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“Las cositas de Mariel”

¡Mirame bien!, ¿tengo cara de “culturoso”? Pero si de una cuadra te das cuenta que soy un Negro cualunque. Y ojo, que me gustaría entender un poco más, tener más conocimientos, pero nunca le di bola, no tengo tiempo. Hay que estar al pedo para dedicarse a la cultura.
Yo tengo que laburar en el reparto de soda, es lo que me da de comer.
Y eso que mi “jermu”, me pasea de lo lindo. Siempre la acompaño al teatro, vemos todas las obras que hacen los grupos locales. A veces vamos a escuchar algo de música. Me dio libros para leer, algunos estaban muy buenos, otros no los terminé. Me aburren, se ve que no entiendo un carajo o no pongo interés en eso.
Ojo que tampoco soy un nabo, de tanto consumir cultura, logré un “refinado” gusto por las mujeres, ¡Algo es algo!
¿Sabés las veces que la “bruja” me llevó a ver muestras de pintura? Yo no entiendo como algunos giles pueden estar tres horas mirando un cuadro. ¿Estarán esperando que salga alguien detrás del árbol pintado? Eso cuando hay un árbol ¿Y cuando hay pintadas cosas extrañas, manchas, rayitas? En nombre de la libertad creativa hacen cada bodrio. Pero bueno, ellos son artistas ¿viste? Y ojo que yo no tengo nada en contra de los artistas, al contrario, siempre los he apoyado con mi “honorable” presencia.
A la Argentina le hace falta tres cosas para ser un país en serio: Un poco de educación, que haya un mango y que todos los “artistas” se vayan a laburaaar!
Con mi señora no se puede hablar, ¿viste?, cuando le digo esto, se enfurece, enseguida pone quinta alta ¿y quién la para?, ¡naaa, la bruja es brava!, le toco el “gremio” y salta enseguida.
-“¡Soy una hacedora de cultura Negro!, ¿Cuándo lo vas a entender?”-
La “hacedora” enseña esas güevadas, de cuero, artesanías, cosas con hilo, cerámica. Tiene un toco de alumnas en el taller. Hace años que se dedica a esto, es muy apasionada con sus cosas, es muy inquieta. Se ganó un cierto prestigio en el ambiente cultural, ambiente que sabe que detesto, y se lo dije. Pero el quilombo no vino por ahí. Fue por la muestra de fin de año de sus alumnas. Exponen todas esas “chucherías” que no sirven para nada, ¿viste?, con esa exposición queda en claro que a las mujeres les encanta hacer boludeces.
Te digo, tiene algunas alumnas, que son unas diosas, ¡Sabes como me gustaría enseñarles macramé!, ¡a trabajar el cuero!, ¡A que encuentren verdadera destrezas artísticas con sus manos!
Hay una flaquita que es un bombón, Mariel se llama, melenita ondulada pelirroja. ¿Viste que a algunas mujeres no les hacen falta ser exuberantes para seducir? Tiene un cuerpo muy atractivo, fino, delicado. Me gustan sus gestos, la forma de ser, su voz tan agradable, la personalidad que tiene por ser una mina independiente. ¡En fin me gusta toda!, ¿viste? ¡Pero lo que más me atrae es lo que adivino de ella!, ¿cómo se dice?, lo potencial, te juro que en ella adivino lo potencial. Además es bailarina, así que debe tener el cuerpo “muy bien educado”. Es un hechizo, ¡tengo debilidad por Mariel, me puede!
Te decía, el despelote vino ahí en la muestra de fin de año. Estaban los parientes de las alumnas, periodistas y toda la “crema” del ambiente cultural. Eso es lo que no me gusta de la actividad, ¿ves?, toda una pacatería, la formalidad de los cogotudos, los engreídos “culturosos” que se sienten superiores al común de la gente, y se la creen. Son tan vanidosos, pedantes y soberbios. Están convencidos, porque ellos mismos se autodenominan “artistas”, que se tirarán pedos con aroma a perfume francés. Aparte de inútiles y mediocres, son hipócritas. Muchas sonrisitas, palmaditas, y cuando te diste vuelta, te asesinan con una palabra. No tienen códigos. Me siento incómodo con los “culturuludos”. En realidad, estaba entreverado con ellos porque lo organizaba mi “bella morena”, sino ni aparezco. Para ellos soy el Negrito repartidor de soda, ¿viste?, disimulan, pero te lo recuerdan, te lo hacen sentir. Y uno es mucho más que el laburo que hace. Uno ante todo es una persona. Les hice la cruz, te juro, no les doy más ni tronco de bola.
