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Primero, una pildorita para la indigestión posmoderna.

Es comprensible que occidente tenga “resaca”. Es lógico que ahora nos cubra un pesimismo profundo, los sueños utópicos de la modernidad son un fracaso tremendo. Pero perder la confianza en la razón, en nuestra capacidad para conocer la verdad no es la forma de asumir nuestro fracaso. No es una forma realista de asumirlo porque si creemos que no podemos conocer la verdad y hacer lo correcto nos estamos dando permiso para seguir igual, nos estamos entregando a la indiferencia. Aunque las condiciones nos parezcan hoy más adversas el problema de la verdad sigue siendo el mismo desde los primeros días de la filosofía. Que la desilusión haya dado paso al escepticismo y el relativismo más radical del posmodernismo es algo comprensible. Pero este asunto no es nada nuevo, en el fondo son los mismos problemas con las mismas respuestas: ¿Cómo se lo que sé?, ¿Hasta que punto puedo estar seguro de lo que sé?

Caídas las certezas religiosas, hechos añicos los grandes relatos del progreso humano, enviado el historicismo a la basura, ¿qué nos queda?, ¿Cómo podemos volver a estar seguros de algo?, Pues por el contrario la desilusión confirma que la verdad esta ahí, independiente de nosotros, es solo que hemos equivocado los métodos y sobrestimado nuestra capacidad para predecir el futuro. La desilusión es conocimiento. La lección que nos da la historia del siglo XX es una lección de humildad y modestia, una lección contra el fanatismo y su seguridad absoluta no contra la verdad.

El problema de la verdad.

Que cosa más complicada parece definir lo que es la verdad, en realidad no. Definir la verdad como lo real o existente, es una cuestión de concepto y de definición, fundamento que no puede cuestionarse sin destruir la validez que el propio cuestionamiento implica. La verdad es lo que es real y existe por contrario de lo que es falso, que no es real ni existe. Pero ese no es el fin del problema sino el inicio.

Que se llegue a cuestionar que no hay verdad o que esta no se puede conocer como lo hace el escepticismo radical es una afirmación que socava su propio fundamento y a esta paradoja no se puede escapar. Si yo afirmo que la verdad no existe, como puedo tomar por verdadero esta misma afirmación. El escepticismo es bueno si nos sirve para demorar nuestras decisiones hasta examinar las pruebas. Pero el escepticismo radical puede ser destructivo y no conducir a nada. Si la verdad no existiera nunca podríamos estar equivocados y no habría diferencia entre mentir y decir la verdad. Lo que no tenemos es acceso a la verdad como una cosa absoluta, lo que significa es que a pesar de que existan conocimientos altamente fiables y ciertos, siempre existirá la posibilidad (a veces diminuta) de estar equivocados.

Pero que la verdad como una cosa absoluta no pueda conocerse nos habla más de nuestra forma humana de percibir y de representar lo que percibimos que de la inexistencia de la verdad. Esperar que podamos decir un enunciado que sea absolutamente verdadero es como esperar que al tomar la foto de un árbol esta imagen se convierta en el mismo árbol que intenta representar, no hay forma de alcanzar esa resolución. El lenguaje es un instrumento portentoso pero no nos es posible captar y representar la realidad de un objeto en forma absoluta. La “cosa en sí” de la que hablan los filósofos como Kant existe, pero solo podemos aspirar a acercarnos a ella lo mejor que podamos. Manteniendo siempre abierta la posibilidad de adaptar y cambiar nuestras ideas para acercarnos más al objeto, es decir ser más objetivos. ¿Qué significa entonces decir que “algo es verdad” si ya sabemos que no puede ser verdad en forma absoluta? Significa que ese algo es “más verdad” que otra afirmación referente al mismo objeto.

¿Quiere decir esto que no hay ninguna certeza en la que podamos fundar nuestro razonamiento? No, si existen, las certezas que nos da la lógica formal, por ejemplo. Basadas en la propia idea de que la verdad es una e idéntica a sí misma la lógica nos da reglas para razonar los hechos y procesar los datos. Ejemplos: Algo NO puede ser y no ser al mismo tiempo, sí A es igual a B y B igual C, A es igual a C y etcétera. Las verdades de las matemáticas y de todas las llamadas ciencias formales representan un grupo de herramientas bastante fidedignas y confiables, aunque no son datos acerca de la realidad.

