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Mariela D’Aprostti vs. Alicia Medina
La Muerte


En la vida de Mariela D’Aprostti, la Sra. Alicia Medina era una verdadera pesadilla.
Se había apropiado sutilmente de todo lo que había sido de ella; dominaba totalmente su vida y sus afectos.
Alicia Medina era la antítesis de Mariela. Era coqueta, prolija, educada, agradable con todo el mundo. Nunca una palabra de más, nunca un pelo fuera de lugar.
Cada día Mariela se había vuelto más huraña y brusca con los que convivían con ella, a excepción de la Sra. Alicia, a quien a pesar de su odio creciente, respetaba.
Había tardes en las que Mariela conseguía que la Sra. Alicia se demorara un poco en llegar a su departamento; entonces arrasaba con furor contra el ordenadísimo placard de la dueña de casa.
Revoleaba los zapatos perfectamente acomodados, hacía una montaña informe con los trajecitos y vestidos de noche; hasta los cosméticos no escapaban a su furia.
Luego llamaba a Verónica, la mucama para que ordenara todo antes de la llegada de Alicia.
La pobre chica entraba a la habitación muy asustada, pero



no abría la boca por temor a ser despedida.
Un día Mariela despertó sintiendo que ya no podía superar ese terrible sentimiento contra Alicia, entonces ideó un plan para eliminarla.
Citó en un bar a Germán un guionista de telenovelas en decadencia que hubiera hecho cualquier cosa con tal de conseguir un poco de efectivo.
En sus días de gloria se había vuelto cocainómano y la droga le había quemado la plata y las neuronas.
Frente a dos pocillos de café Mariela le explicó su idea:
_Mirá, Germán, ya no puedo más convivir con Alicia y pensé en borrarla para siempre de mi vida.
Germán la miró atónito.
_Mariela, no me jodas, no podés vivir sin ella.
_Por favor Germán, ayudame. Ya tengo cincuenta años y no puedo pensar en mantener esta convivencia forzada ni un mes más.
_No contés conmigo, estoy loco pero no para tanto. Vos querés que todos los televidentes que alguna vez me adoraron me odien. Todavía firmo de vez en cuando algún autógrafo. No, no y no!. Pagá el café y a mi no me llamaste, olvidate!
Mariela volvió contrariada a su casa y cerró la puerta con un golpe. Verónica se sobresaltó aunque estaba acostumbrada a los arranques de la mujer que tenía en ese momento frente a ella, totalmente desencajada.



Fue hasta el botiquín del baño y se tomó dos o tres tranquilizantes, lo mejor sería dormir un rato.
_Que nadie me moleste, Verónica, tuve un día muy difícil y necesito descansar.
_Si, señora, lo que Ud. Diga.
Al mes volvió a surgir en la mente de Mariela la misma obsesión.
Tomó un taxi que la dejó en Palermo. Allí se enfrascó una gorra masculina y unos lentes oscuros y se subió a otro auto que la llevó a Caballito.
En el departamento de Laura, su amante, Mariela dejó caer un torrente de lágrimas. Laura cariñosamente trataba de consolarla.
_No llorés más, querida. Vos sabés que yo te amo. No me importa vivir oculta si tengo tu amor.
_Sos la única que me comprende, Laura. Alicia me tiene agobiada. Todo el mundo la adora, pero nadie sabe lo tirana que es en realidad.
_”Mariela, cuidá la boca y los modales”.
_”Mariela, no comas como un cerdo que vas a engordar”, dijo copiando la voz y los modos de su odiada Alicia.
_Laura, ya no la aguanto más. Quiero eliminarla y venir definitivamente a vivir aquí con vos.
_No, Mariela. ¿Cómo le explico a mis padres?. Vos sabés que ellos no saben nada. Bastante duro fue hace cinco años independizarme y venir a vivir sola aquí. Yo no puedo hacerles eso. No lo soportarían!
Mariela reanudó su llanto pues con Laura nunca se había



mostrado ni se mostraría violenta.
Sabiendo que sería la última visita a Caballito se despidió de ella con dolor.
Un día finalmente Mariela creyó que había llegado el ansiado día. Al departamento vendría un periodista de la revista “Caras” para hacerle un reportaje a Alicia, por la obra que estrenaría próximamente en el Teatro Coliseo.
Esa sería su oportunidad, ese hombre no sabía que nota le esperaba. Seguramente la revista le pagaría una fortuna por las fotos.
Mariela se fue a preparar. Afiló los cuchillos para clavarlos en el pecho de Alicia y de paso en el de todos los boludos que la seguían y adulaban por toda su carrera artística.
Se vistió como le gustaba a ella. Pantalón de hombre, remera amplia, taco bajo. Pelo tirante con mechones rebeldes por toda la cabeza. Ningún toque femenino en su atuendo.
Miró con insano placer su imagen en el espejo.
_Estoy lista, dijo en voz alta.
Justo en el preciso momento en que Verónica abría la puerta a la pequeña delegación formada por el reportero y los fotógrafos.
Mariela se asomó por entre el cortinado.
“Ahora es el momento”, pensó, “ya tengo tu epitafio escrito querida Alicia”.
El hombre se paró de un salto del sillón donde esperaba.



_Señora, qué sorpresa! Que buena nota haremos. Pensé que llegaría como nos tiene acostumbrados y viene personificada como la veremos en el teatro.
Le sacaron las fotos, ella contestó las preguntas como una autómata. Los cuchillos cayeron sobre la alfombra gris.
Cuando Verónica acompañó a los hombres hasta la puerta, Mariela sintió que quien había muerto esa tarde era ella.
Alicia Medina había triunfado una vez más y ella se disponía a sacarse el disfraz, pues desde ese momento Mariela D’Aprostti, su verdadero nombre en el DNI, ya no existiría ni siquiera para sí misma.

Texto agregado el 24-11-2008, y leído por 105 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-11-2008 GUAU QUE INTERESANTE...SIGUE?? gerardwalt
 
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