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Hacerse croto

Cuento

Autor: Jorge Duran


Era un niño entonces…
El pueblo era chico…
Muchos hombres llevaban una boina blanca.
Todos los veinticinco de Mayo a la salida del sol, mi padre hacía explotar tres bombas de estruendo en el medio de la calle.
Alguien las sostenía en una mano, mi padre encendía la mecha y el que la sostenía la introducía en un mortero, cuando se encendía el disparador subía hacia arriba con un silbido y explotaba en lo alto.
Asistían al acto muchos hombres y mujeres con las boinitas blancas, a pié y de acaballo, cuando explotaba la bomba todos se descubrían y gritaban:¡ VIVA LA PATRIA !
Desde la ventana de mi casa yo veía ese espectáculo y me llenaba de emoción.
En las paredes de mi casa colgaban retratos de personas que mi padre me enseñaba quienes eran.
El que más llamaba mi atención era Don Hipólito.
Me pasaba horas y horas viendo su figura y hasta me parecía que hablaba.
Un día mi padre salió de noche y mi madre me abrazó muy fuerte y no paraba de llorar.
Esa noche mi padre no regresó a casa y nunca lo volvimos a ver.
De aquel tiempo conservo el recuerdo de mi madre casi siempre llorando y de aquellos hombres de boinitas blancas.
Tiempo después abandonamos el pueblo.
Mi madre envolvió los retratos con toallas muy despaciosamente y los colocó entre las ropas de un baúl.
Fuimos a vivir a otro pueblo donde había una hermana de mi madre que podríamos decir nos dio asilo.
Me hice joven en ese pueblo. Usaba boina blanca y sabía muy bien porque la usaba y quien era Don Hipólito.
Un día que regresaba a esa casa vi desde lejos al comisario del pueblo que hablaba con mi madre en la puerta.
Mi madre me abrazó muy fuerte y me dijo que el comisario quería verme.
No me sorprendió la entereza de mi madre. No derramó una sola lágrima.
Me miró fijamente a los ojos y me dijo: - Sea hombre hijo, como su padre.
El comisario era muy poca cosa…
Me pidió la libreta de enrolamiento y me negué a dársela.
“Me pidió el pueblo” entonces.
¡Y me hice “croto”!
Cuando llegué a casa mi madre ya tenía el “monito” preparado.
-No se deje hijo – me dijo con valentía. –No se deje.
-Haga lo que tiene que hacer y no se olvide de mi. Hágame saber por donde anda. Si puede véalo a Don Amadeo que fue muy amigo de su padre. ¡Cuídese!
Y como digo, me hice “croto”.
Si me quedaba, aunque el comisario era tan poca cosa, podía hacerme desaparecer.
Allá fui en el techo de un tren carguero que iba hacia el oeste.
La locomotora “piteaba y piteaba”.
No estoy huyendo. No soy cobarde.
Estoy buscando posicionarme para librar batalla.
En el “monito” hay algo duro. Lo desato y encuentro en un lienzo muy blanco dos panes redondos hechos por las manos de mi madre.
La locomotora pitea y pitea…

FIN

“MONO O MONITO”: Varias arpilleras unidas. Se extiende en el suelo y se coloca la ropa y los enseres del “croto.” Se toman las cuatro puntas, se atan y se lleva al hombro sostenido con una mano.
CROTO: En la década del treinta Don José Camilo Crotto por entonces Gobernador de la provincia de Buenos Aires firmó una ley por la cual se permitía dejar viajar en los techos de los trenes de carga a los peones o trabajadores golondrinas que iban a buscar trabajo a los campos y estancias.
Don Hipólito: Hipólito Irigoyen.
Don Amadeo: Amadeo Sabattini.
















Texto agregado el 16-12-2008, y leído por 198 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
18-12-2008 un croto que sabe plasmar en letras su corazón, bien te vino pasar por todo eso divinaluna
16-12-2008 Interesantisimo!! Hoy te descubrí y sin dudas te seguire leyendo. Un abrazo Jorge. Nos vemos...Walter gerardwalt
 
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