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HISTORIAS DE CABALLOS

INDICE: HISTORIAS DE CABALLOS.
18423 palabras

1. EL PIBE: EL CABALLO DE PAPA Y SU PERRO OVEJERO./ 539 palabras
2. CHIQUITO MI PRIMER CABALLO. / 1750 palabras
3. NEGRO, MI CABALLO DE SOBREPASO. / 1274 palabras
4. INTRUSO./ 631 palabras
5. PORQUE SE LLAMO INTRUSO MI CABALLO./ 2166 palabras
6. SALVAJE, ESE POTRILLO MALO./ 2568 palabras
7. JIMBO24Z. / 1493 palabras
8. LUNATICO. / 1343 palabras
9. LOS CABALLOS DE CARLITOS. / 1059 palabras
10. “NICO” SU NOMBRE DE PURA SANGRE ERA “NICOMANO” Y ERA UN TOSS. / 2045 palabras
11. CABALLOS SALVAJES. / 959 palabras
12. LA YEGUA NEGRA Y LA YEGUA RUANA. / 1089 palabras
13. LA MUERTE DEL PERRO EN LA CHANCHERIA. / 702 palabras
14. TORNADO EL CABALLO IMAGINARIO. /748 palabras


EL PIBE: EL CABALLO DE PAPA Y SU PERRO OVEJERO.
Cuando Papá se fue de Rusell a la finca de Campamentos tenía 18 años, allí empezó a trabajar con el nono Lorenzo en la construcción de una finca nueva de 300 hectáreas, era soltero y su única compañía y diversión eran un caballo llamado El Pibe Y Un Perro Ovejero de collar blanco y color amarillo, (igual que RI-Tin-Tin- un perro legendario del cine).
Con ellos salía los fines de semana a pasear y con ellos andaba por toda la extensión de la finca, inspeccionando los trabajos, numerosos, que se hacían, al caballo lo cuidaba como al mejor parejero y todo lo que lo hacía caminar y galopar durante la semana lo ponía en un estado ideal de entrenamiento, para correr carreras por el campo, cuadreras, con otros caballos que también recibían un buen trato y los llevaban a correr.
El perro fue enseñado a ir a buscar el caballo al potrero y el caballo se venía junto a él, ambos parecían hermanos jugando; cuando papá dejaba al caballo atado afuera de algún sitio, el perro se quedaba echado junto al caballo y por mas horas que pasaran no se movía, tampoco permitía que nadie se arrimara al Pibe, con sus ladridos estridentes alertaba a mi papa si alguien lo hacía.
Papá era muy joven y disfrutaba andar de un lado para otro corriendo cuadreras, para evitar que lo identificaran solía ir a lugares distantes cincuenta a cien kilómetros del lugar donde vivía, en esa época eran muy diversos los lugares donde se corría.
Cuando El Pibe se empezó a hacer famoso por ganar todas las carreras que corría, había menos candidatos dispuestos a correrle; vinieron caballos, muy buenos, de las provincias vecinas y no tanto y corrieron y no le pudieron ganar, su “tiro” era de trecientos metros libres, largando con partidas. No hubo un caballo cuadrero tan rápido, le tomaban el tiempo con cronómetro y hacía en menos de 17 segundos los 300 metros, largando con partida, es decir en movimiento.
Un día conoció a una vecina, que vivía en la finca de enfrente.
Una chica morocha de ojos vivaces y cabello muy largo, se llama Elena y es mi mamá.
Ella le pidió que si se iban a casar debería vender el caballo, porque con toda la dedicación que le daba, no tendrían tiempo de vivir juntos.
A Papá no le hizo mucha gracia el pedido de mamá, pero por esa época valía más su opinión que la de él.
Papá se decidió y puso en venta el caballo, y en esos días le robaron el perro, su estado de ánimo no era el mejor y en pocos días, la única compañía que tenía fue mamá.
Así que decidieron casarse y con la venta del caballo compraron los muebles que necesitaban para la casa, que la había construido a la entrada de la finca, del otro lado donde estaba la casa de la nona Luisa y el nono Lorenzo.
Cuando nació el primer hijo, mi hermano, papá se puso muy contento y de a poco empezó a llenar el hueco que le había dejado la pérdida de sus dos grandes amores: El Pibe y el Perro.

CHIQUITO, MI PRIMER CABALLO
• Los lectores consideran que el recuerdo en sí es muy bueno. Además, les parece que está bien contado.
• A Jorge Eduardo le han enviado 16 abrazos, 16 sonrisas, 10 besos y 21 buenos recuerdos.

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1953
Fecha de alta 28-03-2008

Nació en el potrero que estaba al lado de casa, lo estábamos esperando y a la mañana lo encontramos tomando la teta de su mamá, la yegua negra o la negrita, como le decíamos cariñosamente.

Chiquito parecía de juguete y apenas nació le pedí a mi hermano que me lo regalara porque la yegua era de él; su papá era el Gaucho, un caballo mestizo de muy buena alzada, cruza de criollos con pura sangre, tenía un cuerpo estilizado pero corpulento, respondía muy bien a las acciones y era el segundo sillero de don Juan El Caballerizo, quien a su vez tenía su propia yegua alazana.

Cuando Chiquito tenía unos pocos días, papá me dejó que jugara con él. Así empezó mi cariño por quien sería mi primer caballo.

Con 4 años recién cumplidos, no tenía mucho dominio sobre él; pero empecé a darle una maña que lo marcaría para siempre y era darle azúcar refinada en granos que papá compraba en bolsas de 70 kilos. Junto con el azúcar lo silbaba y lo llamaba por su nombre, así aprendió a responder a mi silbido y al llamado por su nombre.

Cuando papá salía en la yegua, según al lugar que fuera lo llevaba o lo dejaba en el potrero, si lo dejaba: Chiquito empezaba a relinchar nervioso y Yo iba a hacerle mimos, darle azúcar y a jugar con él.

El potrero no era extenso como los del interior de la finca, pero era lo suficientemente grande como para mantener a la Negrita con Chiquito, además papá les daba avena y maíz; el maíz se plantaba en los potreros de la finca y se cosechaba para guardar, como forraje para el invierno, haciéndose “trojes” en el corral principal y en el corral al lado de casa.

Cuando llegó el invierno, con noches excesivamente frías -4 a -8 grados centígrados, le pusimos una capa hecha con bolsas de arpilleras dobles, y si veíamos que iba hacer mucho frío los guardábamos en el galpón; Chiquito crecía como un robusto potrillo con todos los cuidados posibles, además de darle forraje lo desparasitábamos dos veces al año como al resto de los caballos.

Cuando pasó el primer invierno, llevamos a la yegua negra y a chiquito a un potrero grande donde estaban las yeguas (algunas con crías) y los caballos junto con algunas mulas, de esa manera se familiarizaba con el resto de los animales y no lo atacaban cuando era más grande.

Papá se hacía traer la negrita por El Caballerizo, dejando al potrillo en el potrero con los animales que no trabajaban. Yo iba a buscarlo y él venía a mi encuentro en cuanto lo llamaba.

Cuando chiquito tenía como dos años, un día con los chicos de la finca, fuimos hasta el potrero donde junto a los caballos estaba el toro negro, el toro se enojaba si se le hacía un mugido similar al que hacen los toros, nosotros íbamos todos montados en buenos caballos y llegábamos hasta cerca del toro y lo hacíamos enojar; un día el toro arremetió contra los caballos y escapamos a toda carrera, Chiquito al ver que el toro nos corría salió disparado como una saeta y la emprendió a patadas con el toro, esta acción del potrillo obligó al toro a cambiar de dirección y nosotros pudimos escapar por la puerta del potrero que habíamos dejado abierta.

Al cumplir chiquito dos años y medio, los gauchos decidieron con papá que había que caparlo, estos gauchos aprovechaban la ocasión para divertirse y aunque no hiciera falta para agarrar a los potrillos que iban a capar, los enlazaban. Chiquito que era súper manso, no soportó que lo enlazaran violentamente y lo tiraran al suelo, se levantó y como estaba también enlazado del cogote, empezó a tirar y casi se ahorca, afortunadamente Yo me acerqué y lo tranquilice hablándole.

Cuando lo tenían maniatado y en el suelo Don Juan El Caballerizo, como lo hacía siempre, lo capó, luego lo curó con ceniza y le puso alrededor liquido Manchester para que no se le arrimaran los moscardones que ponen huevos y salen gusanos. Mientras duró el periodo de curación, Don Juan se lo llevó a su casa y lo tuvo bajo techo en su corral para protegerlo del sol y la lluvia.

Una vez que se sanó de la capadura, Don Juan empezó los preparativos para amansarlo de andar, y como todo gaucho se aseguró primero que estuviera bien amansado de “abajo”, que levantara sin problemas las patas, que se dejara errar, por último que aceptara la montura y finalmente al jinete.

Antes de subirlo, Don Juan lo paseaba con la montura puesta; una pesada montura de bastos. Esto lo acostumbró a llevar peso sobre el lomo y cuando lo subió no corcoveó para nada. Junto con el apadrinador, que era su hijo Jacinto, lo llevaron por el callejón del medio al galope; si bien al principio lo llevaban a la cincha por precaución, no hacía falta. Y se podía decir que todas las precauciones fueron inútiles, ya que Chiquito era manso como si lo hubieran domado con anterioridad.

Debido a que era tan manso, yo le pedí a Don Juan que me lo diera y sin más, me lo llevé y lo empecé a usar. Como todos los chicos lo que más me gustaba era andar al galope y a medida que fui adquiriendo confianza en el caballo, empecé a usarlo cada vez más ligero. Era un caballo manso, lo que no quería decir que fuera blando de boca, y esto debido a que no le dí tiempo a que Don Juan lo tirara bien de la boca.

Cuando quedan mal tirados son duros para siempre y hay que usarlos con frenos especiales para dominarlos.

Una tarde estábamos andando por la finca con Carlitos, él en un caballo tordillo que había sido de papá y era muy buen caballo, y Yo en Chiquito. Veníamos por el potrero del centro de la finca y decidimos correr una carrera de unos quinientos metros hasta el portón del callejón del medio, largamos y veníamos prácticamente a la par sin sacarnos ventajas. Carlitos me dice… ¡frena!… cuando ya llegábamos al portón que estaba cerrado.

El frenó… pero yo no pude y llegué con Chiquito que debió frenar solo… rayando con las cuatro patas, paró contra el portón y Yo volé por encima, enganchando mi pantalón nuevo de hilo en un alambre de fardo (liso) que sobresalía unos treinta centímetros por arriba del portón.
Mi pantalón se transformó en una pollerita, y no me enganché Yo y me convertí en señorita por pura suerte.
No se cómo pero cuando llegué a casa papá ya sabía todo lo que había pasado y me dijo… ¡por no saber usar tu caballo, no lo usaras más!... Y Se lo entregó a Don Juan.

De nada sirvió mi protesta, Don Juan andaba todos los días en mi caballo, venía a ordeñar la vaca, que estaba en casa, todas las mañanas. Arreaba las otras vacas y los caballos, se iba los domingos al boliche a tomar vino, y Yo enojado con él, que en realidad no tenía nada de culpa.
Papá no aflojaba con su posición de que no usara el caballo y que lo anduviera Don Juan, para que lo hiciera más blando y de andar, lo que le faltó cuando yo se lo saqué.

Habían pasado cuatro meses y nada, Don Juan seguía usando el caballo y Yo enojado con él. Por la calle Florida habían colocado un pavimento nuevo, y un día Don Juan dijo… ¡voy a ver qué tal es andar en ómnibus con pavimento!… se fue hasta Rivadavia el pueblo que estaba a veinte kilómetros de la finca, probablemente era una de las pocas veces que se subía a un colectivo. Llegó al pueblo y como era domingo lo único abierto era un bar donde estuvo tomando unas cuantas copas, el trayecto de vuelta lo hizo “en-copado” y no se dio cuenta, cuando se fue a bajar, que el ómnibus seguía en movimiento,… se tiró mirando para atrás y se golpeó en la nuca muriendo en el acto.

Yo estaba en el parque junto a casa jugando, cuando alguien me dijo que Don Juan sufrió un accidente al bajar del ómnibus y se había muerto. Mi reacción de niño enojado, fue alegrarme por lo que le pasó, no lo fui a ver ni tampoco a su entierro, pero cuando fui grande me faltó siempre algo, la despedida al querido Caballerizo.

Papá al ver mi reacción, se dio cuenta que se excedió en el castigo y me permitió volver a usar a Chiquito. A Chiquito lo usé junto con Negro, un caballo hermano por parte de madre, hasta que tuve doce años.
Aprendí a usarlo y a frenarlo, lo cuidé para correr cuadreras, fui al campo y al río, fue un magnifico caballo, crecí con él, pero un día papá y sus hermanos dividieron la finca y se repartieron las partes, quedando papá con una fracción sin potreros, lo que nos obligó a quedarnos sólo con los animales necesarios para arar la viña y hacer las tareas agrícolas.

La Negra, el Negro y Chiquito, no tenían más lugar y era muy caro tenerlos a box a los tres, los pusimos en venta y vino un señor de la provincia de San Luis, vecina, que los pagó y se los llevó sin darme tiempo para despedirme; ese día no lloré pero tuve ganas.