Y ¿qué hay de la idea de que hay muchas verdades? Eso es verdad en un sentido metafórico. La verdad es una, pero hay “campos” de verdad. Toda afirmación debe pertenecer a un campo de verdad (esta expresión yo la retomo de Savater) para que tenga sentido. Una oración puede ser verdad en un sentido y falso en otro. De esto se han agarrado algunos para desconfiar de la verdad y la razón. Pues siempre tendremos que preguntar y conocer a partir de algo que damos por sentado, de algún marco o contexto, es decir que partimos siempre de un punto de vista subjetivo. Esto nos lleva al relativismo radical, que señala que es imposible la objetividad pues siempre partimos de nuestra subjetividad, es decir de nuestro marco u contexto desde que el que formulamos la pregunta y buscamos la respuesta.

El relativismo extremo negara la posibilidad de una verdad universal, es decir única. Y acusara a cualquiera que afirme verdad alguna como un etnocentrista, falocentrista, logocentrista y otros centrismos. Es decir que acusará a cualquiera que afirme verdad de ser un despistado o un abusón que toma su propia perspectiva por verdad universal. Es cierto que a la hora de razonar uno siempre lo hace desde la propia subjetividad (cultura, sexo, etnia, clase social, psicología) y es positivo tenerlo en cuenta para corregirnos de ser necesario. Pero eso no significa que nuestras subjetividades no puedan encontrarse con un referente común por fuera de nosotros, es decir con el objeto. Es evidente que el peso de nuestra subjetividad varía según el campo de verdad que se trate, por ejemplo si de lo que se trata es de definir objetivamente la pintura más bella o la comida más rica, tendemos a tomar por verdadero nuestra propia opinión y que haya en esto desacuerdos no presenta ningun problema, porque la sensación estética o gustativa son fenómenos en nuestro interior, es una cuestión de sensibilidad. Pero otra cosa será cuando de lo que se trata es de definir si el humo de cigarro causa cáncer o si el uso de la energía atómica es una forma conveniente de producir electricidad.

Podemos entender por falsa una afirmación que mezcle campos de verdad. La afirmación de que existen varias verdades no tiene cabida en el razonamiento lógico, en este campo lo que hay son desacuerdos, es verdadera solo en un sentido metafórico. Y lo que la metáfora capta es la experiencia humana de tratar con diferentes versiones sobre lo que es verdad en diferentes culturas o frente a otras personas. Una metáfora no es una mentira, pero puede serlo cuando se lleva muy lejos, a un “campo” de verdad al que no pertenece y fíjense como señalo la expresión “campo” solo para realzar la metáfora de espacio que sirve de apoyo, pero que no pretende hacernos creer que la verdad es algo que puede dividirse topográficamente.

La verdad en el campo de la ciencia y la verdad en el campo de la poesía se diferencian por sus reglas, es decir por sus métodos para encontrar la verdad. Hay solo unos cuantos métodos por los cuales llegamos a saber algo; sabemos algo por que alguien nos lo dijo, sabemos algo por propia experiencia, sabemos algo porque lo reflexionamos o porque se nos reveló en una visión. Y en cada campo tiene sus métodos y exigencias. En cuestiones morales por ejemplo se vale la pura reflexión, hay libertad de conciencia, en cuestiones de conocimiento no hay libertad de conciencia, no hay libertad de conciencia cuando se trata de ciencia. La libertad de conciencia es con respecto a la interpretación de los conocimientos como experiencia vital, cosa que se sale del campo científico y entra en el de la moral, pero no con respecto a los conocimientos mismos. En cuestiones artísticas cuenta más la subjetividad, la expresión personal y la originalidad, en ciencia la originalidad no es tan importante, menos la expresión personal que va en sentido contrario a la objetividad. La religión es poesía que se toma en serio, en la que se cree y para los cuales no hay evidencias probatoria, ni hace falta. Para la ciencia la evidencia es indispensable. El reconocer que existen diferentes campos de la verdad, cada uno con su método, implica que cada una tiene su lugar y que no todas sirven para todo. La ciencia tiene un lugar privilegiado en nuestra sociedad. Pero eso no significa que sirva para todo.