¡Disculpá, me fui por las ramas!, ¿no? ¡Me fui al carajo!, ¡naaa, pero los tengo cruzados!
Te contaba, cuando el salón desbordaba de gente, llegó el momento de la apertura. Agarra el bochín un “ñoqui” nuevo de Cultura de la Municipalidad, un “acaramelado dulzón”, que empezó su humilde discurso sobre el “nacimiento, desarrollo é importancia trascendental del “perejil”, su influencia estética en el arte Helénico y la cultura Occidental y Cristiana, además del legado significativo y valioso que nos habían dejado los griegos y sus filósofos.” Y yo escuchando atentamente como si hablara Sócrates, duro como un guerrero espartano, el Negro. En realidad simulaba escuchar, porque mi cabeza andaba divagando y naufragando en la incomodidad.
¿No te pasó a veces que estás en un lugar y te preguntás:
-“Qué carajo estoy haciendo acá? ¡Y encima no te podés ir!”-
Para colmo la bruja, me hizo ir de traje y corbata. Diciembre, casi cuarenta grados, el aire acondicionado de la sala se había roto hacia un mes, lleno de gente, calculá el tufo que hacía. ¡Naaa, yo te uso el traje para un casamiento!…para un bautismo, si soy el padrino…pero mi jermu me rompió tantos las pelotas.
-”Es un evento cultural muy significativo para mí, y está claro a vos no te interesa”-
- “Negro, sos mi marido. No vas a ir con esa ropa mugrienta que usás para el reparto”-
- “Va a venir el delegado de Cultura de la Provincia, hay posibilidades de llevar la muestra a Santa Fe. Te lo pido por favor, ponete el traje”-
Resignado le dije:
- “Bueno, está bien me lo pongo, no se hable más-“
Allí estuvo el sacrificado, sumiso y abnegado morenito repartidor, con una pinta envidiable, favorecedor de miradas indiscretas y deseosas de más de una mujer.
Ahora preguntame: ¿quién era el único gil que estaba de traje?, ¿quién era?, ¡el Negrito repartidor! Estaba tan desubicado. Parecía que me había equivocado de velorio. El Negro con traje era un blanco perfecto… ¡para que me gasten y todos se caguen de risa!
Tenía un bronca, un embole, un calor y el “caramelito” seguía arremetiendo con su discurso infernal de “la estética grecorromana, la percepción conceptual del arte latinoamericano, y el rol del artista moderno en un mundo globalizado” y me miraba a mí. Y yo la miraba a Mariel, la pelirroja estaba con un escote infartante, con esa picardía que goza y regala, ese andar de gacela que tiene, ¡mi bailarina! ¡Naaa, Mariel es una mina distinta!, ¿viste?, ¡qué hermosa mujer! ¡Un “bocado di cardenale”!
No sé si era el calor, mis deseos desmesurados, la sed que tenía por ella que me hacían ver espejismos, pero en un momento la miro y sus ojos de gata sostenían la mirada con una sonrisa traviesa. Y ahí te juro, a pesar que me traspiraban hasta las suelas de los zapatos, sentí frío.
-¡Naaa! ¡Mejor sigo escuchando las “bellas y profundas” palabras del “empalagado dulzón”!-
¡Peor! El tipo me clavaba una mirada sospechosa y me sonreía.
-¿Pero qué pasa, ché? ¿Están todos caliente conmigo hoy?-
Más vale me voy a tomar un vinito. Partí donde estaba el mozo pituco que repartía el tinto. Me sirvo un vasito y una mano femenina, detrás de mí retira un jugo.
-“¡Hola, Negro! ¿Cómo estás?-”
Me doy vuelta para no ser descortés y era Mariel. ¡No lo podía creer! ¡Me agarro frío, calor, viento, lluvia, granizo! Con esa voz tan suave, tan sensual, sonrió y se fue. ¡Podés creer que no me salió una palabra! Debe haber sido por la tempestad que desató. Me quedé tieso mirándola. Mariel no camina, se desliza sutilmente, flota en esa babucha blanca, que podías adivinar sus delicadas piernas. Contoneándose era una gata en celo. El tinto me temblaba en la mano.
-“Naaa, mejor me voy con la “morocha carcelera”.”-
¡Que digo, mejor!, ¡peor! La “bruja” había visto toda la escena con Mariel en la primera fila.