Para cruzar a San Luis, debían cruzar el río Desaguadero; cruzaron por un vado con muy poca agua, los llevaron a un campo cerca del límite pero igual quedaba como doscientos kilómetros en línea recta.

Una madrugada escucho el galope de un caballo que venía por la calle Florida, sigo escuchando y el galope cesa, y no oigo más nada.
A la mañana cuando me levanto voy hasta el parque donde yo acostumbraba atar a los caballos debajo de un frondoso pino. ¿Cuál fue mi sorpresa?… ¡allí estaba Chiquito, sin nada encima!… esperando Por Mi Y Su Porción De Azúcar.

¡Cuando se lo llevaron, no tuve coraje de dejarlo ir sin ponerme a llorar!

Jorge Eduardo
Campamentos - Rivadavia - Mendoza.


NEGRO, MI CABALLO DE SOBREPASO
• Los lectores consideran que el recuerdo en sí es muy bueno. Además, les parece que está bien contado.
• A Jorge Eduardo le han enviado 13 abrazos, 8 sonrisas, 14 besos y 16 buenos recuerdos.

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1953
Fecha de alta 30-03-2008

Cuando yo tenía 4 años, nació Chiquito, hijo de la Negrita, y antes de que Chiquito cumpliera 2 años, nació el potrillo Negro, hermano de él por parte de madre, hijo de un caballo pura sangre de color negro, de nombre Desalmado; era un caballo de fuerte contextura, de ancas un poco caídas hacia atrás, sin estar partidas.

Desalmado era un caballo de paso normal y muy ligero en carreras cortas, esas características y de acuerdo a su ascendencia de madre y padre se reflejaron en Negro, pero con una gran diferencia; Negro era un caballo de lo que se conoce como de “sobrepaso”, no era cruzado sino derecho para marchar y no era braceador como los caballos peruanos de paso. Tenía un andar marchando muy rápido y suave, daba gusto andar en él, se podían recorrer grandes distancias sin que se cansara y en poco tiempo, también para el que lo montaba era descansado recorrer distancias importantes en él.

Negro no recibió tantos cuidados de potrillo como Chiquito, en cuanto a mimos y juegos, pero igual fue cuidado con esmero. Aunque no resultó tan mimoso, fue un caballo muy manso y valiente. Dado que era un potrillo muy lindo, papá decidió que lo dejarían padrillo para sacar crías con él. Así que cuando llegó a la edad de caparlo y amansarlo, sólo lo amansaron, y como siempre fue un gaucho de la finca el que tomó esa tarea, esta vez el que lo amansó fue Juancito, uno de los hijos de Don Juan, el menor, que era muy experimentado y tenía una particular paciencia para que sus caballos hicieran todo bien, hacía hace muchos años lo que se llama hoy “doma india”.

Los amansaba bien de abajo, le enseñaba a echarse con sólo tocarlo en las manos, los tiraba muy bien de la boca y les enseñaba a frenar en una circunferencia de tres metros de diámetro yendo a toda velocidad. Cuando Juancito se dio cuenta de que Negro iba a ser de sobrepaso, lo incentivó en esa condición de marcha y así fue aprendiendo cada día más, hasta llegar a tener un aire de marcha nuevo para mí, que nunca había andado en un caballo de sobrepaso.

También Yo tuve que aprender a andar de sobrepaso y fue Juancito quien me enseñó a usarlo y a manejarlo, ya que a pesar de que Yo andaba a caballo desde los 4 años, nadie me enseñó tanto como Juancito. Yo tenía 9 años y estaba aprendiendo con él muchas cosas que no sabía.

Negro competía con Chiquito por mis preferencias, pero la verdad que cuando Negro estuvo domado y entrenado por Juancito resultó un caballo espectacular y lo usaba tan a menudo como a Chiquito. La mayoría de las veces lo usaba para ir hasta los cerros a cazar, y llevaba una escopeta de un sólo tiro, que era de mi mamá.

El camino hasta los cerros era primero por el interior de la finca de Pacifico Tittarelli, luego había que cruzar el canal de Los Andes, y luego lo que se llamaba el “dique aliviador”, que consistía en un muro hecho de tierra con topadoras, a lo largo de todo el canal, para evitar que las crecientes que bajaban de los cerros destruyeran el canal, como sucedió infinitas veces antes de hacer esta defensa.

Ambos obstáculos: Tanto el canal como la defensa, tenían en ocasiones dificultad para cruzarlos y esto sucedía cada vez que llovía con intensidad.

Recuerdo un día que papá me había dicho que no fuera a cazar a los cerros, por lo peligroso que resultaría cruzar el canal; recién había dejado de llover intensamente y había salido un sol hermoso , fue una lluvia de verano, chaparrón. Llegamos al canal y este iba rugiendo lleno de agua, pero Yo no supe interpretar la situación y casi nos cuesta a mi caballo y a mí la vida, por no hacerle caso a papá.

El canal iba de orilla a orilla lleno de agua que bajaba turbulenta. Yo busqué un lugar por donde pasaban los animales del campo, caballos y vacas sueltos, ese lugar, en un ancho de tres metros, estaba libre de plantas, lo que permitía cruzar, ya que el resto del canal estaba cubierto de achiras y otras plantas que cercaban totalmente sus orillas.

Cuando decidí cruzar tomé la escopeta y el cabresto trenzado, largo y pesado en mi mano hábil, y con la izquierda llevaba las riendas; ingresé por el extremo derecho del vado, pero apenas el caballo saltó al interior del canal, el agua lo empezó a arrastrar. Al ver esto tiré la escopeta con el cabresto y me subí a la montura y salté llegando a agarrarme de las achiras junto al vado, allí pude tomar la riendas y el cabresto y empecé a ayudar a mi caballo que con toda valentía luchaba contra la corriente, con mucho esfuerzo y por la orilla donde no tenía tanta fuerza el agua, subió en el vado.

Yo no salía del tremendo susto y no dejaba de pensar en lo que me había dicho papá, que allí en ese canal mucha gente por intentar cruzarlo en días de crecientes, habían muerto junto con sus caballos. No crucé el dique de tierra, construido a unos mil metros del canal, y no fui a cazar ese día, me volví por un puente que quedaba como a veinte kilómetros del lugar del cruce, cuando llegué a casa mi papá estaba ansioso y preocupado, sabía que algo podía pasarme y estaba arrepentido de haber permitido que fuera a cazar.

Este incidente no me atemorizó para ir a cazar a los cerros con Negro, solamente que tenía precaución al cruzar, si veía que el canal llevaba poca agua, es decir que tenían los “turnos”, “canal arriba”: cruzaba; si no me volvía.
Un día que venía de vuelta de los cerros y que no había cazado nada, apenas al cruzar de vuelta, junto al canal había una viña abandonada, a la que le habían sacado los palos y los alambres, pero habían quedado las plantas que estaban en estado salvaje y se mantenían y daban pequeños racimos caídos en el suelo.

Estos racimos atraían a las liebres salvajes que curiosamente andaban en grupos. Me encontré con tres liebres europeas juntas, algo inusual, no tanto con las liebres criollas. Al verlas me sorprendí, y las perseguí a todo galope por la viña abandonada; era peligroso correr por entre las plantas ya que el caballo podía rodar al tropezarse con un tronco de viña.

Apenas comencé la persecución, les di un tiro desde la cintura apuntando a lo cowboy y una de las liebres cayó muerta para mi mayor alegría y asombro.
La até con unos tientos y la llevé colgando los cinco kilómetros que me separaban de casa, a plena marcha y con la alegría de haber matado por primera vez una liebre de a caballo.

Al llegar estaba mi padrino, el tío Severo, hermano de Papá a quien Yo quería mucho y gallardamente le ofrecí la liebre. Él se puso muy contento, y Yo al ver su satisfacción, también.

Negro fue padre de unos potrillos hermosos y cuando lo vendimos junto con Chiquito y la Negrita, se fue el caballo que más satisfacción me dio con su marcha de sobrepaso.

Jorge Eduardo
Campamentos –Rivadavia- Mendoza.




INTRUSO
• Los lectores consideran que el recuerdo en sí es muy bueno. Además, les parece que está muy bien contado.
• A Jorge Eduardo le han enviado 49 abrazos, 23 sonrisas, 32 besos y 39 buenos recuerdos.

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1972
Fecha de alta 26-01-2008

Intruso fue el primer caballo que compré después que nacieron mis cuatro hijos. Intruso, era un zaino cabo negro, cruza de pura sangre con árabe, lo encontré en Madariaga y era un caballo de correr cuadreras. Cuando se convirtió en el caballo de mis hijos, era el caballo más manso e inteligente que Yo había tenido, lo llevamos al mar y se metía profundo sin miedo al agua, lo llevamos al campo y se dejaba agarrar sin disparar, era manso; aprendió a saltar de una valla, solamente.

Dado que al saltar salía disparado y no se lo podía arreglar para la próxima valla, decidimos cambiarlo por un potrillo que le pusimos Salvaje.
Intruso, una vez que había viento norte, en Agosto, se puso muy violento y cosa que nunca sucedió con él, cuando fuimos al potrero donde estaban las vacas se largó a correr como enloquecido.

Lo pude parar y me bajé, le di pasto para que comiera y se tranquilizó, cuando estuve un rato creí que la influencia del viento norte se le había pasado pero no fue así, apenas volví a subir sobre la montura quiso salir corriendo y Yo lo tiré con demasiada fuerza de la boca y se dio vuelta, se “boleó”, se me cayó encima y me aplastó una pierna sin hacerme daño, se levantó y como Yo le había soltado las riendas salió corriendo, cruzó por el campo hasta una esquina donde había un corral, el corral estaba construido con los mismos alambres que el alambrado perimetral, Intruso llegó y lo saltó limpiamente, allí se paró y quedó quieto esperando mi llegada.

Un gaucho que pasaba por el camino lindero vio la escena del caballo que se boleó y se disparó, luego me comentó que no había visto un caballo tan ligero, se ofreció a llevarme hasta el corral y fuimos recogiendo los mandiles que Intruso perdió, llegamos y entramos por la puerta abriéndola ya que no tenía ningún candado, a Intruso le llamaba la atención el caballo en que íbamos montados, por esa razón me bajé y aproximé solo.

Intruso no se movió, se quedó quieto como diciendo “aquí no pasó nada”, lo agarré del bozal y luego de las riendas, le puse lo que había perdido en la carrera y lo volví a cinchar, ya se veía que Intruso con la carrera se había tranquilizado, lo subí y salió al paso lo más tranquilo para la puerta del corral.

El gaucho se despidió y volvió a su huella. Yo salí para el box donde lo guardaba, éste se comportó como si nunca hubiese tenido ese ataque de nervios por el viento norte, que dicho sea de paso ya había desaparecido con la intensidad que corrió a la mañana. Lo llevé al paso y en ningún momento quiso disparase o enojarse.

Al otro día salió como siempre, tranquilo, al paso y al galope fuimos al campo donde se había disparado y anduvo lo más bien. Esos fueron los últimos paseos con Intruso, lo cambiamos por Salvaje, un hermoso potrillo con mucha clase para salto, muy alto y de muy buena estructura.

Intruso terminó siendo nuevamente un caballo de correr carreras cuadreras, volvió a ganar y sólo perdió una porque se lastimó la pata en la partida.
Por muchos años fue el caballo más famoso del pago de Magdalena, y cuando viejo se dedicó a pasear chiquilines que lo cuidaban y mimaban hasta que rodeado de ellos murió suelto en un campo de Magdalena.

Jorge Eduardo
Argentina.

PORQUÉ SE LLAMÓ INTRUSO MI CABALLO
• Los lectores consideran que el recuerdo en sí es sumamente bueno. Además, les parece que está bien contado.
• A Jorge Eduardo le han enviado 24 abrazos, 31 sonrisas, 29 besos y 32 buenos recuerdos.

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1987
Fecha de PORQUÉ SE LLAMÓ INTRUSO MI CABALLO
• Los lectores consideran que el recuerdo en sí es sumamente bueno. Además, les parece que está bien contado.
• A Jorge Eduardo le han enviado 24 abrazos, 31 sonrisas, 29 besos y 32 buenos recuerdos.

alta 22-01-2008

El año anterior habíamos ido de nuevo de vacaciones a Córdoba, con la intención de comprar el caballo tordillo pura sangre que lo habíamos tenido en el parque de Transilvania durante un mes. Pero al llegar tuvimos una triste noticia: El caballo había sido muerto a balazos por la policía la única vez que se salió a la ruta.

Todos quedamos muy tristes ese verano y planificamos con los chicos: Pablo, Mariela, Diego y Yanina que buscaríamos otro caballo que nos gustara y lo compraríamos, al año siguiente.
El proceso de selección debía ser en el verano, durante las vacaciones ya que estábamos todos juntos y teníamos tiempo para elegir un buen caballo.

Esas vacaciones no encontramos ningún caballo que nos gustara, es que el recuerdo del tordillo era muy fuerte; nos fuimos de Córdoba pensando que al año siguiente encontraríamos un buen caballo, aunque no sabíamos adonde iríamos de vacaciones.