Pasando a un asunto más práctico podemos preguntarnos y ¿con que fundamento hemos de actuar en conjunto?, ¿Cómo desde nuestras subjetividades ha de surgir un conocimiento objetivo de la verdad que nos guie? El problema de la verdad esta ligado con el de la acción humana. Y para la cuestión de la acción y la organización social el único método correcto que hay es el de la razón.

En defensa de la razón y la democracia.

Una vez asumido las lecciones de modestia que se derivan de nuestros errores queda claro que la forma correcta de proceder es revisar constantemente nuestros conocimientos. Al acto de examinar críticamente nuestras ideas y nuestras observaciones de la realidad, para luego ponerlos a debate es lo que llamamos razonar. En términos generales razonar significa buscar y sopesar argumentos antes de aceptar o refutar una idea. No hay en ello nada mágico e infalible, ¿hace falta decirlo? La razón no es una antorcha encendida que todo lo ilumina. Razonar es operar mentalmente bajo un conjunto de hábitos deductivos, procediendo con cautela, usando nuestra experiencia, usando la lógica y aceptando los límites de lo que no se conoce.

La razón no es algo que me cuentan los demás, en lo que se tenga que tener fe o que dependa únicamente de mi experiencia personal. Todos los seres humanos estamos capacitados para proceder racionalmente y si el procedimiento mental por el que he llegado a una conclusión es correcto todas las personas pueden llegar por ellos mismos a mi misma conclusión, aunque nuestra subjetividad sea distinta. Es decir si una creencia mía se apoya en un pensamiento racional, este no puede ser racional solo para mí. Por eso es que la razón es el único árbitro que tenemos para zanjar los desacuerdos entre los seres humanos.

Se le suele fustigar a la razón, acusándola de soberbia o de que se le cree omnipotente. Por el contrario la esencia de la razón es la duda. La razón siempre desconfía de sí misma, es bastante humilde y modesta si se le compara con otros métodos como la revelación religiosa, un atajo a la verdad solo accesible a unos cuantos privilegiados escogidos por la deidad. El método de la razón es accesible a cualquiera y haber aceptado esto ha tenido consecuencias políticas enormes. No es coincidencia que la filosofía y la democracia hayan nacido al mismo tiempo en el mismo lugar. Si todos somos capaces de hacer uso de la razón, no hay nada que pueda justificar la esclavitud, no se puede decir que unos nacen para mandar y otros para obedecer. La democracia da por sentado que todos tenemos derecho y capacidad para participar de la discusión acerca de lo que se debe hacer en la comunidad. Por eso todas las libertades políticas empiezan por la libertad de expresión.

Actualmente se ha extendido una idea errónea acerca de la relación entre la verdad y la igualdad democrática. Se da por supuesto que cada quien tiene derecho a sostener sus propias opiniones acerca de las cosas pero que la pretensión de buscar la verdad (no la tuya o la mía) es algo dogmático y autoritario. Frente a una argumentación las personas responden cosas como “yo quiero pensar de otra manera, déjame”, “tú quieres pensar así, yo quiero pensar así”.

Es cierto que hay que respetar y tolerar a las personas que piensan distinto a nosotros, y ese respeto debe ser irrestricto cuando se tratan de asuntos privados, pero para que los humanos seamos iguales entre nosotros es necesario que nuestras opiniones no lo sean, debe haber discusión. Sostener con seguridad una afirmación, incluso con completa seguridad y certeza, no es algo malo. Lo que está mal es no escuchar a los que sostienen lo contrario que tú y usar la fuerza para evitar que refuten tu afirmación. Lo que está mal no es que discutamos, sino que no discutamos, que se use la violencia para acallar a los demás.

Las opiniones no pueden ser fortalezas, castillos en donde encerrarse como forma de autoafirmación personal. Expresamos nuestras opiniones no solo para expresarnos sino para que estas se escuchen y se pongan a debaten, se acepten o se rechacen, no para que estas simplemente se “respeten”. El respeto es para las personas, no para las ideas, las ideas siempre deben someterse a juicio y se deben aceptar o rechazar provengan de quien provengan. La tolerancia es el resultado lógico de aceptar la duda y la razón como árbitro. Se debe tolerar formas de sensibilidad que nos parecen repugnantes, pero no cuando se tratan de asuntos públicos, el terreno de la acción es otra cosa y allí, sin ejercer violencia sobre las personas, se debe combatir las ideas equivocadas.

