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Inicio / Cuenteros Locales / LOVEMORELIVEMORE / Un precio por su cabeza

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Se levanta, se asegura que el cielo haya cambiado de color, porque según él no es vida una en la que tenga que levantarse cuando todavía es de noche. Se moja un poco la existencia y se quita con desdén el aroma desagradable de la boca, en un entra y sale del viejo cepillo de dientes que su mamá tantas veces le ha insistido en cambiar, pero que él no cambia porque piensa que le da un poco de estilo a sus mañanas y a su vida, así como los converse viejos, los jeans desleídos, la mochila Arhuaca que alguna vez compró en la feria artesanal de la 140 y que en un viaje a Santa Marta descubrió que se la cobraron 4 veces más cara de lo debido. Se sienta a desayunar con uno de los audífonos del Ipod puesto ya, y mientras que Sanalejo canta que la inocencia fugaz de la niña no es su mayor preocupación, se come unas tostadas con un café caliente y sale corriendo a tomar la ruta. Una vez sale de casa, pasa de ser el hijo callado y solitario que usualmente tiene una puerta cerrada con un aviso de propiedad privada traído ilegalmente de una casa en Maryland Texas, a ser el popular sujeto extraño que llama la atención de muchas niñas de su colegio, que hace comentarios pasados, que suele retar a sus docentes, y que todo el mundo admira porque parece “de otro planeta en serio”. Al subirse a la ruta sabe que su puesto esta asegurado junto a su mejor amigo, menos raro que él pero inteligente y exitoso con el sexo opuesto. Entre los dos son la envidia de la promoción. Se quita el auricular del Ipod y se pone en su lugar uno de los dos del celular de su amigo, escuchan el programa de la mañana de una de las emisoras de turno y no paran de reírse hasta llegar al colegio.
Se ha convertido en un target, en un objetivo comercial, no sabe que le han puesto precio a su cabeza, desconoce que hay miradas que lo siguen y que lo estudian, vivo o muerto da lo mismo. Lo importante es que no piense.
Pasa el día y huye de las clases en los laberintos de recuerdos de su mente, elabora fantasías en las que tiene mejor ropa, va a mejores lugares, tiene un carro que levanta hasta 210 en la autopista, y una churra que no quiere despegarse de su boca jamás. Mientras tanto en el tablero han pasado fórmulas matemáticas, verbos irregulares y la guerra fría. Nunca se percató de las comparaciones con el conflicto paramilitar y menos de la reflexión que hizo el profe de cálculo acerca del novio de su hija que parecía salido de un capítulo de los archivos X (vamos profe, ¿quién a esta edad sabe qué son los archivos X?). El regreso a casa siempre parece más lento, como si las rutas se pusieran de acuerdo para llevarlo muy rápido a aburrirse en el colegio, y muy lento a desaburrirse en la casa. El Ipod lo soluciona todo, las voces parecen grabadas para él.
Las opciones al llegar a casa son claras, tele barata, plagada de realities, gente muy grosera que suena divertidísima, cicatrices, tatuajes, un bus con 5 pelmazos detrás de una desconocida, un detector de mentiras imposible de creer, o 5 londinenses que dejan a expensas de un oriental hasta lo mas privado de sus partes privadas. Plena diversión ocasionalmente cambiada de canal para ver las 25 peleas más memorables en la industria del entretenimiento (A! Aburrimient television debería llamarse).
Las apuestas suben, se le mete más plata al negocio, las cadenas de medios y las marcas de ropa se pelean el protagonismo de su historia, han ganado mucho terreno desde que dejó a un lado la lectura de Sábato por ir a echarse un porro con sus amigos.
Le han puesto precio a su cabeza, nadie quiere que piense, si lo hace de pronto se le da por hacer algo, por despertarse, por tener conciencia, vamos! Quién necesita que un man de 17 años tenga conciencia en este siglo. Si llegara a usar el cerebro como debe, tal vez descubra que alguien detrás de los aparatos que lo distraen ha querido mantenerlo callado, sumiso al mercado, consumiendo una cultura desechable, ridícula, vacía. Si comenzara a tener pensamientos propios tal vez cambie de emisora en la mañana, se baja el rating, nadie quiere eso. Y lo peor, de pronto se compromete con alguna obra social promovida por un profesor metido en política, o se mete al club de literatura y empieza a escribir, o termina en algún movimiento juvenil de esos que pretenden cambiar el mundo.
Al terminar el día, cinemax le cierra los ojos, con una extraña película sobre un adolescente que se chupa el dedo gordo y que deja el vicio cuando lo medican con ritalina. Thumbsucker se llama la cinta.
Nunca levantó la mano para opinar, nunca propuso nada, no realizó más controversia que aquella en contra de hacer una evaluación de química el viernes, no pidió permiso para pegar un aviso en la cartelera del colegio invitando a reciclar, no apagó la luz el día aquél, marchó por capar clase, fue una vez a la plaza de toros a echar piedra porque le gustaba una niña que se vestía raro y tenia botones de “no a las corridas”, y la única vez que puso cuidado en misa fue el día en que el padre se puso a hablar de las sectas satánicas, y puso cuidado para reírse, “este man no sabe nada” fue lo que pensó.
En un día en el que fueron echados de su trabajo más de 3000 empleados de empresas europeas en el país, en el que se suicidaron más de 1000 personas en el mundo, en el que fueron llamados a declarar en la fiscalía 4 honorables senadores de la República por sus relaciones con grupos ilegales, en el que su compañera de curso se practicó un aborto, en el que le subieron el precio a la papa, en el que una camioneta azul oscura acabó con la vida de 7 indigentes en el sur de la ciudad, y en el que mientras caminaba a las 8 de la noche por el andén de la 15 camino a Unicentro, al menos 20 personas botaron colillas, empaques de chicles y recibos de cajero automático al piso… el no dijo ni hizo nada.
El precio ha sido pagado. Su cabeza tiene dueño, y no es él.

Texto agregado el 24-05-2008, y leído por 100 visitantes. (0 votos)


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