Alfredo me propuso que fuéramos en noviembre a Villa Gesell a buscar casa y encontramos una hermosa casa de dos plantas con todas las comodidades, estaba en medio de un bosque de pinos de los que plantó el propio Gesell. Eran añosos con un gran follaje y estaba muy cerca de la casa original que construyó muchos años atrás Gesell.

Llegamos el 1 de enero y nos ubicamos en la casa. Era el tercer año que salíamos juntos, los chiquitos de Alfredo estaban más grandes y los nuestros también.

La casa estaba a ocho cuadras del mar y a diez del palenque, por lo que íbamos a todas partes caminando. Fuimos unas cuantas veces al palenque y ya teníamos los caballos para cada uno.

Yanina andaba en una yegüita mansa pero vivaracha que con sus cinco años podía dominar bien, Diego que era el que le seguía en edad andaba en Lunita, una petisa rajadora que corría muy rápido y Diego la disfrutaba.

Cuando íbamos de noche por la playa, a las 12 de la noche, andaba una que otra pareja y algún borracho. Nosotros íbamos por la parte mojada y a veces nos metíamos más adentro, los caballos no tenían miedo al agua.

Mariela andaba en Pinocho un buen caballo para andar, pero peligroso en el palenque ya que le daba por morder. Pablo, el mayor de los hermanos, iba en un bayo rápido y muy bonito. Por último, Yo tenía una yegua zaina oscura de tipo silla argentino: La Sombra, muy alta y veloz que le gustaba ir corriendo adelante.

Cuando llegábamos atábamos los caballos en la red de voleibol que siempre estaba puesta. Íbamos a un bar, tomábamos gaseosas con sándwiches; la vuelta no era por la playa, veníamos por calles de tierra cruzando la avenida 3, la calle principal, la vuelta era siempre mucho más rápida porque veníamos a toda velocidad como a la 1 de la mañana, hora que no había casi nadie por las calles de tierra.

Cuando me hice amigo del dueño del palenque le conté que quería comprar un buen caballo, que fuera manso y tuviera clase. A los pocos días me dijo que en Madariaga había un señor que exportaba caballos y que vendía para el mercado local, que había averiguado que eran buenos caballos y tenían un precio razonable.

Decidimos ir al otro día y fuimos en mi auto que en esa época era un BMW 525, un auto muy grande y rápido, que nos permitía andar cómodos a los seis miembros de la familia. Fuimos a la mañana temprano para evitar el sol en el campo.

La velocidad que yo andaba era siempre 140 Km. /h. y de allí no lo pasaba. A las ocho de la mañana estábamos en lo de Aspiró, le explicamos lo que queríamos: quince caballos para el palenque y uno bueno de clase para mí.

Llegamos al campo que estaba cerca y Aspiró hizo juntar los caballos en un corral grande donde podían correr con soltura, Salinas elegía los caballos para el palenque, Aspiró le decía si servían para ese uso por ser mansos y de buena rienda, eran todos caballos bien domados, pero algunos tenían más trabajo que otros y ofrecían más garantía de que no ocasionarían problemas.

No todos tenían el mismo precio, los de más de quinientos pesos los desechaba, así se fue armando la tropilla hasta que quedaron seleccionados los quince. Yo rápidamente decidí que no compraría ningún caballo de esa tropilla.

Volvimos a la casa de Aspiró para pagar y hablar de los papeles que nos daría junto con los análisis de fiebre equina, hecho por el veterinario del pueblo. Cuando estábamos en su casa Aspiró nos mostró dos caballos que tenía allí.

Uno era un pura sangre de carrera, zaino colorado muy bonito, lo estaba preparando para correr, pero todavía no había debutado; el otro era un zaino oscuro con cabos negros, lo usaba para pasear al pura sangre, este también era un pura sangre con algo de mestizaje con árabe, era un caballo precioso con un gran porte y un aspecto que impactaba, tenía un defecto -si así puede llamárselo-, la cruz muy alta y había que protegerlo con mantas para que la montura no lo lastimara.

Aspiró me dijo que era un caballo sensacional, que había ganado muchas carreras, le pregunté si era manso como para los chicos y me aseguró que era un caballo de calesita.

Entonces le pregunté si lo podían probar los chicos, me dijo que sí y a continuación fue Mariela, la primera que lo probó. Salió al paso y luego al galope, era verdaderamente un caballo manso y muy ágil, se bajó Mariela y subió Diego, este ya salió al galope de entrada, por un potrero frente a los boxees, lo hizo correr rápido y el caballo no se excitaba, nos gustó mucho y le pregunté cuanto valía, me contestó que no menos de quinientos dólares,
- ¡que pena!- le dije- ¡tengo sólo trecientos!
-¡eso es poco!,- pero vio el interés de los chicos y me lo dejó por los trecientos dólares.

Cuando lo vi al veterinario y le conté qué caballo había comprado, me dijo:
-¡Ese caballo es el cuadrero más ligero de Madariaga!…
…No volverá a correr cuadreras será para equitación.

Los caballos los mandó con un paisano en un arreo a los dos días con los papeles en orden. Yo fui al encuentro del arreo y venía mi caballo en primer lugar tirando la tropilla, habían salido muy de madrugada y venían llegando para el mediodía. Yo los pasé adelante y avisé para que cortaran la calle y los hicieran entrar al corral donde quedaron encerrados.

El corral estaba dividido en dos, en un lado quedaron los nuevos del palenque y del otro lado los viejos. Con esto se consiguió que no se disputaran territorio entre los líderes de la manada.

Quedaron todo el día, les dimos agua y comida. Yo le di una ración importante de avena, al otro día empezamos a probar los caballos, solamente dos de los quince le devolvió y Aspiro le mandó otros dos y se llevó los que le devolvieron.

Yo probé mi caballo por los médanos que hay entre Gesell y Cariló, se comportó fantásticamente y decidí que los chicos podían usarlo sin restricciones.

Cuando llegué a casa le pedí a Estela que le pusiera un nombre al caballo, ella no participaba del entusiasmo con que recibimos nuestro caballo, sin embargo se puso contenta que le pidiera que le diera un nombre.

…¡Se llamará Intruso porque siempre estará entre nosotros, deberemos cuidar de él como de un hijo más!.

Los chicos aprobaron el nombre y hasta que estuvo con nosotros,… ¡Intruso respondió a ése nombre como si siempre lo hubiesen llamado por él!

Lejos de significar un nombre peyorativo, para nosotros tenía una acepción como de Curioso, que se metía a husmear en cualquier lado. Intruso aprendió rápidamente a meterse al mar sin tenerle miedo al agua, esto permitía que estuviera siempre limpio, además de los baños que le dábamos con la manguera.

Un día que lo montaba Diego, hizo una hazaña; se fue galopando por los médanos y sin parar subió hasta la punta de un médano que tenía como 100m de alto, ese esfuerzo sólo lo puede hacer un caballo como Intruso, mezcla de árabe y pura sangre.

Fuimos muchas noches por la playa, siendo Intruso el que corría adelante independiente de quien lo montara. Se disputaban con La Sombra el correr en la punta y era peligroso en la ciudad cuando íbamos por las calles de arena por que podía cruzarse alguien.

Esas vacaciones llegaron a su fin, nos divertimos mucho, y yo las recuerdo con nostalgia porque los chicos tenían una edad que los pude disfrutar como loco a los cuatro, que me seguían a todos lados.

Cuando volvíamos a La Plata conocí una chica que tenía una yegua árabe y que debía traerla hasta la ruta 2, cerca de La Plata, me ofreció que compartiéramos el camión y así nos salió la mitad el flete, además me ofreció cuidarme el caballo en el campo que ella vivía, lo tuve allí todo el final del verano y el otoño, pero al llegar el invierno el campo se inundó e Intruso se enfermó de los vasos, así que lo llevé a un campo cercano pero más alto y que no tenía agua.

Ese campo era muy grande y junto con Intruso había una manada de yeguas chúcaras, esto hizo que Intruso se pusiera como jefe de la manada y las yeguas lo seguían a él por donde iba.

Un día que voy a verlo quiero agarrarlo pero Intruso estaba hecho un verdadero caballo salvaje; para agarrarlo, un gaucho dentro de un corral tuvo que enlazarlo. Allí descubrí que Intruso tenía la pata trasera -junto al vaso- cortada y que se había agusanado.

El gaucho me dijo que si no se le sacaban los gusanos perdería la pata, allí había un muchacho que tenía una serie de boxees en su casa cerca del campo, junto a la ruta 2. Se ofreció a curarlo y darle de comer a box, a los dos meses se había mejorado de aspecto y parecía que la herida estaba sana.

Salimos a probarlo pero se le abrió, tuvimos que dejarlo dos meses sin andar pero en ese tiempo se curó y se puso gordo y lindo. Cuando la herida mejoró lo empezamos a pasear de tiro y tomó un lindo estado.

Al llegar la primavera lo llevé a La Plata, a un lugar que el dueño era profesor de equitación y básicamente de salto, allí todos aprendieron equitación con reglas y buen arte y Diego aprendió muy bien a saltar, Intruso saltaba 1.20m rápidamente, pero no aprendió a saltar y seguir al galope, saltaba y salía a toda carrera lo que hacía que no pudiera saltar dos vallas seguidas.

Como nos habíamos entusiasmado con el salto, decidimos cambiarlo por un potrillo de muchísima clase, hijo de una yegua muy buena de salto y un padrillo de la línea de Yatasto, muy alto pura sangre que lo buscaban por su linaje.

Al potrillo le pusimos de nombre Salvaje por lo malo que era. Lo fuimos amansando hasta llegar a que lo podíamos agarrar, embozalar, levantarle las patas, ponerle la montura y cincharlo. Por último aprendió a andar montado, y luego -que era manso de abajo- lo mandamos a un campo para que un gaucho lo amansara y lo tirara de la boca.

El gaucho lo tuvo un año, lo dejó blando de boca, lo ensillaba con recado y corría vacas en el campo, también las tiraba de la cincha, además lo llevó a las cuadreras y ganó algunas.

Tenía cuatro años y era un verdadero caballo de andar, lo trajimos a lo del profesor y allí rápidamente aprendió a andar con bridón, especie de freno. Aprendió a saltar, era tranquilo y hacía un recorrido hasta 1.20m.

Intruso a pesar de mi vaticinio volvió a correr cuadreras y ganó todas menos una que se lastimó al saltar en la partida. En muchas ocasiones corría y ganaba dos carreras por día.

Lo tuvo un señor que se lo compró al que me lo cambió por el potrillo, fueron 10 años y cuando Intruso no sirvió para correr por su edad se lo regaló al que se lo vendió, allí se dedico a pasear chicos hasta que se murió rodeado de chiquilines que lo lloraron.

Jorge Eduardo
La Plata.

SALVAJE, ESE POTRILLO MALO.