-“Uhhh, acá se arma.”-
Pongo cara de circunstancia, y encaro para el medio de la “tormenta morena”, me pongo al lado de la tipa, cara de esfinge el Negro. La loca me pega un codazo en el hígado. Me hizo temblar las piernas. Pero el “campeón” rápido de reflejos, sacó un derechazo defensivo:
-“¡Qué, si no hice nada, che!, ¿porque me pegás?”-
Susurro al oído.
-“Se te está chorreando el vino, papanatas.”-
¡Ahhh, sentí un alivio! Pero sospeché excesivo el golpe de advertencia. Miro el vasito, y efectivamente, estaba torcido como la torre de Pisa, goteándome en el pantalón. La Negra pensaba en mi ropa y yo pensaba en Mariel.
En mis oídos seguía retumbando el “edulcorado caramelito”, que seguía cotorreando y divagando desenfrenado:
-¡La cultura, señores, es la columna vertebral de toda sociedad!-
-¡La columna de toda de toda una civilización!-
Yo le deseaba muchos “ojalá”:
-“¡Ojalá se te caiga la columna en la cabeza así te callas, turro!”-
Se le acerca una mujer y le dice algo al oído.
-“Ojalá esta buena mujer le diga que tiene una llamada de Roma, y del otro lado de la línea lo espera Julio Cesar.”
Cuando iba por mi tercer deseo infructuoso, veo que Mariel se acerca, me busca con la mirada, su sensualidad, su escote me atrapan y ella lo sabe. Nunca me hice tanto los “ratones” con una mina. Mariel es mi fantasía perfecta. Le sonrío canchero, ella me devuelve un mohincito mortal, mientras la punta de su lengua toca el rouge de sus labios.
-¡¡¡Mariel, no me hagás esto, mi amor!!!-
Para colmo con la “custodia personal” al lado, firme como un soldado romano. Ni que hubiera adivinado mis inquietantes y perturbadores pensamientos. Porque las mujeres tienen un sexto sentido para esto, ¿viste?, perciben todo, tienen un olfato, no sé como carajo hacen, pero la “cazan” en el aire.
Pero Dios, a veces es justo, sensible y se acuerda de las “penurias” de los negritos. Emocionada con el discurso de la “golosina” cultural, que había ponderando la calidad de la muestra, la bruja emocionada, derrama un “lloro” y el rimel hace lo suyo, dejando por un momento desguarnecido el puesto de guardia.
-“Voy al baño, ya vengo”-
El campeón hace una lectura rápida de la situación, intuye que la pelea no se le puede escapar.
-“Esta es la mía.”-
Al ver que la “Guardia Pretoriana” al retirarse, debilitó el marco de seguridad. La Gacela ataca al León. Los que saben boxear siempre buscan el medio del ring. Mariel acecha, busca la pelea en el centro, se acerca, me toca la solapa del saco y muy mimosa se entrega:
-” ¡Qué pinta, negro! ¡Cuánta elegancia, papito!”-
El “campeón” bailotea, mueve sus piernas con mucha elegancia, pelea para la tribuna, ante la entrega del rival, saca a relucir todo el virtuosismo de su técnica, se muestra:
-” ¿Sabés colorada, que nunca te había mirado esos ojos hermosos que tenés?”-
Fue un golpe débil. Si, ya sé, muy original no fui, pero causó el efecto esperado. Murmurando muy cachonda arremete:
-“¿No? ¿Y qué me mirabas, Negrito?”-
En silencio bajo lentamente la mirada a su escote, ella inclina la cabeza, mira sus senos, con uno de sus dedos juega con el borde de la camisola rosa, toca su piel pecosa, levanta la vista sonriendo con una muequita fatal.
-“¡¡¡Pegue “campeón”, pegue!!!”- Demandaban delirando los muchachos de la popular.
Y cuando iba a sacar la mano del golpe triunfal. En el salón estalla un aplauso, todos se dan vuelta, me miran sonriendo. El “monarca” desconcertado, ¿Quién detuvo la pelea?, no entendía nada. Todos me aplaudían. El “edulcorado” presentador cambió el tono, se equivocó y puso voz de hombre.
-“Le pedimos al enviado de Cultura de la Provincia, a quien le damos la bienvenida, agradeciendo su presencia, que se acerque hasta aquí, por favor.”-
Me sigue mirando e insiste:
-“Adelante por favor”-
Hago una lectura visual disimulada a mí alrededor, eran todas mujeres, el único tipo que había era yo. No salía de mi asombro.