Todas las personas valemos lo mismo, pero no todas las opiniones valen lo mismo, siempre algunas tienen mejores argumentos que otras. Si no queremos que venga un “iluminado” o papi gobierno a decidir que verdad conviene más a la comunidad, más vale que le demos el arbitrio a la razón, es decir “a la razón dentro de nosotros y entre nosotros” como dice Savater. Para eso debemos no solo de aplicar la razón a nuestros argumentos, sino, esto es lo más difícil, estar abiertos a ser convencidos por las razones de otros, en otras palabras admitir que los equivocados somos nosotros. Sin esto último no hay democracia que funcione, no solo necesitamos ciudadanos racionales, sino razonables también. Un ciudadano que aplique la razón, pero que considera humillante ser convencido por sus opuestos no sirve para nada, es un idiota, por más tenaz que sea defendiendo sus ideas. Por algo John Stuart Mill dijo "El hombre que no conoce más que su propia opinión, no conoce nada".

Sin quitar que cada persona busque su modo de vida (sin afectar a otros) segun sus valores y sensibilidad, no podemos renunciar a la búsqueda de la verdad, no tu verdad o mi verdad, sino a la verdad. “La democracia no puede vivir sin la verdad, el totalitarismo no puede vivir sin la mentira; la democracia se suicida si se deja invadir por la mentira, el totalitarismo si se deja invadir por la verdad” dijo Jean Francois Revel.


Apatía y fanatismo.

En conclusión la incertidumbre en que nos sumerge nuestra incapacidad de acceder a la verdad en forma absoluta y la multitud de puntos de vista desde los cuales podemos buscarla son la esencia de la aventura humana, los desacuerdos son el resultado natural de estas complicaciones. Mi opinión es que simplemente debemos aceptar estas complicaciones. Si no te gusta vivir en la incertidumbre y cometer errores más vale que no te pongas a pensar nunca, si no quieres enfrentar desacuerdos nunca opines nada.

La indiferencia y el fanatismo son extremos opuestos que se tocan. Tienen en común que son escapes a las complicaciones aquí descritas, ambos son expresiones del enemigo último: el nihilismo. La indiferencia porque renuncia a enfrentar el problema, el fanatismo porque cree que lo ha resuelto y considera cerrado el asunto. El fanatismo y su cetro la ideología simplemente acomoda toda información que llega para no cambiar un sistema de ideas reconfortantemente claro y coherente, donde la historia entera y al mismo tiempo que nuestra vida particular hallan lugar y sentido. La ideología y su corolario la utopía otorga una gran seguridad y un orgullo especial, al que nos volvemos como adictos. El fanático no duda, esa es la belleza del asunto, pero por eso también ha dejado de pensar, tal como el apático. Mucho se pierde cuando no se distingue entre la virtud y la obediencia ciega.

Tal como el relativismo nos cura de los centrismos, el escepticismo puede ser positivo. Raymond Aron escribió que el escepticismo “es útil o dañino en dependencia de lo que más haya que temer en ese momento: el fanatismo o la apatía”. El escepticismo es para la recuperación del adicto, una fase indispensable pero no una cura. El adicto solo está curado el día en que pueda ser capaz de una esperanza sin ilusiones. Hay que respetar la verdad y rehusarse a entregarnos a un ideal de humanidad en abstracto, alegrémonos de participar en comunidades reales con todo y nuestros interminables desacuerdos.

Saludos a todos y todas las chicas cool y gracias por leerme, de verdad.

Texto agregado el 13-02-2009, y leído por 242 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
21-02-2009 Un apunte: las verdades de las ciencias formales - tras los Principios de Incertidumbre y Complementariedadcuánticos- han quedado patas arriba. Sinceramente, me gusta tu optimismo respecto a la razón, es más, me gustaría compartirlo, pero hoy en día no sólo han caído bajo el postmodernismo y la deconstrucción el lenguaje y, con él, las Humanidades; sino que el último reducto de la razón -las ciencias clásicas y el positivismo científico- ha quedado más que tocado tras todo el huracán que trajo consigo el descubrimiento del del funcionamiento del microcosmos. apeman
13-02-2009 Es un estudio muy completo y en algunos puntos estoy totalmente de acuerdo.. en otros tendré que pensarlo un poco más... Lecciones de modestia que se derivan de nuestros errores. muy, pero muy cierto... bien logrado amigo.. anlin
 
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