Los padres de salvajes eran dos magníficos ejemplares, se destacaban por su altura y condiciones para dar descendientes que podrían ser sobresalientes para saltar; la madre de salvaje era una yegua que provenía de una estancia que se dedicaba a la cría de caballos para salto, hijos de ella estaban en actividad saltando con mucho éxito; el padre de salvaje un caballo pura sangre de pedigrí vinculado con Yatasto, muy alto y musculoso, con patas con buenos aplomos y canillas gruesas , haciendo juego con su cuerpo.
Salvaje nació en lo del Profesor, él se encargó de hacer servir a la yegua con el magnífico ejemplar y tenerlos a ambos hasta que Salvaje fue vendido a un señor que le gustó el potrillo cuando tenía dos años.
Cuando me enteré que el Profesor había vendido al potrillo flacucho y muy alto, que sabía andar suelto por la pista y en la quinta de al lado, me enojé con él, porque Yo le había dicho que me gustaba mucho ese potrillo, por ese entonces tenía a Intruso, que saltaba pero no lo hacía en serie, se disparaba al saltar la primera valla.
El hombre que compró el potrillo vino a ofrecerme comprar a Intruso, Yo le dije:…
¡Le propongo un cambio!...: ¡Le doy a intruso por el potrillo!
No entendía nada, cómo un potrillo de dos años lo iba a cambiar por un caballo muy lindo, que era conocido como un gran caballo para correr carreras cuadreras, enseguida aceptó el trato y me dijo que me traería el potrillo y se llevaría el caballo.
El potrillo estaba en un Stud del barrio del hipódromo de La Plata, allí es costumbre poner con los caballos a otro animal pequeño para que lo “acompañe”, y al potrillo lo habían puesto con un carnero, que tenía la mala costumbre de comerles las colas a los caballos, así fue como el potrillo se quedó sin cola, hasta el “marlo” se la había comido , sin comerle precisamente el “marlo”, por lo que le podía volver a crecer con el tiempo de forma normal.
El potrillo, no tenía marca, entonces el hombre que lo trajo lo marcó con su propia maca y me dio los papeles a mi nombre. La marca era del tipo abierta y apenas si se la aplicó, por lo que no tuvo ningún contratiempo y cicatrizó rápidamente, quedándole los trazos muy poco profundos. Junto con la aplicación de la marca lo capamos y juré que sería el último potrillo que caparía, promesa que no pude cumplir, porque a Nico tuve que caparlo por indicación del veterinario, aunque Jimbo24z quedó padrillo hasta que murió de un cólico. Junto con la marca y la capadura ,lo cuidamos en box, dándole la comida los primeros días en un morral adentro del box, costumbre que el potrillo adquirió rápidamente, no tuvo ningún inconveniente y ni siquiera adelgazó, mas de lo que ya estaba.
Los primeros días que volvió con nosotros, era muy arisco y no se dejaba embozalar fácilmente dentro del box, lo habían maltratado durante ese tiempo que lo tuvieron en el Stud del barrio hipódromo. Como no era un caballo que cuidaran para correr, los peones no le prestaban mucha atención y apenas si alguna vez lo caminaban a la cincha de algún caballo manso.Estaba bastante desmejorado, con la cola hecha un plumero, y no tenía buena relación con sus cuidadores. Nuestra preocupación pasaba por ponerle un nombre: “Salvaje”- dijimos a coro con Diego,- era un potrillo de escapar adentro del box cuando lo íbamos a embozalar, casi no se podía creer, porque antes de que se lo llevaran se dejaba agarrar cuando andaba suelto por la pista, cosa que Yo hacia a menudo y lo llevaba de tiro corriendo detrás de mi, luego le soltaba el bozal y el me seguía corriendo , Yo saltaba una valla baja de a pie y él atrás mío ,suelto, me imitaba.
Salvaje que se “había” puesto malo por el trato que recibió, fue cediendo en su actitud, y cuando estuvo sano de las operaciones que sufrió lo empezamos a amansar de abajo sistemáticamente.
Todos los fines de semana íbamos con Diego lo sacábamos del box, en un par de meses le había crecido la cola y ya no se le veía el rabo.Lo acostumbramos primero a bañarlo cosa que nunca le disgustó, era primavera por esa época y algunos días, después de correr suelto en la manga lo manguereabamos por las verijas y las patas, para sacarle las cosquillas.Salvaje fue perdiendo el pelo del Invierno y adquirió un brillo de zaino cabos negros ,muy lindo, nunca lo colgábamos al sol , para que no se “mareara” o se pusiera amarillo.Lo bañábamos día por medio porque no todos los día lo sacábamos a la manga, y si no sudaba no hacía falta bañarlo, cosa que tampoco siendo tan nuevo lo beneficiaba, puesto que el baño con jabón le sacaba la grasitud natural que mejoraba y le daba brillo al pelo, tenía la tuza sin cortar como todos los potrillos y hasta que no estuviera manso de andar no se la cortaríamos, tampoco le cortaríamos la cola que a los seis meses ya la tenía de un largo casi normal; tanto la tuza como la cola eran de color negro y muy gruesas y pesadas lo que le fue mejorando sobremanera su aspecto..
Salvaje fue olvidando el mal trato anterior y cada día nos sorprendía con algo nuevo, como el primer día que respondió a mi llamado de… ¡Salvaje!... Mientra estaba en el box: con un relincho de saludo.
Por ese entonces Salvaje saltaba suelto en la manga, no le poníamos palos altos, solo para que tuviera que saltar al galope, era potrillo y no era conveniente que se esforzara en altura, solo que adquiriera la costumbre de saltar.
También le poníamos la montura y lo hacíamos correr y saltar con la montura sin jinete en la manga. Hasta que cuando había pasado un tiempo considerable y que Salvaje ya no mañereaba en el box para agarrarlo, también lo habíamos hecho herrar con el mejor herrero: el del Regimiento de Granaderos a Caballos. Este señor era un gran profesional y gracias a su técnica Salvaje mejoró la posición de las manos, ambas las metía ligeramente para adentro, después de unas cuantas herradas y ante de mandarlo al campo Salvaje había corregido su defecto de nacimiento.
Con Diego lo acostumbramos a que llevara un jinete sin enojarse, pero no lo domábamos realmente bien, por lo que decidí enviárselo a un gaucho domador; con los baños y las herradas le sacamos las cosquillas de las patas, quedaba hacerlo bien de andar y blando de rienda, algo muy necesario para saltar.
El gaucho, por indicación mía si bien lo soltó al campo, le daba avena de ración todos los días, Yo le pagaba mensualmente por la doma y la mantención y Salvaje en el campo se puso muy lindo. Lo ensillaba con montura de bastos, que son mucho mas pesadas que las inglesas de salto, lo llevaba al campo y trabajaba con la hacienda haciendo todos los trabajos requeridos: Corría ganado, enlazaba y tiraba a la cincha, empujaba y tiraba una vaca al suelo si era necesario.Salvaje adquirió una prestancia y un desempeño para todas las tareas rurales que mostraban su fibra de pura sangre acostumbrado al campo. El gaucho cuando lo hacía correr en el campo, se dio cuenta que Salvaje tenía un pique y una velocidad que sus otros caballos no tenían, lo dejó a box por un tiempo y lo entrenó para cuadreras, cosa que era común hacer en la estancia
Cuando Salvaje estaba bien entrenado lo llevó a unas cuadreras en Magdalena, en ese lugar corrían casi todos los domingos, se conocían todos, cuando vieron este caballo nuevo muchos no le quisieron correr, así fue que solamente pudieron hacer carrera con una yegua pura sangre que se sabía era muy ligera.
Fijaron el monto de la carrera y el tiro: mil dólares, no uno a uno, y seiscientos metros. Esta distancia le venía muy bien a Salvaje, ya que era muy alto con patas largas y también era bueno en carreras de trescientos metros.Seria con salida desde el cajón y si bien Salvaje había entrenado saliendo del cajón, no había corrido una carrera brava como era esta.
La pura sangre estaba muy fogueada y no tendría inconvenientes en la largada; no sabíamos como respondería Salvaje a su nueva situación.
La carrera se corrió como última de la tarde ya que costó armarla, porque no nos poníamos de acuerdo con el tiro…y tampoco por la plata. Cuando estuvimos de acuerdo y se anunciaron las condiciones de la carrera, la gente ofrecía “doble contra sencillo”, por la pura sangre; estaban todas las apuestas en contra de Salvaje y solo aceptaban jugar a favor de Salvaje si le daban alguna ventaja:-Que la yegua gane cortando,- que pague doble si pierde... Pero entre todos los que jugaban había un señor que aceptaba todas las apuestas a favor de Salvaje: Mano a mano, doble, cortando, derecho, había jugado más de lo que era la apuesta de la carrera, había un misterio que resolver: porqué si todos dudaban de Salvaje él jugaba tan seguro?
El hombre no era otro que el dueño de la estancia del frente, que veía correr a Salvaje cuando lo entrenaban, casi todos los días y le llamaba la atención lo rápido que era en cualquier distancia. La yegüita que se sabía rápida estaba muy cuidada, y ya había corrido en esa cancha con buenos caballos y había ganado, eso si esta vez el tiro era mas largo de lo habitual en ella, pero los dueños estaban muy confiados.Cuando dieron el paseo, se vio que Salvaje era un hermoso animal que no desmerecía con la yegua, que además tenía mucho más envergadura y era de contextura más musculosa, allí salieron a jugar algunos a favor del caballo pero siempre pidiendo ventajas, se armaron unas cuantas apuestas mano a mano.
Los llevaron para los partidores y el juez de largada dio la partida, contra lo que se suponía de que la yegua saltaría en punta y correría así, por lo menos hasta pasada la mitad de la carrera, el que picó y de forma sobresaliente fue Salvaje y en el tiro corto le sacó una ventaja tan importante que la yegua no se recuperó.
Le ganó por cinco cuerpos a la yegua más ligera que frecuentaba las cuadreras, los dueños argumentaron que la yegua largó mal porque se había tropezado al salir; Yo no me dí cuenta y si fue cierto igual perdió sin atenuantes, con esta carrera el gaucho sin arriesgar plata de su bolsillo ganó el 30%, que Yo le pagué por cuidarlo y correrlo, para mi me quedaron 700 dólares que casi me ayudaron a pagar todo el año en el campo.
Corrió y ganó tres carreras más, No fueron todas por mil dólares pero por ahí andaban; Corrimos por setecientos, seiscientos y ochocientos cincuenta me quedaron limpios: mil quinientos cinco dólares que sumados a los primeros hizo un total de dos mil doscientos cinco dólares, más novecientos cuarenta y cinco para el gaucho que lo corría y lo cuidaba. Fue mucha plata en poco tiempo y el final de las cuadreras se dio cuando me lo llevé para que se convirtiera en un caballo de salto.
El hecho de haberlo cuidado para las cuadreras le mejoró el físico, ya no tenía panza de comer mucho pasto. Y también sirvió para que se pusiera más manso, una experiencia buena de su estadía a box.
Cuando lo trajimos a los boxees del Profesor era un caballo totalmente diferente al que se fue, había aprendido de todo: Caballo de campo, buena rienda y obediente a las ayudas de la pierna y mandatos de la boca, tiraba de la cincha, topaba vacas, saltaba yuyos en el campo, era bueno para correr y enlazar, podía comer tanto a box como a campo, y como broche de oro resultó ser digno hijo de su padre: Muy ligero
Salvaje pudo ganarse la vida corriendo cuadreras, pero el objetivo mío era que Diego lo usara para saltar y así empezamos a entrenarlo, con el Profesor dando las indicaciones para salto. Lo único que le quedó de antes fue el nombre, que ya no hacia juego con su comportamiento, a partir de los cuatro años estaba en training y aprendizaje de salto, nada lo distraía puesto que de chico andaba por la pista mirando obstáculos y caballos saltando con sus jinetes, cuando le tocó el turno a él, lo hizo rápido y con corrección, no recuerdo si fue en el primer concurso que participó, que le robaron el premio , dándoselo a la chica que salió en segundo lugar, “pero era del club”. Fue tan evidente el robo que tenían anotado el nombre de Diego en el primer puesto y leyeron el de la chica .Diego ganó otros concursos con Salvaje, el último lo ganó en Montegrande y no salto más, por ello vendí o regalé los caballos que tenía para salto.


A Nico lo regalé a Salvaje lo vendí a una nena que recién se iniciaba, y creí que lo cuidaría pero no fue así.En realidad el que tuvo la culpa de no cuidarlo bien fue el peón del club, que le robaba la comida, Yo descubrí la maniobra y lo hice echar.
Con Diego , en su categoría Salvaje fue exitoso, tuvo un periodo de no saltar porque yo lo había dañado en la “cuerda” de la mano izquierda, para entrenarlo, equivocadamente, lo hacía subir y bajar a toda carrera montículos de tierra en un canal que habían construido entre City Bell Y Punta Lara.
Lo dejé de ver cuando lo vendí y al poco tiempo no fui mas al club, me quedaba un poco lejos, y al no tener un motivo dejé de ir, a Jimbo24z lo habíamos llevado a Buenos Aires.
Salvaje, me enteré en el club hípico Argentino, tenía un hermano mayor por otra madre, pero de apariencia muy parecida, cuando la dueña se enteró que Yo era el dueño del hermano de su caballo, me lo quiso comprar a toda costa a pesar que Salvaje no tenía papeles de pura sangre, porque la madre siendo pura no los tenía.
Algunas de las perrería que les hice a Salvaje y Nico, fue probarlo con Diego, para saber cual era mas ligero, los dos suponíamos que Nico lo sería, pero hasta que no nos dimos el gusto de correr una carrera, prohibida para caballos de salto, no lo supimos y nunca lo supimos, porque la carrera que corrimos por la orilla del arroyo, se interrumpió al llegar al puente que cruzaba el arroyo, y hasta allí llegamos juntos, mas de mil metros.
Con culpa de ambos no volvimos a correr, ninguno perdió.
Otro error fue desafiar con Salvaje a un cuadrero que lo guardaban en lo del Profesor, un día salimos a caminar por afuera y estando en una calle pareja y muy larga y derecha, hicimos un desafío: la carrera se limitó a la partida de parado, le saqué en el salto como tres cuerpos y frené.
Esos deslices fueron lo único que le recordó a salvaje que fue un cuadrero, pero nunca más volví a hacerlo.

2003-2008
Jorge Eduardo -City Bell –Buenos Aires.






JIMBO 24Z
• Los lectores consideran que el recuerdo en sí es muy bueno. Además, les parece que está bien contado.
• A Jorge Eduardo le han enviado 19 abrazos, 13 sonrisas, 15 besos y 17 buenos recuerdos.

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1994
Fecha de alta 17-03-2008

Jimbo24z fue el primer hijo de Raymond Z que nació en la Argentina, su mamá fue una yegua pura sangre, era su primer hijo y nació en una estancia de Brandsen, de Yayo, allí fue criado con tanta dedicación y esmero que, desde potrillo aprendió a reconocer a su cuidador.

De potrillo estaba a box de noche y a campo de día, esto le permitió desarrollarse como un caballo libre, pero con mucho seguimiento por parte de sus dueños. Respondía a su nombre cuando lo llamaban, y perdió desde chico todas las cosquillas y se convirtió en un caballo muy manso de “abajo”; a medida que creció se mostraba como un magnífico ejemplar, heredando de su padre el porte de un Hannoveriano, su color o su capa como dicen los españoles era zaino oscuro, con reflejos dorados en algunas partes, tirando mucho a negro.