-“¡Naaa, éste está reloco, me confundió con otra persona! ¿Seré parecido a algún funcionario con el traje?”-
¡Una puntería el “caramelito”! Me viene a interrumpir justo cuando definía el combate. La tierna gacela temerosa se escabulló. Dos desesperaciones en “estereo”, Mariel que se escurrió entre la gente y el tarado “culturoso” invitándome con una convicción increíble:
-“¡Adelante por favor! ¡Pido un aplauso para el enviado de Cultura Provincial!”
Hice unos pasos para explicarle al estúpido, que yo de cultura nada que ver. Que no era “enviado” de nadie. ¡En todo caso el único enviado del “Colegio Universal de Pelotudos”, era él! Quería aclararle del error, que había una confusión. Cuando me acerco y le voy a explicar, el zapallo remata:
-“Bienvenido, Señor”-
Ante el murmullo perturbador de la gente, delicadamente pide el clásico:
-“¡Silencio!”
Ante el poder de persuasión logrado:
-“¡Gracias! Ahora unas breves palabras para nuestros artistas, del representante de la Secretaria de Cultura de nuestra Provincia:”
-“Adelante por favor”-
El salame se fue a un costado y me dejo solo, en medio de la nada. Mi desesperación era total. Busco a Mariel entre el publico, la ubico, le hago un gesto implorándole auxilio. Ella sonríe cómplice entre la gente y me hace señas que hable, que le siga el juego. –“¡Naaa, ni en pedo!, ¡está loca!”-
Ella era la única que se daba cuenta de esta increíble circunstancia. Las otras personas que me conocían no reaccionaban. Estaban como hipnotizados. Nadie hacía nada, sonreían cordiales y me aplaudían.
-“¡Naaa, esto es una joda!-
Seguro que es una venganza de estos “culturosos”, que se enteraron todo lo que pienso de ellos. ¡Alguien les contó!
¡En mi vida imaginé ser protagonista de una situación tan ridícula y absurda!
Quedé en el medio de la escena petrificado, no me salía una puta palabra y mi mujer que no venía del baño, para sacarme de este calamitoso delirio.
Era el centro de todas las miradas. ¿Sabés lo que es tener esa cantidad de gente, esperando que hable y yo ni papa? Ahí sentí lo que era el “pánico escénico”, me temblaban las rodillas. El humilde Negrito “enviado cultural,” con el vasito de tinto elegantemente en la mano, no perdía el símbolo histórico de sus raíces. ¿Te creés que me di cuenta en ese momento?
El murmullo de la gente era cada vez menor. En la sala iba creciendo un silencio respetuoso, que era sepulcral, lapidario para mí.
-¡Mirame bien!, ¿tengo cara de “culturoso”?-
Todo era muy loco, miraba a la gente que estaba expectante y no sabía si reír o llorar.
Mariel insistía divertida con sus señas desde lejos. No podía negarme a un pedido de ella. Tenía que hablar, no podía zafar. Te juro que lo hice para ganármela. Esa fue la única motivación. Pensé en ella, y para que vea que no “arrugo”, respiré hondo, agarré el bochín y me mandé:
-“Estimado público, ¡gracias por existir!…esteee…por existir tanta gente linda”-
Y distingo a la pelirroja que se acerca sonriendo con picardía, contoneando su cuerpo suavemente, veo sus tentadoras piernas entre la babucha blanca, por el contraluz que pegaba en su ropa. Sin dejar de mirar a Mariel:
-”¡Gente que está taaan buena!…esteee…que está tan bueno esto de la sensualidad creativa, de acariciar fantasías, de poner el cuerpo del deseo a tantas ganas contenidas…esteee…ganas creativas, quisiera tener esas manos en mi cuerpo…esteee…quisiera tener esas manos para poder cristalizar tanta belleza artística demostrada. Las manos de estas humildes artesanas, realizan semejante sacrificio con arte… tanto brío, titánico esfuerzo, con tamaño atrevimiento… ¡y que no sirven para naaada!…esteee…para nada material, para el santo espíritu…esteee…para el sano espíritu. Miren si todas estas voluntariosas mujeres, madres ellas, utilizaran toda esta energía y se dedicaran a hacer algo útil, tendríamos un país distinto…esteee… tendríamos un país distinto, digo, si todos nos dedicáramos a ser útiles ¿No? Recorrí todas las manualidades de la muestra, vi trabajos maravillosos, chucherías muy lindas, vi muchas cositas muy sensuales, pero quede fascinado, hechizado con “las cositas de Mariel”-
¡Y la gacela con un movimiento provocativo de su expresivo cuerpo, pega un gritito!
-“Guauu!”-
¡Y en la popular estalló la risa! ¡No lo podía creer! ¡Fijate lo que dije!
