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Inicio / Cuenteros Locales / penylane / Sofía y Diego.

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Rojo pasión. Un buen auto para llamar la atención. A Diego le gustaba hacerlo. Había elegido ese auto hace un par de años exactamente para aquello. Era exclusivamente para atraer a las “mejores minas” tal como él decía. Su propósito había resultado, pero siempre descubría que eran mujeres bellas y perfectas por fuera pero podridas por dentro.
Ahora va por la carretera directo al aeropuerto a dejar a su mejor amiga, Sofía, que se va a estudiar a Francia. Ella es la chica mas especial que ha conocido y además de eso es hermosa como un ángel. Cuando Sofía le conto a Diego que se iba de Chile este sintió que el corazón se le detenía. Había descubierto que estaba enamorado, pero no quiso hacer nada ni decir nada tampoco. Era tarde. Ella estaba muy feliz con su viaje y no quería decirle su secreto.
Iba manejando en silencio. Ella miraba el mapa de Paris mientras sonaba Travis por los parlantes del auto, el artista favorito de Sofía. Guillermo lo sabía, por eso antes de partir coloco el disco en el auto.
- ¿Que harás sin mi?- pregunto ella soltando una carcajada de niña traviesa.
Diego solo sonrió sin mirarla.
- yo me pregunto lo contrario, que harás tu sin mi….
- mmm, no sé. Igual me será difícil encontrar alguien tan parecido a ti, tan especial.
Silencio. El viento entraba por el espacio pequeño de la ventana y cantaba lento, interrumpiendo el silencio virgen.
Diego sintió que era el momento perfecto para confesarle lo que sentía, pero apenas abrió la boca se arrepintió.
El camino volvió a hacerse silencioso. Diego buscaba en su mente las palabras pero se volvía a rendir.

El aeropuerto se veía enorme, vacio. Parecía como si la lluvia hubiera provocado la cancelación de todos los vuelos, menos el de Sofía. No había nada que lo pudiera evitar, el lo sabía.
Cuando llego el momento de la despedida, ella lo miro fijamente a los ojos como pretendiendo enviar un mensaje que solo ella conocía.
- llego la hora- Sofía tomo las manos de Diego. El temblaba.- aquí termina esto.
- no, aquí tu sueño se comienza a hacer realidad. Te deseo mucha suerte en tu viaje. Cualquier cosa que te suceda me llamas y te juro que vuelo, te busco y te salvo como un superhéroe- ambos rieron tristemente. Fue de esas risas en que se intenta ocultar la pena. Entre ellos no se podían engañar.
Sofía lo abrazo. Cubrió el cuello de él con sus brazos.
- todo este tiempo frente a ti y … nunca…- le hablo en un susurro en el oído a Diego. El aliento que choco con su oreja le puso la piel de gallina al igual que sus palabras. Se miraron a los ojos fijamente. Ambos detenían sus impulsos por besar apasionadamente al otro.
Diego no podía soportar ver los labios tan hermosos de Sofía. No eran de alguien de la tierra. Eran demasiado perfectos. Seguramente pertenecían a una diosa.
Una voz celestial retumbo en las paredes del aeropuerto anunciando el vuelo a Paris.
Sofía se acerco lentamente, con los ojos llorosos, a Guillermo y poso sus rojizos labios en los de él.
Fue un beso tierno, como de niños pero llenos de palabras y secretos que ninguno de los dos se atrevió a decir. Él no hizo nada más que cerrar los ojos e intentar guardar el momento en la caja negra de su alma. El amor de su vida se marchaba.
- cuídate mucho- dijo Sofía alejándose lentamente de él.
- tú también- la sonrisa de Guillermo ocultaba su tristeza.
-¿me vendrás a buscar cuando vuelva?
- Quizás, solo si estoy en Chile.
- Piensas irte a EE.UU.?
- No, quizás valla a Paris y regrese contigo.
Ambos rieron de felicidad. Ambos deseaban lo mismo con tanta fuerza como nada más en el mundo.
Escucharon el último llamado para la salida del vuelo. Sofía hizo un gesto con la cabeza y dio media vuelta y se fue.
Guillermo sintió que podía caer en cualquier segundo al suelo. Ella se llevaba su fuerza, su vida.
La lluvia se había agudizado y las calles eran verdaderos ríos. Camino a casa Guillermo coloco el disco de Travis, para recordar los últimos segundos de Sofía en su auto. Aun sentía palpitar sus labios. El verdadero paraíso lo conoció sin tener que morir, solo con besar los labios de Sofía lo había conocido. Ella definitivamente era su verdadero amor.
El auto ya no era rojo. El barro de algunas calles lo había oscurecido tal como su alma. Él lo sabía; ya nada sería igual sin Sofía y eso se comenzaba a notar.


El camino al avión le pareció interminable a Sofía. Sentía que no avanzaba, que el camino se hacía infinito, eterno. Una vez más sentía que estaba haciendo lo incorrecto. Siempre sentía que cometía errores, pero este era el peor de todos. ¿Qué voy a hacer en una ciudad donde nadie me conoce?, se preguntaba Sofía con mucho pesar. Si lo único que le faltaba a su vida era encontrar el amor por qué justo ahora cuando por fin sintió que era correspondida se iba como una cobarde, arrancando de sus propios sentimiento, como buscando no ser amada. Pero basta- pensó Sofía cuando estaba a punto de sentarse en el avión- un hombre como Guillermo no lo podré encontrar nunca, además es hora de vivir lo que siento y no de hacer cosas que no me llenan. Tomo su cartera firmemente y se dirigió a la puerta de salida rápidamente pues sentía que el avión ya comenzaba a moverse.
- necesito bajar, no puedo volar.
- lo siento señorita, el piloto ya dio el aviso despegue y si se fija ya estamos en movimiento.
- pero…- Sofía se cubrió la cara. Quería llorar como una niña.
Con lágrimas en los ojos se sentó. Durante un largo rato se quedo mirando fijamente por la ventana. Comenzó a llorar silenciosamente mientras se preguntaba si Guillermo estaría pensando en ella, si también siente tristeza, si acaso se volverán a ver algún día y si acaso el también la amaba.
De repente Sofía sintió que alguien tocaba su hombro. Al voltearse vio que era un joven sentado a su lado. El joven tenía grandes lentes ópticos y un polerón verde con el gorro sobre su cabeza.
- disculpa, ¿me escuchas? ¿Estás bien?
- sí, sí, gracias.
- ah, es que como estas llorando creí que quizás te asustaba viajar en avión y como no me escuchabas me imagine lo peor- el joven rió buscando una sonrisa en el rostro de Sofía, pero ella no sonrió.
- ¿te apena dejar el país?
- mmm
- pero es normal, mira cuando salí por primera vez de chile caí en una pequeña depresión, además en Londres no conocía a nadie y lo que es peor…- Sofía volvió a mirar por la ventana mientras el joven no paraba de hablarle.

Texto agregado el 30-11-2008, y leído por 87 visitantes. (1 voto)


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