Un día estando en un concurso de salto en City Bell, me puse a conversar con el “Paisano”, quien vestía siempre con Bridges de montar verdes y botas marrones. Esta era la persona que más sabía de comprar y vender caballos, probablemente en el mundo; para no parecer exagerado, diré que la princesa Ana de Inglaterra que era la Presidente de la Federación Ecuestre Internacional, lo llamaba por teléfono y lo consultaba sobre cualquier tema relacionado con equitación.

Le dije que me quería comprar un caballo alemán, que iría a Alemania y en la Feria Mundial De Deportes Ecuestres de Essen, Alemania realizada en Essen Messengelade, intentaría elegir un gran potrillo de 2 años; la feria se realiza cada dos años en los años impares: 01-03-05-07-09- La próxima es en marzo del 2009. En Equitana los visitantes pueden encontrar todo lo que posiblemente podrían desear en relación con caballos, desde caballos y accesorios del jinete, cercas, y establos completos, monturas, hasta equipos de entrenamientos, etc.

En Equitana lo principal son los caballos y mostrarlos, se presentan más de treinta razas a la venta, y se puede elegir el mejor potrillo de la raza o caballo que uno desee. La feria se especializa en vender a compradores internacionales y hacer todo para el envío.

Cuando le conté la idea que tenía, el “Paisano” que era una persona muy sensata me dijo: Mira aquí en la Argentina hay un criador de caballos que tiene un hijo de uno de los mejores caballos de Alemania, el padre es Raymond Z, y Yo lo vendí a Méjico en una suma superior a los cien mil dólares americanos, quiso el destino que Yayo que era el criador pasara en ese momento por donde estábamos con el Paisano y se parara a saludarlo, allí el “PAISA” le contó que Yo quería un caballo Alemán, entonces él me dijo que tenía varios potrillos para vender, incluso el que fue primer premio potrillos de dos años en la Rural.
Quedamos en que el próximo viernes iría a verlos en el Club Hípico Monte Grande, adonde los iba a traer desde la Rural.

Lo invité a ir a mi sobrino Fabián que sabe mucho de caballos, llegamos y Yayo ya nos estaba esperando en el club. Me mostró el campeón potrillo de la Rural, un alazán de porte importante y cabeza muy grande pero bonita, lo estuve mirando, era lindo pero no tenía algo que me enloqueciera y así se lo dije a Yayo, él me dijo que tenía el potrillo que salió segundo en la Rural, pero que no lo vendía, ese era el hijo de Raymond Z.
Lo sacó del box y salió relinchando porque había yeguas en la pista y las vio u olió, cuándo lo vi, se paró medio estirado con su cuello arqueado, posición típica de él. Ese potrillo me impresionó como nunca antes lo había hecho otro caballo, le dije que ese sí me enloquecía y que si me lo vendía se lo compraba.

Él estaba en la posición de no venderlo porque era el único hijo de Raymond Z, que tenía y el primero que nació en la Argentina, pero yo estaba enloquecido con el caballo y le pregunté a Fabián si pagaría por el potrillo diez mil dólares americanos. Fabián me dijo que sí, que los valía, entonces le hice una oferta singular a Yayo: Comprarle el 50% del potrillo por cinco mil dólares. Él se quedó sorprendido por la oferta ya que en la Rural le ofrecieron mil dólares. Me dijo “el próximo domingo voy a La Plata al concurso por el Aniversario”.
¡Allí te contesto!

Cuando llegó el domingo, Yo estuve temprano y fui a buscarlo, le pregunté qué decidió, entonces me dijo que aceptaba venderme la mitad y que lo tuviéramos a media, pero que el monto del 50% sería siete mil quinientos dólares…,
¡Está bien pero te lo pago en diez cuotas!... le dije, y sin mediar discusión nos pusimos de acuerdo, para ello haríamos un contrato, de copropiedad y del manejo y gastos de cada uno. Nos pusimos de acuerdo que la doma del potrillo la contrataría Yayo a un domador conocido, la pagaríamos entre los dos, y luego Yayo personalmente le enseñaría a saltar.

Antes de pagar la primera cuota le hice hacer radiografías de todas las patas, las radiografías salieron bien salvo en una mano un pequeño sobrehueso causa de hacerlo saltar en la manga de potrillito de un año y medio, pero estaba bien y no lo afectaría en el futuro. También Yayo quiso que lo viera saltar en la manga, y lo probamos una tarde en la estancia de Brandsen. Ese día lo llevamos a la manga y empezamos a hacerlo saltar desde un metro de alto, para ir subiendo la altura de los palos hasta llegar a un metro y medio, era increíble cómo los pasaba volando, sin tocar. Tenía alas, sí me gustaba, con eso terminé de enloquecerme por ese caballo Jimbo24z.

El día que lo probábamos en la manga que estaba construida con tablas colocadas horizontalmente, dejando un espacio entre tablas de tres centímetros, vino el peón que lo cuidaba desde que era chiquito y puso los ojos entre el espacio libre de las tablas. Cuando en eso pasó Jimbo24z y vio parte de su cara y sus ojos, iba a toda velocidad para saltar el palo y se paró en seco cuando adivinó que estaba su cuidador, dio la vuelta y se paró a oler su cara contra las maderas; desde ese entonces me di cuenta que no sólo era hermoso sino que era cariñoso.

Hicimos el contrato, y pagué la primera cuota convenida, ya era dueño de la mitad de Jimbo24z, de acuerdo a las obligaciones Yo pagaba la mantención en el club de Monte Grande, y Yayo lo entrenaba para saltar.

Era un caballo manso que se podía hacer cualquier cosa con él, no patearía ni haría nada extraño, pero resultó ser muy brioso montado, por esa razón después de hacerlo participar en concursos de salto le pusimos una profesora de adiestramiento, integrante del equipo argentino, con la finalidad que lo educara y le enseñara a obedecer a las ordenes de piernas y boca.

La profesora a los pocos días de tenerlo se dio cuenta que era un caballo súper inteligente y que podría concursar con buena participación en los juegos olímpicos de Winnipeg, que se harían en dos años, dándole tiempo para entrenar. Concursó en el Club Hípico Argentino, en primeras exigencias y en el primer concurso les ganó a todos los caballos que en ese momento estaban en training, para esa categoría, esto fue un estimulo para la profesora, quien nos propuso que ella se haría cargo del cuidado y entrenamiento de Jimbo24z.

Acordamos que ella tendría una participación en la propiedad del 33.33% igual que nosotros dos. Jimbo24z tenía tres personas que lo cuidaban, y se fue convirtiendo en un caballo espectacular que respondía a las expectativas centradas en él.

Jimbo24z estaba a pensión en una unidad militar de Palermo, allí la profesora lo entrenaba, y un día Yo recibo una llamada por teléfono, temprano, la voz de Yayo que me dice que Jimbo24z está con un ataque, un cólico, que el veterinario le dijo que no tiene salvación y que sufrirá mucho. Yo le dije: si la situación es tan grave que la decida el veterinario. Y si le tiene que poner una inyección que lo decida él.

Ese fue mi último contacto con Yayo a quien aprecio infinitamente, me cuesta hablarle y no lo he hecho en diez años, ni he vuelto a la estancia, el dolor por Jimbo24z se ha cerrado ya y estoy pensando en viajar a Brandsen a visitar a mi amigo Yayo.

Jorge Eduardo.
La Plata - Argentina


LUNÁTICO
• Los lectores consideran que el recuerdo en sí es muy bueno. Además, les parece que está bien contado.
• A Jorge Eduardo le han enviado 16 abrazos, 17 sonrisas, 10 besos y 25 buenos recuerdos.

Por Jorge Eduardo
Argentina / 1994
Fecha de alta 19-03-2008

Lunático. ¡Sí! ¡Se llamaba como el caballo de Gardel!
En el año 1994 estaba trabajando en Junín, en la empresa aceitera más grande del país en ese momento. Entré como Gerente de producción, a cargo de todas las áreas de la empresa, salvo recepción de granos. Trabajábamos con Girasol y Soja, grandes cantidades diarias, procesábamos dos mil quinientas ton/día de soja.

Al principio Yo tenía poco tiempo, pero cuando las cosas se ordenaron empecé a hacer amigos que les gustaban los caballos como a mí. Uno de ellos criaba caballos árabes y otros caballos pura sangre. Otro amigo tenía un stud con cincuenta boxees pero ya no cuidaba más caballos de carreras y los usaba para yeguas y potrillos chicos, sobre todo en invierno. Tenía un campo de cría con alrededor de treinta yeguas. Nos juntábamos los domingos en el campo de alguno de ellos, hacíamos asados, y andábamos a caballo; esto me distendía y hacía que pudiera soportar estar solo sin la familia.

Algunos caballos eran muy lindos pero yo me empecé a entusiasmar con un potrillo pura sangre que mi amigo tenía en un potrero, era un zaino colorado con cabeza acarnerada, perfecto de aplomos, de patas y cuello y se llamaba Lunático, como el caballo de Gardel… Estaba solo en un potrero porque era padrillo y ya tenía tres años, no le habían prestado mucha atención y era bastante arisco. Yo le empecé a dar avena en un morral y eso hizo que se fuera amansando y fuera menos desconfiado, cada vez que lo llamábamos para darle avena lo encerrábamos en un corral que había en la esquina del potrero, le dábamos de comer y le poníamos un bozal. Era inteligente y aprendía lo que le enseñábamos rápidamente, así aprendió a trotar a la cuerda y eso permitió que obedeciera a llevarlo de tiro con otro caballo.

Cuando se había amansado de cabeza y permitía sin problemas que le pusieran el bozal y lo llevaran de tiro, consideré que iba a ser un hermoso caballo para disfrutarlo y se lo compré al dueño. Se lo llevé a un domador legendario que había domado algunos de los caballos más importantes de carrera que habían salido de los muchos campos de Junín, y que luego ganaron en Palermo y algunos fueron para Estados Unidos.

El domador tenía 85 años y caminaba medio doblado, lo amansó de “arriba” sin subirlo ni una sola vez; ¿cómo hizo?,… lo amansó con un muñeco de arena,… le colocaba una montura y arriba el muñeco que tenía unas piernas largas que se las pasaba y ataba por debajo de la panza, en uno de los brazos que iba suelto igual que el otro, el muñeco llevaba un talero, que al saltar el caballo levantaba el brazo con el talero y le pegaba. El primer galope con el muñeco lo hizo en un picadero redondo, atado del bozal con una soga larga a un palo o “palenque”, que estaba en el medio del picadero, daba vueltas en redondo y corría asustado, corcoveaba y pateaba.

El peso del muñeco era considerable y si bien al principio se enloqueció, se dio cuenta de que el muñeco o lo que fuera no se caería y no intentó más, voltearlo. Dejó de corcovear y con eso el talero que iba en el brazo suelto quedó quieto al costado, a medida que no corcoveaba más, no recibía más azotes.
Así lo tuvo dando vueltas al trote un rato muy largo y cuando el domador vio que estaba entregado y que no corcovearía más; le sacó el muñeco, le dio un buen baño con manguera y jabón, lo llevó a la sombra y le dio una ración de avena; una vez que estaba tranquilo y descansado.

En un sólo día lo amansó de “arriba”, pero le faltaba amansarlo de “abajo”; le puso maneas en las cuatro patas y lo empezó tocar por todos lados sacándole las cosquillas de los ijares, lo bañó repetidas veces por las patas para tranquilizarlo y sacarle las cosquillas en las patas, también lo acarició por la cabeza y le empezó a sacar la costumbre de morder, que había adquirido como una manera de pedir azúcar.

El primer día lo largó en el box con el bozal puesto. Con esto logró que al día siguiente fuera más fácil sacarlo del box. Había que dejar de darle azúcar, diagnosticó el domador, y con ello perdió la costumbre de morder.
Al día siguiente cuando le puso el muñeco de arena, no pateo ni corcoveo, sólo trotó sin reparar que llevaba el muñeco de arena, así pasaron cinco días hasta que el anciano domador lo ensilló con una montura de bastos, le puso un bocado de hierro, contra la costumbre de ponerles a los potrillos una guatana, hecha de media de seda de mujer.

Lo sacó por la calle, por un camino de tierra, iba sólo con el caballo como lo había hecho siempre durante 65 años, desde que era domador profesional. Lo sacó muchas veces hasta que no se asustaba de los pocos autos que había en la calle
Lo llevó por el costado de la ruta, pasaban camiones grandes tocando bocina y Lunático era como uno de los tantos caballos, de los gauchos que andaban por allí; aprendió a trotar a la orden del jinete, a galopar, a dar vueltas, a correr y parar en seco; Don Rovira, el domador, convirtió a Lunático en un caballo manso, obediente y muy aprestado para responder a una orden.

