Las tipas constituyen un subsuelo a la bóveda que se destiñe para ceder ante el profundo negro. Un horizonte de murmullos surca el canto de los astros que descansan sobre los trozos de cielo erguidos sobre enormes pies de madera de piel opaca.
Un condenado pasa y me juzga con su mirada, o quizás pregunta con la viva voz del silencio.
Toda la vida es tan efímera como las dimensiones de este parque. Los individuos nacen intrascendentes y difusos en el horizonte para ir ganando particularidad a medida que se acercan y luego se diluyen hasta desvanecerse en el otro extremo. Este parque parece ser una modesta maqueta de algún mundo posible.
Ahora un pequeño grupo de marionetas uniformadas emprende la retirada y se esconde tras un tronco para descansar de su absurdo gesto y aflojar sus hilos.
Es un mundo de tres colores que este papel encierra hasta que por azar alguien desdoble hoja dando comienzo a un nuevo día.