-¡”Las cositas de Mariel”!-
¡Qué bestia! Mi señora que volvía del baño, había escuchado la última parte y las carcajadas del público, se me viene al humo. Los culturosos la ven transformada, la conocen, se produce un cómplice y catastrófico silencio. Se abre paso furiosa entre la gente, se para frente a mí, brazos en “jarra” la mina y el piecito izquierdo golpeteando contra el piso de madera…era el único sonido que había en la sala. Cada golpecito era un martillazo en mi cabeza. ¡Cuando se pone así es porque está muuuy enculada!
Arranco en un tonito bajo, ¿viste?, muy dulce ella:
-“¿Qué estás diciendo papanata? ¡Pedazo de camello! ¿Qué te pasa con “las cositas sensuales de Mariel?”-
El “campeón” acusó el duro golpe en la mandíbula, trastabilla en el centro del ring, mira al árbitro pidiendo ayuda, con el protector bucal puesto, no puede hablar, apenas balbucea:
-“Nada me…que me dijeron que…que hablara unas palabras…y que…que..”-
Tartamudeaba y me salía la voz “aflautada”, parecida a la del “caramelito. Pensé:
-“¿Me habrá contagiado?, ¿Por qué perdí mi voz?-
Y la loca enardecida empezó a levantar presión…
-” ¡Cómo hacés semejante papelón!, ¡qué tenés que venir acá y hablar pavadas!, ¡Ya estas en pedo, pedazo de idiota!”-
El silencio era una guillotina en el aire. Todos congelados mirándome, y yo más impávido que ellos.
-” ¿Será posible que hoy sea el centro de atención de todo el mundo?”-
Mirá que yo soy un tipo de perfil bajo. Y la “tromba marina” que seguía forreándome, vociferando delante de la gente, pero lo que más me dolía, delante de Mariel. ¡No aguanté más!, ¡se me fue toda la “cultura” a la mierda! Le doy mi vasito de tinto al “caramelito” que estaba a un costado. La agarré a la Negra de un brazo, la hice virar como una laucha. Te lo juro que la llevaba en el aire. Las patitas les quedaban colgando, pataleaba y gritaba como una guanaca. ¡Naaa, me hizo calentar! La llevé al “rincón neutral” y muy sacado le digo:
-“¡Mirá turra, te callás la jeta, bajás el tonito o te rompo la trompa! ¿Qué te pasa loca de mierda? ¿Hasta cuando me vas a gritar así, trastornada?”-
¡Naaa, tengo un dominio sobre las fieras! ¿Te creés que se calló? Chillaba más que antes. ¡Naaa, la “bruja” no es fácil de arrear! Y me seguía gritando más agresiva que antes:
-“¡Dromedario estúpido! ¡Andá a emborracharte a un boliche! ¡Camello!”-
Mira, lo de dromedario se lo acepto “bajo protesto”, porque es más poético, ¿viste? Pero si hay algo que me da por las pelotas, es que me diga “camello” y ella lo sabe. Me dice así, porque cuando chupo, chupo para todo el año, ¿viste? ¡Me agarro unos pedos de aquellos! Pero en ésta se equivocó mal, ni había terminado de tomar el primer vasito de vino.
¿A vos te parece que sea tan desubicada? ¿Tan injusta? ¿Tan ingrata y desagradecida conmigo? Yo que ese día me había puesto el traje por ella, que me recagué de calor por ella, que fui a buscar todas esas porquerías de las alumnas con la chata del reparto. Pinché una goma a las cuatro de la tarde, tuve que tirarme al suelo, con el pavimento que hervía, puteando y renegando con el gato, para cambiar la rueda.