Para lograr todo eso Don Rovira no necesitó de mucho tiempo, lo hizo en un plazo realmente muy corto y esto nos dejó deslumbrados a todos los que seguimos los progresos de Lunático. Cuando apenas lo había amansado, se lo regalé a Diego para su cumpleaños; lo traje a La Plata y aquí Diego terminó de enseñarle lo mucho que sabe de equitación: Cambiar de mano, trote inglés, trotar reunido, saltar obstáculos, etc.

Con Diego se convirtió en un verdadero caballo que respondía a todas las órdenes; se mostraba dispuesto a trotar, galopar, correr, saltar, siempre obedeciendo a quien lo montaba. Con Diego se volvió cariñoso y se lo demostraba; si le arrimaba la cara, Lunático le ponía las fosas nasales contra la cara y lo olfateaba; era un acto de cariño.

Cuando terminé mi vinculo con la empresa de Junín me fui a trabajar a Santa Fe y Diego se fue a Buenos Aires a trabajar, así que Lunático de golpe se quedó sin quien lo cuidara, salvo un peón que sólo le daba de comer. Lo mandé de vuelta a Junín al campo de mi amigo que tenía 50 boxees. Estando tan lejos del caballo, se lo regalamos al dueño del campo, ya que sería muy difícil ir por placer los fines de semana.

Leopoldo era un avezado jinete de salto y lo utilizó profesionalmente durante un tiempo, para finalmente venderlo.
Con el tiempo, para el Campeonato Argentino de Salto, voy al club Hípico Argentino, y en la prueba principal aparece un zaino colorado, cabeza acarnerada saltando muy bien 1,50 metros.
Cuando terminó el recorrido sin faltas, y antes del desempate, me arrimo hasta el caballo; el jinete se lo había entregado al peón y estaba desmontado, lo tenía del bozal y lo paseaba para que no se enfriara, caminando despacio, me pongo a la par del caballo y le digo:… ¡Lunático!…, el caballo sorprendido me miró y Yo me di cuenta que recordaba su viejo nombre de cuando andaba con el muñeco de arena.

Me fui sin esperar el final del concurso, pero al otro día leyendo el diario me entero que el nuevo Campeón Argentino, era Good Horse un zaino colorado y había una foto de Lunático ilustrando la noticia.

Jorge Eduardo
1994 Junín

LOS CABALLOS DE CARLITOS
• Los lectores consideran que el recuerdo en sí es muy bueno. Además, les parece que está bien contado.
• A Jorge Eduardo le han enviado 25 abrazos, 18 sonrisas, 16 besos y 28 buenos recuerdos.

por Jorge Eduardo
Argentina / 1996
Fecha de alta 10-03-2008

El río inmenso no dejaba ver su otra orilla, el “lado desconocido” para los que estábamos de este lado, se podía confundir con el mar, pero su color marrón oscuro no dejaba lugar a dudas: “era el río”, muchas veces la gente de la municipalidad cerraba las playas porque hablaban de que las aguas estaban contaminadas y era peligroso bañarse, aparecían muchos peces muertos, se calculaba toneladas de sábalos de hasta cinco kilos, algunos decían que los pescadores los tiraban (porque eran todos grandes) y lo hacían para subir el precio.

La playa del río era un lugar ideal para ir a galopar, a veces íbamos cuando habíamos dado toda la vuelta y venían sudados los caballos, galopábamos por
la arena y de a poco los hacíamos entrar en el agua hasta la cincha.
No Sé, era un caballo espectacular, campeón argentino de marcha de resistencia, en varias oportunidades. Carlitos lo compró redomón, casi salvaje cuando se lo dio a su domador, era tan malo que lo tiró sobre un alambrado de púas y le dejó cicatrices en los brazos y el torso para toda la vida.

Cuando él lo empezó a andar ya estaba más tranquilo, Carlitos le fue sacando todas las cosquillas y mañas y lo convirtió en un caballo sensible, no sólo a la rienda y la pierna sino a las órdenes verbales. Le enseñó que tenía que orinar dentro de un balde, él le ponía el balde en el box, y hacía una espacie de chistido suave, el caballo estimulado y por el acondicionamiento previo, meaba dentro del balde y así no ensuciaba la viruta.
Era un caballo interminable, en las carreras de resistencia galopaba y galopaba sin que su ritmo cardiaco pasara de un número que era el máximo permitido por los reglamentos.

Salíamos juntos, Yo en el otro caballo, un tordillo oscuro que originalmente lo bautizaron “Pompón”, este vino al establo después de muchos años que estaba No Sé, creíamos que sería tan bueno como él, pero no fue así, hasta que lo educamos pasó un largo año de enseñarle buenas costumbres.

No Sé era una cruza de Hackney con Árabe y Pura Sangre, alto, fuerte de patas, cabeza bonita y musculoso, Pompón tenía mucho de Pura Sangre con un poco de Árabe, era muy galopeador y el segundo año que corrió salió subcampeón argentino de marcha y resistencia. Tenía un defecto grave, no veía de un ojo y por cualquier cosa inesperada se boleaba o pegaba la vuelta a toda velocidad. Un día íbamos por una avenida, con un sector con pasto al medio, por el cual venía un grupo de deportistas corriendo, el caballo esperó hasta que estuvieran a veinte o treinta metros y sin dar muestras de susto previo, se dio una vuelta y escapó desbocado a toda velocidad, Carlitos que iba a la par con No Sé, lo corrió y lo agarró del bozal y lo fue parando, de lo contrario podría haberme atropellado un auto.

Para comprender el caballo que era No Sé, es buena una anécdota de algo que me sucedió con él. Yo le había pedido a Carlitos que me lo prestara, cosa que era la primera vez que iba a suceder, ya que “nunca” pero “nunca” se lo había prestado a nadie; no sabía cómo reaccionaría frente a un extraño sobre su montura. Pero para No Sé, Yo no era un “extraño”, puesto que le hacía muchos mimos, le daba comida y agua y siempre que llevaba zanahorias lo llamaba por su nombre y él venía y se las daba.

Ese día estábamos todos expectantes, pero Carlitos tenía una sensación extraña al ver por primera vez a alguien arriba de la montura de No Sé. Montamos y salimos, No Sé, se comportó de maravillas y Carlitos por primera vez lo pudo apreciar en toda su dimensión de gran pingo. Encaramos para un campo donde estaba el viejo camino de eucaliptos que venía de Villa Elisa hasta Ensenada, pero teníamos que cruzar un puente muy angosto y Yo sin darme cuenta pasé por la orilla haciendo que el caballo perdiera pie y se cayera a la zanja; caí primero y el caballo encima mío, cuando se dio cuenta de que me iba a pisar empezó a sacar las patas y ni me tocó, nadie hubiese creído que el caballo lograría no aplastarme.
Pompón no era tan amigable, era un caballo que había que manejar con cuidado aun dentro del box, el hecho de que no viera de un ojo, lo volvía peligroso y pateador si se le acercaba por el lado ciego, pero tenía su meritó, con apenas un año de entrenamiento corrió y estuvo a punto de ganar el campeonato argentino, que lo ganó No Sé.

Ese año lo entrené Yo porque el muchacho que lo corría no tenía tiempo de venir para entrenarlo, sí para correrlo los fines de semana. Mi sentimiento por el tordillo era muy grande por la dificultad que tenía para ver y lo que logró en tan poco tiempo. Cuando se fue poniendo a punto galopábamos sin pararlos siete a ocho kilómetros para entrenar, el defecto que tenía en el ojo nadie se lo había detectado, y lo querían utilizar para salto, obviamente que en esas condiciones no podía enfrentar una valla.

Externamente era un caballo ideal para salto: Alto, corpulento pero liviano para andar, su sangre árabe lo hacía ideal para correr y galopar sin cansarse. Cuando se dieron cuenta que nunca saltaría, aunque no supieran porqué, lo vendieron y para un caballo de su clase, muy barato.

Los últimos días Pompón los pasó en un campo bajo, con pasto de invierno, se enfermó y se murió sin que el veterinario pudiera hacer algo por él, cuando ya hacían muchos meses que no lo veía, fui hasta donde siempre estaba en el establo, la noticia me tomó de sorpresa, pero mitigó mi pena el ver a No Sé, viejito pero con toda su pinta, gordo y vivaz para andar aunque ya no corriera más.

