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Dormía tranquila, era un sueño apacible, su rostro no tenía expresión, su cuerpo era la muestra perfecta del descanso, esa posición, tan liviana, tan natural, tan... sonó el teléfono y la sacó de su encuentro con la paz.
- Hola, ¿con quien hablo?- preguntó.
- Con Alejandro. Llamo por que un amigo me comentó que eras muy buena.
Ella le regaló una carcajada y continuó.
- Bueno mi amor, el cuento es así. Veinte mil pesos la hora y, bueno ya conoces mi dirección.
- Si mi amor, en veinte minutos más estoy por allá.
-Ok, un beso- respondió.

Se levantó de la cama sin mayor ánimo, se dió una baño rápido para terminar de acicalarse, cuando el tipo llegó ella ya estaba lista, eperándolo. Se acercó a abrir la puerta y ahí estaba él, con esos ojos tristes que aún tiene. Cuando ella lo vió sintió algo distinto, pero no supo que, lo tomó de la mano y lo condujo hacia la habitación, se dijo a si misma que a pesar de lo que sentía sería solo un cliente más. Comenzaron a hablar del trabajo, la vida, el clima, los hijos(por que él los tenía) y se les fué un rato. Después de eso fue todo silencio, ella lo miró y lo besó, luego él, el cuello, el pecho, los brazos, las piernas, risas, placer, más besos, caricias, roces, seducción, gemidos... ah, ah... mas placer, más besos, y el contacto, era ese el objetivo final, por eso era por lo que él le había pagado... un orgasmo, solo de él, ella ya se había acostumbrado, era tan típico que ya ni siquiera le dolía el alma o la dignidad con eso.
Acabó él y conversaron, encendieron unos cigarrillos y le pidió un abrazo, ella lo miró atónita, le habían pedido de todo menos un abrazo ¡Y pagado! lo abrazó y él rompió en llanto, no hablaba, no miraba, solo lloraba, ella no entendía que pasaba solo lo abrazaba y acariciaba, de un momento a otro él la miró y la besó, le contó todo, con lujo de detalles, que hacía meses la seguía, la esperaba, la miraba, que ya conocía su olor, sabía que en las mañanas le gustaba el té verde y tostadas con mantequilla, que no le gustaba la leche blanca y que los sábado sacaba a pasear al perro. Ella no sabía que decir ni como reaccionar, le devolvió el abrazo y él la evadió, le preguntó que pensaba, como lo tomaba y ella no respondía, no sabía que decir para no herir, ni que hacer para no confundir, optó por besarlo y él calló.
- Me dueles... me gustas y me dueles.
- No sé que decir.
- Yo si sé que puedes decir... la única forma de que estés conmigo...
- Es pagandome veinte mil.

Texto agregado el 17-09-2008, y leído por 82 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-11-2008 me gusto... tengo mucho que decir sobre el tema... adivina quien soy JRLobos
 
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