Tanto amor entregado, tanto calor sufrido y tanto empeño puesto para que ella haga la muestra de fin de año. ¡Mirá como me paga! Hacerme pasar semejante papelón y con tanta saña, no es justo. Te lo juro que me dieron ganas de llorar. Y la turra que seguía a los gritos. La zamarreo, para que la corte. ¿Sabés que hizo? Me pegó un empujón, se sacó los zapatos y me los revoleó. El primer “escarpín” me pegó con el taco en la frente ¡Vieras el chichón que me dejó! Y el otro se lo puso a un cuadro, rompió el vidrio y lastimó a la señora del Intendente. ¡Naaa, se armó un despelote fenomenal! El “edulcorado” a esa altura era un caramelito ácido, se puso como “loca”. Aullaba desesperado:
- “¡Ay, esto es inaudito! ¡Es grotesco, parece sacado de una película de Fellini! ¡Que escándalo! ¡Ay, esto es la barbarie! ¿Para qué hable tanto sobre la civilización Occidental y Cristiana? ¡Qué gente grasa, por dios!”-
¡Naaa, me hizo calentar! Lo manoteé de las solapas y le digo:
-“¡Mirá “marica triste”!, yo seré grasa. ¡Pero ahora vas y le decís a mi mujer que vos me metiste en este quilombo, o te parto la trompa! ¡Andá y decile que vos me mandaste al frente y me hiciste hablar creyendo que era un funcionario! ¡Explícale ya mismo, antes que te recague a trompadas!”-
¡El “caramelito” se puso más agrio y la petisa ni te cuento! El descontrol era total. En medio de todo ese desbole, siento que alguien me toca el hombro, me doy vuelta para embocarlo de una. Era Mariel. Me quedé petrificado, con la derecha en el aire. Eran esos ojos pícaros, ese escote, esa piel pecosa, ese cuerpo imaginado y disfrutado tantas noches. Me toma de la mano y me dice al oído muy cachonda:
-“¡Vení Negro, vamos!”-
Siento su mano y sentí toda su piel en mi cuerpo. Me dejo llevar. Pasé de una calentura a otra, sin escala. No entendía nada, estaba aturdido, confundido. Empezamos a caminar, mientras la gente nos abre paso murmurando. Mariel apoya su cabeza en mi hombro y ya no me quedaron dudas. Atrás quedaba la bruja arañándose con el “ñoqui”, por el costo político del vidrio roto, atrás el ego y la pedantería de los “culturosos”, atrás el papelón, y delante mío, al alcance de mis manos, “las cositas de Mariel.”
Mientras caminábamos buscando la salida, en un segundo, entendí todo. Me volvían imágenes, era un “video clip” del día que nos vimos por primera vez. Hace tiempo que sabía que entre nosotros dos había algo. A mí me pasó algo muy fuerte con ella, y lo sentí en ese inicial encuentro, cuando nos miramos. Ahora tengo la certeza que a ella también. Es cuestión de piel, ¿viste?, se siente o no se siente. Llegamos a la calle tomados de la mano. Me llevó en su auto. Ni me acuerdo cuanto tardamos en llegar a su departamento. Me sentía en otro mundo, era otro Negro. Había encontrado mi alma gemela. Sí, es sorprendente, pero creeme, estas cosas a veces pasan, ¿viste?
Entramos a su departamento, Mariel se saca los zapatos, me mira. Pregunto atemorizado:
-“¿Vos también me los vas a tirar?”
-“No mi Negrito, tengo mucha ternura para dar.”-
-“¡Me dijo, Negrito!”-
Me estremeció. No podía articular una palabra. Dejo el saco en un sillón, aflojo la corbata. Ella se desplaza como un felino, con una alegría sutil. Pone música melódica. Su cuerpo hace lo que mejor sabe, danza en el aire, flota. Su piel es belleza en movimiento. Posa su cuerpo contra la pared. Con un dedo, acaricia sus labios entreabiertos. Su mirada es muy provocativa, ingenuamente erótica. Su mano frágil, intencionada, acaricia la babucha blanca suavemente, ¡está tan sensual!
-¡¡¡Mariel, toda para mí!!!-
¡Te juro, en ese momento me sentí “rubio y de ojos celestes”! Fue el momento más feliz de mi vida. Me acerco lentamente, llego hasta su cuerpo, sin dejar de mirarnos, acaricio suave, sus labios con mis dedos. Un suspiro estalla en mis oídos. Nunca sentí tanto placer. Rodeo mis manos en su pequeña cintura. El tiempo se detuvo. Sentí sus latidos acelerados, su respiración entrecortada. Mariel rodea mi cuello con sus manos. En el aire su delicado perfume. El beso iba a sellar el círculo de mi fantasía. Cierro los ojos, de golpe se abre la puerta del departamento, entra enardecida y aullando mi señora. Otra vez los brazos en “jarra” la mina y vociferando:
-“¡Así te quería agarrar, pedazo de camello! ¿Qué hacés en el departamento de una de mis alumnas?”-
-“¡Te creés que no te vi salir con ella, tomados de la mano, grandísimo turro!”-
No aguante más, era demasiado. En realidad a esa altura, ya no me importaba un carajo, estaba muy “jugado”.
