando toda la vida desde que este pueblito existe, pero este no era mi destino, seguí caminando hasta que me encontré con unas pocas casa ya abandonadas, en las que parecía que al mismo olvido se le había olvidado pasar sus manos sobre ellas, casas destejadas y agujereadas por las balas que juegan a diario con la vida de este pueblito de mierda, bueno en ultimas ya le estaba empezando a aprender algo a mi papa. Incrustada entre todas esas casas abandonadas estaba la sede del partido de mi papa, yo siempre me pregunte por que esta sede política era tan fea y trajinada a diferencia de las otras sedes que quedaban en el centro del pueblo y eran grandes edificios de colores hasta bonitos, pero nunca le pregunte eso a mi papa, era mejor callar y dejar la estética para después, y le seguía aprendiendo a papa. Entre a la sede y los carteles estaban todos por el piso, el escritorio grandote que estaba en el centro de la sala estaba todo revolcado y patas arriba, en las pocas veces que había entrado a ese lugar siempre había estado ordenado y limpio, porque eso si, pobres pero limpios y con ganas de luchar, como decía mi papa, aunque yo le ponía mas atención a la primera parte que a la segunda, lo de limpios porque siempre era una berraca peliadera en mi casa todas las noches, pero baya lávese los dientes que se le van a caer, que no sea puerca, que así nadie se le va a arrimar. Pero bueno esta vez lo de limpios se les olvido, por que todo estaba como el pueblo, vuelto mierda, continúo aprendiéndole al viejo. Pero bueno en definitiva el lugar estaba solo, y ahora donde podría estar mi papa, Salí y volví al pueblo, en el parque había un bulto de gente que gritaba arengas y peleaba con la policía, aunque expresamente mi mama Doña Claudia De Ortiz siempre me había advertido que si veía una trifulca como esa me fuera inmediatamente para la casa, en esta ocasión tenia un fin mas importante, encontrar a mi papa, y muy probablemente él estaría entre ese tumulto de gente. Corrí para alcanzar la trifulca y todo era caótico -hijo de puta, tombo hijo de puta-, -hijo de puta usted comunista maricon-…todo iba y venia como la locomotora de un tren desquiciado. –El pueblo unido jamás será vennnnn-, -hipiess, hps comunistas, bandoleros- pan…pun…tasss…mierda…ta-ta.ta.- -corra, corra que estos hps tombos nos están dando bala-…de un momento a otro sentí un totaso en la cabeza que me mando pal piso de un solo tiro, pero así de rápido sentí que una mano me levanto, y me puso a correr, era una señora a la que solo le entendía -¿¿esta bien mija, esta bien??-, seguí corriendo lo mas rápido que pude, mientras que los tiros pegaban contra las paredes de las casa, contra los postes, contra los perros, contra las personas que estaba detrás mió, jueputa todo era una locura en ese infiernito, y así corriendo por entre las poquitas cuadras del pueblo, tratando de llegar a mi casa, pude ver a mi papa en una esquina corriendo con la cara llena de sangre, y gritando cosas que no entiendo que querían decir, de golpe todo se fue calmando y pude llegar a mi casa, cuado mi mama me abrió la puerta mi cuerpo no pudo mas y me caí en sus brazos, los brazos de Doña Claudia De Ortiz…ahora estoy aquí contando esta puta historia, veinte años después de ese día y queriendo aun preguntarle muchas cosas a mi papa, Don Pedro Ortiz.


Eduard Esteban Moreno

Texto agregado el 22-03-2008, y leído por 91 visitantes. (0 votos)


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