Los gnomos, no suelen ser del agrado de los hombres; los hombres, abren la puerta de su casa y se tiran al vacío infinito de la desidia.


Cuando desperté, y después de ver que el dinosaurio babeando y gimiendo seguía brincando en la cama de un lado, me di cuenta de lo grave del asunto. Así que me puse mi corbata de la suerte, me subí al caballo y me dedique a lazar a ese verdoso, baboso y extinto animal.
Uno se hace a la idea de los dinosaurios de las películas, pero no oh hermanos y hermanas míos y suyos no son así, son peor aun, señora, señor, niña, niño, si ve un dinosaurio en la calle, tenga cuidado, proceda a tragarse cualquier cosa de valor, un anillo de compromiso de $500.000 dólares, cómaselo señora; su automóvil de lujo, cómaselo señor; tu paleta de vainilla con chocolate, cómetela mijo, cómetela antes de que se derrita por este desgraciado calor.
Los dinosaurios con el calor salen, tienen que recolectar comida para el invierno, así es como ellos logran comer mango fresco en pleno diciembre. Son animales muy inteligentes, y a veces, muy pocas veces humildes.

Este dinosaurio que traigo del cuello lo conocí anoche, un buen dinosaurio, de los pocos que quedan así, salió mejor para tomar mezcal que cualquier ser humano que conozca.
Demasiado alcohol, demasiado, demasiado, no recuerdo exactamente que paso.
Lo interrogo, le hago saber mi apellido, mi poder, le enseño la hebilla de mi cinturón de quince pulgadas en la que se refleja y se ve como un ser humano espantoso, saco, corbata, cuello blanco, vomita, parece que el alcohol ya hizo efecto, o no le gusto lo que vio.

Tras tres días de fiesta mi cuerpo ya no soporta mas, ya vomite mis intestinos y mi hígado pareciera ser que ya no funciona correctamente, me orino en los pantalones, mientras defeco con una propulsión a chorro, que me hace dar brincos a través del cuarto, mi esfínter esta roto ya. El dinosaurio se ríe sin cesar entre cada trago de su infinita botella de mezcal, indicándome que mi vaso esta vació.

Busco la caja de cigarros y me percato que esta vacía, tendré que salir del departamento, en una misión casi suicida a estas horas de la madrugada y en esta ciudad, me ato bien mi corbata al cuello, miro detenidamente mis pies, y después de varias horas de ardua observación, me doy cuenta que no tengo zapatos puestos, los busco desesperadamente por todo el lugar, mientras el dinosaurio me observa con una mirada misteriosa, es hasta después de que saco todos los muebles al pasillo del edificio, que el dinosaurio se tira una carcajada mientras se saca del culo uno de mis zapatos y me insta a buscar yo mismo el otro, le indico que no estoy para juegos, que mi ansia de tabaco es tan grande que seria capaz de abrirlo con mi navaja por la mitad hasta encontrarlo. Asustado, el dinosaurio se echa un pedo que da como resultado mi zapato volando por los aires y chocando en una pared, ya con mis zapatos en su lugar salgo a buscar cigarros.

Regreso abatido, esta ciudad realmente es pesada, es una carga muy grande para mi, ya no pienso salir de este lugar, aquí estoy seguro, tengo mis botellas de mezcal y un recién comprado paquete de diez cajetillas de cigarros, solo hay un problema, el dinosaurio, a quien me encuentro leyendo uno de mis libros de Nietzsche y me pregunta ¿Quién diablos es dios? Y ¿Por que se murió? ¿Es una persona mala acaso? Le quito el libro y le trato de explicar el pensamiento de Nietzsche, lo cual a el no le importa tanto como el paquete de cigarrillos del cual ya consumió dos cajas enteras y ya solo queda una botella de la caja de veinte que me regalo otro dinosaurio morado que conocí en el pasado del cual no quiero hablar en esta ocasión.

Yo tengo memoria hasta que se destapo esa ultima botella, después de eso aquí estoy han pasado cinco días ya y esta cruda no se va lo único que se ha ido es ese dinosaurio, parece ser que el simplemente estaba interesado en esa caja con las veinte botellas de mezcal. Lloro, mientras me pongo a planear de qué color será el dinosaurio que me regalara la próxima caja de botellas.