Era un hermoso día de Febrero de un año maravilloso, en que descubrieron el amor dos almas que gritaban y guardaban en su interior el deseo apasionado del uno hacia el otro.

Era un cálido día de Febrero planificado por estas dos almas que se encontrarían en una limpia y preparada habitación, en donde unirían y marcarían sus vidas.

Era un día 14 muy hermoso cuya habitación tendría pétalos de rosas en el piso, también en la recámara y encima de las sábanas de una suave y confortable cama junto a la ventana que divisaban los verdes y frondosos cañaverales, suave y perfumada cama que recogería sus desnudos y apetecidos cuerpos.

Era un día de Febrero en cuyo nido de amor saciarían el hambre con una exquisita cena escogida por el delicado paladar de su amada.

Era ya la hora indicada para su encuentro, y se encaminaban juntos hasta la habitación, el chillido impaciente de las llaves se hacia escuchar, con ansias se abría la puerta de madera color caoba, dejando llevar a la imaginación de aquello esperado.

Ella, mientras cruzaba la puerta y llegaba al interior de la habitación, se detuvo y sus bellos ojos cafés oscuros observaron aquella habitación tan vacía, sintiéndose inesperada y totalmente defraudada por todo aquello prometido por su amado.

Pensaría ella tal vez, que estúpida yo de estar aquí o que perfecto idiota y mentiroso hombre éste. Preguntándose ella y también a él ¿Por qué? no están en su debido lugar los delicados y olorosos pétalos y la deliciosa cena que tanto habían esperado.

Excusas dijo ella cuando el manifestaba lo sucedido, él no encontraba la manera sutil de justificar aquella falta muy grave cometida.

Sin previo aviso se oscureció la habitación y no se hizo esperar, ella se alejó y junto a la ventana a escondidas entre sus polvorientas cortinas, comenzaron a emanar sin permiso alguno de sus bellos ojos lágrimas de dolor y decepción que destrozaban su corazón y que en el silencio oscuro de la noche se preguntaba una y otra vez ¿Por qué? no lo dijo antes de entrar en esta habitación baldía.

Se encontraba él confundido y angustioso sentado en un extremo de su cama, se lamentaba y oprimía su corazón al escuchar los sollozos de su amada.

Seguían derramando sus ojos las lágrimas y él no comprendía. ¿Por qué? esta grave falta no permitía que calme el doloroso llanto de su niña adorada, sólo el corazón de ella sentía lo que estaba por llegar, había decidido que se entregaría en cuerpo y alma al hombre a quién amaba, ese era el motivo de su llanto.

Más el lleno de fuerza y valentía se acercó hasta ella, la abrazó por detrás y con lágrimas también en sus tristes ojos susurró a su amada Perdón… Perdón amor mío por todo lo sucedido.

Seguían las lagrimas rodando por su rostro, pero ella estaba decidida en ese día de Febrero demostrarle cuanto lo amaba, lo miró a los ojos y sin decir palabra alguna lo beso en sus labios que probaban a su vez la amargura de sus lágrimas, lo besó como nunca lo había besado, sellando con este beso apasionado el perdón que imploraba y rogaba el hombre a quién amaba.

Entre besos, abrazos y caricias se escondían y perdían la amargura de sus lágrimas, dando un nuevo giro y comienzo a la tranquilidad, la alegría y a la pasión entre ellos.

Él aún confundido por lo sucedido, sin embargo se atrevió a preguntar y susurrarle al oído ¿Quieres ser mía esta noche? más ella sin miedos y temor alguno respondió, ¡Sí!… sí, quiero entregarme a ti en cuerpo y alma porque eres el hombre a quien amo.

Fue el momento tan esperado por él y se habría de cumplir en esos instantes, el de tener por completo a la mujer que hace mucho tiempo había esperado y que había despertado en él, puros y lindos sentimientos.

Entre horas, minutos y segundos despojaron sus vestiduras, y dieron comienzo a las más bellas sinfonías de besos y caricias, consumando en su lecho, la más pura y apasionada entrega de sus cuerpos.

Ante ella, él considerado un verdadero hombre con experiencia en el amor, más ella una niña novata cuya inocencia y pudor no había sido aún mancillados, más él descubriría en aquel instante de entrega de su amada que toda su experiencia no servía de nada dándose cuenta que este era sino el inicio a una nueva y placentera existencia junto a ella.

No hay descripción con palabras de aquel momento en que sintieron ambos la entrega y fusión de sus cuerpos, no hay palabras que describan la incalculable mezcla de sentimientos de ese momento tan glorioso, solo existen palabras para describir como entre lágrimas y sollozos, pasión y alegría se entregaba ella a él por ese grandioso amor que hacia él sentía.

Fue un día y noche de un inolvidable mes de Febrero en que marcarían sus vidas, descubrieron el amor y la pasión por primera vez a través de su inocencia y de su experiencia, entregándose sin conciencia a la pasión y al amor de aquel instante maravilloso.

Cansados por el éxtasis de su amor, ella por la inesperada experiencia de él y él por la gran belleza de su cuerpo y su alma. Él encantado con la niña que se transformaba en mujer, esa hermosa mujer de preciosa cabellera negra y brillante y su delicada y apetecible piel de Diosa, desde aquel día él no ha dejado de pensarla, adorarla, sentirla, extrañarla, llorarla y amarla.

Las evidencias marcadas en las límpidas sábanas al día siguiente dan fe de la más espectacular entrega de amor y de la transformación de la inocencia de una frágil niña a una hermosa e imponente mujer quien ha dado y entregado todo a su único y verdadero amor.

Más él se preguntaba ¿Por qué? Se entregaba en ese día de Febrero y ella con la más dulce, bella y encantadora melodía de su voz respondería, por ser ese un día tan especial y por ser tu el hombre que me ha enseñado y dado todo y porque TE AMO.

Él descubrió un día de Febrero a su amor verdadero en ella y su entrega total sin miedos y sin límites, siendo el inicio desde aquel día para seguir a su lado compartiendo sus alegrías y sus llantos sus éxitos y sus fracasos, transformándose desde aquel momento en su compañero fiel e incondicional hasta el último instante de su corta existencia.