-“¿Vos qué hacés acá, asumí de una buena vez, que no te aguanto más? ¡Mariel y yo nos amamos!, ¡sentimos lo mismo!, ¡tomátelas!, ¡dejáme hacer mi vida querés!”-
Ella inusual y serenamente replica:
-”Hace lo que quieras amor, pero llueve y tenés que llevar los chicos al colegio. Arriba dormilón. Toma el mate”-
Yo desesperado le pregunto:
-¿Y Mariel?-
Sorprendida me dice:
-¿Qué Mariel?-
Entre dormido, muy cachondo, le digo:
-“¡Las cositas de Mariel!”-
La ternura en su rostro desapareció, se levantó en cámara lenta, con una cara de orto descomunal. En mi confusión, instintivamente lo primero que lamenté fue que se llevó el mate.
Ante el desconcierto, me siento en la cama. Recién ahí me “cayó la ficha.” ¡Estaba soñando! ¡No puede ser! ¡Me mandé en cana solo! ¡Qué animal! No lo podía creer.
Me levanté decepcionado arrastrando mi tristeza, la felicidad se había esfumado. Voy al baño, en el pasillo miro disimulado para la cocina. Veo a la “morochita” sentada, cruzada de brazos, y el piecito izquierdo golpeando contra el suelo. Ella es una ardilla, ¿viste?, no para nunca, pero cuando se sienta, y el piecito izquierdo empieza a golpetear, ¡quilombo en puerta!
Estuve no sé cuanto tiempo en el baño, no quería salir más. ¡Te juro!, mirándome al espejo dije:
-“¡Tierra tragame! ¡Qué pedazo de animal!”-
Después de un rato largo, respiré hondo y me animé. Salgo como si nada hubiera pasado. Entro a la cocina, la miro, muy cordial, demasiado simpático, sospechoso en mí a esa hora de la mañana.
-¿Me das un mate?-
Recoge el guante, con la misma dudosa cordialidad, replica:
“-¡Cebátelo vos!”
Ahí una pausa teatral media larga ¿viste cuando los actores se olvidan la letra?, bueno igual.
Tomo el mate en silencio, para tener la boca ocupada, mientras busco el “chip” ordenador de neuronas. El adversario vuelve al ataque con un golpe irónico demoledor:
-¡Así que el señor tiene “algunos” sueños con Mariel!-”
El Negro “muzzarela”, estaba “grogui” el “campeón”, quería que suene campana salvadora. ¡Pero sorpresivamente recibe un “cross” a la mandíbula!:
-“¿Y qué ocurre entre vos y Mariel, en ese sueño, si se puede saber?”-
Otro golpe de izquierda durísimo sobre la humanidad del Negro. Voló la toalla, ¡no va más!, el árbitro paró la pelea, el “morenito” desparramado en la lona no podía decir ni papa. Nocaut Técnico en el primer round. Duro oficio el boxeo, te agarran dormido y te embocan. Faltó concentración y las consecuencias quedaron a la vista. El monarca perdió lastimosamente la “virtual” corona mundial en su primera defensa.
Mi cabeza era un torbellino, las pocas neuronas se atropellaban torpemente entre ellas, en un intento desesperado por rescatarme sin éxito. El silencio era estremecedor, agobiante, lo creía mi aliado y se iba transformando en mi peor enemigo.
¡Tenía que contarle la verdad, no me quedaba otra! ¡Era capaz de cortarme los víveres para siempre!
En la impotencia, mi torpeza era Rey. Quiero cebarme otro mate, con tal mala suerte, le pego con la cuchara a la bombilla y mate tumbado. La negra, que ya era “bordó” a esa altura, se levanta bufando en busca de una rejilla. Ahí gané un poco de tiempo, “aire fresco” para el “campeón” destronado. Con bronca contenida saca la yerba, deja limpia la mesa y el terreno de la interrogación. Se vuelve a sentar, retorna el piecito izquierdo inquieto, con su acompasada música y ataca:
-“¿Y?“-
-¿Me vas a contar que pasó en ese “dulce” sueño?-
Mi triste y nostálgico silencio tiene perfume de arrabal: “Arrésteme sargento y póngame cadenas, si soy un delincuente, que me perdone Dios” ¿Podés creer? ¡En cana por un sueño!
Pero como la Ley me amparaba, tomé la decisión en el momento de mayor tensión. La miro tranquilo sabiendo de antemano mi “presunción de inocencia,” y deschavé todo con lujos de detalles, sin anestesia. ¡Le vieras la cara! Cuando llegue a la parte del departamento de Mariel, cuando estoy por besarla, se levantó muy ofendida y me dejó hablando solo. ¿Por qué me pasan estas cosas? ¿Por qué? ¡Es muy injusta conmigo! ¿Qué apuro tenía? ¿Porque no me llamó quince minutos después? ¡Ni me dejó besarla en el sueño! ¡Eso es tener mala leche! ¡Que tipo desafortunado que soy!