Jorge Eduardo
2008
La Plata


“NICO”SU NOMBRE DE PURA SANGRE
ERA “NICOMANO” Y ERA UN TOSS


Nicomano era hijo de un padrillo de la sangre Toss, un abolengo reconocido por los criadores de caballos de carrera, cuando lo compré tenía ya siete años y ese mismo año había ganado un clásico en el Hipódromo de La Plata, su dueño lo quería mucho y hasta que lo vendió lo cuidó con el mayor esmero.
El profesor de equitación de Diego, tenía siempre contactos con la gente del hipódromo y se enteró de que iban a vender a Nicomano, un ganador de varios clásicos y con una estructura física más que interesante para ser un caballo de salto; que era para lo que lo usaríamos con Diego.
Por esa época estábamos con Salvaje solamente y queríamos comprar un buen caballo para entrenarlo; veíamos que el profesor preparaba caballos en un año, que luego de entrenados valían muchísimo más de lo que costaron.
Nicomano lucía precioso cuando lo fuimos a ver y el precio era razonable; el dueño se preocupaba porque quien lo fuera a comprar estuviera interesado en cuidarlo, más que el precio en que lo vendería, tenía que ser alguien que lo tendría cómo él lo tuvo y le gustó la idea de convertirlo en caballo de salto.
Cuando llegamos al box donde estaba, del lado de Ensenada cerca del hipódromo, el dueño nos explicó todo el linaje que tenía Nicomano, que por parte de padre venía de Edge Toss uno de los caballos que dio muchos hijos ganadores de clásicos importantes.
A Nicomano lo probó Diego por la calle del stud yendo para el lado del río, lo hizo galopar y resultaba muy manso, no se asustaba de los autos que pasaban, ni de ninguna persona o carro que por allí circulaban.
Me pidió un monto en dólares y le hice una contrapropuesta; le ofrecí lo mismo que tiempo atrás había pagado por Intruso, al fin le pareció aceptable y me lo dejó por el mismo precio que pagué a Intruso.
Le pagué el caballo y quedé en venir a retirarlo al otro día que era domingo, lo llevaría de tiro y vendría en Salvaje, él me ofreció regalarme el bozal que por muchos años usó Nicomano.
Lo llevé por el camino de Punta Lara, hasta el camino que va junto al arroyo que pasaba cerca de la caballeriza donde estaría alojado en City Bell. Todo el recorrido lo hice bien por la banquina y el camino del arroyo era desértico, no pasaba nunca nadie, rara vez encontraba alguien a caballo.
El camino de unos veinte kilómetros lo hice despacio, tardé como cerca de tres horas, pero el caballo fue tranquilo y a pesar de algunas “chancherías” que estaban a la vera del camino del arroyo, y que tenían muchos perros malos, que salieron a ladrar, Nicomano no se asustó y siguió atrás de Salvaje lo más tranquilo.
Cuando llegué a lo del Profesor, ya era pasado el mediodía, hacía calor y les di a los dos caballos un buen baño; me encantaba bañar los caballos, sobre todo en verano, los puse a la sombra y les di un morral de avena y pasto en fardo.
Para Nicomano todo era nuevo; él como padrillo detectó que había yeguas y empezó a relinchar cuando lo metí al box.
Nicomano tenía un problema con sus genitales demasiados desarrollados, eran naturales no padecía de ninguna enfermedad que se los hubiese desarrollado, pero le originaban un problema, sobre todo en invierno, se trababa y le costaba caminar hasta no entrar en calor; era como si el roce con su cuerpo le produjera dolor y esto lo complicaba para hacer ejercicios.
Al día siguiente de haberlo llevado, lo ensillé y lo saqué a la pista de salto montado, le puse bridón, esos frenos que se manejan con las riendas separadas; en la pista había un alumno con el Profesor haciendo unos ejercicios, la pista tenía muchos obstáculos con formas y colores llamativos para acostumbrar a los caballos a sortearlos, algunos de los obstáculos eran montículos de gomas viejas con un palo sobre ellas.
Nicomano no se asustó tanto de los obstáculos como del caballo que saltaba sobre ellos, y pasó de ir al galope lo más tranquilo a una enloquecida carrera; lo dejé correr alrededor de la pista y cuando dio dos o tres vueltas y ya estaba más sereno, lo empecé a frenar hasta que lo paré. Después de eso lo saqué caminando de la pista y lo desensillé. Ya se había tranquilizado, le di su baño y lo “colgué” en la mora que sería su lugar, si estaba afuera del box. Cuando estaba “colgado” en la mora el me veía llegar en mi auto BMW, gris, grande, empezaba primero a relincharme y luego se levantaba de manos hasta que Yo me bajaba y lo acariciaba; generalmente le traía zanahorias que le encantaban, y se las comía golosamente.
Los días siguientes ya no se asustaba de los caballos saltando, y Diego empezó a hacerle hacer unos ejercicios, le hacía pasar en la manga palos tirados en el suelo a dos metros unos de otro, primero al tranco, luego al trote y por último al galope. Este ejercicio duró varios días y cuando ya no mostraba ninguna desconfianza hacia los palos tirados en el suelo, inició otro ejercicio similar pero con la punta de los palos apoyada sobre un palo soporte y el otro extremo en el suelo, los obstáculos estaban en el centro de la manga, de ambos lados, esta era de forma elipsoidal de veinte por cuarenta metros, así podía colocar cuatro obstáculos de cada lado, a cinco metros unos de otros.
Nicomano que era inteligente. Aprendió a cruzar estos obstáculos rápidamente y a los pocos días, Diego le subió un grado de dificultad: Los palos estaban sostenidos por las dos puntas, al principio estaban muy bajos, para que los cruzara caminando, luego le fue aumentando la altura y allí empezó a saltar al trote, lo hacía con gran agilidad y desenfado, no le costaba ni física ni psicológicamente cruzar esos palos. Después de varios días que saltaba al trote le subió más la altura y saltó por primera vez al galope, fue muy emocionante ver como enfrentaba sin miedo y al galope palos de sesenta centímetros, que si bien muy bajos no le representaban ninguna complicación, era cuestión de esperar y “Nico” prometía que saltaría más alto y mejor. Diego saltaba en juveniles en alturas de noventa centímetros, cuando Nico llegó a saltar un metro con veinte centímetros en la manga, y hacía en la pista recorridos de un metro sin contratiempos, lo presentó en un concurso, donde saltaban chicos y chicas de la misma edad.
Nico ganó es decir Diego en la primera presentación, mostró docilidad y rapidez, para saltar los diez obstáculos. Por esos días apareció un comprador de caballos que lo había visto saltar en el club hípico, me ofreció un valor por el caballo, que Yo no lo consideré adecuado y no se lo vendí. Pero este no fue el único que lo quiso comprar después del debut a Nico, pero Yo le puse un cartel: “No se vende”.
Después del primer concurso, nos hicimos con Diego, socios del club hípico, y ellos nos permitía usar las instalaciones, es decir que Nico se familiarizara con los obstáculos, mas complicados que allí habían como: La zanja de agua; el pulverman; vallas arriba de elevaciones, donde el caballo primero debía subir sobre un terraplén de un metro de altura y saltar en corto recorrido las vallas que estaban allí.
Todas estas complicaciones no estaban todavía en las exigencias que tenían los concursos de los más chicos, pero el aprender a sortearlas les daba un entrenamiento a futuro y mostraba la potencialidad del dúo caballo- jinete.
Estuvimos casi dos años en lo del Profesor pero cuando compré a Jimbo24z, llevé a Salvaje y a Nico al club donde estaba Jimbo24z.
Esta es la historia de Nico, por ello no contaré sobre Salvaje y Jimbo24z, que lo haré por separado.
Diego subió de categoría y para competir con éxito necesitaba un caballo que hiciera recorridos de un metro treinta y en la manga saltara un metro cincuenta. Nico por el problema que tenía con sus genitales muy desarrollados, se estancó y no fue más allá de un metro veinte en recorridos y con faltas.
Hablamos con el veterinario de mi socio, que era criador de caballos (tenía 300 entre Brandsen y La Pampa), me aconsejó que lo capáramos, si bien era grande no tendría problemas de hacerlo con los requisitos necesarios.
Conseguí el mejor veterinario, que trabajaba en el club, y de refuerzo el veterinario de la estancia, donde estaba el box, en donde lo dejaría de postoperatorio.
Lo llevamos a la estancia y allí el veterinario principal y con la ayuda del otro más joven, lo caparon, Yo estuve todo el tiempo al lado de ellos y lo primero que les pedí fue que me confirmaran si tenía un tumor. Revisaron los dos testículos que le habían cortado y me dijeron: ¡Son naturales así de grande!
Esto me tranquilizó, pero no del todo Nico tenía ocho años y era una edad avanzada para caparlo, aunque se hacía no era frecuente y Yo sabía que podía morirse en el intento.
Como era obvio perdió sangre, y los primeros días no probó bocado y no se si agua, se empezó a “chupar” y los primeros quince días iba para atrás, llegué a preocuparme mucho y le pedí a los dos veterinarios que se turnaran para verlo. Ellos en persona se ocupaban de que tomara agua y empezara a comer con más asiduidad, hubo un día como una bisagra: Se lo empezó a ver más animado y a pesar que había adquirido una flacura impresionante en su físico de atleta, empezó a moverse con soltura y con más energía. Lo empezaron a “colgar” en un bosquecito que estaba en frente de los boxees, allí no habían moscas porque esparcían fluido Manchester por todo el parque. Cada día comía más y tomaba agua. Cuando ya iban unos 25 días desde que lo caparon, por primera vez tuve la sensación de que Nico no se moriría, fue un alivio ver que de a poco empezaba a engordar y que se notaba su mejoría.
Es fácil para un caballo perder peso, pero el camino inverso es sumamente costoso.
Al mes Nico estaba flaco pero de buen ánimo y se podía ver que había cruzado la línea para el lado de la vida. Lo caminábamos mañana y tarde y le dábamos pequeñas raciones, pero en espacios de tiempos más cortos. Después de los cuarenta días de operado, empezó a recuperar peso en forma acelerada, lo movíamos con más intensidad y durante más tiempo, esto hacía que mejorara su apetito. Le incorporamos un poco de maíz a la ración, con precaución de los cólicos, que son muy agudos y mortales.
Yo le seguí pagando hasta los 60 días de operado a los dos veterinarios, más el box, más el peón que lo cuidaba, más la comida, más los remedios. Gaste cuatro veces lo que me había costado Nicomano…y esto no es todo…cuando pasó un tiempo y Nico trabajaba normalmente vimos con Diego que Nico tenía un techo y que no iría más alto… por lo que decidimos regalarlo…era mejor “inversión” que esperar a venderlo,… pues en tres meses pagaba de pensión lo que valía el caballo.
Mi socio con Jimbo24z, consiguió un “admirador” de Nico, que tenía box, estancia y buenos pastos para soltarlo cuando no estaba a box; sin dudarlo se lo regalé, vino al día siguiente que Yayo le avisó y con un trailer, se lo llevó a su estancia que quedaría a unos ochenta kilómetros, cuando venía al club nos visitaba a Yayo y a mi, nos contaba todas las cosas que Nico aprendía, hasta enlazaban desde arriba de él.
Si bien cada vez que uno se separa de un caballo que se quiere se sufre, por Nico me alegré porque en la estancia era el “Caballo del patrón”.
Nunca volví a verlo, supe de él hasta que dejé de ir al club de Montegrande, cuando Diego dejó de saltar y Yo vendí también a Salvaje.
CABALLOS SALVAJES
En las serranías las yeguas salvajes tienen sus potrillos apartándose de la manada, aunque siempre el semental anda atento y vigilante de que no aparezca un puma; son muy paternales dedicados a cuidar de su descendencia, los pumas esperan el momento en que la yegua va a parir para abalanzarse sobre ella y el potrillo, por eso las yeguas buscan lugares apartados, donde se le haga difícil un ataque franco al puma,
Los potrillos apenas nacen se empiezan a parar y al poco tiempo, empiezan a mamar, esto contribuyen a que tengan energía y empiecen a correr facilitando su supervivencia.
Las yeguas no tienen garras como los felinos, pero se defienden con fuerza y coraje, con energía a mordiscones y patadas potentísimas, que si dan en el cuerpo del puma, le quiebran las patas, las costillas o le rompen la cabeza.
A los pocos días la manada ya pasta con la nueva cría y los cuidados de todos los miembros, son muy grandes, (siempre hay un caballo que esta despierto y no se hecha, para vigilar si hay algún peligro por los alrededores,) el potrillo crece rápido los primeros meses y su velocidad se incrementa, facilitándole escapar de los peligros. La madre siempre esta atenta y si ve un puma por las cercanías se pone junto a su potrillo y con la manada escapan a una posición segura.
El hecho de que ande la manada con un semental que la guíe y la proteja, facilita sobremanera que la yegua y su cría estén a salvo, todas las yeguas reciben de la manada la misma dedicación y cuidado.
Los caballos aprenden técnicas de seguridad a medida que se vinculan con animales peligrosos como son los pumas, los lobos, los osos, generalmente aprenden cual es su técnica de ataque y se preparan cada vez mejor para eludirlos.
Los pumas son animales de hábitos nocturnos, si bien en lugares que no existen sus piezas favoritas: Como los Alces, y siervos atacan a vacas, y caballos, ovejas, y también a mamíferos pequeños como ratones y también aves y peces.
Auque los pumas pueden vivir en la selva, en la montaña, en el desierto, o en zonas pantanosas, han desaparecido de grandes de distribución y ahora están restringido a las regiones mas agrestes y áridas.
Los rancheros los consideran un peligro para el ganado y es por ello que los persiguen y matan, siendo una especie amenazada en muchos lugares.
El puma es un animal imponente, mide de largo con la cola: 2.70 metros y pesa hasta 120 kilogramos, siendo su altura de adulto de 0.90 metros.
El puma es de origen Americano, es de varios matices de colores según donde se críe, ya que vive tanto en serranías como en llanuras, por su aspecto parecido a una leona (sin melena) se le llama león americano, o león de montaña,
Este carnívoro vive tanto en America del sur como del norte, desde la Patagonia hasta la Columbia Británica, el color del pelaje es variable, desde castaño rojizo, en las zonas tropicales, gris-azulado en las formas mas septentrionales, pero siempre es mas claro en los flancos y en el hocico, la barbilla, la garganta, el pecho, y la cara interior de las patas blancuzcas, La cabeza es pequeña, en proporción al resto del cuerpo, encima de los ojos tiene dos manchas blancas y su técnica de caza es al resecho
La hembra del puma, pare en un cubil después de 90 días de gestación, pare de 1 a 6 crías, que permanecen durante dos años con la madre.
Los pumas en libertad viven de 19 a 20 años.
Por lo general el puma caza en solitario, lo que facilita la defensa, pero es un enemigo formidable para cualquier herbívoro de los que son sus presas en el ámbito en que vive.
Hay una raza de caballos que vive en una geografía, que esta atestada de pumas, son los Mustang Norteamericanos, habitan en zonas de los montes de la costa del pacifico, en áreas del desierto de nevada, en Méjico, son descendientes de los caballos de los conquistadores españoles y de los colonos norteamericanos, diversas cruzas y su salvaje crianza en el oeste les dio rusticidad , los caballos que dieron origen a los mustang fueron berberiscos , árabes, algún frisón, algún caballo español andaluz , los que Traian los españoles en la época de la conquista ,estos caballos se multiplicaron en libertad hasta llegar a un número de dos millones, que luego perseguidos y muertos a tiros por los ganaderos o llevados a frigoríficos descendieron a menos de 30.000.
Recién en 1970 se los protegió legalmente en EE.UU.
Hoy se los ve nuevamente en algunos lugares correr salvajes, son lindos y tienen una particularidad a pesar de su falta de cuidado brillan al sol como si salieran de un establo.
Hay un tipo de mustang desarrollado por los indios Nez Percé, son los Appaloosa, se criaron en la zona de Oregón donde vivían estos indios, que fueron diezmados por los soldados norteamericanos, durante la toma de las tierras de los indios. Fue en 1876 cuando el ejército se apoderó infamemente de los territorios indígenas, Nez Percé, llegando a extinguir a los indios y también a sus caballos que por suerte sobrevivieron, para continuar como una raza hoy difundida por muchos países.
Existen cinco modelos de colores: nevado con manchas blancas sobre fondo oscuro por todo el cuerpo, lavado, con una mancha grande en el lomo y grupa; leopardo blanco con manchas oscuras de forma ovalada; mármol, todo el cuerpo moteado o muy manchado; y escarchado, que ostenta unas manchas diminutas, de color blanco, sobre fondo muy oscuro.
(Nevado, lavado, leopardo, mármol y escarchado).
Alzada:
El appaloosa oscila entre los 145 y 155 cm.
LA YEGUA NEGRA Y LA YEGUA RUANA.