¡Naaa, las minas tienen una intuición, un olfato para estas cosas! ¡Son brujas! ¡Yo que soñaba bailar con Mariel, la morocha me hizo “bailar” por un sueño! Ahora hace una semana que no me habla. Tiene un encule de aquellos.
¡Naaa, las mujeres no te dejan ni soñar, loco! Si yo no manejo los sueños. Apenas si manejo la chata para el reparto. Ahora decime, ¿Por qué me hace esto? ¿No podría haber esperado quince minutos más, ¡el León tenía a la Gacela en sus garras, papá! ¡Hasta dormido hay que reprimirse, loco! ¡Me viene a romper las pelotas en mis sueños! ¡Qué se tiene que meter! ¡Dejame de joder! No es justo, no corresponde. ¡A mí nadie me va a manejar los sueños, y menos ella! ¡Soy dueño de mis propios sueños! ¡Naaa, pará un poco, avisá!
Ahora de bronca sueño lo mismo todas las noches, pero mucho no lo domino, ¿viste?, por ahí se va al carajo, es un poco extraño.
La escena de la película es la misma. El salón, aunque algo distinto, es el de la muestra, pero no hay nadie, me tocan el hombro, me doy vuelta, es mi mujer semidesnuda, portaligas, medias caladas, lencería muy fina, negro brillante con encaje, una diosa del sexo, parece una “estrella porno”. Tengo que reconocer que la morocha está muy buena. Está bien dibujada, tiene todo donde tiene que tener. ¡Naaa, la negra es muy atractiva, y con esa lencería, un bombón tropical!
Lo extraño, es que al lado de ella está Mariel. Pero están las dos con la cabellera cambiada. La Negra tiene el corte y el cabello pelirrojo de Mariel, la gacela tiene el pelo ondulado color azabache de mi mujer. Se hacen mimos, se acarician y tomadas de la mano me dicen:
-“¡Vení, Negro, vamos!”-
Se desean, las manos inquietas y ansiosas de la “tropical morena”, recorren el cuerpo de mi fantasía perfecta. Bailan muy juntas, suavemente al compás de un bandoneón, que se oye lejano. Ahora las manos de Mariel acarician con ternura, la piel erizada de la Negra. Escucho sus jadeos, gimen, se besan apasionadamente. La morocha muy excitada, muestra el escote de la colorada, le da un beso en sus pecas, me mira maliciosa, como diciéndome:
-“¡Ahora Mariel es mía!”-
-“¡¡¡NOOO..!!!-
Me despierto gritando, transpirado, agitado…y la bruja al lado mío, duerme como un tronco. La miro, vos sabés que mientras duerme, hasta le veo una mueca irónica en sus labios. ¡Si será guacha! Es el inconciente de su venganza. ¡Yo con tal de estar con Mariel, le entrego a mi “estrella porno”, en el sueño, en la vida real! ¡En la reencarnación! ¡En serio te digo!
¡Mirá si seré tarado, vos sabés que pensar en eso, extrañamente me excita!
Pero anoche fue distinto el sueño, bah, la pesadilla. Era la misma película. Me tocan el hombro, me doy vuelta, era el “caramelito” de cultura semidesnudo, grotescamente vestido con la lencería de mi mujer, me agarra la mano y me dice:
-¡Vení, Negro, vamos!”-
-¡Naaa, lo mío es un infierno!-
Ahora cada vez que veo a Mariel, me acuerdo del sueño, de la Negra excitada, entregada a sus caricias, de la pesadilla con el “caramelito.”
Ante Mariel no puedo sostener la mirada. Es increíble la veo y bajo la vista.
¡Si ella supiera, el protagonismo inusual que tiene en mi delirio erótico!
Que esto quede entre nosotros dos, y que de acá no salga. A pesar del sueño, de la pesadilla, y de saber que nunca va a pasar nada con ella, a pesar de todo, sigo fantaseando y disfrutando con “las cositas de Mariel.”

Luís Visentín























Enero de 2007.-

Texto agregado el 16-07-2008, y leído por 109 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
16-07-2008 Bueno, dicen que soñar no cuesta nada. La insatisfacción sexual y la marginación social juntas pueden causar efectos tragicómicos, aun en los sueños. Buen texto lo he leido con interés y agrado.*****Saludos. sagitarion
 
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