Las dos eran las yeguas que tuvimos de chicos para aprender a andar a caballo, a ambas las habían traído por la misma época a la finca; la Negrita, se la regaló papá a mi mamá y cuando nació mi hermano, Cacho, mamá se la regaló a él. Era muy bonita cruza de criollo con pura sangre de una estancia que también tenía árabes, por lo que no descarto algún ascendiente de esa raza.
La Ruana la habían comprado para las labores en la finca, era mansa para andar a caballo , para tirar del sulky y del arado, todo el mundo quería usarla por lo mansa y guapa que era; nunca fallaba en nada, era de raza criolla y muy bonita, su color ruano la hacía distinguirse entre todos los
pelajes de los animales de la finca.
En la finca había un caballo padrillo, que se llamaba GAUCHO, los potrillos hijos de este caballo salían muy lindos, pero los de la Negrita y la Ruana salieron como todo primer hijo: Hermosos.
El hijo de la Negrita fue Chiquito, que cuando nació yo tenía cuatro años, y le pedí a Cacho que me lo regalara; el de la Ruana fue el Loquito una preciosura de animal.
Ambos potrillos crecieron y fueron amansados en la finca, al Loquito papá se lo regaló a Juancito, El hijo de Don Juan El Caballerizo, y lo transformó en un pingo sin igual; a Chiquito lo amansó Don Juan y en parte Yo se lo saqué hasta que papá me lo quitó y Don Juan lo amansó; hasta el día de su accidente en el colectivo que lo llevo a la muerte. Desde la muerte de Don Juan lo usé Yo y nadie más
La yegua Negra a pesar de todas las manos, por diferentes regalos, que pasó, el que la usaba mayormente era mi papá. Papá salía muy temprano de recorrida por la finca que era muy grande para ver todos los trabajos que se estaban haciendo y los que debía ordenar. Antes que saliera el sol papá ya había ensillado y se disponía a salir. Mamá se levantaba con él y le servía un rico y nutritivo desayuno: Con leche, dulces, pan y fiambres, jugos y frutas. El retorno de papá era al mediodía y no volvía a probar bocado.
En la finca habían diversos tipos de empleados, algunos requerían mas supervisión que otros.Los viejos contratistas que había traído el nono de Italia, con un comentario sobre el programa de trabajos era suficiente, no hacía falta verificar cómo hacían los trabajos, todos eran muy expertos y ordenados con sus tareas. En cambio había peones jóvenes que hacían algunos trabajos por primera vez y había en algunos casos que enseñarles, poniendo con ellos algún personal de más antigüedad que los ayudara.
Ir de un lado a otro, hablar con la s personas, verificar los trabajos, ordenar trabajos nuevos, traer los empleados necesarios para hacerlos a tiempo y en buena forma, eran cosas de las que papá tenía que ocuparse y le llevaban mucho tiempo; a veces debía cambiar los empleados de tareas porque por más que se esmeraban no aprendían, por ejemplo a podar los frutales.
Papá nunca despidió a un empleado, solo le regañaba cuando consideraba que trabajaban poco o mal: Pero su raciocinio lo llevó a hacerlos progresar y así fue que gente, que lo único que sabía en relación a los trabajos de una finca, era andar a caballo; él les enseñó todas las tareas del agro mendocino, calificándolos y muchos se fueron de la finca como encargados a otras fincas.
La Negrita era tan mansa, que papá cuando se bajaba a ver los trabajos y hablar con los empleados, ella se quedaba comiendo pasto hasta que el volvía. Eso si tenía una costumbre muy particular; si la dejaban atada con el freno solamente contra un palo, árbol o lo que fuera que ella pudiera rascarse la cabeza, se sacaba el freno con toda facilidad y quedaba suelta comiendo yuyos por allí.
La Ruana era mas polifacética que la Negra, tuvo que aprender de todo y lo hizo muy bien.Por empezar era una sillera magnifica con un suave galopito, andaba como buena criolla muchos kilómetros sin cansarse; el sulky era otra de sus habilidades, lo tiraba con prestancia y muy rápido si se la exigía, tiraba del carrito de sulfatar y de los arados en yunta.
Tanto a la Negra como la Ruana los últimos hijos que tuvieron en la finca, fueron con dos caballos diferentes de los Aguirre .La Ruana con Jirabel, un alazán de gran alzada muy lindo y la negra con Desalmado un Negro de fuerte complexión. Ambos eran hermosos caballos pura sangre de carrera.
Al hijo de la Negra me lo quedé Yo, hasta que vendimos a la Negra Chiquito y Negro cuando se dividió la finca.
Mamá usaba a la Negra para ir a cazar a los potreros, de la finca, llevaba mi perro Tell que le traía, hasta donde ella estaba montada, las perdices que mataba al vuelo de arriba de la Negra. Mamá había adquirido una gran practica para cazar de a caballo, y Tell la obedecía como que era ella quién le daba de comer. Cuando mamá salía sola a caminar por la finca, buscando frutos que a ella le gustaban Tell no se separaraba ni un instante de ella, eso la hacía sentirse protegida, pues Tell, sin serlo, tenía cara de malo, por su labio partido.
Cuando la yegua Negra estaba por tener cría o los potrillos eran chiquitos, papá usaba al Gaucho como sillero, también al Pico Chueco, al Noble y a la Ruana. Papá nunca usó a Chiquito ni al Negro, ni para probarlos.
Cuando la finca se dividió y papá vendió los caballos, la Ruana que pertenecía a la finca, le toco a un Tío que no quería saber nada de fincas y la vendió al primero que pasó, nunca supe nada de ella ni siquiera a quien la vendió. La Negra se fue para San Luis, con Chiquito y Negro, donde fundaron una dinastía ya que eran madre e hijos, mejoraron la caballada de la estancia y años después el hombre se encontró con mi papá manifestándole que fueron excelentes caballos en el campo, para correr, arriar y trabajar la hacienda, algo que nunca habían hecho.
Me dio felicidad cuando papá me lo contó, porque al menos supe que los quisieron y valoraron como lo hice Yo en mi niñez.
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LA MUERTE DEL PERRO DE LA CHANCHERIA.
Muchas veces pasé por la “Chanchería”, donde criaban chanchos con comida de la basura. En el lugar siempre había chanchos revolviendo basura y perros que buscaban también comida entre la basura, muchas veces los perros “no salían” a ladrar a los caballos y esto solamente si uno venía al paso un trecho anterior, para no alertar a los perros, pero en cuanto uno de los “Cuscos” empezaba a ladrar, la jauría se venía encima de los caballos y había uno, grande, blanco, que era el que hacia punta y se abalanzaba a morder o la boca o los garrones. De verdad no les tenía miedo pero si les tenía bronca a los perros y más aun al dueño que estando allí no hacia ningún intento por pararlos, retándolos o llamándolos para que no salgan.Yo había pasado muchas veces en mis caballos por allí con Intruso, Salvaje y Nico, caballos que estaban siempre a box y no sabían de perros, así que no se defendían como lo hacen otros caballos tirandoles patadas.
Un día estaba con Carlitos y le comenté lo de los perros, me dijo que en cierto modo eran peligrosos, porque si lo mordían mal en el garrón a un caballo lo podían arruinar.Asi fue que una tarde decidimos ir por la orilla del arroyo donde estaban los perros.
Carlitos montaba a No Se y me prestó una yegua criolla robusta de patas gruesas, con vasos redondos, y grandes. Cuando llegamos al camino del arroyo empezamos a galopar, No Se era mucho mas rápido que la yegua y Carlitos se fue adelante, cuando llegó a la chanchería No Se aceleró más y no le dio tiempo a los perros de que lo alcanzaran; lo que si hicieron conmigo que venía atrás, el perro blanco, grande, se abalanzó sobre la boca de la yegua y de casualidad no la mordió, los otros perros agresivos a su modo, no eran tan peligrosos como el blanco.
El hombre de la chanchería miraba como el perro blanco y lo otros querían morder a mi yegua, Sin mover un dedo para impedirlo, aceleré la yegua lo mas que pude y los perros se volvieron, no tenía claro de cómo hacer para defenderme del ataque de los perros, y cuando Carlitos se paró y lo alcancé le comenté de lo cerca que estuvo el perro de morder la boca de la yegua.
Carlitos me dijo que: Ó pasaba muy ligero así los perros no me alcanzaban, o lo hacía al tranco y la paraba cuando iban a garronearla, permitiendo que la yegua estando parada se defendiera a patadas.
A la vuelta de nuevo No Se viene adelante y pasa a un galope tendido, sin darle oportunidad a los perros que salgan a morder, pero estos se quedaron esperando que pasara Yo, que venía al galope pero mas despacio, el perro blanco se vino con furia y cuando lo vi venir pasé del galope al tranco y cuando el perro fue a garronear a la yegua la pare en seco.
El perro le tiró un mordisco al garrón y la yegua que estaba parada lo sacudió con una patada en en el centro de la cabeza. No emitió ni siquiera un quejido, quedó tirado inmóvil sin dar ninguna señal de vida, ni pataleo; el hombre que estaba mirando la acción no dijo ni un sola palabra dirigida a mi o al caballo, llamó a los otros perros que le obedecieron instantáneamente. Seguí al paso y ningún perro volvió a molestarme. Carlitos que iba adelante no vio cuando la yegua lo pateo al perro, pero se dio cuenta que algo raro pasó, pues no vio mas perros ladrando. Cuando lo alcancé y le conté lo que pasó, le dio risa; no por el pobre perro, sino por el maldito del dueño que nos gozaba mirando como los perros nos atacaban.
A los pocos días decidimos volver por el camino del arroyo, íbamos al galope y cuando el dueño nos vio llamó a los perros que ya habían salido a esperarnos, cuando pasamos frente a la chanchería los perros estaban con los chanchos en la basura.


JORGE EDUARDO
PUNTA LARA-BUENOS AIRES
23 ABRIL-2008

TORNADO EL CABALLO IMAGINARIO

Cuando nació Pablito siempre quise regalarle un caballo. Desde chiquito le dije que el nono Américo, en Mendoza le estaba criando un potrillo que se llamaba Tornado.
Nunca habíamos visto siquiera una foto, pero en la imaginación Tornado era negro, manso y se dejaba agarrar.
Cuando fuéramos, en el verano a lo del nono Américo nos encontraríamos con Tornado.
Pablito siempre me preguntaba cuando iríamos a Mendoza, y yo le contestaba que en el verano.
Hasta que un día, sin más ni más, estábamos camino a Mendoza, la ansiedad de Pablito por llegar y encontrarse con Tornado, era mucha y lo mantuvo inquieto todo el viaje, durante las catorce horas que nos llevó llegar a Campamentos a la casa del nono Américo.
El nono Américo tenía una plantación de viñedos, de 20 hectáreas, y allí podía soltar a Tornado para que comiera y sería difícil verlo donde se encontraba entre las viñas; lo fuimos a buscar y no lo encontramos y por más que recorrimos las viñas Tornado no se encontraba.
Tornado no existió nunca y el jueguito de chiquito que le habíamos hecho a Pablito se convirtió, en la más cruel de las mentiras, con el afán de hacerle creer que tenía un caballo en Mendoza, inventamos a Tornado:”El Caballo Imaginario”, total Pablito estaba en Buenos Aires.
Pero todo día que debe llegar, llega, y el día de descubrir nuestra mentira, que para Pablito fue imperdonable, llegó, y se enojó tanto con nosotros, que habiendo querido ocasionarle durante un tiempo una alegría, le originamos la mayor de las tristezas.
Así fue que Pablo nunca más quiso otro caballo, y cuando tenía cinco o seis años, encontré un potrillo, bayo, precioso; parecido al del padre en “Bonaza”; tenia un año cuando lo vi al potrillo, estuve negociando con el dueño y decidió vendérmelo, ese día le compré un bozalito y se lo dejé puesto, al otro día iría a pagarle el potrillo y me lo llevaría a un box cerca de casa.
Cuando fui al día siguiente, el dueño del potrillo me dio la mala noticia que unos muchachotes habían entrado al campo y se subieron a caballo del potrillo, rompiéndole el espinazo y dejándolo en agonía, situación en la que se encontraba. Yo le dije voy a buscar un veterinario para que lo vea, enseguida que lo examinó me dijo: ¡No tiene salvación y lo más sensato es ponerlo a dormir!... con una inyección que llevaba preparada en su maletín.
Cuando lo iban a matar mi tristeza era infinita y si no fuera que era un hombre grande hubiese llorado a moco tendido. Solo me quedó el pequeño bozal, que no lo quise llevar a casa y se lo di al hombre de la tropilla.
Este potrillo era una sorpresa que le iba a dar a Pablo, pero nunca se enteró, sí se enteró Estela que me multó si compraba otro caballo para Pablo y/o Diego que era muy chiquito.
Cuando vinimos a La Plata, íbamos al parque Pereyra Iraola y allí los chicos Pablo, Mariela, Diego y Yanina aprendieron a andar en los caballos que alquilaban en el parque. Cuando fuimos con los chicos a Córdoba, por primera vez a Carlos Paz, encontramos un cabalo pura sangre tordillo, casi blanco, que era muy bueno para andar y paciente con los chicos.
Habíamos alquilado una casa muy grande, de dos pisos que la ocupábamos con mi amigo Alfredo y su familia; en el fondo tenía un parque con pocos árboles y mucho pasto, por el fondo pasaba un arroyito, que siempre llevaba un hilo de agua y desaguaba en el Lago San Roque. Era el lugar ideal para tener caballos y allí trajimos por un mes cinco caballos, uno para cada uno, Yanina era la mas chiquita pero estaba tan entusiasmada con su “mala cara” que enseguida lo dominaba por completo y andaba al galope por el parque a la par de sus hermanos, que habían aprendido antes en el parque Pereyra mientra que ella iba en la montura conmigo. Ese verano todos salieron buenos jinetes, tuvimos un mes la “tropilla” y salíamos por los cerros, alrededor de casa, íbamos hasta el lago y galopábamos por pequeños caminos de tierra.
Quedamos en que al año siguiente vendríamos a comprar al tordillo, haciendo así el reemplazo del Caballo Imaginario, cuando al año siguiente volvimos , al tordillo le había pegado un tiro la policía, arruinandolo para siempre, lo que obligó a los dueños a sacrificarlo.








Texto agregado el 05-05-2008, y leído por 6307 visitantes. (0 votos)


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